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Antonio Cánovas del Castillo y Vallejo

Biografía

Cánovas del Castillo y Vallejo, Antonio, Kau­lak. Madrid, 22.XII.1862 – 13.IX.1933. Abogado, crítico de arte, diputado, periodista y fotógrafo.

El joven Cánovas se educó en el exquisito ambiente cultural del palacio de la Huerta (posterior sede de la embajada de Estados Unidos), residencia de su afa­mado tío paterno, en cuya biblioteca profundizó en el conocimiento del arte. Asiduo visitante del Museo del Prado, analizó las iluminaciones y composiciones de los maestros del Barroco. Sin abandonar sus estudios de Derecho, decidió atreverse con la realización de acuarelas y pequeños óleos, en los que firmaba con su primer seudónimo: Vascano (“Cánovas” al revés). A la vez ejercía como director de La Correspondencia Ilustrada de España.

Los mundos políticos, militares y bancarios de la fa­milia —su tío Antonio, jefe del Gobierno y del Par­tido Conservador; su tío Máximo, general de división; su otro tío, José, gobernador del Banco Español de Cuba; su padre, Emilio, subgobernador del Banco Hi­potecario y representante electo por Cieza (población murciana a la que su hijo también representará en el Congreso de los Diputados)—, mucho influyeron para que fuese designado, con treinta años, goberna­dor civil de Málaga. En tal puesto supo resolver, con incruenta eficacia, una tumultuaria protesta contra el embarque de las tropas destinadas a levantar el cerco rifeño sobre Melilla (septiembre-octubre de 1893).

El asesinato del Cánovas estadista apartó a su so­brino de los hemiciclos políticos. En ese mismo año trágico de 1897, tras adquirir su primera cámara —una Anschutz de 24 por 30—, hizo sus primeros retratos. Miembro de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid (fundada en febrero de 1900), dirigía un ac­tivo grupo de socios. Su primera pasión —los monu­mentos artísticos— quedó relegada ante su facilidad para componer ambientes costumbristas o recrear el pasado helenista, muy al gusto nostálgico de la época. En octubre de 1901 aparece La Fotografía, revista de la que fue su director hasta 1913.

Por carácter, extrovertido; por hábito, dadivoso, Cá­novas regalaba los retratos que hacía, incluso a quienes eran simples conocidos suyos. Tales dispendios —más que la fama obtenida tras haber ganado (en junio de 1901) el concurso convocado por Blanco y Negro sobre Las Doloras (poemarios) de Campoamor—, que ago­taron sus recursos económicos, están en el origen de su resolución de entrar en el campo profesional. El trán­sito lo culmina (en julio de 1904) tras enterarse de que un renombrado galerista, Antonio Portela, vendía su estudio, un lujoso ático decorado en estilo art nouveau, en la calle de Alcalá, a pocos metros de la Puerta del Sol. Gracias al dinero que le facilitó su esposa, María Cánovas y Tejada —prima hermana suya (hija de su tío José)—, mejoró la iluminación de la galería, renovó todo el atrezo y adquirió máquinas de gran formato.

La oposición familiar a que el apellido Cánovas quedara asociado a un taller fotográfico motivó otro inteligente seudónimo, Dalton: el fotógrafo se iden­tificaba con una realidad monocroma de la vida, a la vez que hacía crítica solapada de su familia, por tan limitada visión, daltónica, de la realidad. Poco des­pués, escogía el críptico Kâvlak (con v y acentuado). Tras farragosa asociación —Dalton-Kaulak—, el úl­timo concepto, Kaulak, es el que prevalece y por el que será conocido. El 4 de enero de 1908 junto al 14 de mayo de 1909 son fechas que permanecerán en los registros emocio­nales del fotógrafo y de sus herederos: guardan rela­ción con las primeras visitas al estudio de la reina Victoria Eugenia —en la segunda ocasión, acompañada de sus hijos, los infantes Alfonso (Príncipe de Astu­rias) y Jaime—. El rey Alfonso XIII también sube al ático canovista, acompañado de su hija, la infanta Beatriz. Esta otra fecha (11 de octubre de 1909) es la que devuelve al galerista el reconocimiento familiar: Antonio Cánovas del Castillo, fotógrafo de Reinas y Reyes (Patrimonio Nacional, conserva una impor­tante colección de retratos firmados por Kaulak).

Al finalizar 1910, en Kaulak trabajaban veintisiete personas: dos operadores —Cánovas y Portela, su leal colaborador (al que sustituirán Isidoro Gamonal, dis­cípulo de Sorolla, y Ángel Martínez)—; tres ayudan­tes de plató; seis positivistas de pruebas en laboratorio; un oficial y dos aprendices para hacer reveladores, reductores y fijadores; ocho retocadores (de negativos y copias finales); dos administrativos, un recepcio­nista y un cobrador.

Cánovas no se hizo rico por sus retratos cortesanos. Lo era con anterioridad gracias a sus cuidadas series postal-fotográficas, pues sólo de las famosas Doloras de Campoamor vendió 180.000 colecciones, a razón de 1,50 pesetas la colección. Entre 1904 y 1907 logró vender cuatro millones de postales; de ahí que las co­pias (en fotograbado) de sus negativos predominen en el coleccionismo de este género.

