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Posidonio

Biografía

Posidonio. El Atleta. Apamea (Siria), c. 135 a. C. – Rodas (Grecia), c. 51 a. C. Filósofo estoico, historiador y científico griego.

Fue discípulo de Panecio, en Atenas. Su vigor —tuvo por mote El Atleta— y su afán erudito le permitieron viajar hacia 105-100 por Egipto, Nubia, Italia, Sicilia, Hispania y toda la Céltica. Se instaló en Rodas alrededor del año 97 y abrió allí una escuela que ganó pronto prestigio. Visitó por primera vez Roma en el año 86 como embajador rodio y conoció, entre otros ilustres, a Gayo Mario —a quien luego execró—, poco antes de morir éste. Desde entonces, acogió a muchos romanos célebres, y mantuvo amistad con Cicerón, alumno suyo en Rodas durante los años 78- 77, quien le profesó devoción, pero cuyo encomio Posidonio declinó confeccionar. Gneo Pompeyo Magno también recibió su magisterio en 67 y 62, durante las pausas de sus misiones en Oriente. El primer encuentro entre ambos halló al maestro atormentado por un ataque de gota. Con estoica entereza, se aplicó en su lección para ejemplo de su pupilo, a quien admiraba, y sólo se distrajo para afirmar: “¡Oh, dolor! Nada puedes contra mi alma; por muy fuerte que seas, jamás confesaré que seas un mal”. Murió con casi noventa años, dejando una fecunda obra y eximios discípulos, como Asclepiodoto de Nicea, Gemino o Jasón de Nyssa, su nieto y sucesor en su escuela.

La grandeza del legado de Posidonio late en los autores que acataron su autoridad, pues de sus obras sólo quedan fragmentos. Se conoce su pensamiento a través de Cicerón, también por Galeno, Estrabón y Cleómedes, y, aunque a veces se han exagerado los detalles de su impronta, ésta fue determinante: Varrón, César, Salustio, Plinio, Josefo, Plutarco, Séneca, Tácito, Livio, Diodoro, Lucrecio o Ateneo son sólo algunos de los autores que hallaron doctrina en él.

Emblema del estoicismo medio, Posidonio fue un ecléctico que integró elementos ajenos a su escuela.

Compartía la idea aristotélica de la filosofía como ciencia global: sus viajes dotaron de gran base empírica a sus teorías, a la par que infundió un denso pálpito espiritual en su obra.

La filosofía de Posidonio explica la unidad orgánica de la Naturaleza partiendo del monismo estoico. El flujo y reflujo de las mareas le reveló que en el Cosmos rige una simpatía universal (suvmpavqeia): hay una jerarquía gradual del Ser, desde el mineral hasta las deidades, siendo gestionados los detalles de los seres —ligados entre sí como eslabones en una cadena— por la omnisciencia de la Providencia. Ello postula una Razón absoluta: la acción divina, en la cúspide del sistema, como omnipresente actividad racional.

Así, con todo en perpetuo estado de concordancia, el Cosmos está penetrado por una fuerza vital (zwtich; duvnamiı) procedente del Fuego, artista ubicuo; y Dios mismo es mostrado como un abrasador soplo racional. Todo surge de este Fuego primordial y todo retorna a él. Ello matiza la teoría estoico-heraclitea de la conflagración universal (ejcpuvrwsiı): la realidad se renueva periódicamente, reintegrándose en Dios, sin perecer absolutamente.

Influido por Platón, dividió el universo en dos áreas, sublunar (terrena, perecedera) y supralunar (celeste, indestructible). Ambas convergen en el hombre, vínculo (suvndesmoı) entre lo alto y lo bajo, con cuerpo y con alma. Por encima suyo hay daimones, seres intermedios, muy espirituales; y por debajo, los animales y las plantas, irracionales (a[loga). El alma humana es corpórea, una porción del divino soplo inflamado (pneu`ma), preexistente al cuerpo e inmortal. Consta de tres partes: una racional (hJgemonikovn) y dos irracionales (irascible y concupiscible). Ello reproduce el tema platónico de la razón, las pasiones y los apetitos; y, como Platón, tampoco Posidonio admite que provengan de un mismo principio racional los dos últimos, que han de ser moderados. La virtud debe armonizar las partes del alma y prepararla para liberarse del cuerpo. Ya sin su lastre terrenal, aquélla se elevará hasta las regiones celestiales, donde disfrutará de la contemplación del Orden cósmico. La adivinación es aceptada en tanto que, interconectado el Cosmos, todo suceso sin causa socava su coherencia. Tal nexo causal establece que los hechos futuros son predecibles. La Providencia pone medios: el sueño y el éxtasis, más libre el alma de su impedimento corporal.

