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Francisco Villaespesa Martín del Toro

Biografía

Villaespesa Martín del Toro, Francisco. Laujar de Andarax (Almería), 14.X.1877 – Madrid, 9.IV.1936. Escritor.

Nacido en una familia de clase media acomodada (el padre, Francisco Villaespesa Arias, era abogado), a los dos años queda huérfano de su madre, Angustias Martín del Toro, y es atendido por su tía materna —Dolores—, con la que pronto se casará Francisco. Su primera infancia, arropada por el cariño y cuidados de su nueva madre, se desarrolla en Laujar de Andarax, de donde, cumplidos los ocho años, es trasladado a Almería al ser nombrado su padre juez en dicha ciudad. Inicia el bachillerato y muy pronto muestra inclinaciones por la escritura poética. En 1890 aparece en Crónica Meridional su primera composición conocida, un soneto de tonalidad romántica (“Bajel que, en las corrientes inexperto, / azota el mar del mundo a sus antojos, / sin guía marcho sobre abismos cierto”), que impresiona por su prematura destreza. Terminado el bachillerato, en el curso 1893- 1894 se matricula como alumno libre en el Preparatorio de Derecho de la Universidad de Granada, pero no se presenta a los exámenes; no conseguirá superar las asignaturas de dicho curso hasta septiembre del año siguiente. No hay constancia de que se matriculara en “ninguna de las Facultades de la Universidad granadina” en el curso 1895-1896, pero en el de 1896-1897 figura como alumno libre en ciertas asignaturas de la Facultad de Derecho y en otras de la de Filosofía y Letras (L. F. Díaz Larios, 1977: 12-13). En esta etapa, sin embargo, se consolida su afición literaria (publica sus primeros poemas en revistas como Gil Blas, Gran vía, etc.: L. Jiménez Martos: 1978: 12-13) y se manifiesta una gran fecundidad creadora, rasgo que le caracterizará toda su vida como escritor prolífico. En 1893 había escrito su primer libro, Intimidades, y en 1897, Flores de almendro, obras en las que se muestran ya algunas de las peculiaridades temáticas y estilísticas de su poética inicial, marcada por la influencia de Bécquer y del romanticismo tardío, su interés por lo andaluz y un incipiente eco parnasiano. Absorbido por sus actividades literarias, descuida los estudios de Derecho, con gran disgusto del padre, y en 1897, sin su consentimiento, abandona Granada y se traslada a Madrid, donde entra en contacto con Emilio Carrere, que le introduce en los cafés literarios y en el ambiente de la bohemia. Consigue que algunos de sus poemas sean publicados —y pagados— por Eduardo Zamacois en Vida Galante; colabora en Germinal, Electra, Revista Nueva, etc. (L. Granjel, 1973: 142, 145 y 153). Escribe una obra dramática, El acusador privado, pero no logra estrenarla.

Disgustados con esta vida bohemia del hijo, sus padres le obligan a volver a Almería en 1898 (cede “a la presión paterna, a la penuria económica, a su salud quebrantada”, según Díaz Larios, 1977: 15) y tratan de convencerle, inútilmente, de que continúe los abandonados estudios de Derecho. Vuelve de nuevo a Madrid, donde por unos meses dirige la revista Álbum de Madrid. En 1899 publica Luchas, poemario en el que se defiende de las críticas de quienes atacan sus creaciones y su nuevo estética: “¡Yo apagaré el murmullo de sus diatribas / con la salva de aplausos de mis estrofas”. En 1899 conoce a Elisa González Columbie (hermana de la novia de Manuel Machado), con la que se casa muy pronto y que será la musa de los poemas amorosos de la primera época. Su belleza y fragilidad enfermiza provocan la admiración y simpatía de los escritores amigos del poeta, entre ellos, Juan Ramón Jiménez. Éste saluda entusiasmado la aparición de La copa del rey de Thule (1900), el nuevo libro de Villaespesa, al que considera “artista orfebre y refinado” y “primer poeta de nuestra juventud” (Juan Ramón Jiménez, 1909: 13 y 17). Dicho libro se considera en la actualidad como la primera obra modernista escrita por un poeta español, obra que implica la ruptura con la estética anterior, enfrentando “lo nuevo y lo viejo, como dos formas distintas de entender la poesía” (A. Sánchez Trigueros, 1974: 155). En este poemario, destaca la renovación de la métrica —ritmos, metros y estrofas—, el uso frecuente de la sinestesia, la descripción impresionista y la introducción de temas vinculados al modernismo de Rubén Darío. Entre éstos, hay que mencionar el medievalismo (Medieval, poema en pareados alejandrinos), la sensualidad y el erotismo relacionados con lo sagrado (tratados a veces de forma provocadora: “¡Oh encanto irresistible de la eterna lujuria! [...] ¡Sansón agonizante se acuerda de Dalila, / Y Cristo, en el Calvario, recuerda a Magdalena!”, versos finales del soneto Ave, fémina), con los que coexisten temas románticos, como el tópico del cementerio, etc.

