Ayuda

Bartolomeo Carducci

Biografía

Carducci, Bartolomeo. Carducho Bartolomé. Flo­rencia (Italia), 1559-1560 – El Pardo (Madrid) 13.XI.1608. Pintor.

Este artista nació probablemente en Florencia ha­cia el año 1559 o 1560 e inició su formación, según el erudito Filippo Baldinucci, en el taller de Barto­lomeo Ammanati. Este mismo pensador manifestó que el joven Carducho se inició en el campo de la arquitectura, la escultura y la pintura, aunque sólo obtuvo el reconocimiento profesional en esta última disciplina. La historiografía ha reconocido la posibi­lidad de que iniciase su carrera bajo la dirección del propio Ammanati en la iglesia de San Giovannino de Florencia, una parroquia construida a instancias de la Compañía de Jesús.

Guiseppe Richa, autor de una publicación sobre la decoración de los templos florentinos manifestó, a mediados del siglo XVIII, que Bartolomé había in­tervenido en la realización de los estucos, varias escul­turas y algunos frescos con historias sobre el martirio de los apóstoles. Sin embargo, parece que en esta oca­sión, su maestro le negó la posibilidad de pintar una obra en solitario.

Vicente Carducho, su hermano menor, manifestó en los Diálogos de la pintura que a los dieciocho años comenzó a trabajar con Federico Zuccari, en calidad de ayudante. Junto a él completó la decoración de la cúpula de Santa Maria dei Fiori en Florencia, una empresa artística que despertó el recelo tanto de los compañeros de profesión como de los ciudadanos, descontentos del resultado. En este ambiente Barto­lomé Carducho logró completar su formación como pintor e incorporarse a los debates que, en esta época, se organizaban en la Academia del Diseño. El interés del artista por estas instituciones le impulsó a crear un cenáculo análogo en Madrid e incluso a solicitar la intervención de su amigo Gregorio Paganini para entrar, en el año 1593, en la famosa academia florentina.

Hacia 1580 se trasladó con el resto de oficiales de Federico Zuccari a Roma, en donde intervino en la decoración de la capilla Paulina, entre otras comisio­nes artísticas. El trabajo con este maestro de la pin­tura resultó muy gratificante para Carducho, quien decidió incluso trasladarse a España en el otoño de 1585 para trabajar junto a Zuccari en el proyecto más ambicioso de la Corona: la decoración del mo­nasterio-palacio de San Lorenzo de El Escorial. Fe­lipe II invitó a Federico a viajar hasta la Península Ibérica acompañado de varios miembros, entre ellos el propio Bartolomé y su hermano Vicente, un niño de corta edad. Al término del contrato estipulado, el maestro regresó a Italia en 1588, mientras que Bar­tolomé decidió quedarse en la Corte española, quizás porque sabía que la Monarquía española tenía una especial predilección por la pintura italiana.

Los pintores nacidos en este país gozaban de un ma­yor crédito respecto a los nacionales y, además, no se encontraban sometidos a la competitividad del mercado italiano, saturado de artistas, tanto italianos como extranjeros.

En tales circunstancias, y en contra de lo que pu­diera pensarse, Bartolomé Carducho jamás se desvinculó de su patria de origen e incluso, como recogió la literatura de la época, se convirtió en un hábil marchante de pinturas y grabados italianos en España. La historiografía italiana, fundamentalmente Filippo Baldinucci, se ocuparon de resaltar esta acti­vidad que gestionaba a través de su contacto episto­lar con artistas como Gregorio Paganini, Pietro Sorri y Domenico Passignano. En este sentido, se convir­tió en uno de los intermediarios más importantes en la compra de pintura y escultura para coleccionistas españoles tan prestigiosos como el duque de Lerma. Menor interés han despertado, por el contrario, las noticias acerca del envío y venta de pinturas al terri­torio americano a través de Jerónimo de Burón, un comerciante de origen genovés afincado en Sevilla. Bartolomé Carducho se convirtió, por lo tanto, en uno de los primeros artistas que obtuvo sustanciales ganancias actuando como intermediario en las transacciones artísticas.

