Moncada, Hugo de. Chiva (Valencia), 1476 – Capo d’Orso (Italia), 28.IV.1528. Virrey de Sicilia, capitán general de la Mar.
Era el cuarto hijo de Pedro de Moncada, señor de Aytona, y de Beatriz de Cardona, hija de Hugo de Cardona. Nació en Chiva, lugar perteneciente a su casa, en el reino de Valencia. Muy joven sus padres le enviaron, junto con sus hermanos, a servir en la Corte del rey Fernando el Católico. Con apenas diecinueve años, deseoso de destacar en la milicia, se puso al servicio de Carlos VIII, rey de Francia, y pasó con él a Italia en 1495 para luchar contra Alfonso de Nápoles.
Permaneció al servicio del rey francés mientras duró su alianza con Fernando el Católico. Durante esta etapa se formó en el ejercicio de las armas.
En Roma se entrevistó con Alejandro VI y trabó amistad con César Borgia. El Papa sintió afecto por Hugo —además eran parientes por la línea Cardona—, y le concedió un hábito de caballero de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, acontecimiento que marcó su existencia al sentir vocación hacia la lucha contra los turcos.
Sus primeras acciones militares tuvieron lugar al servicio de César Borgia, cuando éste renunció al capelo cardenalicio y fue nombrado capitán general de las fuerzas pontificias. Fue nombrado capitán por César y participó en las batallas de Camerino, Forli, Imola, Urbino, Pesaro y Faenza. Muerto el papa Alejandro VI en 1503, César pasó al servicio del rey francés Luis XII, pero Moncada decidió unirse a Gonzalo Fernández de Córdoba. Durante la guerra con España por el dominio de Nápoles, Moncada quiso estar a las órdenes directas del Gran Capitán. Destacó en la batalla de Garellano de diciembre de 1503 defendiendo la artillería frente a las tropas francesas. Hasta entonces, Hugo jamás había participado en una batalla “tan terrible y peligrosa por la furia y violencia de las pelotas que volaban”. A causa de esta victoria, se firmó el Tratado de Lyon, quedando el reino de Nápoles en manos españolas. Hugo fue ascendido a coronel, se le concedió una encomienda de San Juan de Jerusalén y fue nombrado baile de Santa Eufemia en el Abruzzo. Como caballero hospitalario estuvo luchando con los caballeros de la Orden contra los turcos y berberiscos en las costas de África.
Por el éxito alcanzado en la milicia fue nombrado primero gobernador de Calabria (1505-1509), donde se destacó en la defensa de Castelvetro contra los franceses, y luego virrey de Sicilia (1509-1516). En 1510 fue nombrado además capitán general de Sicilia e islas adyacentes para hacer frente a los turcos. Pese a que se ganó la pésima fama de ser un soldado sin “fortuna” —el mayor peligro del soldado—, el Papa le concedió el priorazgo de Medina de la Orden de San Juan y la capitanía de Melazzo.
En agosto de 1518 sus soldados se amotinaron por falta de pagas en Ibiza y sus propios hombres saquearon la isla. Luego persiguió al pirata Barbarroja en Argel y en Los Gelves —donde pactó en 1520 con el jeque para que se pusiera al servicio de Carlos V—.
Durante una escaramuza en Cerdeña fue herido de saeta en una mejilla y casi perdió el ojo, y en Los Gelves fue herido en un hombro de una lanzada. Esto le granjeó la fama de “guerrero”, a pesar de que perdió en combate dos galeras. Los sicilianos se quejaron de él por su crueldad, porque había mandado decapitar al conde de Camarotta.
Las tropas de la armada de Hugo de Moncada desembarcaron en Cartagena y asaltaron Carboneras el 14 de noviembre de 1521 para luchar contra los agermanados. Concentrados los insurrectos en la villa del Guadazaón, hicieron uso de flechas envenenadas y presentaron dura resistencia, pero fueron vencidos.
Pasó después con el Emperador a Flandes, formó parte del Consejo Secreto. Gracias a sus hazañas consiguió que la plaza de Tournai capitulase en 1522.
Junto con Lannoy y el marqués de Pescara formaron un grupo de presión para lograr la paz con Francia y conseguir el dominio en Italia. El grupo contrario estaba formado por Gattinara y Gorrevod, que fue el que ganó. En 1523 fue nombrado consejero del Consejo de Guerra, cargo en el que permaneció hasta su muerte. Fue el responsable de la armada que el Emperador formó en Murcia para enfrentarse a Francisco I.
Carlos V le envió a Génova para luchar contra los franceses. Estuvo en campaña entre 1523 y 1525. Ostentaba el mando de la escuadra española encargada de la conquista de la Provenza cuando fue derrotado y hecho prisionero en Vorágine por Andrea Doria. Su error fue desembarcar y dejar las galeras sin mando, sus contemporáneos le reprocharon que “el buen capitán nunca ha de dejar sus galeras”. Tras la batalla de Pavía en 1525 fue canjeado por Pedro Navarro con el fin de parlamentar con el Emperador las condiciones para liberar al rey francés, que había sido hecho prisionero.