Kaulak fue un gran retratista, pero la categoría de su técnica —y dominio de la composición— se en­grandecen con sus fotografías de grupos. A excepción de los hermanos Debas —Edgard y Ferdinand, fotó­grafos franceses afincados en Madrid desde 1874—, nadie consiguió escenificar la naturalidad (estudiada) de sus retratos de familia o de corporaciones, reali­zados en clichés de 30 por 40, de los que pocos han subsistido.

El final del primorriverismo, con la quiebra anexa de la Monarquía alfonsina, hiere de muerte a su em­presa, pero también a él, como tutor gráfico de la misma. Una pulmonía, agravada por la diabetes que arrastraba y el desánimo en que se hallaba, pone fin a su vida pese a los desvelos de su segunda esposa, Áurea Navarrete Zaldívar. Por entonces —final del verano de 1933—, el gran fotógrafo sobrevivía más por los emolumentos que recibía como funcionario —dirigía la Ordenación de Pagos de los Ministerios de Gracia y Justicia y Gobernación— que por los be­neficios de su estudio, postrado en lo estético y social. Antonio Cánovas fue enterrado en la Sacramental de San Isidro, en el sepulcro donde yacía su esposa, Ma­ría Cánovas (fallecida en 1926).

Al desentenderse su hijo, José Ramón Cánovas del Castillo, de todas sus responsabilidades hacia el le­gado paterno, Kaulak era patrimonio inerme cuando la combinación de agresiones y disparates, comunes a toda guerra civil, se extendió por Madrid. Sólo la resuelta actitud de Ángel Martínez evitó la destruc­ción de la galería al ser asaltada por un grupo autoti­tulado “Los Hijos del Mundo”. La intuitiva promesa de Martínez, al asegurar a los saqueadores que él se responsabilizaba de “una práctica socialista de la fo­tografía”, permitió salvar el legado. No acabó ahí la persecución contra los Cánovas: el hermano menor del fotógrafo, Jesús Cánovas del Castillo, fue fusilado, junto a su hijo Carlos, en Paracuellos del Jarama (no­viembre de 1936).

Tras fallecer (en febrero de 1939) el bravo Martí­nez, las fotografías de matrimonios y retratos de milicianos, firmadas con un paradójico Kaulak —aunque su autoría corresponde a Martínez mismo—, se per­dieron en su casi totalidad al hacerse cargo del estudio una rama colateral de los Cánovas, que temió verse denunciada por la posesión de tales fondos. El se­gundo defensor del legado, Juan María Ardizone Cá­novas, sobrino-nieto del maestro, mantuvo abierta la galería durante cuarenta años.

La galería de Kaulak, singular templo de la fotogra­fía española —era la única que conservaba, intacto, su gran techo de luz (superficie acristalada con cortini­llas negras, para regular la iluminación del plató) con lujosos camerinos—, fue demolida en 1989 al aco­meterse la reforma integral del inmueble de Alcalá, 4, del que subsistió la fachada. Gracias a las gestiones de un fiel amigo de Ardizone pudo recuperarse la ma­yor parte del archivo monárquico, luego depositado en la Biblioteca Nacional de España. Un lote impor­tante —en negativos en soporte de vidrio, más algu­nas pruebas en papel— del esplendor canovista (años 1909-1920) salió a subasta en 2004 y fue adquirido por la Comunidad de Madrid.

Antonio Cánovas gozó de gran popularidad por sus ediciones postal-fotográficas, pero fue su condición de retratista de la aristocracia, en especial por su in­negable dominio —lumínico y compositivo— para el retrato institucional, lo que le proporcionó el renombre social que mantuvo hasta el final del régimen alfonsino.

 

Obras de ~: Transformación de la fotografía. Conferencia leída en el Ateneo de Madrid, Madrid, Hijos de M. G. Hernández, 1906; La fotografía. Manual compendiado de los conocimientos indispensables al fotógrafo, Madrid, Imprenta de J. Fernández Arias, 1912; El retoque fotográfico, Madrid, A. G. Izquierdo, 1921.

 

Bibl.: Sociedad Española de Amigos del Arte, Álbum de la Exposición de Antigua Cerámica Española, Madrid, Fototipia Hauser y Menet, 1910; J. Pando Despierto, La Fotografía en Madrid entre las dos Repúblicas (1873-1931), tesis de licencia­tura, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Departamento de Historia del Arte, 1988 (inéd.), págs. 70-72, 119-130, 162-164, 179-181, 201, 210-211, 238-240 y 262-264; VV. AA., La fotografía en las colecciones reales, catálogo de exposición, Madrid, Patrimonio Nacional, 1999; J. Miguel Sánchez Vigil (coord.), La Fotografía en España de los orí­genes al siglo xxi, Madrid, Espasa Calpe, 2001 (Summa Artis, Historia General del Arte, vol. XLVII); M. Carabias Álvaro, Tratado fotográfico sobre el retrato femenino: Antonio Cánovas “Kaulak” o el arte de la belleza (exposición celebrada en el Cen­tro Cultural Galileo-Ayuntamiento de Madrid, abril de 2002), Madrid, M. Carabias, 2002.

 

Juan Pando Despierto

 

Relación con otros personajes del DBE

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