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Alonso de Bazán Guzmán

Biografía

Bazán y Guzmán, Alonso de. ?, s. XVI – 1604. Marino y capitán general de la Armada Real del mar océano.

Poco se sabe de la infancia de este insigne marino, hermano del primer marqués de Santa Cruz. Tercer hijo del matrimonio formado por Álvaro de Bazán y Ana de Guzmán (hija del conde de Teba). Casó con María de Figueroa. No tuvieron hijos. Hizo armas casi siempre como almirante o segundo jefe de su hermano mientras éste vivió. En 1539, habiendo cesado temporalmente el servicio de galeras, Álvaro de Bazán trasladó su residencia a Gibraltar en compañía de sus hijos Álvaro y Alonso, a quienes desde la edad más temprana asoció a sus empresas militares y náuticas.

Armadas ocho galeras a costa del impuesto de avería (1563), se le asignaron a Álvaro de Bazán para que guardase las costas. éste le ordenó a su hermano Alonso trasladarse a El Puerto de Santa María (1564), al tener noticias de posibles actuaciones de corsarios luteranos, moros y turcos.

Conocido que el turco desistía de atacar la Goleta, Malta u Orán, Felipe II decidió disminuir el número de embarcaciones en activo, tan sólo conservó quince al mando de Alonso de Bazán.

Tomada la decisión de reconquistar el Peñón de Vélez, se congregan las galeras de Saboya, Florencia y Génova, en la cual se embarcan soldados alemanes, de Lombardía, Nápoles y Sicilia, artillería y demás utensilios, preparando la fuerza cuanto antes.

García de Toledo salió de Málaga (29 de agosto de 1564) sin que las tripulaciones supieran a ciencia cierta la dirección que tomarían. La escuadra la formaban más de cien galeras, entre ellas quince chalupas al mando de Alonso de Bazán. El ejército embarcado ascendía a dieciséis mil infantes.

Fondearon el 31 de agosto. Los moros, asombrados, desalojaron la ciudad. Tomó García de Toledo posesión del fuerte (6 de septiembre), mandó reparar lo derruido y puso de guarnición quinientos hombres.

Dejó a Álvaro de Bazán para artillarlo mejor. Reembarco luego las tropas bajo el fuego de la morisma y carga de caballería y regresó a Málaga con sorprendente celeridad.

García de Toledo propuso al Rey obstruir la ría de Tetuán (1565) para privar a los corsarios de otro de sus principales refugios y asegurar el paso del estrecho de Gibraltar. Aprobada esta línea de acción, se le encargó su ejecución a Álvaro de Bazán, quien hizo los preparativos necesarios. En coordinación con el gobernador portugués de Ceuta se llevó a cabo la operación, que no resultó tan sencilla como se había planeado, por los vientos atemporalados del estrecho (marzo de 1565) que retrasaron el movimiento de las embarcaciones.

Cuando llegaron a la boca del río, acudió a estorbar las operaciones de reconocimiento y fondeo un millar de moros a pie y a caballo disparando sobre los bergantines y esquifes. Alonso de Bazán desembarcó con cuatrocientos tiradores, apoyado por la artillería de las galeras, con la misión de contener esa fuerza. Las barcazas se habían lastrado con piedras grandes y mortero hidráulico. Costó mucho trabajo hacerlas vencer la corriente y fondearlas en línea en el sitio previsto. Se consiguió formar un malecón sobre el que se podía pasar de una banda a otra del río sin mojarse las rodillas. Durante la faena llegaron a pie y a caballo más moros, juntándose unos mil, que dieron bastante quehacer a la fuerza desembarcada antes que pudiera reembarcarse con cuatro muertos y cincuenta heridos, mas no sin causar al enemigo bastantes más y concluir satisfactoriamente la empresa, dejando encerradas e inútiles doce fustas.

Enfermo García de Toledo, se producen cambios en el mando de la fuerza (1567), Felipe II nombra capitán general de la mar a Juan de Austria y lugarteniente general, a Luis de Requesens. Mando de las galeras de España, a Sancho de Leyva; Nápoles, a Álvaro de Bazán; de Sicilia, a Juan de Cardona, con cuatro divisiones cuyos jefes eran: Bernardino de Velasco, Martín de Padilla y Alonso de Bazán. El capitán de la galera Real era Juan Sanoguera.

