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Pedro Martínez de Luna

Biografía

Martínez de Luna, Pedro. Conde de Morata del Jalón (I). ?, c. 1492 – 1570. Virrey de Aragón.

Pedro Martínez de Luna, a quien en 1538 se le concedió el título de conde de Morata por el rey Carlos I, fue hijo del matrimonio entre Jaime Martínez de Luna y Catalina Ximénez de Urrea, hija a su vez del I conde de Aranda. De este enlace nació un segundo vástago, Juan (muerto hacia 1555), padre del diputado que encabezó junto al justicia Juan de Lanuza la rebelión aragonesa de 1591 contra Felipe II y que por ello fue ejecutado el 19 de octubre del año siguiente.

Siguiendo los usos de la época, Jaime Martínez de Luna, que sirvió a Fernando el Católico como alférez mayor del reino de Aragón, destinó a su segundogénito a la carrera militar, que desarrolló en Italia, y dispuso que su heredero, Pedro, casase con Marina de Lanuza, hija de su primo Juan de Lanuza, que fue justicia de Aragón desde 1498 hasta su muerte. De este enlace nació María de Luna y Lanuza (muerta en 1541), que en 1531 se desposó con Artal de Alagón (muerto en 1541), II conde de Sástago. La muerte de ambos cónyuges de modo casi simultáneo hizo que su hijo Artal de Alagón, el conde de Sástago que años más tarde fue virrey de Aragón, quedase bajo la tutela de su abuelo materno hasta que alcanzó la mayoría de edad, que en Aragón se hallaba establecida por fuero en los catorce años.

Para entonces ya había fallecido la primera esposa de Pedro Martínez de Luna, que volvió a contraer matrimonio en 1532, esta vez con Inés de Mendoza y de la Cerda, casamiento que le emparentó con los linajes castellanos de los marqueses de Mondéjar y los duques de Medinaceli. De este segundo enlace nacieron tres hijos varones: Miguel, que sucedió a su padre y fue el II conde de Morata, Pedro, que siguió la carrera eclesiástica y llegó a ser prior de la abadía de Montearagón y obispo de Tarazona (1572-1574), y Francisco. Además tuvieron seis hijas: Catalina (muerta hacia 1605), que casó en 1565 con su sobrino nieto Blasco de Alagón, malogrado heredero del III conde de Sástago, Ana, María, Mariana, Juana e Isabel. Estas dos últimas fueron monjas en el convento de Santa Inés de Zaragoza.

Las graves dificultades económicas por las que atravesó el I conde de Morata, estudiadas por Alejandro Abadía Irache, no le impidieron ocupar un lugar de privilegio dentro de la sociedad aragonesa, en especial a partir de su nombramiento como virrey de Aragón el 11 de noviembre de 1539. Morata se mantuvo en el cargo hasta 1554, año en que fue sustituido por Diego Hurtado de Mendoza, II conde y I príncipe de Mélito, y durante su mandato encargó la construcción de un monumental palacio en el Coso zaragozano.

Levantado entre 1551 y 1552, el edificio se ha definido en nuestros días como un “magnífico y voluminoso ejemplo de la arquitectura palacial zaragozana del siglo xvi que posteriormente pasaría a ser sede de la Audiencia Provincial”.

La represión del contrabando de caballos a través del Pirineo fue uno de los principales motivos de preocupación del conde de Morata durante su virreinato.

De hecho, se mostró muy activo en este asunto asumiendo funciones de capitán de guerra, que le permitían actuar de modo excepcional, sin ajustarse a lo dispuesto en los fueros, lo cual generó constantes conflictos jurisdiccionales con las instituciones aragonesas, en particular con la Corte del justicia de Aragón. El enfrentamiento más grave tuvo lugar a raíz de la detención de Martín de Campodarve, a quien se prendió en 1548 por orden de Morata, acusado de ser contrabandista de caballos.

Campodarve solicitó acogerse al proceso de Manifestación, administrado por la Corte del justicia de Aragón, que aseguraba la instrucción de las causas respetando los derechos reconocidos a los reos en los fueros. Ante la tardanza del virrey en poner al preso bajo su custodia, el titular del Justiciazgo, Ferrer de Lanuza, envió a sus oficiales a la cárcel real, donde se produjo un incidente entre éstos y los criados del virrey, que acabó con un verguero del justicia “descalabrado en la cabeça” tras rodar por las escaleras de la prisión. Como respuesta, Lanuza desafió abiertamente la autoridad de Morata, pues ordenó romper las puertas de la cárcel y tomó al reo bajo su protección.