La temprana muerte de Elisa en 1903 está en el origen de dos nuevos libros poéticos: Viaje sentimental, conjunto de sonetos centrados en el recuerdo de la amada desaparecida, e In memoriam (elegías), con el mismo tema. Para aliviar su tristeza y soledad, emprende un viaje por Andalucía (pasa una temporada en Lauxar: “Buscando a mi dolor alivio/ quiero volver a ti, valle natal”, dice en un poema de Viaje sentimental), Portugal, Italia y Francia. En otoño de 1904 está ya de vuelta en Madrid.

En 1905 conoce a la que será su segunda mujer, María García Robiou (“gaditana y de origen noble”, casada y con dos hijos, según J. Andújar, 2004: 80). En 1906 publica Tristitiae rerum, que marca una evolución temática —deseo de retorno a la infancia, lamento por la juventud y el amor perdidos, etc. —, y estética: una expresión más contenida, por influencia de la poética de Antonio Machado, de la que se perciben ecos en la presencia de silvas arromanzadas de estilo impresionista, y en la relevancia de determinados símbolos, como la primavera, el naranjo en flor, la sombra, el sueño, etc. En 1907 publica Carmen, un libro de poemas en el que aparece un gran interés por lo andaluz, lo morisco granadino y lo oriental, temática recurrente en libros posteriores, como El patio de los arrayanes (1908), El mirador de Lindaraxa (1908), Andalucía (1910), Ajimeces de ensueño (1914), Los nocturnos del Generalife (1915), El encanto de la Alhambra (1919), etc. El mismo Villaespesa alude a la fascinación que siente ante lo oriental y lo morisco, a la vez que ante la cultura de la Roma “decadente”: “El Oriente me atrae y Roma me fascina. / A Alá rezo mis suras, y a Júpiter adoro; / por eso, en nobles cláusulas de claridad latina, / lloro en ricas imágenes mi fatalismo moro”, dice en el poema “Ego sum”, de El libro de Job (1909). En los libros mencionados se deja sentir el influjo del folclore popular en canciones, coplas, soleares y seguidilla gitanas, al tiempo que cultiva los romances moriscos, así como nuevos metros actualizados por los modernistas, como los alejandrinos, los dodecasílabos con metro de seguidilla, etc.

En 1911, coincidiendo con el auge del teatro histórico y poético puesto de actualidad por los dramas de Eduardo Marquina, Villaespesa escribe una tragedia en verso sobre tema morisco, El Alcázar de las perlas, ambientada en el último período de la monarquía nazarita. La obra, estrenada el 9 de noviembre de dicho año en el teatro Isabel la Católica, de Granada, y poco después en el Teatro de la Princesa, de Madrid, con la Compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, obtuvo una gran acogida del público. Este éxito le mueve a escribir nuevas obras de teatro de tema histórico: Abén Humeya (1913), sobre la guerra de las Alpujarras, Doña María de Padilla (1913), la amante de Pedro I el Cruel, La leona de Castilla (1915), sobre la guerra de las Comunidades, Judith (1917), el personaje bíblico que, para salvar a su pueblo y por exigencias de su fe religiosa, asesina al general asirio Holofernes, del que, en este drama, aparece apasionadamente enamorada: “me siento en el fuego de su sangre arder”. Estas obras (en las que se percibe cierta sintonía con la estética finisecular de autores como Gabriele D’Annunzio y Oscar Wilde, según J. Huerta Calvo y E. Peral Vega: 2003: 2294), adolecen de una “absoluta falta de integración de los elementos líricos en los dramáticos”, hasta el punto de que sus escenas líricas parecen diseñadas para el lucimiento de las “artes declamatorias” de determinados actores en sus “recitativos” (F. Ruiz Ramón, 1971: 71). Sin embargo, P. Gimferrer, aun aceptando que en el teatro de Villaespesa sobresalen “el movimiento, la plástica y la palabra lírica por encima de la peripecia dramática”, cree que su “puesta en escena por alguien con el criterio hacia el teatro poético que muestra, por ejemplo, Francisco Nieva”, “nos daría muchas sorpresas” (Gimferrer, 2004: 389 y 392).