Juan de Austria tomó posesión en Cartagena, donde le esperaban las galeras de España, Nápoles y Sicilia.

Celebró el primer consejo (2 de junio), determinando la distribución de la armada, de forma que en Italia quedara una buena representación de galeras a cargo de Juan Andrea Doria. El resto salió a proteger la recalada de las flotas de Indias, al conocerse que habían partido de Argel treinta navíos, entre galeras, galeotas y fustas para interceptarlas.

El Imperio otomano quiere someter a Venecia (1570) y arrojar a los cristianos del fondo del Mediterráneo.

Apoderados de las islas Chío y Naxos, se espera un golpe inmediato en Chipre. Venecia trata de conseguir una fuerza multinacional capaz de evitar esa situación; sin embargo, las potencias europeas permanecen indiferentes, tan sólo el papa Pío V responde a la llamada y convence al rey de España para que se una al llamamiento. Se forma la liga santa.

Venecia proporciona ciento treinta y seis galeras, once galeazas y catorce naves, mandadas por Jerónimo Zanne con la cooperación de Antonio de Canale y de Jacobo Celso. Pío V contribuye con doce galeras armadas, reservándose el derecho de designar el caudillo de las fuerzas coaligadas, cargo delicadísimo, que confirió a Marco Antonio Colonna, entregándole el estandarte el 11 de junio.

Felipe II contribuye con cincuenta galeras perfectamente armadas, mandadas por Juan Andrea Doria, subordinándolas a Colonna. Diferentes operaciones retrasan el encuentro con la escuadra pontificia en Otranto (20 de agosto de 1570). Puestos a la vela, se unen con los venecianos en el puerto de Sudaya, se festeja el suceso, por más que la situación no contribuya a esa satisfacción, ya que los turcos habían desembarcado en Chipre, sitiado Nicosia y puesto en grave apuro a la plaza, que ha rechazado quince asaltos.

Celebran los generales de la coalición un Consejo de guerra. Surgen dos tendencias: la primera, sostenida por los venecianos, consiste en buscar y acometer al enemigo; la segunda, que consideraba arriesgado el traslado a Chipre, propone atacar alguna de las posesiones del Imperio otomano y distraer de este modo a los sitiadores.

Previamente se solicitó inspeccionar la fuerza, como así lo hicieron los tres generales (11 de septiembre). Se contabilizaron 187 galeras, 11 galeazas, un galeón y 7 naves, o sea, 206 bajeles con 1.300 cañones y 48.000 hombres, repartidos entre 16.000 soldados, 32.000 marineros y bogas. Los buques venecianos estaban, como se sospechaba, escasos de gente.

La armada española la componían tres escuadras: la de Juan Andrea Doria (once galeras) con la capitana de Ambrosio Negrón (Cuatralvo) y la patrona de Jorge Grimaldi; la de Álvaro de Bazán (ocho galeras) con la capitana de Alonso de Bazán (Cuatralvo), la capitana de Bernardino de Velasco (Cuatralvo), la capitana de Stefano de Mari y la capitana de Bendinello Sauli, y la de Juan de Cardona (seis galeras) con la capitana de David Imperial y la capitana de Nicolás Doria.

En estos trámites se perdieron once días, que fueron aprovechados por los turcos de muy diferente manera.

Cuando los generales cristianos decidieron avanzar a Caramania, la flota turca estaba otra vez a punto y Piali, informado del movimiento, los esperaba a la vela dispuesto a la pelea, mientras Mustafá se trasladaba con tropa y material al asedio en Famagusta.

Fondeados en Castel-Rosso, les llegó la noticia dolorosa.

Reunidos en consejo, se palpaba la ruptura de la Liga. Doria, no queriendo reconocer la autoridad del general nombrado por el Papa y la esencia de las instrucciones que había recibido, manifestó su decisión de regresar a Sicilia. Así lo hizo y así de mal acabó la campaña de 1570.