Con este intento conciliador del dualismo platónico y el monismo estoico, la orientación de Posidonio es importante en el camino emprendido por Roma hacia el neoplatonismo, brindando categorías que abonarán un sustrato fértil para el triunfo definitivo del cristianismo.

Como científico, desde su planetario, Posidonio estimó el tamaño del sol y la luna y su distancia.

Se equivocó al asignar a la circunferencia terrestre 180.000 estadios (28.386 kilómetros) rectificando los datos más precisos de Eratóstenes (252.000 estadios, es decir, 40.000 km).

El yerro fue aceptado por Ptolomeo y legado a los cartógrafos del siglo xv d. C.: ello indujo al error de Colón que, llegando a América, creyó arribar a Asia al estar calculado en menos el tamaño real de la Tierra.

Posidonio diseñó un mapa terráqueo y corrigió a Parménides y a Aristóteles en la división de las zonas terrestres, proponiendo siete en lugar de cinco: dos frías, en los polos; dos templadas; dos áridas, y una, la ecuatorial, húmeda. Se ocupó de la profundidad oceánica, de los seísmos y volcanes, de asuntos meteorológicos.

Proclo, en sus glosas a Euclides, alude a Posidonio como matemático solvente, citando su distinción entre problema y teorema y su estudio de las paralelas. Abordó también la retórica, la poética, la botánica y la zoología.

La obra histórico-geográfica de Posidonio fue crucial para la posteridad. Desde su escolarcado, el estoicismo será una herramienta ideológica que convertirá al gobierno terrenal romano en un trasunto del celestial, y, por tanto, en factor ordenador de la Simpatía universal. Este convencimiento de pertenecer a una misión providencial de concordia ecuménica acabará inserto en la especulación histórica grecolatina ya a fines del siglo i a. C.

Sus Historias retoman el relato de Polibio en 146 a. C., hasta la dictadura de Sila en el año 85. La aplicación de la virtud en la acción del gobierno es básica para Posidonio, e irrepetible el proceso de la Historia.

Su análisis legitima como indiscutible el proyecto de dominación universal romano, frente al cual debe exigirse la moral gestión del poder, la humanitas. Preocupado por la agitación social, fue muy sensible a los sufrimientos de los humildes; pero no simpatizó con las revueltas. Prefería una sabia prevención para evitar los disturbios: el uso cabal del mando y un trato responsable a los pobres y sometidos. Así, desacredita a los Graco, a Mario y a todos aquellos que en su opinión habían cedido a la voracidad del orden ecuestre. Por el contrario, exhibe su predilección por la nobilitas romana y muy concretamente por su alumno Pompeyo, a cuyos hechos dedicó un apéndice específico.

Sabedor de la implicación de todo Occidente en la crisis de sus días y privilegiado testigo de las costumbres periféricas, su apelación a la etnografía es constante, insistiendo en la gran influencia del clima y del ambiente sobre el carácter de las gentes. Menos atento al relato de los hechos que a las circunstancias que los motivan, gracias a él, a través de los autores que le siguieron, preservamos datos preciosos de aquel lejano Poniente que él tan bien conoció. Posidonio manifestó serio interés y honda estima por el modo de vida de los indígenas, a los que reconocía sólidas virtudes: un modelo del hombre cercano a la Ley Natural, no corrupto, noble, moderado, provisto de una potencia cósmica que tiende a la racionalidad merced a la Providencia.

