A la corta edad de 15 años se instaló como vecino en la villa de San Miguel el Grande, lugar donde contrajo matrimonio en 1732 con Juana Petrona Urtusáustegui y Sarabia, miembro de una de las familias más ricas y distinguidas de esa villa durante el siglo XVII y XVIII. Al matrimonio Juana aportó como dote el obraje textil que posteriormente pasó a manos de su marido, quien lo administró hasta que sus hijos tuvieron edad suficiente para hacerse cargo de él.

El poder económico de Baltasar de Sautto llegó a ser considerable porque, además de ser propietario de uno de los obrajes textiles más productivos de la región, fue un comerciante próspero. Destacó en los negocios de compra-venta de ganado menor y mayor, pieles, sebo, maíz, trigo, maguey, nopal y manufacturas domésticas. Todo era producido en las haciendas agropecuarias de las que era propietario, como las llamadas Mexiquito, Marroquín, Batanes, Don Diego, etc. A ello debe añadirse el comercio de una gran variedad de artículos de importación que le eran enviados desde la ciudad de México, Zacatecas o Guanajuato, ciudades con las que mantuvo un intenso intercambio mercantil. Durante muchos años gozó también del arrendamiento de los estancos de pólvora, de naipes y de alumbre, pero no fueron menos exitosos sus negocios como inversionista en el Real de Minas de Guadalcázar, en San Luis Potosí. Así, logró adquirir una gran cantidad de espacios productivos (casas, haciendas agropecuarias, obrajes textiles, barras de minas) dispersos por gran parte el virreinato novohispano, al situarse no sólo en la propia villa de San Miguel el Grande, sino también en Pueblo Nuevo de Nuestra Señora de los Dolores, San Felipe, San Diego del Viscocho, México, San Luis Potosí, Puebla de los Ángeles y el Nuevo Reino de León. [...]