Resueltas las numerosas intrigas existentes y dada por finalizada la negociación en Roma, se designa jefe supremo de la liga a Juan de Austria, segundo al duque de Pagliano, aunque este nombramiento fue más honorífico que efectivo, porque conservando Colonna el mando de la armada del Pontífice, venía a desempeñar idéntico papel al del comendador mayor de Castilla, Luis de Requesens, al de Juan Andrea Doria, al de Sebastián Veniero, al del marqués de Santa Cruz y al de Agustín Barbarigo.

La fuerza española sale de las aguas españolas (mediados de junio de 1571) con Luis de Requesens, nombrado lugarteniente del capitán general de la mar, le esperaba, con toda la nobleza, en Barcelona y con Álvaro de Bazán, que se hallaba estacionado en Cartagena, de donde salió con rumbo a la capital del principado a la noticia de la aproximación de don Juan de Austria. En Barcelona embarcaron los tercios de la infantería española. Sancho de Leiva, general de las galeras de España, y el comendador Gil de Andrada con las de Mallorca dan protección a la navegación del príncipe hasta Génova. De ahí, a Mesina, punto de cita para la congregación de todas las escuadras que habían de formar la gran armada de la Liga.

Cuando Juan de Austria llegó a Sicilia, se quedó encantado al contemplar tantas naves. Formaban las de España noventa galeras reales, veinticuatro naves y cincuenta fragatas y bergantines. Catorce de estas galeras eran de España, treinta de Nápoles, diez de Sicilia, once de Juan Andrea Doria, cuatro de Pedro Bautista Lomelin, cuatro de Juan Ambrosio Negrón, dos de Jorge Grimaldi, dos de Stefano de Mari y una de Vendinelo Sauli, más tres de Malta, tres de Génova y tres del duque de Saboya, todas bajo la mano militar de Doria. La armada del Papa se componía de doce galeras y seis fragatas y la de los venecianos, de ciento seis galeras, seis galeazas, dos naves y veinte fragatas.

A bordo de tan gran armada, la fuerza militar de combate llegaba al número de treinta mil soldados: veinte mil de éstos a sueldo del rey de España, dos mil del Papa y cinco mil de la república de Venecia, pudiéndose calcular en tres mil el de los aventureros.

Dispuesto el día de la marcha (16 de septiembre), se dio la orden para la salida de las fuerzas. Abrían la vanguardia ocho galeras de Juan Cardona, general de las de Sicilia, y seis gabarras de Francisco Duodo, repartidas de dos en dos en las tres escuadras de combate.

Mandaba el centro de la batalla Juan de Austria en persona, con sesenta y cuatro galeras con gallardetes azules en el calcés de cada una, y la real con una flámula de igual color en el mismo punto. Llevaba el estandarte de la Liga y a su derecha, como su segundo, a Marco Antonio Colonna y a Sebastián Veniero, a su izquierda. El mando del cuerno derecho lo tenía Juan Andrea Doria, cuya capitana enarbolaba una flámula de tafetán verde en la punta de la pena, y las demás banderillas triangulares del mismo color sobre las mismas penas. El tercer escuadrón lo dirigía Agustín Barbarigo, con banderas amarillas en las ostas, y la capitana con una flámula en la pena. Finalmente, a la espalda de Juan de Austria venía formando la retaguardia la escuadra de socorro del marqués de Santa Cruz, con treinta galeras con gallardetes de tafetán blanco en una pica sobre el fanal, y el marqués, una flámula en la pena. Al flanco derecho de la citada escuadra iba Alonso de Bazán, hermano cuatralbo de Álvaro, y al izquierdo, Martín de Padilla.

Carlos Dávalos desplegaba, además, sus naves en guerrilla, mitad a mano derecha, mitad a izquierda, con orden de enviar esquifes con soldados para socorrer prestamente en la batalla. El marqués de Santa Cruz debía apoyar la parte más desguarnecida, allí donde se produjera, para cargar como mejor le pareciera, según su prudencia y discreción y la mucha práctica que tenía en todo.

