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San Bernardo de Alcira

Biografía

Bernardo de Alcira, San. Carlet (Valencia), c. 1135 – ?, f. s. xii. Monje cisterciense (OCist.) de Poblet y mártir.

Parece que Aűmed b. al-Manşūr —su nombre de origen— nació en la alquería de Pintarrafes, en Carlet (Valencia), hacia 1135, hijo del rais al-Manşūr, que dependía del rey taifa de Valencia y Murcia Abd Allāh Muűammad b. Sa‘d b. Mardanix, llamado el rey Lupus, Lope o Lobo por los cristianos, que prestaba vasallaje por entonces al conde soberano de Barcelona Ramón Berenguer IV. Eso dará precisamente origen a esta curiosa y maravillosa historia. Ahmed es enviado a Barcelona por su padre para tratar con el conde soberano sobre temas relativos a sus dominios valencianos, que les afectaban. Visita a una tía que tiene en Lérida y, de nuevo de camino, la Providencia le lleva cerca de Poblet. Escucha allí, emocionado, el canto de los monjes, y un impulso divino le hace llamar a la puerta de la casa. El abad era entonces Grimoaldo (1154-1160). Movido él a conversión, habla largamente con el abad, al que pide que le bautice.

Cristiano ya, se hace monje hacia 1156 y, antes de vestir el hábito cisterciense como novicio, toma el nombre de Bernardo.

Abad luego Esteban de Sant Martí (1160-1166) —después obispo de Huesca (1166-1185) y fundador del monasterio femenino de Casbas—, movido por los ejemplos probados de prudencia y santidad de Bernardo, le nombra cillerero del monasterio ya en 1163. Un documento pobletano del Archivo Histórico Nacional de Madrid (sección Clero, perg. 1999), lo firma, tras el abad y el prior, Bernardus cellarius, en efecto, en 1166. Su generosidad le mueve a repartir bienes a los pobres hasta dejar vacíos los graneros y trojes de la casa. Esa aparente malversación hace que el abad le obligue a dejar el cargo, pese a que él, con humildad, arguya que nada ha descuidado ni perdido, y efectivamente, inspeccionadas las existencias por el abad, halla milagrosamente llena a rebosar la despensa de la casa. Se le tiene entonces por santo.

Eso moverá después al abad Hugo (1166-1181) a acceder a su insistente súplica de que se le permita salir de Poblet para convertir a los suyos; de ningún modo anciano, como pretende Manrique, se dirige primero en 1178 a Lérida de nuevo, donde hace cristiana a su tía, para volver luego a Carlet, donde conseguirá, con su ardiente catequesis, bautizar a sus dos hermanas menores, Zaida y Zoraida, que reciben, respectivamente, los nombres de María y Gracia.

Mas eso le hace enfrentarse a la ira vehemente de su hermano mayor, llamado al-Manşūr, como su padre, quien, sin piedad, una vez atado a un árbol, en tierra de Alcira y cerca del río, hace que le claven un clavo de amarrar barcas en la frente y, como fuera que las dos hermanas se negasen a abjurar de su nueva fe, las hace degollar también cruelmente. Era, parece, el 20 de agosto de 1180, o 1181 según Finestres, cuando Esteban Droc era el nuevo abad de su monasterio de elección (1181-1185).

Dejados los cadáveres de los tres santos mártires de la fe de Cristo a la intemperie, para pasto de las fieras, algunas personas más compasivas, mozárabes posiblemente, los enterraron, mas el lugar permaneció ignorado hasta la conquista de aquellas tierras por Jaime I, durante más de sesenta años. Libertada Alcira el 6 de diciembre de 1242, se los buscó y fueron hallados milagrosamente, señalados por unas luces del cielo, sus despojos. El Conquistador hizo levantar en el propio lugar una capilla, donde fueron depositados sus restos en un arca de madera, transformada luego en un sepulcro gótico de piedra, tal como defienden autores del siglo xvi. Eso sería, sin duda, tras la Guerra de las Germanías (1521-1522). Alcira, que los consideraba como sus patronos, hizo construir después devotamente un convento de frailes trinitarios junto a la capilla, en 1558. Ampliada la iglesia del convento en 1583, se construyó en ella una capilla aparte para los santos.

El santo patriarca valentino Juan de Ribera hizo que se tomara testimonio sobre su arraigada devoción, en 1599, y elevó un informe en 1601 a la Santa Sede, que declaró suficientemente probada la autenticidad de las reliquias, así como el culto inmemorial de los santos, rubricado por numerosos milagros, lo que permitía su canonización “aequipolenter”, de acuerdo con el decreto de san Pío V para casos parecidos sólo si habían pasado al menos doscientos años, como es el caso.

