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María Antonia Fernanda de Borbón

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Biografía

María Antonia Fernanda de Borbón. Sevilla, 17.XI.1729 – Moncalieri (Italia), 19.IX.1785. Infanta de España y Reina de Cerdeña.

Su nacimiento se produjo en Sevilla, donde la Corte se había desplazado tras el acto de unión entre las Casas reales de España y Portugal producido en la frontera de Extremadura, que se concretó con los matrimonios de María Ana Victoria con el príncipe de Brasil José, y el de Bárbara de Braganza con el príncipe de Asturias Fernando. La Gaceta de Madrid informó así de su nacimiento: “La Reina Nuestra Señora dio a luz con gran felicidad, el día 17 del corriente a las once de la mañana, una hermosa y robusta Infanta, a la cual se dio inmediatamente el agua del Santo Bautismo. Por mano del Señor Patriarca Cardenal de Borja, poniéndole los nombres de María Antonia Fernanda; y luego se cantó en la Real Capilla del Alcázar el Te Deum, a que asistieron el Rey nuestro señor, los Príncipes nuestros señores y los señores Infantes Don Carlos y Don Felipe, los cuales pasaron por la tarde a la Iglesia Metropolitana, donde se hizo la propia función, oficiando en ambas el mismo Señor Cardenal Patriarca”. Fue una niña fuerte, como casi todos sus hermanos, y aunque a los pocos días sufrió un grave catarro que causó una gran preocupación, se recuperó pronto.

Este acontecimiento fue acompañado por importantes festejos en Sevilla. El nacimiento de la infanta había coincidido con la llegada al mundo de Luis de Borbón, delfín de Francia, por lo que el marqués de Brancás, enviado de la Corte francesa en la ciudad andaluza para negociar el Tratado de Sevilla, organizó grandiosas fiestas en honor de ambos acontecimientos.

En la noche de Reyes de 1730, cuando ya la Reina se había recuperado del alumbramiento, se quemó un castillo de fuegos artificiales que los Reyes pudieron contemplar desde las ventanas del Alcázar.

Asimismo, el Ayuntamiento de la ciudad obtuvo licencia real para celebrar fiestas públicas de toros y cañas, que se prolongaron durante varios días y a las que también asistió toda la Familia Real.

La educación de María Antonia Fernanda fue proporcionada a una hija de Reyes. Además, compartió con su madre el amor por la música y pudo disfrutar del extraordinario panorama existente en la Corte española con la especial presencia, junto con los españoles, de autores franceses e italianos. Entre los últimos, destacan las figuras de Domenico Scarlatti y de Farinelli, quien, además de alegrar diariamente la vida en Palacio con sus interpretaciones de arias y sonatas, organizó el llamado “teatro doméstico”, uno de los entretenimientos preferidos de la Familia Real, que adquirió un especial protagonismo en las fiestas en la Corte. En estas funciones los artistas principales fueron los infantes más pequeños, y, por supuesto, también María Antonia Fernanda, quien además cogió un gran cariño al cantante. Así, por ejemplo, en Aranjuez, el 1 de mayo de 1737, el día del cumpleaños del Rey, los infantes le dedicaron un diálogo cómico en dos actos titulado “Los triunfos que alcanza el celo, sólo juzgar puede el Cielo”, en donde la infanta representó a Calíope, musa de la Elocuencia.

La vida de María Antonia Fernanda estuvo determinada por la vida política diseñada desde la Corte de Madrid. Felipe V falleció el 9 de julio de 1746, y María Antonia Fernanda, junto a su hermano el infante cardenal Luis, debió acompañar en su destierro al Real Sitio de La Granja a su madre, relegada de su autoridad política por los nuevos Reyes. A pesar de las malas relaciones, Fernando VI intentó ser generoso con todos ellos y a Isabel de Farnesio le otorgó una renta de 600.000 pesos anuales, al infante Luis de 100.000 ducados (además de sus ingresos como arzobispo de Toledo y de Sevilla) y a la infanta María Antonia de 50.000 ducados.

A partir de 1748, en las conferencias de Aquisgrán, España entró en un período de paz política y neutralidad, que también sirvió para recuperar algunos de los territorios perdidos con la paz de Utrecht. De este modo se pudo colocar a dos infantes en reinos italianos: Carlos en el Reino de las Dos Sicilias y Felipe en los ducados de Parma, Piacenza y Guastalla.