En esta disposición navegó la escuadra en los últimos días de septiembre y fondeó en Corfú, donde debía celebrarse consejo. Aprobado por casi todos el enfrentamiento, dispuso Juan de Austria el orden de marcha para ir a buscar la armada otomana. Se navegaba frente a las costas de Albania (7 de octubre de 1571). Al entrar en el golfo de Lepanto, la vanguardia avistó las velas enemigas. Juan de Austria enarboló el estandarte de la liga y ordenó ocupar los puestos para el combate. Después de numerosos enfrentamientos, acabó la batalla de Lepanto a favor de la liga santa al ser alcanzado Alí-Bajá por una bala de arcabuz que le causó la muerte y ser tomada al abordaje su nave real.

Siguieron todavía algunas actuaciones, como la llevada a cabo por la escuadra de socorro al estar cautiva la capitana de Malta por Uluch Alí y cortar los cabos de remolque, poniéndola a salvo. Fue apoyada en todo momento, entre otras, por la capitana de Nápoles llamada Santo Ángel, mandada por Alonso de Bazán, con la que participó en la batalla. Actuación brillante la de la escuadra de socorro, como así se reconoció en el análisis posterior, en la que pelearon como hábiles y forzados capitanes los hermanos Bazán.

El eco de la victoria de Lepanto resonó por toda la Europa cristiana; a pesar del triunfo, la alianza presidida por el Papa no se pudo mantener mucho más tiempo. Hubo importantes cambios, tanto en el Consejo como en los generales que debían acompañar a Juan de Austria, quien reunió las fuerzas navales de la liga nuevamente en Corfú. A fines de julio levaron formando tres cuerpos: el de la derecha, mandado por el marqués de Santa Cruz; el de la izquierda, por Jacobo Soranzo, y el del centro, por Juan de Austria con los tres generales Gil de Andrada, Colonna y Foscarini.

A la vanguardia, el prior de Mesina y general de Malta Justiniano y a la retaguardia, Cardona. Tres meses pasaron tan sólo en operaciones de vigilancia, hasta que se produjo el combate de Navarino (7 de octubre de 1572).

La armada otomana se apresta (principios de 1574), su próximo destino es la Goleta; Juan de Austria, sin disponibilidad económica y con las galeras desarmadas invernando en España e Italia, escribe urgentemente al Rey en solicitud de apoyos. Al fin se juntan, aunque algo tarde, cien bajeles en Mesina y se pide la concurrencia de los de Florencia y Malta.

Salieron rápidamente Bernardino de Velasco con veinte galeras, y Alonso Bazán con ocho, llevando, respectivamente, a Túnez y a Malta soldados y municiones (primavera de 1574). Se alistó la escuadra del marqués de Santa Cruz. Las noticias traídas de Levante por Juan de Orta eran graves.

Apareció ante la Goleta (13 de julio de 1574) la armada de Uluch-Alí, compuesta de trescientas treinta velas, a las que se unieron las de Argel, juntando setenta mil infantes al mando de Sinám Bajá, y los moros y alárabes de la tierra con sus contingentes, lo que eleva el ejército por encima de cien mil hombres.

En la Goleta, contados los refuerzos llevados, más trescientos hombres recogidos por Juan de Cardona, con la escuadra de Sicilia, ascendía la guarnición a dos mil soldados españoles e italianos. Gabrio Cerbellón tenía cuatro mil en Túnez, con lo que en ocho meses se había hecho el trabajo de cuatro años en el fuerte, aunque no bien pertrechado.

Álvaro de Bazán llevó a Malta tres mil hombres de infantería y en el golfo de Túnez atacó Bizerta, Susa y puertos contiguos, después en la isla de los Querquenes desembarco dos mil hombres con objeto de buscar prisioneros con que cubrir los bancos de las galeras, tomó mil doscientos cautivos y mil cabezas de ganado.

Muere García de Toledo (31 de mayo de 1578) en Nápoles. Poco más tarde comienzan las operaciones militares para incorporar el reino de Portugal (25 de julio de 1578), al haber muerto don Sebastián, rey de Portugal, en la batalla de Alcazarquivir.

