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Antonio de Villacastín

Biografía

Villacastín, Antonio de. Fray Antón. Villacastín (Segovia), c. 1512 – San Lorenzo de El Escorial (Madrid), 4.III.1603. Jerónimo (OSH) y maestro mayor de obras.

Era natural de Villacastín (Segovia); por quedar pronto huérfano se crió en casa de un tío adquiriendo escasa formación escolar y académica. Al comienzo de la juventud se sentía lleno de inquietud y decidió abandonar el pueblo natal para ganarse la vida por el mundo y se dirigió a Toledo, juntándose en el camino con un mozo que llevaba un correo del señor para el que trabajaba; con él llegó a la ciudad imperial pasando la noche en el mercado de la plaza de Zocodover, y allí fue donde al día siguiente lo encontró un maestro de obras que lo contrató y se comprometió a enseñarle el oficio de asentador de ladrillos y azulejos, y con él se fue a vivir a su casa.

Casi con treinta años comenzó a pensar en tomar estado civil, y sintiendo que le atraía la vida religiosa buscó entre los monasterios de la ciudad que conocía mejor. Inicialmente fue al de San Francisco pero no lo aceptaron por ser entonces una casa con una comunidad muy numerosa; se dirigió entonces al de la Sisla, extramuros, de la orden de San Jerónimo, donde le abrieron las puertas, y allí tomó el hábito el año 1539 para religioso corista “que es en esta orden un estado medio entre sacerdote y hermano lego” (Sigüenza).

Siempre dedicado a las tareas de las obras en varios conventos de la orden: en el suyo de la Sisla y en el de sus hermanas de San Pablo (Toledo); también intervino decisivamente en la construcción del cuarto del emperador en Yuste, cuando don Carlos pensó retirarse a vivir al monasterio jerónimo de la Vera cacereña.

Por orden de Felipe II llegó al Escorial el 1 de julio de 1562, profesando poco después para el monasterio de San Lorenzo, y allí permaneció el resto de su vida hasta que, casi ciego y en una venerable ancianidad, falleció el 4 de marzo de 1603.

La figura de fray Antonio de Villacastín como obrero mayor del Escorial llena la fase constructiva del monasterio (primera piedra, 23 de abril de 1563; última, 13 de septiembre de 1584) de forma completa y fecunda, y así lo recogen los historiadores jerónimos del Escorial. Para J. de San Jerónimo, “no se halló otro más experimentado en cosas de edificar que él”; Sigüenza lo ensalza a lo más alto: “todos acudían a él; a todos los entendía, componía, concertaba y despachaba y, lo que pone espanto, contentaba [...] También era muy de ver las respuestas que daba a las dudas y preguntas de todos cuantos allí venían [...] como si estuviera presente, como si él fuera el trazador o que lo iba ejecutando o asentando, respondía con suma resolución”. J. de Sepúlveda llega a decir que era “como hombre que dependía de él todo [...] pues el sólo ha dado calor para esta máquina y octava maravilla del mundo esté en la perfección que hoy la vemos”.

La visión que los jerónimos dan de fray Antonio parece a todas luces exagerada teniendo en cuenta que sólo fue obrero mayor, con las funciones amplias y precisas que se sabe tenía y que ejerció con conciencia escrupulosa, amplia experiencia y experta habilidad, como se ha reconocido justamente a través del tiempo por los investigadores.

A pesar de todo, existe una afirmación de Sepúlveda sobre Villacastín que por lo menos abre una interrogación; asegura el jerónimo tuerto que “el sobrestante de toda esta obra quiso el rey Católico fuese el padre fray Antonio de Villacastín con mando mixto y mero imperio, para que hiciese y deshiciese como a él le pareciese”. Fray Jerónimo era hijo de jurista y fue estudiante en Alcalá; al decir explícitamente que Villacastín tuvo el “mando mixto y mero imperio” de la obra surge la duda de si aplicó el término en el sentido legal de jurisdicción, que por analogía se pudiese aplicar a las funciones netas que tuvo en la construcción, o sólo de forma metafórica. No se olvide que Sigüenza asegura que fray Antonio vino “por obrero general, debajo de cuyo gobierno se había de ejecutar todo”.

Fray Antonio de Villacastín dejó unas breves notas o apuntes, conocidos tradicionalmente como Memorias pero que no tituló, “hechos para el uso exclusivo de su autor, como lo indica su lectura”. Aprovechando un pequeño cuaderno pautado donde fray Miguel de la Cruz había anotado los nombres de los primeros religiosos que habían venido al Escorial cuando se trasladó como procurador a San Lorenzo acompañando al vicario, padre Juan de Colmenar, fray J. de San Jerónimo, y que el llamó Modus confitendi; a ese cuaderno se le quitaron las diez hojas ya escritas y fue utilizado por fray Antonio. De manera muy lacónica va dejando noticia de la marcha de la obra —en sus aspectos constructivos— de forma concisa y de asuntos relacionados con la orden jerónima además de recoger algunos hechos históricos que le llaman la atención siguiendo muy de cerca la descripción de fray Juan de San Jerónimo.