Por una parte, el excurso etnológico de Posidonio implica un correlato científico de la dominación universal latina, identificada con el Logos; pero, por otra, con su visión, se fraguó un prejuicio positivo, abocetado ya por algunos autores helenos desde el siglo iv a. C. y retomado luego inmejorablemente en las letras latinas por César o por Tácito.

La descripción que de Hispania hizo Posidonio supuso un hito en el descubrimiento de la Península para el mundo grecolatino. Sus alusiones aparecen, sobre todo, en Historias y Sobre el Océano. El maestro visitó el país en su juventud, permaneciendo un tiempo en Cádiz, donde estudió el influjo del alba y del crepúsculo sobre las mareas —fenómeno esencial, como se ha visto, para su construcción filosófica—, nutriéndose del saber de los moradores del Estrecho.

Se sabe que recorrió a fondo todo el solar hispano; que presentó excursos completos sobre lusitanos y celtíberos, al hilo de su lucha contra Roma; que se sirvió de su observación, pero que usó a Polibio, Artemidoro, Pytheas, Éforo y Timeo, y que, finalmente, partió hacia Italia para proseguir sus trabajos.

Diodoro de Sicilia y Estrabón —dos de las fuentes troncales para la Antigüedad hispana— se abastecieron directamente en Posidonio. Diodoro transmite la etnografía del maestro, pero también muchas de sus ideas morales. Así, la defensa de la gens Pompeia y de la nobilitas frente a la crueldad y torpeza de los oportunistas en las provincias, o la estima por las virtudes de los indígenas (feroces con el enemigo, hospitalarios como los dioses con el extranjero) y por Viriato; así, en fin, la grave reflexión sobre el trabajo esclavo en las minas hispanas, descrito con minucia en sus aspectos técnicos y económicos. Posidonio también sustenta el libro III de la Geografía de Estrabón. La descripción general es deudora del sabio de Apamea, así como la división climática, la aplicación de los conjuntos étnico-políticos y las dimensiones físicas de la Península. En suma, Posidonio se refirió en su obra a la conquista y control romanos de Hispania, dando cuenta del carácter de los autóctonos en este proceso y explicando los móviles del imperialismo romano en el Extremo Occidente. En su discurso, vertió consideraciones morales, interesándose por la economía y por los problemas éticos y sociales.

Dotado de un infinito amor por el saber, Posidonio supo adecuar el progreso del conocimiento empírico en su época con el antiguo sistema estoico, desentrañando armonías, relaciones y hechos recíprocos, y tratando de demostrar la estructura animada y coherente del universo: el racional desenvolverse de la Historia.

Con él, en fin, virtud estoica y virtud romana se fundieron definitivamente en un compacto sistema ideológico.

 

Obras de ~: Astrología universal; Colección histórica (49 libros); Comentario al Parménides de Platón; Comentario al Timeo de Platón; Discursos exhortatorios; El Océano; Física; Geografía; Geometría; Historias (52 libros: 146-85 a. C.); Las cosas celestes; Las cosas terrestres; Meteorología; Retórica; Sobre el Criterio; Sobre el Deber; Sobre el Destino; Sobre el Océano; Sobre el Universo; Sobre la Adivinación; Sobre las emociones; Sobre las virtudes; Sobre los dioses; Sobre los héroes y los demonios; Sobre los meteoros; Táctica (se le atribuyen unas 200 obras más. Véase la nómina en K. Reinhardt, en RE, 1953, pág. 567). Todas sus obras están perdidas. Los fragmentos han sido editados por G. Edelstein e I. G. Kidd (eds.), Posidonius I. The Fragments, Cambridge, 1972; Posidonius II. The Commentary, Cambridge, 1989; I. G. Kidd, Posidonius, III. The Translation of the Fragments, Cambridge, 1999. También es útil W. Theiler, Poseidonios.

Die Fragmente. I: Texte. II: Erläuterungen, Berlin-New York, 1982 (cfr. F. Jacoby, Die Fragmente der Griechischen Historiker, 87, Leiden, 1926 (1963); J. Bake, Posidonii Rhodii reliquiae doctrinae, Leiden, 1810 (obsoleto).

 

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Gabriel Sopeña Genzor

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