Los sucesos de Portugal, muerto Enrique I (enero de 1580), se desarrollan así: el duque de Alba, capitán general de un ejército de veinte mil hombres reunido en Badajoz, y el marqués de Santa Cruz, de la armada con ochenta y siete galeras y treinta naos, preparada en el Puerto de Santa María, recibieron poderes para hacer valer los referidos derechos según el plan de campaña acordado. Al marqués de Santa Cruz le apoyaban Juan de Cardona, Alonso de Leyva, Marcelo Doria, Alonso de Bazán, Pedro Valdés y Juan Martínez de Recalde.

Se movieron las tropas (principios de julio). Don Antonio, proclamado rey por sus partidarios, se fortificó en Lisboa y en Setúbal. El duque de Alba llegó sin oposición a la segunda de las ciudades, y a su puerto, Álvaro de Bazán después de haber puesto a cargo de Felipe II los puertos de la costa de Algarbe sin más que presentarse en ellos. En Setúbal, sin embargo, resistió el castillo sostenido por los galeones San Mateo y San Antonio; rendidos por el marqués de Santa Cruz, lo hizo la fortaleza.

Se embarca en las galeras a una parte de la infantería con la idea de desembarcarla en Cascaes, a las puertas de Lisboa. La armada salió de Setúbal (28 de julio) y se presentó en la playa al amanecer del siguiente día; mientras una parte atacaba el puerto atrayendo a los defensores, el resto, mil quinientos hombres, conducidos por Sancho Dávila, Rodrigo Zapata y el ingeniero mayor Juan no le dio opción a Antoneli de disputar el terreno. Regresa el marqués de Santa Cruz a Setúbal para embarcar al resto de la infantería, la artillería y el bagaje, con lo que se procedió a batir el castillo de Cascaes, operación que duró muy poco, pues casi no hubo resistencia.

El ejército avanzó hacia la fortaleza de San Gian, a la torre de Belén, a cuyo abrigo estaba fondeada la escuadra de Don Antonio dificultando el acceso; sin embargo (8 de agosto), tomaron posición las tropas españolas y tras unas acciones brillantes se rindió San Gian, Cabeza Seca y la Torre de Belén, que los portugueses abandonaron ante la proximidad del duque de Alba, que se encontraba en los arrabales de Lisboa.

Reinaba en la capital la confusión y el desorden, entre los que pedían el reconocimiento del rey de España y los que a toda costa se obstinaban en resistir por don Antonio. Iniciado el combate fuera de Lisboa (24 de agosto), avanzó la fuerza española, cubierto su flanco derecho por las galeras del marqués de Santa Cruz. Hubo en el puente de Alcántara un duro enfrentamiento. Álvaro de Bazán cañoneó las naos y se apoderó de cuarenta y cuatro con poco trabajo.

Acabado el enfrentamiento, salieron los representantes de la ciudad y reconocieron solemnemente la autoridad del rey de España.

Al tiempo se fueron sometiendo a la autoridad de Felipe II uno tras otro los presidios de la costa de África, la isla de la Madera, las colonias del Brasil y de la India oriental; en una palabra, los dominios de la Corona de Portugal, sin más excepción que algunas de las islas Azores, donde los partidarios de don Antonio mantuvieron su bandera.

Para la proclamación solemne de Felipe II como rey de Portugal se dirigió a Villafranca del Tajo la comitiva real, donde la esperaban once galeras del marqués de Santa Cruz. La capitana dispuesta como real, vistosa y galana, luciendo preciosas obras de escultura y pintura, con gente de guerra y mar como correspondía a la ocasión. Su Majestad embarcó (12 de junio de 1581). Descendió por el río hasta Almada y Lisboa donde se le preparó un recibimiento público entusiasta, en el que tomaron parte los castillos, los galeones, las naos de la India y las urcas de Flandes.

Cuatro años más tarde, cuatro flotas españolas cruzaron el Atlántico en ambos sentidos sin ser atacadas por los piratas. Las armadas de Juan Martínez de Recalde y Alonso de Bazán (1585), y la de Álvaro Flores de Quiñones, en el siguiente, se encargaron de darles protección.