Además de estas incursiones en el mundo del teatro, Villaespesa escribe también varios textos narrativos en prosa, impregnados de emoción lírica: diez novelas cortas de temática oriental, morisca o exótica, escritas en un tono sensual y apasionado, y con una prosa poética deslumbrante. Entre ellas, cabe destacar El último Abderramán, 1909, en torno a las guerras civiles de Granada; Las granadas de rubíes, 1912, sobre la historia bíblica del rey David; Amigas viejas, 1917, relato de ambiente rural; La ciudad de los ópalos, 1922, situada en el México de la etapa del emperador Maximiliano, etc.

En 1917, Villaespesa realiza su primer viaje a América en el trasatlántico Alfonso XIII, que hacía la ruta Santander-La Habana. Pasa por Cuba, México, Santo Domingo, Puerto Rico, Venezuela, etc., donde pronuncia conferencias y recitales poéticos. En México estrena con éxito su nuevo drama Hernán Cortés en el teatro Arbén de la capital. En Caracas lee en primicia ante el Presidente de la República, general Gómez, y un grupo de escritores, su poema dramático Simón Bolivar, que obtiene una acogida “muy entusiasta” (Jiménez Martos, 1978: 21). En 1921 vuelve a España con el encargo de organizar una compañía para representar Simón Bolívar en diversos países hispanoamericanos. Formarán parte de la misma actores importantes, como Anita Martos, Pepe Romeu y María Boixader. El estreno de Simón Bolívar en el Teatro Municipal de Caracas obtuvo un “éxito relativo” (J. Andújar, 2004: 84); la crítica subrayó el carácter de rectificación histórica sobre la figura del libertador. La compañía representó obras del dramaturgo en otros países hispanos: Cuba, Puerto Rico, Perú, etc. En 1924 estrena en Lima su poema dramático El sol de Ayacucho, en el que se evoca la victoria del general Sucre sobre las tropas españolas en la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), cuyo primer centenario se celebraba ese mismo año. De allí pasó a Bolivia, Chile, Uruguay y Argentina, donde en diciembre de 1927 estrena su obra El burlador de Sevilla en el Teatro de la Comedia de Buenos Aires (J. Andújar, 2004: 84).

Invitado por el Gobierno de Brasil, se traslada a este país con el cometido de conocer las obras de los principales poetas brasileños y poder traducirlas al castellano, objetivo de gran interés para dicho Gobierno. Sobrecargado de trabajo, la salud de Villaespesa se resiente (en 1930 había dado ya a la imprenta los tres primeros tomos de la “Biblioteca Brasileña”, según Díaz Larios, 1977: 33) y en mayo de 1931 sufre un ataque de apoplejía que le obliga a guardar cama. El Gobierno de la República española recién instaurada gestiona la repatriación del poeta en el vapor Argentina. Carente de recursos económicos, sobrevive en Madrid gracias a una pensión que le otorga el Gobierno en reconocimiento por el “gran número de obras con que ha enriquecido el tesoro de la poesía castellana” (Jiménez Martos, 1978: 23). Sigue escribiendo poesía y una obra de teatro, Agustina de Aragón, en colaboración con el poeta y amigo Federico de Mendizábal. A comienzos de 1933 se agrava su enfermedad: padece arterioesclerosis e hipertensión. Prácticamente imposibilitado, su vida se prolonga hasta el 9 de abril de 1936. Al entierro, el 11 de abril, asisten el ministro de Estado en representación del presidente de la República, diversas personalidades políticas y literarias y un numeroso público, dada la popularidad de la que gozaba el poeta y dramaturgo. En el Teatro Español, un grupo de actrices de los teatros de Madrid depositaron flores sobre el féretro, que fue conducido hasta el Panteón de Hombres Ilustres de la Sacramental de San Justo. Desaparecía así el que fuera promotor inicial y difusor del modernismo español, a través de su obra y de las revistas que fundó o en las que colaboró (M. Gottlieb: 1995). Fue un “innovador en la atmósfera poética española del momento” (L. A. de Villena, 2004: 96). De haber contado con una más rigurosa preparación cultural y mayor contención expresiva, hubiera podido ser, por su rica fantasía poética, sentimiento lírico y creatividad, uno de los grandes poetas de las tres primeras décadas del siglo XX, junto con Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y Miguel de Unamuno. En los años veinte, mientras los jóvenes poetas de la generación de las vanguardias creaban nuevas formas de expresión lírica, Villaespesa “se perdía por los senderos umbríos de sus jardines orientales como un viejo cisne que espera el momento de entonar su canto final” (Díaz Larios, 1977: 36).