Tras diversos avatares (inundaciones del Júcar, un terremoto...), los trinitarios hubieron de trasladar a la ciudad su convento y, tras la desamortización de Mendizábal en 1835, pasaron las imágenes y el relicario de los tres santos hermanos a la iglesia parroquial de Santa Catalina, donde fueron venerados en adelante.

Durante la Guerra Civil de 1936-1939 pudo salvarse al menos la imagen de san Bernardo, trasladada a Onda (Castellón), que devolvió la reliquia a Alcira en 1939.

En concreto, dos reliquias del santo monje mártir las conservó durante la Guerra Civil Manuel Montagut y Ricart —de las que ya en 1858 se pidió su autentificación—. Si bien la severa inundación del Júcar de 1982 causó su pérdida de momento, pudieron ser encontradas al poco tiempo en una caja de madera con el precinto roto y cubiertas de barro. El arzobispo Marcelino Olaechea hizo que fueran examinadas, reautentificadas y entregadas al fiscal por él expresamente nombrado; y en 1986 hizo un exhaustivo examen sobre ellas el director del Instituto Anatómico Forense, con pruebas analíticas, radiológicas e histológicas. Se trata, indudablemente, de persona madura (tendría Bernardo a su muerte cuarenta y cinco o cuarenta y seis años), de sexo masculino.

Eran dos: parte la primera de una costilla derecha, y del húmero izquierdo la segunda. No eran evidentemente ni fósiles, ni restos humanos recientes.

Presentado el informe fiscal al nuevo arzobispo, Jaime Roca Cabanellas, y leído el documento cuitado del santo patriarca Ribera del siglo xvii, el arzobispo declaró solemnemente su autenticidad el 27 de octubre de 1988.

El Capítulo General del Císter había decretado en 1701 que se pasara la fiesta del 20 de agosto, ocupado por san Bernardo de Claraval, al 2 de septiembre, como se sigue haciendo hoy en Poblet, cuando consiguió el abad Simón Trilla (último de los perpetuos, antes de la Congregación, 1602-1623) de los trinitarios ciertas reliquias insignes, colocadas en sendos relicarios de plata. Desgraciadamente, desaparecieron cuando el expolio del monasterio tras la obligada exclaustración de 1835, pero la generosidad de Alcira, que peregrina cada año a Poblet para la fiesta, ha permitido, desde 1962, que puedan venerarse hoy nuevamente en el monasterio, en nuevo y hermoso relicario de plata dorada.

Ya en 1702, Clemente XI aprobó para la Orden, que ya celebraba oficio y misa de los santos, la categoría litúrgica de Rito Doble Mayor, al tiempo que nombraba a los mártires patronos de Alcira (hoy la Orden los celebra con rito de simple memoria, mientras que es solemnidad para Poblet). Alcira consiguió igualmente poder celebrar su fiesta con el oficio y la misa aprobados ya para los cistercienses.

 

Bibl.: P. A. Beuter, Primera parte de la historia de Valencia, Valencia, Ioan de Mey Flandro, 1546-1551; Primera parte de la Corónica general de toda España, Valencia, Iuan Chrysostomo Garriz, 1628; Ch. Henríquez Hortensis, Menologium cisterciense, Antuerpiae, ex officina Plantiniana Balthasaris Moreti, 1630; A. Manrique, “Appendix, Series Abbatum Populetanorum”, en Cisterciensium seu verius Ecclesiasticorum Annalium a Condito Cistercio, vol. II, Lugduni, sumpt. Haered. G. Boissat & Laurentii Anisson, 1642, págs. 34-35 (annus 1156, n. 1-10, cap. I, págs. 277-279); J. Pinius, en Acta Sanctorum quotquot toto orbe coluntur vel a catholicis scriptoribus celebrantur, Amberes, Bolandistas, 1739; J. Finestres y de Monsalvo, Historia de el real monasterio de Poblet, I, Cervera, Imprenta Joseph Barber, 1753; M. Viciana, Tercera parte de la Crónica de Valencia, Valencia, Sociedad Valenciana de Bibliófilos, 1882; A. Monsó Nogués, Sang a la Ribera. Sants Bernat, Maria i Gràcia, Valencia, Torre, 1959; A. Durán Gudiol, “Huesca, Diócesis de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 1109-1110; B. Farré Lloreta, Tres monjos de Poblet homes de Déu, Espluga de Fracoli, Autor-Editor 2647, 1991, págs. 21-75; Sants Bernat, Maria i Gràcia, màrtirs d’Alzira, Alzira, Ajuntament d’Alzira, 1997.

 

Alejandro Masoliver, OCist.

 

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