Al regreso de Drake a Inglaterra, al término de su campaña corsaria en las Indias españolas (julio de 1586), encuentra un ambiente propicio para poner en práctica sus planes de atacar por sorpresa en los puertos españoles, donde se trabaja en la preparación de la armada que se espera va a ser lanzada contra Inglaterra. Con este propósito (25 de diciembre de 1586), se moviliza en Plymouth una armada puesta a sus órdenes.

Los daños materiales causados por Drake en Cádiz no son demasiado importantes por su costo dinerario ni por su incidencia en la preparación de la armada contra Inglaterra; sí lo son los efectos morales infundidos en los enemigos de Felipe II. Después Drake desembarca sus tropas en Lagos (3 de mayo), mas al comprobar que las defensas de esta pequeña ciudad son mejores de lo que suponía, opta por retirarse y arrumba hacia Sagres, se apodera del castillo y lo incendia antes de reembarcar la tropa. Sus bajeles, mientras tanto, atacan la flota pesquera y el tráfico regional de la costa del Algarve, causando no pocos daños. Se presenta frente a Lisboa (10 de mayo) sin atacar la armada que organiza Álvaro de Bazán que se halla en fase de armamento. El día 12 vuelve a Sagres para limpiar fondos. El marqués de Santa Cruz no dispone de buques operativos, sólo cuenta con el grupo de Recalde y la escuadra de galeras de su hermano Alonso que las activa. Avisado Drake que han salido las galeras de Alonso de Bazán, finaliza su búsqueda (día 18) y arrumba con su armada hacia las Azores, donde captura una solitaria carraca portuguesa (día 21).

Farnesio, desde Bretaña, anuncia al rey que en Dunkerque y en Nieuport se dispone ya de setenta y cuatro embarcaciones de alta mar, ciento cincuenta pleitas y setenta barcazas de ribera (24 de diciembre 1587), suficientes para transportar la tropa y la impedimenta destinada para la campaña de desembarco.

Sólo falta la llegada de la armada para proceder a la invasión de Inglaterra; informa de que tiene dispuesto su ejército desde hace varias semanas y precisa con toda urgencia el apoyo de la fuerza naval de Álvaro de Bazán. Éste activa el alistamiento de treinta y ocho bajeles —en vez de los treinta y cinco previstos— que han de constituir la primera armada que ha de zarpar de Lisboa a las órdenes de su hermano Alonso y hace ver al rey, en notas fechadas el 29 del mismo mes, la falta de artillería y la insuficiencia del número de naves de esta armada en el caso de encontrarse con la inglesa, que de seguro es superior en número (4 de enero de 1588). Felipe II le ordena que no fraccione la armada y que espere la llegada de nuevas noticias de Francia y de Flandes. Esta decisión no se debe sólo a las notas de Bazán, sino también a un cambio sustancial de la situación militar en Flandes. Los preparativos de Flandes y España han trascendido a los rebeldes y a los ingleses, quienes están adoptando grandes medidas defensivas. Se precisa ahora la protección de la armada de Bazán.

Fallece en Lisboa Álvaro de Bazán (9 de febrero de 1588). Con anterioridad había escrito al rey sugiriéndole que en el caso de que falleciera, nombrara a su hermano Alonso comandante de la armada. También Oquendo, tras el fallecimiento, le había escrito que se le diera el mando de la armada o se le nombrara consejero de Medina Sidonia. Felipe II no atendió a Bazán, ni a Oquendo, ni a nadie, y sorprendentemente decidió mantener en el mando a Medina Sidonia, lo que imposibilitó la victoria frente a Inglaterra.

Álvaro de Bazán tenía en alta estima a su hermano Alonso, como así lo dejó escrito en su testamento (1579) al pedir al rey literalmente: “favorecerle, al haberle servido a su majestad treinta y cuatro años en mar y tierra y hallarse en las ocasiones que se han ofrecido y gastado su patrimonio en su real servicio le suplico se acuerde del haciéndole la merced que su calidad y servicios merecen y confiado en la merced que el serenísimo Príncipe Cardenal siempre me ha hecho le suplico sea intercesor con su majestad en lo que toca a los dichos mis hijos y hermano”.

