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María Isabel de Borbón

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Biografía

María Isabel de Borbón. Madrid, 4.VII.1789 – Portici (Italia), 13.IX.1848. Infanta de España, reina de las Dos Sicilias.

Fue la hija menor de Carlos IV, rey de España, y de su esposa, María Luisa de Parma. Miembro de una larga familia de catorce hermanos, de los que llegaron a la edad adulta sólo siete —Carlota Joaquina, María Amalia, María Luisa, Fernando, Carlos, María Isabel y Francisco de Paula—, se crio en la Corte española en una época muy agitada. Corrieron rumores de que ella y su hermano menor, el infante Francisco de Paula, no eran hijos del Rey, sino del favorito Godoy, por el “indecente” parecido existente. Está representada cuando tenía unos once años en el famoso retrato de “todos juntos”, pintado por Goya, habitualmente conocido como La familia de Carlos IV. Se halla a la izquierda de su madre, que la tiene cogida cariñosamente con la mano derecha sobre sus hombros.

Desde muy niña se había pensado en su futuro, buscándole algunos pretendientes, como el príncipe Maximiliano de Baviera. Muy polémica fue la idea de casarla con Napoleón. Pero no se llegó a acuerdo alguno.

En 1802, cuando tenía trece años, se acordó su matrimonio con su primo Francisco Jenaro de Borbón, príncipe heredero de Nápoles y Sicilia, hijo de Fernando I y de María Carolina de Austria. Su madre, María Luisa de Parma, que ambicionaba para ella un destino regio, aprovechó la circunstancia del enlace del príncipe de Asturias, Fernando, con la princesa napolitana María Antonia, para conseguir también darle a su querida hija menor “un marido rey”.

La boda se celebró el 4 de octubre de 1802 en Barcelona, donde se había reunido la Familia Real española para la celebración. Aunque la infanta era bien parecida, como atestigua el retrato de Goya, parece que no le causó buena impresión a su marido, al menos según contaba la reina María Carolina de Nápoles, mujer muy crítica con todo lo que tuviera que ver con la Corte española. Su suegra, la reina napolitana escribía en una de sus cartas al marqués de Gallo, que la infanta María Isabel le pareció a su esposo, “muy baja, gorda, riendo siempre sin motivo, sin hablar más que el español, vacía por completo de ideas y de conocimientos”. Y María Antonia, con la misma acritud que su madre, describía así su encuentro con su cuñada: “Subo arriba y veo una bola que me llegaba al hombro, todo cuerpo y apenas piernas, y cabeza de enano con ictericia”. La opinión de la reina napolitana sobre el doble matrimonio era muy negativa: “Tanto se lamenta el príncipe, como la desgraciada María Antonia se desconsuela por su suerte”.

Pocos días después de la boda, el 12 de octubre los príncipes reales de Nápoles se embarcaron en Barcelona con destino a Italia. El día 19 llegaron a Nápoles.

Según las cartas que el embajador español en la capital napolitana escribía al ministro Cevallos, la infanta Isabel era muy feliz en su nuevo reino. Se divertía asistiendo al teatro, a los bailes y a las fiestas organizadas en su honor. Sus relaciones con su suegra no fueron malas, porque María Carolina la consideraba inofensiva.

En este mismo año de 1802 regaló a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, por mediación del viceprotector Bernardo Iriarte, un diseño a lápiz realizado por ella, motivo por el cual fue nombrada académica de honor y de mérito. En la misma Academia se conserva un retrato suyo ejecutado por Vicente López Portaña en el año 1831 (es una réplica del original del Palacio Real, regalada por Manuel Fernández Varela en 1833).

María Isabel vivió en Nápoles hasta 1806 en que los reyes Fernando y María Carolina fueron depuestos de su trono napolitano por Napoleón y la Familia Real hubo de refugiarse en Sicilia. En Sicilia permanecieron hasta que, en 1812, los Reyes se vieron obligados a dejar el poder, nombrando como vicario a su hijo Francisco. El ascenso de su esposo supuso el de la princesa María Isabel. La joven pareja vio reforzada su posición.

