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Miguel Jacinto Meléndez

Biografía

Meléndez, Miguel Jacinto. Oviedo (Asturias), 1679 – Madrid, 25.VIII.1734. Pintor.

Miguel Meléndez (o Menéndez, según la forma originaria del apellido) es el primer representante de una larga dinastía de pintores que se extiende hasta bien entrado el siglo XIX. A su hermano Francisco se debe la primera propuesta de creación de una Academia de Bellas Artes en Madrid, que presentó a Felipe V en 1726; fue pintor de miniatura de la Casa Real y, junto con sus hijos Luis (que llegó a ser el mejor pintor de bodegones español del siglo XVIII) y José Agustín, llevó a cabo las espléndidas miniaturas de los libros de coro para el nuevo Palacio Real de Madrid. Francisca, hija de José Agustín, nacida en Cádiz en 1770, fue admitida en 1790 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando como académica de mérito y nombrada pintora y retratista de Cámara en Miniatura en 1794. Murió en 1825.

Miguel era hijo del sastre Vicente Menéndez de Rivera y de Francisca Díaz de Lloxu. A finales del siglo XVII, la familia Menéndez se trasladó a Madrid donde, según Ceán Bermúdez, Miguel y Francisco entraron como aprendices en el taller de un discípulo de Carreño, José García Hidalgo. Francisco marchó a Italia buscando un ambiente artístico más brillante que el de Madrid donde, tras la muerte en 1685 de los tres últimos grandes pintores del barroco, Carreño, Rizi y Herrera el Mozo, no quedaba más figura importante que el italiano Luca Giordano.

Miguel se fue labrando en la corte una buena posición.

En 1712, tras haber presentado a examen los retratos de los monarcas Felipe V, su primera esposa María Gabriela de Saboya —ambos inspirados en grabados de Van Dyck— y del príncipe heredero Luis (Madrid, Museo Cerralbo), logró el nombramiento de pintor del Rey a título honorario, que le autorizaba a representar a la Familia Real. Esto le permitió alcanzar un sólido estatus social y económico gracias a los encargos de particulares y de instituciones que necesitaban tener en sus sedes un retrato del Rey; sin embargo no consiguió el sueldo oficial de pintor del Rey hasta 1727.

Mientras tanto, llamado por el Monarca, había llegado a Madrid en 1723 el pintor francés Jean Ranc quien, con su taller, acaparaba los encargos de Palacio y creó un nuevo prototipo de retrato de Felipe V que se impuso como retrato oficial, muy distinto al de Meléndez.

Aunque la influencia de Ranc en las obras de Miguel es evidente, éste seguía manteniendo un estilo propio en este campo, personal síntesis de la mejor tradición barroca madrileña, la sabia manera de componer vandyckiana y el brillante aparato francés; pero lo que hace diferentes sus retratos cortesanos de todos los demás es su sencilla elegancia y el aire ligeramente melancólico y amable de sus personajes, una característica que se impondrá en el rococó.

Se conocen, por ahora, más de una veintena de retratos de Felipe V pintados por Meléndez, el más antiguo fechable en 1707. Ya en esos primeros años, Miguel Jacinto había creado un prototipo de rostro del Rey que resaltaba algunos rasgos fisiognómicos heredados de sus antepasados de la rama de los Habsburgo: una gran mandíbula prognática, una boca grande, sobre todo el labio inferior, y una nariz equina. Aunque, aparentemente, el pintor repitió este prototipo a lo largo de veinte años, poco a poco lo fue transformando, idealizándolo, de manera que las facciones no sólo se equilibran, desapareciendo los rasgos excesivos de los primeros retratos, sino que el rostro del Rey va adquiriendo una belleza y dignidad melancólicas, cada vez más alejadas de la realidad, y sigue conservando la tersura y brillantez de la pasada juventud.

El conjunto más representativo de su trabajo como retratista de la Familia Real son seis cuadros que le encargó la Real Biblioteca Pública, actual Biblioteca Nacional, en 1726 y que entregó al año siguiente. Esta institución, la primera de carácter cultural creada por los Borbón en España, había sido fundada por Felipe V en 1712. Los retratos del Rey, su segunda esposa, Isabel de Farnesio, y sus hijos, Fernando (VI), Carlos (III), la infanta María Ana Victoria y el infante Felipe de Parma, debían presidir la sala de lectura de la biblioteca. Los retratos de los Reyes —sin duda los mejores pintados por un artista español del momento— están bien compuestos y tienen, por una parte, una elegancia vandyckiana que tomó Meléndez de las estampas grabadas de la serie Icones Principum, Virorum, Doctorum, Pictorum [...], de las que el pintor tenía catorce según un inventario de sus bienes de 1716, y, por otra, una gran influencia francesa patente en detalles como el atuendo del Rey, que lleva el peto de la coraza debajo de la casaca, o el tocado de joyas y cintas de raso de la Reina. La tradición retratística española es evidente también al haber representado a los personajes en habitaciones oscuras en las que destacan las figuras poderosamente iluminadas por un foco de luz, logrando así unos bellos contrastes de claroscuro. En cuanto al color, Meléndez consiguió una espléndida sinfonía de grises acerados, morados, blancos y dorados que hacen que, por contraste, destaquen poderosamente otras manchas de color más intensas, como el azul de la banda del Saint Esprit y las rojas del fajín y el libro que contiene los estatutos fundacionales de la Real Librería que sostiene Felipe V.