Lo nombre, entre otros, tutor y curador de sus hijos e hijas con el ruego que lo acepte y también albacea testamentario.

Después del desastre de la Gran Armada (1589) se producen expediciones inglesas contra los estados de Felipe II. Después de atacar la Coruña, Drake llegó a Peniche, cuya guarnición abandonó la plaza, así que desembarcó sin dificultad doce mil hombres y algunos caballos. Se trasladó después a Cascaes, pero no se determinó a forzar la entrada del Tajo que estaba defendida por Alonso de Bazán con dieciocho galeras.

En Ferrol, Alonso de Bazán, reorganizó los restos de la armada vuelta de Inglaterra y agregó naves recientemente construidas en los astilleros de Cantabria, con lo cual quedó lista la escuadra en apoyo de los católicos de la Bretaña francesa (septiembre de 1590).

Una armada inglesa de cincuenta barcos (1591), al mando del conde de Cumberland, intentó atacar las Azores y la flota de Indias que debía pasar por ese archipiélago.

Salió contra ella desde Ferrol Alonso de Bazán, con una escuadra de galeones, y, haciendo honor a su apellido, derrotó a los ingleses, echándoles a pique varias naves y obligando a Cumberland a huir con las restantes. La flota de Indias, bajo la custodia de las galeras de Bazán, llegó a España.

Alonso de Bazán (agosto de 1591) manda la armada del mar Océano, constituida por un importante núcleo de 16 galeones y cinco navíos de propiedad de la Corona, con un porte global de 12.490 toneladas, armados con 448 piezas de artillería, de las cuales 376 son de bronce y 72, de hierro; 439 mosquetes y 431 arcabuces completan el potencial de bocas de fuego de esta armada. Además se suman 12 navíos, cinco pataches, seis zabras y una carabela de particulares que totalizan un porte de 7.870 toneladas; disponen de 274 piezas de artillería; de ellas, 139 de bronce y 135 de hierro; 361 mosquetes y 552 arcabuces.

Alonso de Bazán, ese año, con una armada de cincuenta y cinco bajeles y siete mil doscientos hombres de mar y guerra, atrapa entre las islas Flores y Cuervo a la armada de Thomas Howard, conde de Suffolk, capturando el galeón Revenge y con él a Richard Grenville, almirante de la armada inglesa, puesta en fuga después de sufrir grandes daños. Grenville rindió la nave al cabo de varias horas de combate y de una tenaz defensa; murió en la capitana de Bazán a causa de las heridas recibidas.

Andrés Falcón de Rosende escribió en Lisboa un soneto y un romance a Alonso de Bazán, y una oda a su mujer, María de Figueroa; poesías que estuvieron ignoradas en el archivo de la universidad de Coimbra hasta el año 1885, en que Domingo García Pérez las envió al Archivo dos Azores, donde se publicaron, haciéndose una tirada aparte de treinta y seis ejemplares.

El romance descubre los incidentes del combate y el naufragio, dándose el autor por presente. El soneto empieza: “Columna firme y sólida Bazana, / De antigua casa estable fundamento, / No sólo del muy firme y fiel sustento, / Más de la universal Armada hispana”.

Se cambia de nombre a la armada del mar Océano por el de armada real del mar Océano al ordenarse a la Casa de la Contratación (agosto de 1593) que contribuya a su subvención con los arbitrios correspondientes a la Corona. Se trata así de financiar el mantenimiento de un núcleo permanente de poder naval a disposición del rey, dispuesto para actuar en todo momento con las naves que se le asignen, con o sin la integración de las escuadras. Si hasta esta época la armada del mar Océano ha estado al mando del capitán general del mar Océano, a partir de ahora la armada puede quedar asignada a un capitán general que no ostente el cargo de esta capitanía general, como le sucedió a Alonso de Bazán (1603), quien, después de una época de injustificado aislamiento, fue nombrado capitán general de la escuadra del mar Océano. Al poco tiempo moría (1604) sin saber dónde ocurrió.

