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Plinio

Biografía

Plinio. El Viejo. Como (antes Novum Comum) (Italia), 23-24 d. C. – Castelmare (antes Stabia) (Italia), 25.VIII.79 d. C. Político romano, historiador y naturalista.

Caius Plinius Secundus ha llegado hasta hoy con el apelativo de Plinio el Viejo, para distinguirle así de su sobrino, Lucius Cecilius Secundus, hijo de su hermana Plinia y de Lucius Cecilius Cilo, quien tras quedar huérfano a los ocho años y estar un tiempo bajo la tutoría de Verginius Rufus, fue adoptado por su tío Plinio y pasaría a la posterioridad como Plinio el Joven.

Aunque no son muchos los datos, sí se dispone de los suficientes como para poder hacer un breve semblante del personaje y reconstruir parcialmente la biografía de Plinio el Viejo. Las informaciones que se poseen sobre él son de dos tipos: unas de carácter autobiográfico, que se encuentran dispersas en la única obra que de él ha llegado, la monumental Historia Natural. Otras de carácter externo, que son fundamentalmente dos, las cartas de su hijo adoptivo, Plinio el Joven, entre las que destacan la epístola 5 del libro tercero donde se puede encontrar un amplio catálogo de su actividad literaria, y las cartas 16 y 20 del libro 6, en las que Plinio el Joven cuenta a Tácito los detalles de la muerte de su tío, cuando desde Stabia estudiaba la erupción del Vesubio en el año 79, y la vida de Plinio de la que es autor Suetonio, y que estaba incluida en la sección Historiadores de Las vidas de los hombres ilustres, de la que por desgracia tan sólo se ha conservado un breve pasaje.

Ateniéndose a los datos que de su vida se poseen, se sabe que Plinio el Viejo nació en Traspadania, en la ciudad de Novum Comun (Como), durante el gobierno del emperador Tiberio, en torno al año 23-24, en el seno de una rica familia perteneciente al orden ecuestre. De su infancia nada se sabe y tampoco de su educación. Apenas se puede intuir que debió de pasar parte de su adolescencia en Roma, donde conoció a Pomponio Secundo, que le tomaría posteriormente bajo su protección. Con toda probabilidad, ya de joven, inició su carrera en la militia equestris, que era el procedimiento habitual que seguían todos los jóvenes de su misma condición social. Por Plinio el Joven se sabe que en esta época sirvió como praefecto alae y que durante todo el tiempo que pasó en Germania se dedicó a recoger datos de todo tipo que luego le servirían enormemente en todos sus escritos. Plinio estuvo en Germania entre los años 47 y 58. R. Syme, autor de un magnífico estudio sobre Plinio el Viejo, puntualiza que Plinio, en su servicio militar ecuestre, no siguió el cursus habitual: en la primera etapa en Germania Inferior fue praefectus cohortis a las órdenes de Domicio Corbulon; después pasó a Germania Superior, donde fue praefectus alae bajo el mando de su amigo Pomponio Secundo, finalmente, de nuevo en Germania Inferior, fue tribunus militum en una de las legiones bajo el mando de Pomponio Paulino primero y de Duvio Avito después. Durante su estancia en Germania coincidió con el futuro emperador Tito cuando éste era tribuno, y con él compartió la tienda, como él mismo recuerda en el prefacio de su Historia Natural (Praef. 3).

A pesar de todo, Plinio el Viejo, durante esta primera época de su vida, no gozó del favor de los gobernantes, aunque entre las amistades que había hecho debía de estar lo más destacado de la sociedad romana, conocimientos que solamente le sirvieron para prosperar a partir de la llegada al Trono de Vespasiano.

La década de los cincuenta Plinio la pasó entre Germania y Roma y durante los largos períodos que pasó en Roma procuró no destacar en nada ni escribir ninguna obra polémica que pudiera irritar a Nerón, como se verá a la hora de comentar sus obras.

La muerte del último de los Julio-Claudios permitió a Plinio reiniciar la carrera ecuestre; ello tal vez fuera la consecuencia de un hecho significativo; se sabe que Plinio había compartido tienda militar con Tito durante la estancia de ambos en Germania y muy probablemente el naturalista tomó rápidamente partido por Vespasiano en la crisis del 68, cuando se sucedieron en el Trono tres emperadores (Otón, Galba y Vitelio), lo que explicaría su vertiginoso ascenso.