En la capital española también contrajo matrimo­nio, en 1592, con Jerónima Capelo con quien tuvo varios hijos. Uno de ellos, Luis Carducho (1596-1657), se convirtió en uno de los matemáticos e in­genieros militares más importantes del barroco e in­cluso se ocupó de comentar las obras de Euclides y de escribir tratados sobre la geometría y la arquitectura militar.

En cuanto a su actividad pictórica en España, las primeras noticias aluden a su intervención en el claus­tro principal del monasterio escurialense, en donde realizó dos frescos, La anunciación y La matanza de los inocentes. Un encargo que probablemente jamás finalizó y en el que también participaron Federico Zuccari y Pellegrino Tibaldi. Sin embargo, en el año 1588 remitió al secretario del Rey, Juan de Ibarra, un memorial en el que se quejó amargamente de la ausencia de encargos y los retrasos en los pagos del salario. Su objetivo era conseguir un salario fijo, aun­que este deseo no se vio cumplido hasta diez años después. El regreso de su maestro a Italia le obligó a trabajar a las órdenes de Pellegrino Tibaldi en la de­coración de la librería del monasterio, en donde posi­blemente realizó una serie de pinturas sobre las artes liberales. El padre José de Sigüenza también describió su intervención en la denominada como “aula de las artes”, una obra comisionada por Felipe II que jamás concluyó.

Hacia 1602 ya había finalizado, en cambio, la reali­zación de once lienzos sobre la vida de San Lorenzo, destinados a ornamentar el claustro alto del monas­terio escurialense. En este mismo período, Felipe II le comisionó la decoración de la bóveda de la capilla real y de un retablo en el Alcázar de Segovia. Antonio Palomino todavía contempló, a finales del siglo XVIII, el retablo en su totalidad, aunque a día de hoy sólo se conserva la pintura de La Epifanía.

En el año 1598 obtuvo finalmente la plaza de pin­tor del rey Felipe III, quien le ofreció un salario de cincuenta mil maravedís al año. Este dinero jamás llegó a cobrarlo en su totalidad y, de hecho, sus des­cendientes lo reclamaron insistentemente ante la Ha­cienda Real a la muerte de Bartolomé. El Rey le con­cedió también una renta anual de doscientos ducados de por vida situados en el patrimonio de Sicilia, casi como un último reconocimiento a la importante la­bor que desarrolló en la Corte. Las prebendas conti­nuaron incluso después de su fallecimiento, cuando el monarca asignó a su familia la suma de treinta mil maravedís al año. Su brillante trayectoria fue recono­cida por su hermano Vicente en su tratado de pin­tura, en el que también subrayó la invitación que ha­bía recibido para trabajar en la Corte de Enrique IV de Francia.

Estos reconocimientos le abrieron las puertas para trabajar en numerosas instituciones religiosas en Ma­drid como la iglesia de Atocha, el convento de San Jerónimo el Real o la parroquia de Manzanares. En este período también trabajó en el diseño de apara­tos efímeros para celebrar la entrada en Madrid de la reina Margarita, en el año 1599. El escultor Pompeo Leoni y el pintor Luis de Carvajal coordinaron, junto a Bartolomé Carducho, el proceso de creación y eje­cución del proyecto.