En vista de la actitud del Justicia, la Corte ordenó a su virrey que a partir de ese momento trasladase secretamente a los encausados por contrabando a la cárcel del palacio de la Aljafería, que era sede del Santo Oficio y se hallaba extramuros de la ciudad de Zaragoza, todo con el fin de sustraerse a las injerencias de dicho Tribunal foral.

El problema del contrabando estuvo muy ligado al del bandolerismo, que generó una situación de gran inseguridad en los caminos que atravesaban Aragón, y parece que Morata no logró progresos significativos en la eliminación de la delincuencia, pues en 1548 la Corte le amonestó con dureza por la “poca justicia que en este Reino ay, porque le han dicho se hazen muchos insultos y robos”. Por añadidura, es interesante señalar que al final de su virreinato el mismo conde ayudó a alimentar la tensión en el reino al protagonizar un sonado enfrentamiento con la condesa de Aranda porque en 1554, según la versión de Morata, aquélla “mandó quebrar ciertos açudes”.

Pese a todo, parece que el prestigio social del conde de Morata se mantuvo intacto. Ello le permitió ser extraído diputado por el brazo de nobles en 1564, un decenio después de concluido su mandato como virrey, y años más tarde el conde de Luna le incluyó en un lugar preferente cuando lamentó “que faltasen las cabezas que antes lo gobernaban [al reino] y eran respetados, como fué un Duque de Villahermosa Don Martín de Aragón, un Conde de Morata el Viejo, un Conde de Belchite, un Conde de Fuentes, un Don Juan de Bardaxí, un Don Francés de Ariño, un Don Jerónimo de Calcena, y otros que éstos”.

A juicio de Luna, la desaparición de estos hombres fue uno de los factores que contribuyó a que se produjera el estallido de violencia de 1591, pues “si algunos de ellos vivieran, no dieran lugar á que personas tan mal inclinadas y intencionadas, y de tan poco valer y ser, se adelantaran á decir que defendían las leyes, libertad y fueros de este Reino, en las barbas de sus hijos de estos Señorazos tan grandes y cuerdos caballeros”.

 

Fuentes y bibl.: Biblioteca Nacional de España, Manuscritos, 9374, fols. 309r.-v., “Vínculos de la capitulación matrimonial de Don Pedro de Luna, señor de Illueca, hijo de Don Jayme de Luna, con Doña Dianira de Lanuza”; Real Academia de la Historia, ms. 9/888, fol. 140.

F. de Gurrea y Aragón, conde de Luna, Comentarios de los sucesos de Aragón en los años 1591 y 1592, Madrid, Imprenta de Antonio Pérez Dubrull, 1888, pág. 57; A. y A. García Carraffa, Enciclopedia Heráldica y Genealógica Hispano-Americana, t. il, Salamanca, Imprenta Comercial Salmantina, y Madrid, Litografía de Foruny, 1934, págs. 279-285; Á. Canellas López, “Un pretendiente al condado de Morata”, en Hidalguía, año XXVIII (1980), n.os 160-161, págs. 433-445; G. Colás Latorre y J. A. Salas Auséns, Aragón en el siglo XVI. Alteraciones sociales y conflictos políticos, Zaragoza, Departamento de Historia Moderna, 1982, págs. 79, 90, 159, 444-446 y 540; C. Gómez Urdáñez, Arquitectura civil en Zaragoza en el siglo XVI, t. i, Zaragoza, Ayuntamiento, 1987-1988, págs. 213- 221; J. Á. Sesma y J. A. Armillas, La Diputación de Aragón. El gobierno aragonés, del Reino a la Comunidad Autónoma, Zaragoza, Oroel, 1991, pág. 204; A. Abadía Irache, Señorío y Crédito en Aragón en el siglo XVI, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1993, págs. 137-201; A. Abadía Irache, La enajenación de rentas señoriales en el Reino de Aragón, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1998; J. Martínez Verón, Arquitectos en Aragón. Diccionario histórico, vol. I, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2000, págs. 15 y 29.

 

Jesús Gascón Pérez