Münzer, Plaum y Syme se ponen bastante de acuerdo a la hora de reconstruir la carrera administrativa de Plinio el Viejo, a pesar de las numerosas dudas que sobre ella existen. Según estos autores, el primer alto cargo que pudo ocupar Plinio tal vez fuera en la Narbonense, sustituyendo a Valerio Paulino. Después pasaría a África (N.H., VII, 36). Su estancia en la Tarraconense como procurator debió de ser en torno al 74. En su Historia Natural, existen varias referencias que probablemente coinciden con su estancia en la Tarraconense, como los datos del censo de la región del NO correspondiente a los años 73-74; este puesto fue probablemente uno de los hitos de su carrera, pues la procuratela de la Tarraconense era uno de los puestos políticos más importantes y delicados. De la Tarraconense debió de pasar a la Galia Belga a tenor de los datos que da de la región, aunque G. Serbat opina que éstos los pudo obtener durante el servicio militar. Se tiene, por tanto, que en un plazo de seis o siete años desempeñó el cargo de procurator en cuatro lugares diferentes. Se desconoce si a continuación desempeñó en Roma algún cargo de importancia antes de hacerse cargo de la flota del Miseno, pero es probable que fuera así, como se desprende de un pasaje de una de las cartas de Plinio el Joven (3.5,9) en la que señala que acostumbraba a visitar a Vespasiano al alba para después ir a cumplir con la misión que se le había encargado.

Es de destacar que, si bien de la vida de Plinio el Viejo son pocos los datos que se poseen y que se deben deducir de breves comentarios dispersos por su obra y por la de su sobrino, no sucede lo mismo con su muerte. De ella se poseen muchos más datos, aunque éstos no son del todo esclarecedores, a pesar de la carta que Plinio el Joven dirige a Tácito en la que cuenta las circunstancias de la muerte de su tío. Todo sumado ha dado lugar a que surjan numerosas hipótesis, en la actualidad varias decenas, que tratan de explicar los últimos momentos del naturalista romano. Por la carta de Plinio el Joven a Tácito se sabe que Plinio el Viejo, en el momento en el que el Vesubio comenzó a dar muestras de actividad se encontraba en Miseno, al NO del golfo de Nápoles, y señala que el noveno día antes de las calendas de septiembre, a la hora séptima, la hermana de Plinio le advirtió de la existencia de una nube en el cielo insólita por su tamaño y aspecto; Plinio hacía poco que había tomado un baño de sol y de agua fría, había comido algo y en esos momentos estaba estudiando; inmediatamente se calzó y salió a contemplar aquel fenómeno. No podía saber de qué monte procedía pero su forma se asemejaba en todo a la de un pino y su color era desigual, en parte blanca y en parte sucia por la tierra y cenizas que transportaba.

Plinio, como científico, decidió que aquel fenómeno merecía ser contemplado más de cerca ordenando que se le preparara una libúrnica y cuando estaba a punto de salir recibió un mensaje de Rectina, la mujer de Casco, que tenían una villa junto al monte; en el comunicado le transmitía su miedo, pues la única manera que tenían ya de escapar al peligro era por barco, pues por vía terrestre era ya imposible, y pedía auxilio.

Plinio ante la gravedad de la situación decidió anteponer el deber a la devoción y ordenó zarpar a las quinquerremes con la misión de salvar no sólo a Rectina, sino a todos los que estuviesen en peligro, embarcando él mismo en una de las naves. Según Plinio se aproximaba en su deseo de ayudar, pero también de observar en toda su magnitud el fenómeno, las cenizas, cada vez más calientes y espesas, y las piedras volcánicas, comenzaban a cubrir el barco; además los fondos habían cambiado por los movimientos telúricos, por lo que le fue imposible llegar a donde él pretendía y decidió poner rumbo a Stabia, donde vivía otro de sus amigos, Pomponiano; éste había colocado ya sus cosas en algunos barcos y estaba dispuesto a huir cuando el viento que soplaba en contra se lo permitiera; sin embargo, el barco de Plinio, favorecido por el viento, llegó con rapidez. Lo primero que hizo fue intentar tranquilizar a su amigo, a pesar de que con las tinieblas de la noche los fuegos que cubrían el monte se hacían más amenazadores. Después de cenar se retiró a dormir, lo que hizo profundamente, pues sus ronquidos los podían oír todos los que pasaban cerca de la habitación.