El traslado de la Corte a Valladolid obligó al pin­tor a trasladar su residencia temporalmente a la lo­calidad castellana. El duque de Lerma se ocupó de comisionarle la mayor parte de las obras de este pe­ríodo, como las pinturas al fresco del convento de San Pablo y un retablo en el mismo emplazamiento, en cuya realización también colaboraron Pompeo Leoni y su hermano Vicente, aunque el aristócrata también le invitó a participar en la decoración de su residencia de La Ribera. En una de las torres del palacio real va­llisoletano pintó al fresco una serie completa de his­torias bélicas, un trabajo que completó con la decora­ción del oratorio real y una serie de encargos menores. La Reina solicitó sus servicios para la reforma de una “sala de saraos” en el año 1604 en una vivienda que el Rey había adquirido al conde de Miranda y también requirió su presencia en la decoración de un pequeño camarín que tenía en su residencia de Tordesillas.

En este ambiente posiblemente se produjo el pri­mer encuentro con Rubens, quien visitó la Corte va­llisoletana en el año 1603. Se desconoce qué tipo de relación mantuvo con los hermanos Carducho o con Juan Pantoja de la Cruz, que en esa época también residía en la ciudad. Al término de su estancia, Bar­tolomé se trasladó al palacio del Pardo para decorar la galería del mediodía. Para este importante encargo, iniciado en el año 1607, ideó tres proyectos aunque solo el último fue aprobado por el Rey, quien auto­rizó la representación de la historia de Aquiles en este espacio.

El fallecimiento de Bartolomé en el año 1608 para­lizó durante dos años esta obra, que fue concluida por su hermano Vicente, quien durante siglos ha eclip­sado su brillante trayectoria como pintor del Rey y marchante de obras de arte.

 

Obras de ~: Decoración de la capilla Paulina, Roma, 1580; La anunciación y La matanza de los inocentes, monasterio de El Escorial (Madrid); Decoración de la librería, monaste­rio de El Escorial (Madrid); Once lienzos sobre la vida de San Lorenzo en el claustro alto, monasterio de El Escorial (Madrid); Bóveda de la capilla real y de un retablo, Alcázar de Segovia; Pinturas al fresco del Convento de San Pablo, Valladolid; Deco­ración en la galería del mediodía, Historia de Aquiles, Palacio de El Pardo (Madrid), 1607.

 

Bibl.: V. Carducho, Diálogos de la pintura, su defensa, ori­gen, esencia, definición, modos y diferencias [...] siguense a los Diálogos Informaciones y pareceres en fabor del Arte escritas por varones insignes en todas las letras, Madrid, editorial F. Mar­tínez, 1633; F. Baldinucci, Notizie dei professori del disegno da Cimabue in qua, vol. III, 1681-1728 (Varelli e Compagni, 1846, vol. III, págs. 473-475); J. Zarco Cuevas, Pintores italianos en San Lorenzo el Real de El Escorial (1575-1613), Madrid, Instituto Valencia de Don Juan, 1932, págs. 278-282; D. Angulo Íñiguez y A. E. Pérez Sánchez, “Historia de la pintura española : Escuela Madrileña del primer tercio del siglo XVII”, Madrid, CSIC, Instituto Diego Velázquez, 1969, pág. 16; A. Bustamante García, “Documentos para el estudio del arte en Castilla: Los Carduchos”, en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, n.º 24 (1969), págs. 239-246; G. Richa, Notizie istoriche delle chiese fioren­tine divise ne suoi quartieri (1754-1762), Roma, Multigra­fica, 1972; R. López Torrijos, La mitología en la pintura española del siglo XVII, Madrid, Editorial Universidad Com­plutense, 1982; A. Palomino, El parnaso español pintoresco laureado, Madrid, Aguilar, 1988; M. Lapuerta Montoya, “Bartolomé Carducho y Juan de Bolonia: arte y diplomacia en la corte de Felipe III”, en Anales de Historia del Arte, n.º 7 (1997), págs. 157-182; M. Lapuerta Montoya, Los pinto­res de la corte de Felipe III en El Pardo, Madrid, Fundación Caja Madrid, 2002, págs. 233-302; VV. AA., El monasterio del Escorial y la pintura, Actas del Simposium, Madrid, sep­tiembre, 2002.

 

Macarena Moralejo Ortega

Personajes similares