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Juan de Aguado

Biografía

Aguado, Juan de. Sevilla, ú. t. s. XV – Sevilla, c. 1540. Criado de los reyes que pasó a Indias con el encargo especial de inicial una nueva política de libertades y franquicias a favor del español.

Según Las Casas, Juan de Aguado era “natural de Sevilla, o al menos allí después avecindado”, además de repostero de camas de los reyes, y en sus dichos y habla, graciosísimo. Fue elegido para pasar a Indias con una misión especial, “cuasi por espía y escudriñador de todo lo que pasaba”, portando unas instrucciones muy precisas firmadas a finales de abril de 1495, que le iban a amargar la vida al primer almirante, porque le recortaban sus poderes.

Aguado había estado en Indias y regresó en el primer viaje de Antonio de Torres en 1494. Ante el fracaso de Colón entre 1494 y 1495 y el malestar que se iba generalizando temiendo que a Colón le hubiera sucedido algo o que hubiera muerto, pues desde hacía meses nada sabían de él, el 9 de abril de 1495 los monarcas decidieron mandar a Juan de Aguado, “nuestro repostero, el cual de nuestra parte os fablará”, decían a las autoridades y pobladores de las Indias. Y les ordenaban que “le dedes fe y creencia”.

Iba Aguado con instrucciones muy precisas y con la misión de informarse de la situación y de comunicar a las autoridades de las Indias de lo que pensaban los reyes. No se trataba de sustituir a Colón, aunque algunos cronistas lo escriban, sino que tenía un encargo eminentemente informativo y discreto.

Entre las novedades colonizadoras que llevaba Aguado estaban las garantías personales que se ofrecían a todos los pobladores y que hasta ahora habían faltado con frecuencia. Aguado comunica a todos los que quisieran pasar a las Indias, bajo “fe e palabra real”, que a nadie se le retendrá en el Nuevo Mundo contra su voluntad; que se les respetarán los ganados y mantenimientos que cada uno llevare; que los sueldos serán pagados; y que cada uno podrá ejercer su oficio libremente sin impedimentos por parte de nadie. Ésta era una carta de seguridad imprescindible para cualquier poblador.

Además de estas ventajas, y con el fin de ganar pobladores, los reyes empezaron a pensar en las primeras franquicias de poblamiento, las cuales socavan todo el sistema de monopolio contenido en los privilegios colombinos. En la real provisión de 30 de mayo de 1495 se concedía: que del oro que cada uno cogiere, llevare para sí la quinta parte; que lo que fueren a descubrir se puedan aprovechar de cualesquier cosas, “así oro como mercaderías”, pagando, del oro, la cuarta parte, y de lo demás, la décima. La isla Española quedaba al margen. Finalmente, que los mercaderes o descubridores que llevaren mantenimientos a la colonia quedaran exonerados de reservar para el servicio real una décima del porte de los navíos. Si todo esto se llevara a cabo, el exclusivo monopolio estatal-colombino se venía abajo. De este peligro se dio cuenta inmediatamente Cristóbal Colón, y por eso regresó cuando pudo a la Corte.

Llevó sueldo de 4.000 maravedíes mensuales, desde el 17 de abril de 1495 en que salió de la Corte camino de las Indias hasta su regreso el 11 de junio de 1496 en que arribó a Cádiz.

Aguado, capitaneando cuatro carabelas bien surtidas de trigo, cebada, bizcocho, vino, vinagre, aceite, tocino, queso, pescado seco y habas salió del puerto de Sevilla el 5 de agosto de 1495 y llegó a la Isabela en el mes de octubre. Comprobó que al almirante no le había sucedido nada y en el mes de noviembre Colón salió al encuentro de Aguado recibiendo de éste las cartas de los Reyes. Aguado se comportó con cierta insolencia y algunos abusos de poder alborotando algo la tierra. Las Casas dice que “el Almirante, con toda modestia y paciencia, lo sufría, y respondía y trataba al Juan Aguado siempre muy bien, como si fuera un conde, según vide todo esto, hecha con muchos testigos, probanza”. Los meses que siguieron fueron bastante duros. Las condiciones de trabajo llenas de dificultades y los deseos de regresar de mucha gente se plasmaron en un grito-juramento que se generalizó en la isla: “Así Dios me lleve a Castilla”. En dos carabelas, con doscientos veinticinco cristianos y treinta indios embarcó Aguado el 10 de marzo de 1496 camino de Castilla. Lo acompañó en ese viaje hacia España Cristóbal Colón, con el fin de contrarrestar las voces contrarias de sus enemigos. El viaje fue duro y muy largo porque pasaron antes por las islas de los caribes a cargar pan cazabe. El 22 de abril tomaban rumbo a Castilla, para llegar casi dos meses después, el 11 de junio de 1496, a Cádiz.

Después de su fugaz, aunque significativa estancia en Indias, pasaría por la Corte, informaría a los Monarcas y después debió residir en Sevilla, pues Oviedo nos cuenta que allí vivía cuando estaba escribiendo su historia. Debió de morir en torno a 1540.

 

Bibl.: A. Ballesteros Beretta, Cristóbal Colón y el Descubrimiento de América, Barcelona-Buenos Aires, Salvat Editores, 1945, 2 vols.; M. Fernández de Navarrete, Colección de los viajes que hicieron por mar los españoles desde el siglo xv, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles (BAE), 1954, 3 vols.; B. de las Casas, Historia de las Indias (ed. de J. Pérez de Tudela), Madrid, BAE, 1957; S. G. Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias (ed. y estudio preliminar de J. Pérez de Tudela), Madrid, BAE, 1959, 5 vols.; J. Pérez de Tudela, C. Seco, R. Ezquerra y E. López Oto (ed.), Colección Documental del Descubrimiento (1470-1506), Madrid, Real Academia de la Historia, CSIC y Fundación Mapfre, 1994, 3 vols.; J. Pérez de Tudela, “Las Armadas de Indias y los orígenes de la política de colonización (1492 - 1505)”, en Revista de Indias, Años XIV y XV, n.os 57-58, 59, 60 y 61-62, Madrid (1956); L. Arranz Márquez, Cristóbal Colón. Misterio y grandeza, Madrid, Ed. Marcial Pons, 2006.

 

Luis Arranz Márquez

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