Finalmente la acumulación de cenizas obligó a los sirvientes a despertarle, pues corría el riesgo de quedar enterrado; salieron de la casa ya de día, cubriéndose la cabeza con almohadas para evitar los golpes de las piedras que caían, y se encaminaron al puerto a ver si el viento había amainado y podían zarpar, pero no era posible. Fue en estos momentos cuando Plinio comprendió la gravedad de la situación, pidió una sábana sobre la que tenderse y agua fría que bebió con avidez; muchos huyeron y cuando el olor a azufre le asfixiaba intentó levantarse con la ayuda de dos sirvientes, pero cayó de nuevo al suelo. Plinio el Joven supone que las cenizas le obstruyeron las vías respiratorias y ésta fue la causa de su muerte; al día siguiente encontraron su cuerpo intacto, como si estuviera dormido. La versión de Plinio el Joven, en opinión de muchos estudiosos, presenta numerosas incongruencias. Opinan que, en primer lugar, no pudo morir por asfixia de gases, pues el viento que soplaba era muy fuerte, por lo que es imposible que los gases se concentraran, y además, si esto hubiera sido así, también habría afectado a sus acompañantes. Ya en el siglo XIX, J. Bigelow planteó una de las hipótesis más plausibles, la de la crisis coronaria, algo que apoyaría la constante somnolencia de los últimos momentos de Plinio, que además es transmitida por su sobrino. Recientemente la fecha del 24 de agosto para la erupción del Vesubio ha sido puesta en duda, algo que también modificaría la de la muerte de Plinio el Viejo. Ésta ha sido una discusión que se mantiene ya desde antiguo, pero que las excavaciones realizadas en Pompeya, en Herculano y en las villas de alrededor parecen demostrar, la existencia en los almacenes de frutos otoñales, como nueces, o higos secos, parecen indicar que la cosecha ya se había realizado y los hallazgos en Villa Regina y Boscoreale indican que la vendimia, que en esa zona se realiza en septiembre u octubre, ya se había realizado; ello lleva a algunos estudiosos a proponer las fechas del 24 o del 30 de octubre.

Si esto fuera así, Plinio habría muerto el 25 o el 31 de octubre.

Plinio el Viejo fue autor de la Historia Natural, que se citará más adelante, y de una muy extensa obra, no conservada, de la que se tiene noticias a través de su sobrino Plinio el Joven, quien en la carta 5 del libro tercero, respondiendo al interés que muestra Caro Bebio Macro, curator viae Appiae, cónsul sufecto en el 103, procónsul de la Bética, y prefecto de Roma en el 117, hace un repaso de la obra de su tío. La primera obra mencionada, tal vez la primera escrita por Plinio el Viejo es De iaculatione equestri, sin duda una obra de juventud, compuesta cuando era praefectus alae de caballería, que estaba dedicada a la técnica de arrojar la lanza desde el caballo. De la misma época o de poco después es De vita Pomponi Secundi, biografía en dos libros de este poeta trágico que fue cónsul en el 44 y gobernador de Germania Superior, sin duda esta obra fue una especie de homenaje a la memoria del amigo desaparecido. Fruto de su estancia en Germania fue Bellorum Germaniae, obra en veinte libros en los que se recogían todas las guerras que Roma había tenido contra los germanos hasta esos momentos; su sobrino dice que comenzó a escribirla cuando era militar en Germania, y lo que le impulsó a hacerlo fue un sueño, en el que se le apareció Druso Nerón, que murió después de haber dominado toda Germania. Según Plinio el Joven, Druso deseaba ser rescatado de un injusto olvido. Esta obra es citada por Tácito (Anales, I, 69) y probablemente fue la fuente de inspiración para los seis primeros libros de la Germania de Tácito. Otra de sus obras fue un manual de retórica citado en varias ocasiones por Quintiliano, que llevaba por título Studiosus, compuesto en tres libros y subdividido en seis tomos; la finalidad de este manual era perfeccionar al orador desde su más tierna infancia. Ya a finales del reinado de Nerón, según su sobrino Plinio el Joven, escribió Dubii sermonis, en ocho libros, obra que alcanzó gran fama entre los gramáticos de su época y posteriores a él; era un libro de significado político intrascendente y que no le comprometía a nada, algo esencial si se tiene en cuenta lo peligroso que podía ser expresar alguna opinión que contraviniera los deseos del Emperador, inmerso ya en una espiral de violencia, y las no demasiado buenas relaciones que mantenía con Nerón. Una obra importante de Plinio debió de ser A fine Aufidii Bassi, de carácter histórico dividida en treinta y un libros; era la continuación de una historia comenzada por el historiador Aufidio Basso que comenzaba con la muerte de César y llegaba hasta la de Calígula, o tal vez hasta los últimos años de Claudio; la continuación de Plinio daba comienzo en torno al año 47 y llegaba hasta el 71, con la guerra judía o la revuelta de los bátavos en Germania.