 

Obras de ~: Intimidades (1893), Madrid, Antonio Álvarez, 1898; Luchas, pról. de S. Rueda, Madrid, Imp. Apaolaza, 1899; La copa del rey de Thule, pról. de J. R. Jiménez, Madrid, Est. Tipográfico “El Trabajo”, 1900 (3.ª ed. aum. Madrid, Librería Puedo 1909); El alto de los bohemios, Madrid, Ambrosio Pérez y Cía., 1902; Tristiciae rerum, Madrid, Imp. Arroyave, 1906; Carmen (Cantares), Madrid, Imp. Gutemberg, 1907; El milagro de las rosa (novela griega), Madrid, El Cuento Semanal, 1907; El pacto de los arrayanes, Madrid, Imp. Valgañón y Moreno, 1908; El mirador de Lindaraxa, Madrid, Imp. Primitivo Fernández, 1908; Viaje sentimental, Madrid, Tip. Capdevila, 1908; El último Abderramán, Madrid, El Cuento Semanal, 1909; In memoriam (Elegías), Madrid, Imp. de “Gaceta Administrativa”, 1910; Andalucía (1910), Madrid, Imprenta Helénica, 1913; La venganza de Aisha, Madrid, El Cuento Semanal, 1911; El alcázar de las perlas (leyenda trágica en cuatro actos y en verso) (1911), Madrid, Biblioteca Renacimiento, 1912; Las guirnaldas de rubíes, París, Garnier Hermanos, 1912; Abén Humeya (tragedia morisca en cuatro actos y en verso), Barcelona, Manu, 1913; Doña María de Padilla (drama histórico en tres actos y en verso), Madrid, V. Rico, 1913; Ajimeces de ensueño, Madrid, Vda. de Pueyo, 1914; Los nocturnos del Generalife, Madrid, Imp. Juan Pueyo, 1915; La leona de Castilla (drama en tres actos y en verso), Madrid, Biblioteca Hispana, 1915; Judith (tragedia bíblica en tres actos y en verso), Barcelona, Félix Costa, 1915; Amigas viejas, Madrid, Prensa Popular, 1917; Hernán Cortés (poema épico en tres actos y en verso), México, Bouret, 1917; El encanto de la Alambra, Caracas, Ediciones Victoria, 1920; Simón Bolivar (poema romántico original y en verso, en un prólogo y tres actos, Caracas, Ediciones Victoria, 1920; La ciudad de los ópalos, Barcelona, Ramón Sopena, 1922; El sol de Ayacucho (poema dramático en tres actos, original y en verso), Santiago de Chile, Editorial Nascimento, 1925; El burlador de Sevilla (poema en tres actos, en verso y original), Madrid, Estampa, 1928, y Sevilla, Biblioteca de Cultura Andaluza, 1986; Obras Completas, Madrid, Tip. de M. García y Sáez (vols. I-V) y Editorial Mundo Latino (vols. VI-XII), 1916-1918.

 

Bibl.: J. R. Jiménez, “Elogio del poeta”, en F. Villaespesa, La copa del rey de Thule op. cit., 1900; F. Ruiz Ramón, Historia del teatro español, vol. II, Madrid, Alianza Editorial, 1971; L. S. Grangel, La generación literaria del 98, Salamanca, Ediciones Anaya, 1971; E. Cortés, El teatro de Villaespesa, Madrid, Atlas, 1971; A. Sánchez Trigueros, Francisco Villaespesa y su primera obra poética (1897-1900): cartas al poeta malagueño José Sánchez Rodríguez, Granada, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Granada, 1974; L. F. Díaz Larios, “Prólogo” a F. Villaespesa, Antología Poética, Almería, Librería Editorial Cajal, 1977; L. Jiménez Martos, Villaespesa, Madrid, Publicaciones Españolas, 1978; R. Gullón, “Villaespesa abanderado del modernismo”, en Direcciones del modernismo, Madrid, Alianza Editorial, 1990, págs. 253-264; M. Gottlieb, Las revistas modernistas de Francisco Villaespesa, Granada, Ediciones Anel, 1995; F. J. Huerta Calvo y E. Peral Vega, “Villaespesa: el discurso decadentista en escena”, en F. J. Huerta Calvo (dir.), Historia del teatro español, II. Del siglo XVIII a la época actual, Madrid, Gredos, 2003, págs. 2293-2296; J. Andújar Almansa y J. L. López Bretones (eds.), Villaespesa y las poéticas del modernismo, Almería, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Almería, 2004 (espec. J. Andújar Almansa, “Villaespesa: retrato del joven poeta a principios de siglo”, L. A. de Villena, “Villaespesa y la vanguardia modernista” y P. Gimferrer, “La escenografía en el teatro de Villaespesa”, págs. 41-87, 91-97 y 387-392, respect.).

 

Demetrio Estébanez Calderón

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