En esta línea de afianzamiento de posiciones en Europa se celebró el 12 de abril de 1750 el matrimonio de María Antonia Fernanda con el primo de su hermano Fernando VI, Víctor Amadeo, heredero de la casa de Saboya en el Reino de Cerdeña. Este matrimonio contribuyó a la estabilidad de la zona y mostró a las otras potencias la independencia política de España frente a Francia, ya que la Casa de Saboya nunca se mostró proclive a los intereses de París. En este sentido, el 31 de julio de ese mismo año otra infanta española, María Ana Victoria, se convertía en Reina de Portugal tras la muerte de Juan V.

En realidad, Cerdeña era un reino joven. Con la firma del Tratado de Londres en 1718, que tuvo efecto a partir de 1720, Víctor Amadeo II de Saboya sustituyó Sicilia por Cerdeña, conformándose así el Reino de Cerdeña integrado por los estados de Saboya, Aosta, Monferrato, Génova, el principado de Piamonte y el condado de Niza, junto a Cerdeña propiamente dicha.

Desde su fundación, Víctor Amadeo aplicó en sus reinos una política de reformas para afianzar su autoridad como Soberano, siguiendo el modelo de una autocracia eminentemente práctica que miraba reforzar sus posiciones en previsión de una guerra.

Estas medidas, que fueron continuadas por su sucesor en el trono, hicieron de Cerdeña un reino austero, con una marcada defensa de la ortodoxia religiosa y cerrada a las novedades intelectuales del siglo. En los conflictos bélicos que se sucedieron en Europa a lo largo del siglo XVIII adquirió un especial valor estratégico, que vino acrecentado por el prestigio que había adquirido por Víctor Amadeo II y por la reconocida solidez de sus tropas. De hecho, todos los contendientes siempre buscaron la alianza de Carlos Manuel III de Cerdeña.

La Corte saboyana, a la que se dirigió para siempre María Antonia Fernanda, estuvo instalada en la ciudad de Turín y se caracterizó por su sobriedad y religiosidad, a las que ella tampoco era del todo ajena.

A pesar de la distancia, la relación con su madre no cesó en ningún momento, ya que ambas intercambiaron una intensa correspondencia plagada de noticias familiares y apuntes sobre una de sus pasiones, la música.

Sin embargo, debió de pasar mucho tiempo hasta que María Antonia Fernanda y su esposo se convirtieran en los reyes de Cerdeña. En 1773 fue proclamado Víctor Amadeo III, que para entonces contaba con cuarenta y ocho años y un ansia reprimida de poder. Tras su ascenso al trono el nuevo Rey impuso una disciplina todavía más rigurosa de la ceremonia sacra, por lo que aplicó una plena observancia de la Cuaresma, así como, por ejemplo, hizo representar manifestaciones públicas de piedad y expresiones ostentosas de devoción.

De su matrimonio con Víctor Amadeo III de Cerdeña tuvo doce hijos, de los que tres llegarían a ocupar el Trono de Cerdeña: Carlos Manuel IV, que sucedió a su padre como Rey de 1796 a 1802 y casó con María Adelaida Clotilde de Francia; María Isabel Carlota; María Josefina Luisa, que casó con Luis XVIII de Francia; Amadeo Alejandro, duque de Monferrato, que falleció a los pocos meses; María Teresa, que contrajo nupcias con Carlos X de Francia; María Ana, que casó con su tío Benedicto, príncipe de Saboya, duque de Chablais; Víctor Manuel I, rey sardo de 1802 a 1821, que enlazó con María Teresa, archiduquesa de Austria-Este; María Cristina Josefina, que murió siendo muy joven; Mauricio José María, duque de Monferrato; María Carolina Antonieta, casada con Antonio, rey de Sajonia; Carlos Félix, rey de Cerdeña desde 1821 hasta 1831, y José Benedicto, conde de Moriana y Asti.

 

Bibl.: Gaceta de Madrid, 22 de noviembre de 1729 y 17 de enero de 1730; J. Nicolas, La Savoie au XVIII siècle, Paris, 1981; D. Carpanetto “La Torino di Vittorio Amedeo II”, en V. Castronovo (dir.), Torino Sabauda, Milano, Sellino, 1992; M.ª A. Pérez Samper, Isabel de Farnesio, Barcelona, Plaza y Janés, 2003, págs. 147, 155, 247-248, 266, 373, 387, 391, 412, 414, 416 y 422-425; G. Oliva, I Savoia. Novecento anni di una dinastía, Milano, Oscar Storia/Mondadori, 2006, págs. 265-322.

 

Rafael Guerrero Elecalde