Meléndez no se limitó a retratar a la Familia Real. Su retrato del Marqués del Vadillo, de 1729 (Museo de Bellas Artes de Asturias), es otro ejemplo excelente de los epígonos de la retratística barroca madrileña.

Al final de su vida, Meléndez se dedicó sobre todo a la pintura religiosa, en la que, por deseo de sus clientes, repitió a veces casi literalmente modelos de grandes maestros como Carreño, Cerezo o Claudio Coello, aunque su pincelada es más prieta y sus colores algo más fríos. Son cerca de diez las representaciones de la Inmaculada que se han localizado hasta ahora pintadas por Meléndez, casi todas de excelente calidad, como la del Museo de Bellas Artes de Asturias o la del Museo Lázaro Galdiano de Madrid. Sus mejores cuadros de inspiración propia tienen la brillantez y teatralidad de las obras del último barroco madrileño. Entre ellas se pueden destacar una Anunciación (colección particular) de gran formato que, debido a su calidad y espléndido barroquismo fue atribuida a Claudio Coello hasta que, al restaurarla, se descubrió la firma; el Cántico de Simeón del Musée Condé de Chantilly o Los desposorios de la Virgen del seminario mayor de Toledo. También pintó numerosas imágenes de devoción de pequeño formato, como La Virgen de la leche del Monasterio de la Visitación de las Salesas Reales de Madrid o el San Antonio de Padua del Museo de Bellas Artes de Asturias, en las que ya empieza a hacerse evidente la nueva corriente del estilo rococó.

La muerte, acaecida en 1734, le impidió llevar a cabo la que hubiera sido la obra más importante de su vida: dos cuadros de más de siete metros de largo para el crucero de la iglesia de San Felipe el Real de Madrid que representaban los milagros de San Agustín conjurando la plaga de la langosta y El entierro del Conde de Orgaz, de los que se conservan unos bocetos muy detallados (Museo del Prado) y que le hubieran consagrado como el último epígono de la pintura barroca madrileña, ya en pleno siglo XVIII.

 

Obras de ~: Felipe V y María Luisa Gabriela de Saboya, Palacio del Infantado, Guadalajara, 1707; Anunciación, The Fine Arts Museum, San Francisco, 1710; Felipe V y María Luisa Gabriela de Saboya, Museo Cerralbo, Madrid, 1712; María Luisa Gabriela de Saboya, Museo Lázaro Galdiano, Madrid, 1712-1713, y Buckingham Palace, Londres, 1714; Luis I, 1714, y Felipe V e Isabel de Farnesio con el futuro Carlos III en brazos, Palacio del Infantado, Córdoba, 1716; Anunciación, colección particular, 1718; Cántico de Simeón, Musée Condé, Chantilly, 1720-1722; Desposorios de la Virgen, Seminario Mayor, Toledo, c. 1720-1722; María Ana Victoria, Duques de Fernán Núñez, 1721-1722; Sagrada Familia, Monasterio de Comendadoras de Zubiurrutia, Puente la Reina, 1722; Felipe V, Isabel de Farnesio, Fernando VI, Carlos III, María Ana Victoria, Felipe de Parma, Biblioteca Nacional de España, Madrid, 1727; Francisco Antonio Salcedo, primer Marqués del Vadillo, Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo, 1729; Inmaculadas, Staffordshire, Shugborough, 1731, y Museo del Prado, Madrid, 1733, y Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1734; Asia, Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo, s. f.

 

Bibl.: J. A. Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de Bellas Artes en España, t. III, Madrid, Imprenta Viuda de Ibarra, 1800, pág. 118; F. J. Sánchez Cantón, Casas reales de España: retratos de niños. Felipe V y sus hijos, Madrid, Junta de Iconografía Nacional, 1926, pág. 14; Escultura y pintura del siglo xviii, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, t. XVII, Madrid, Plus Ultra, 1947-1958 (Madrid, Plus Ultra, 1965, pág. 80); E. Santiago Páez, “El pintor Miguel Jacinto Meléndez. A propósito de unos retratos de la Biblioteca Nacional”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (Madrid), 1966, págs. 205-224; Y. Bottineau, L’art de Cour dans l’Espagne de Philippe V, 1700-1746, Bordeaux, 1962; A. E. Pérez Sánchez, Juan Carreño de Miranda y la pintura barroca madrileña, catálogo de exposición, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 1985, pág. 48; E. Santiago Páez, Miguel Jacinto Meléndez, pintor de Felipe V, Oviedo, Museo de Bellas de Asturias, 1989; Miguel Jacinto Meléndez (1679- 1734), catálogo de exposición, Madrid, Museo Municipal, 1990; “Miguel Jacinto Meléndez (1679-1734), pintor de Felipe V”, en Philippe V d’Espagne et l’Art de son temps (Actes du colloque), Domaine de Sceaux, Musée de l’île de France, 1993, págs. 179-188.

 

Elena Santiago Páez