Esta obra también pudo servir como fuente a Tácito, pero los investigadores han discutido mucho en qué medida pudo serlo. Por lo visto hasta aquí, la obra de Plinio el Viejo debió de ser sumamente importante, y a todas éstas debe unirse la única que ha llegado hasta hoy, la Historia Natural.

Por esa misma carta de Plinio el Joven se sabe que Plinio el Viejo era un trabajador infatigable, que dedicaba al estudio todo el tiempo que le dejaba el servicio al Emperador; se levantaba en plena noche para trabajar, y cuando, después de una comida, decidía reposar un poco, hacía que alguien le leyera algo y mientras tanto dictaba apuntes; incluso en muchas ocasiones, cuando viajaba en litera, se hacía acompañar de un estenógrafo (provisto de guantes en las épocas de frío) que tomaba apuntes de sus ideas.

En la Naturalis Historia lo primero que llama la atención es que existe una muy estrecha relación entre la vida de Plinio y esta obra en concreto. La Historia Natural fue publicada dos años antes de la muerte de Plinio, en torno al año 77, y se presentó ya en la época como un estudio de carácter enciclopédico sobre los fenómenos naturales, algo a lo que aspiraba el propio autor al afirmar en su prefacio que había recogido cerca de veinte mil acontecimientos, extraídos de más de dos mil libros pertenecientes a cien autores selectos; sin embargo, la investigación ha puesto de manifiesto que el número de autores que debió consultar fue mucho mayor, para muchos cercano al medio millar entre autores en lengua griega y latina. En Plinio el Viejo se puede encontrar ya el germen del moderno investigador, muy escrupuloso con su trabajo, y que se tomó la molestia de anotar con sumo cuidado los nombres de todos los autores de los que se iba sirviendo.

Entre sus fuentes aparecen Marco Terencio Varrón, los estudios topográficos de Marco Agripa, los escritos del rey de Mauretania Juba II, los de Aristóteles, Diurides de Samos, Senocrates de Sitio, Antígono de Caristo, Eliodoro, Praxíteles de Nápoles, Apolodoro, Licinio Muciano, etc.

Plinio dividió su Historia Natural en treinta y seis libros, y, después de su muerte, su sobrino Plinio el Joven completó uno más que había quedado inconcluso, que se colocó en primer lugar y en el que incluyó la dedicatoria a Tito, el sumario de los libros y las fuentes para cada uno de ellos. La distribución de la obra es la siguiente: ya se ha visto el contenido del libro I; el libro II se dedica a la descripción del universo; los libros III a VI son un compendio de la geografía y etnografía de la cuenca mediterránea; el libro VII se dedica a la antropología; los libros VIII a XI a la zoología; los libros XII a XIX a la botánica y a la agricultura; la temática del XX al XXVII es la medicina y las plantas medicinales; del XVII al XXXII a la medicina y los animales de utilidad médica y, finalmente, del XXXIII al XXVII a la mineralogía, la metalurgia, el tratamiento de las piedras y una historia general del arte antiguo como ejemplo de la utilización de los minerales por el hombre.