Su escrito comprende desde abril de 1562, con los preparativos de la obra del monasterio, hasta la consagración de la basílica (30 de agosto de 1595); muy simbólicamente Sigüenza cierra su historia y descripción del Escorial poniendo la biografía de fray Antonio para que sirva simbólicamente de clave en el edificio espiritual de la nueva fundación pues él dio principio y pudo asistir a la colocación de la última piedra de esta fábrica tan insigne para la Iglesia y para la orden de San Jerónimo. En esta línea panegirista hace ver que Villacastín fue la pieza central —clave ha dicho más arriba— de la obra del Escorial por encima de todos y muy próximo a la del propio Felipe II. “Le mandó llamar [el Rey] a menudo y oía sus pareceres, y vino a estimarle en tanto, que ninguna cosa quiso hiciese el Arquitecto Juan de Herrera que no la comunicase con fray Antonio primero, y si no le contentaba, tampoco le contentaba al rey”. Sigüenza olvida que en el duro enfrentamiento Villacastín-Herrera sobre el labrado de las piedras de la basílica, Felipe II resolvió “se siguiese el orden del Arquitecto”, pero es cierto que aceptó el sistema propuesto por el religioso de dar la obra de la basílica a destajo, y en el fuego también ordenó se siguiese lo propuesto por el obrero mayor que se oponía a la opinión mayoritaria.

A fray Antonio de Villacastín se debe también un amplio relato escrito a Jehan Lhermite (4 de marzo de 1600), por mano de fray Juan de Olmeda al estar ya casi ciego como consecuencia de una desacertada intervención sufrida en sus cataratas. Aprovecha la ocasión de responder a una carta recibida del flamenco para informarle cumplidamente “y pues vuesa merced va a su propia patria está bien que lleve algunas cosas de las grandezas desta Casa que contar allá [...] como persona que lo ha visto por sus ojos, y podrá dar fee dello como testigo de vista”. Aquí sí es Villacastín, dentro de sus limitaciones, perspicaz, y quiere que en Flandes Lhermite hable con conocimiento de la gran obra de San Lorenzo y de don Felipe que la ha hecho posible; la carta busca un fin propagandístico dándole al remitente una visión general, pero con detalles significativos, de algunos temas claves: costo, trazas, librerías, reliquias, órganos, artistas, división del edificio y articulación de sus partes, etc. En ambos escritos —memorias y carta a Lhermite— no se muestra como analista e intérprete, porque la obra del Escorial y sus significaciones profundas se le escapaban. Él había sido sólo monje y obrero mayor de la fábrica; con sumisión y entrega puso al servicio del Monarca su leal saber y entender sobre arquitectura práctica, que era mucha, y su enorme capacidad de trabajo. Dios, el Rey y la orden de San Jerónimo así lo habían querido.

 

Obras de ~: Memorias, s. f. (Biblioteca Real del Escorial, ms. f-IV-34) (ed. en Documentos para la Historia del Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, introd., transcr. y notas de J. Zarco, t. I, Madrid, 1916; ed. de J. Fernández Montaña, Madrid, 1924; ed. de de A. Bustamante García, Madrid, 1985); “Carta a Jehan Lhermite”, en Le Passetemps, de J. Lhermite, t. II, Antwerpen 1890-1896, págs. 86-91 (ed. en El Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial y la Casita del Príncipe, Madrid, 1926, págs. 216-221).

 

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J. de Sepúlveda, “Historia de varios sucesos y de las cosas notables que han sucedido de veinte años a esta parte en toda España y en toda la Iglesia Católica y otras naciones desde el año de 1584 hasta el de 1603”, en Documentos para la Historia del Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, ed. de J. Zarco, Madrid, Imp. Helénica, 1924, págs. 14-15 y 325-326; J. Zarco Cuevas, Catálogo de los Manuscritos Castellanos de la Real Biblioteca de El Escorial, t. I, Madrid, Impr. Helénica, Real Monasterio, 1924, págs. 159-160; J. Fernández Montaña, Los arquitectos escurialenses: Juan de Toledo y Juan de Herrera y el obrero mayor Antonio de Villacastín y sus memorias, Madrid, Hijos de G. del Amo, 1924, págs. 169-215; A. Portabalés Pichel, Fr. 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Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla, OSA