Conducidos sus restos al convento de San Francisco del pueblo del Viso del Marqués, en la Mancha, se trasladaron con motivo de la guerra de la Independencia con los de los otros Bazanes. Al terminarse la citada guerra, sus despojos mortales fueron reunidos en una arca, que quedó depositada en la misma bóveda del convento de San Francisco del Viso, y en ella se conservó hasta que, por haberse derruido el convento, el arca fue llevada a la parroquial del expresado pueblo. Más tarde se trasladó al palacio del Viso del Marqués, quedando depositada en la capilla. A derecha e izquierda de la puerta de acceso al jardín del citado palacio, saliendo de la sala de Portugal, están empotrados los magníficos sepulcros de Alonso de Bazán y de su mujer, María de Figueroa, procedentes del desaparecido convento de monjas franciscanas situado en el pradillo, frente al palacio. Los bustos o las esculturas orantes se deben al escultor catalán Antonio Riera y las hornacinas, a Martín de Azpillaga y Francisco Mendizábal (datan de 1613).

El epitafio que hay bajo la escultura de mármol blanco de Alonso de Bazán reza lo siguiente: “Posteritati et securitati perpertvae / D. Alonsvs bazan d. Alvari f. / I marchionis santae crvcis germanvs alto sangvine / Et avita nobilitate clarvs propria virtute clarisimvs / Annis l aaregibvs catholicis philippo ii et iii innvmera / Pene militaria obevnda svscepit mvnera sine missio / Ne qvae omnia fide svmma admiranda dexteritateet / Qvod mirvm semper adnvente fortvna obivit lvsitanae / Classis dvx navium maris occeani imperator post foelic / Issimas victorias obit anno mdciv / D. Maria figveroa / Vxor pientissima votvm mariti solvens aeternitatis memoriam p.”. [A la posteridad y recuerdo perpetuo, D. Alonso de Bazán, hermano del marqués de Santa Cruz, de gran estirpe y ancestral nobleza, ilustre por propio esfuerzo, ilustrísimo a los cincuenta años. Asumió de los Reyes de España Felipe II y III cargos arriesgados. Sin encargo para todo aquello que no es digno de admiración, con la más alta confianza y habilidad, y lo que es más asombroso siempre con favorable suerte. Asumió el mando del ejército de naves del mar Océano en Portugal después de felicísimas victorias murió en el año 1604. Doña María de Figueroa, esposa piadosísima, ofreciendo el recuerdo del marido a la eternidad.] Hay que destacar la actuación de los mandos de los convoyes de indias a comienzos del siglo xvii, que engañaban a los enemigos apostados en los puntos de recalada con fuerzas superiores, al remontarse unas veces en altas latitudes, al bajar otras más de lo creíble y hasta adelantando navíos de aviso con falsos despachos que, interceptados, conducían a los ingleses por cierto rumbo, mientras iban las flotas por el suyo y la actuación de los mandos de las fuerzas que salían a su encuentro para darles escolta y protección, en lo que se distinguió, entre otros, Alonso de Bazán.

También se distinguió Bazán en la construcción naval, al dedicarse con igual empeño a perfeccionar el material y construir unas embarcaciones de su invención que se llamaron “galizabras”, variedad de las galeotas y las galeazas, transición de la galera al galeón, en que se procuraba reunir las ventajas de la doble propulsión de remo y vela.

 

Bibl.: F. de P. Pavía, Galería biográfica de los Generales de Marina, Madrid, Imprenta J. López, 1873; E. de Navascués, Coronas heráldicas, líricas y épicas en loor de D. Álvaro de Bazán, Marques de Santa Cruz, Madrid, Fortanet, 1888; C. Fernández Duro, Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón, vols. II y III, Madrid, Museo Naval, 1973; J. Cervera Pery, Don Álvaro de Bazán el gran marino de España, Madrid, E. N. Bazán, 1988; R. Cerezo Martínez, Las Armadas de Felipe II, Madrid, Instituto de Historia y Cultura Naval, Editorial San Martín, 1988; C. Fernández Duro, Disquisiciones náuticas, vols. II y V, Madrid, Ministerio de Defensa, Instituto de Historia y Cultura naval, 1996.

 

Alfonso Rivero de Torrejón