Tras la caída de Napoleón en 1815 y la refundación del reino de las Dos Sicilias, el rey Fernando recuperó el trono. Francisco y María Isabel mantuvieron su condición de herederos, dándoles el título de duques de Calabria, reinstaurado para la ocasión.

Después de muchos años de separación, María Isabel volvió a ver a sus padres, aprovechando la circunstancia de que vivían exiliados en Italia. En el verano de 1818 Carlos IV visitó su Nápoles natal y fue agasajado por la Familia Real napolitana. Después fueron los napolitanos los que visitaron a los antiguos Reyes en Roma. La infanta María Isabel, con su marido, acompañó a su madre María Luisa de Parma en su residencia romana durante los últimos meses de su vida.

Aunque Francisco parecía más liberal que su padre, al menos por su actuación durante su época de regente y posteriormente durante la Revolución de 1820, cuando subió al trono a la muerte de Fernando en 1825 se manifestó como partidario del absolutismo y uno de los baluartes de la contrarrevolución en Italia. Era un hombre serio, sobrio, mesurado, pacífico, pero muy tímido, condición que Metternich censuraba en él. Era bien intencionado, pero fracasó en la mayoría de sus proyectos. El miedo a padecer atentados llevó a la pareja real a llevar una vida muy encerrada en palacio, rodeados de un círculo muy limitado de cortesanos y funcionarios.

La reina María Isabel, a diferencia de su madre y de su suegra, se mantuvo alejada del poder y del gobierno, consagrada a la vida doméstica, como madre de una gran familia de once hijos: Luisa Carlota (1804-1844), casada con Francisco de Paula, infante de España; María Cristina (1806-1878), esposa del rey de España Fernando VII y madre de Isabel II; Fernando II, futuro rey de las Dos Sicilias (1810-1859); Carlos Fernando, príncipe de Capua (1811-1862); Leopoldo, conde de Siracusa (1813-1860); María Antonieta (1814-1898), casada con Leopoldo II, gran duque de Toscana; Antonio, conde de Lecce (1816-1843); María Amalia (1818-1857), casada con Sebastián de Borbón, infante de España; María Carolina (1820-1861), casada con Carlos Luis de Borbón y Braganza, pretendiente carlista al trono español; María Teresa (1822-1889), casada con Pedro II, emperador del Brasil; Luis, conde de Aquila (1824-1897), casado con Januaria, princesa imperial del Brasil e infanta de Portugal; Francisco de Paula, conde de Trapani (1827-1892), que sería uno de los candidatos a casarse con Isabel II.

En septiembre de 1829 Francisco dejó en Nápoles como regente al heredero del trono Fernando y viajó a España, junto con la reina María Isabel, para acompañar a su hija María Cristina, que se iba a casar con su tío Fernando VII, que de nuevo había quedado viudo y sin hijos. El 30 de septiembre salieron de Nápoles y pasando por Barcelona, donde se habían casado Francisco y María Isabel, se dirigieron al encuentro de Fernando VII. Los nuevos esposos se conocieron en Aranjuez el 10 de diciembre y al día siguiente se celebró la solemne entrada en Madrid.

María Isabel se quedó largo tiempo en la Corte española, apoyando a su hija. Contribuyó a inclinar el ánimo de Fernando VII a publicar la Pragmática Sanción de 1789, que abolía la Ley Sálica, para facilitar la sucesión en el caso, como así fue, de que María Cristina, embarazada, diera a luz una hija, la futura reina Isabel II.

Francisco I murió el 8 de noviembre de 1830 y le sucedió su hijo Fernando II, que reinaría hasta 1859.

El 15 de enero de 1839, María Isabel de Borbón contrajo nuevo matrimonio con Francisco, un noble siciliano, conde del Bolzo, coronel del ejército, con quien no tuvo hijos.

 

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María de los Ángeles Pérez Samper

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