En la obra de Plinio, las provincias hispanas ocupan un lugar destacado; su descripción se puede encontrar en los libros III y IV con algunas breves referencias en otros libros. La descripción apenas contiene datos históricos; se trata de una mera enumeración de ciudades que encuadra, en la medida de lo posible, en un marco geográfico. A falta de datos históricos o etnográficos, su valor más destacable es la precisión en la descripción. Su relato posee un valor incalculable a la hora de establecer las catorce divisiones administrativas de la Hispania Antigua a finales del siglo i, y el número de estas divisiones o conventus jurídicos que integraban cada una de las tres provincias hispanas; también son interesantes los datos que proporciona sobre las relaciones políticas y administrativas que cada una de las ciudades o pueblos mantenía con Roma. Indica si se trata de colonias, de municipios de Derecho latino o municipios de Derecho romano, o bien si son ciudades estipendiarias o federadas. Plinio, en sus comentarios referentes a Hispania, utiliza varias fuentes, la primera, si así se quiere considerar, es él mismo, dado que se sabe que permaneció en la Tarraconense algún tiempo como procurador y muy probablemente, llevado por su afán científico, recorrió buena parte de la Península. Pero existieron otras muchas que él mismo cita en su texto, en ocasiones de forma velada y en otras de forma explícita. Así, se sabe que utilizó el Orbis pictus de Agripa, que estaba pintado en el pórtico de Vipsania Polla en Roma, obra que probablemente fue concebida por César, comenzada por Agripa y concluida por Augusto; no se trataba de un simple dibujo, dado que las ilustraciones iban acompañadas de un texto de autor desconocido.

Otra fuente para Hispania debió de ser el Breviario de Augusto, en el que debió de encontrar cuadros sobre vías y caminos militares. A estas dos obras debieron unirse los escritos de Varrón, autor que también estuvo en Hispania y la recorrió en toda su extensión.

Pero a decir del propio Plinio, no fueron los únicos autores consultados para sus escritos sobre la Península Ibérica; otros como Pomponio Mela, Terentieno Gracilis, Tito Livio, Cornelio Nepote, Trebio Niger, Cornelio Boco, Celio Antipater, Valerio Antías, Polibio, Artemidoro, Éforo, etc., y también algunos autores púnicos, como Hannón e Imilcón, fueron fundamentales en la elaboración de su texto y en las referencias a España.

La Historia Natural de Plinio el Viejo se ha difundido con profusión y se conocen numerosos manuscritos y códices ya desde la Alta Edad Media; algunos de ellos son anteriores al siglo VIII, apareciendo las primeras ediciones impresas poco después del perfeccionamiento de la imprenta, la edición princeps en Venecia en 1469. La primera edición comentada de cierta importancia es la del jesuita francés Jean Hardouin, publicada en 1685, de la que se realizaron varias ediciones, y que fue la base de la realizada por Lemairie en París entre 1827 y 1831. En Alemania, desde mediados del siglo XIX se publicaron magníficas ediciones que buscaron el establecimiento de un texto lo más perfecto posible; a este respecto se puede citar la edición de Sillig, publicada entre 1851 y 1855 en Hamburgo, la de Jan comenzada a publicar en Leipzig en 1854 y concluida por Mayhoff en 1870, la de Detlefsen, publicada en Berlín en 1866-1873 y, finalmente, una nueva versión de Mayhoff, que revisó la realizada con anterioridad y se publicó entre 1892 y 1909, con un extraordinario aparato crítico. De las ediciones recientes cabe destacar la de Loeb Classical Library, comenzada por H. Rackham, la de la Collection des Universités de France, publicada bajo el patronato de L’Association Guillaume Bude, que comenzó a editarse bajo la dirección de A. Ernout a partir de 1950. No se puede dejar de mencionar la edición de la Tusculum-Bücherei publicada a partir de 1973 en Múnich. Finalmente entre las italianas cabe destacar la de Ediciones Einaudi de Turín.

En España también han existido ediciones y traducciones de la obra de Plinio, desde la de Francisco Hernández, realizada en el último tercio del siglo XVI y publicada recientemente por Visor Libros en 1998, o la de Gerónimo Huerta de 1624. Ya en la época actual, aunque aún no se han completado, destaca la que viene publicando la Editorial Gredos desde 1995, o la de la Editorial Cátedra del año 2002, en la que sólo se recogen los libros dedicados a los reinos animal y vegetal.

 

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Javier Cabrero Piquero