Después Carlos V le envió a Italia en 1526 para romper la Liga de Cognac entre Francia, Venecia y la Santa Sede. Le concedió, en recompensa por los servicios prestados, la dignidad de Maestro Justiciero del reino de Sicilia. Cuando llegó a Italia tenía fama de cruel y su nombramiento fue mal recibido incluso por los partidarios del Emperador. Lo primero que hizo fue ponerse en contacto con Francisco Sforza para inducirle a apartarse de la Liga. Al darse cuenta de su fracaso se dirigió a Roma. Por haber querido Clemente VII coaligarse con venecianos y franceses, Moncada, junto con las tropas del cardenal Pompeyo Colonna —enemigo del Papa—, entró en Roma el 16 de junio sin resistencia. Tenía instrucciones de convencer al Papa de su error, y si no cambiaba, entonces podía aliarse con el cardenal Colonna secretamente para presionar militarmente al Pontífice.
Moncada pactó con los Colonna, aliados de Carlos V y enemigos de Clemente VII, el cual se sentía seguro tras una alianza con los potentados de Italia.
Los Colonna, estando desprevenido el Pontífice, entraron en Roma y le obligaron a firmar una tregua con Moncada de cuatro meses. El Papa rompió la tregua y planeó matar a sus enemigos Colonna. Hugo entró en Roma por el centro de la población a bandera desplegada, atravesó el Tíber y se apoderó del Vaticano, y no logró impedir que sus soldados saquearan San Pedro.
El Papa pudo huir al castillo de Sant’Angelo.
Hugo pasó luego junto al virrey de Nápoles, Charles de Lannoy. Mientras, las tropas imperiales, al mando del condestable de Borbón, saqueaban la Ciudad Eterna. Dado que Lannoy murió a consecuencia de la peste que había contraído en Roma, Moncada, como lugarteniente general del reino, se puso al frente de las fuerzas napolitanas. Se enfrentó a los franceses que estaban bajo el mando del general Leutrec, el cual deseaba tomar Génova y Asti. La política internacional del Emperador se complicó tras la declaración formal de guerra de Francia e Inglaterra por el Saco de Roma, y por la prisión del Papa y la retención de los hijos del rey de Francia. Moncada fue cercado en Nápoles por Leutrec. Armó ocho galeras para hacer frente al bloqueo de Filipino Doria, sobrino de Andrea Doria. Según el cronista Santa Cruz, se quería distinguir con éxito militar rotundo con el fin de ganarse gloria, todo por la rivalidad que tenía con el príncipe de Orange.
Peleando el 28 de abril de 1528 entre Salerno y la costa de Amalfi, en el Capo d’Orso, una bala de la artillería enemiga le dejó gravemente herido. Fue introducido con cientos de heridos en el escandalar, que hacía las veces de enfermería, pero allí fue asfixiado por el hacinamiento. Se perdió la batalla tras combate de cuatro horas. El marqués del Vasto y Ascanio Colonna fueron hechos prisioneros. Según el cronista Francisco López de Gómara, “fue la más reñida, sangrienta y señalada batalla que se había dado por mar en el tiempo de nuestra historia”. Murieron setecientos españoles. El cronista Sepúlveda comenta que con su muerte “desaparecieron grandes y peligrosas disputas y discordias”.
Al terminar el combate, tomó el mando de las fuerzas el príncipe de Orange. Tras nuevas negociaciones con Carlos V, Andrea Doria pasó al bando del Emperador, lo cual significó un importante cambio de fuerzas, pues el 26 de agosto de 1528 fue nombrado capitán general de la armada imperial.
Su cuerpo fue conducido primero a la iglesia de San Andrés en la isla de Malfa (provincia de Mesina), y luego a Valencia, y sepultado con una honrosa inscripción en la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, fundación de su tío Guillén Ramón de Moncada, canciller del reino de Valencia y obispo de Tarazona. Dejó por heredero a su hermano Guillén de Moncada. Tuvo un hijo ilegítimo que se llamó también Guillén.
En vida fue criticado por los castellanos y alabado por los aragoneses. El juicio de Paolo Jovio es muy negativo, piensa que su muerte fue castigo de la providencia por su mal comportamiento con el Papa durante el Saco de Roma. López de Gómara señala que era bullicioso, guerrero y mañoso, como discípulo de César Borgia, y resume su vida en frase definitiva: “Fue desdichado en armas, que siempre perdía”. Otro historiador contemporáneo Gonzalo de Baeza, insiste en que le persiguió la mala suerte. Según el historiador valenciano del siglo xvi Despuig, fue un gran militar y pone en boca de Carlos V las siguientes palabras: “Fue en prudencia, saber y esfuerzo muy singular capitán y valeroso cuanto a los de su tiempo”.
De Hugo de Moncada, según el doctor Matamoros, se conservaba un poema histórico lemosino-valenciano en octavas, que empieza de la siguiente manera: “Ab llaugeresa no pesaba é sompa / Hix de Valencia resonant la Fama / unflant les galtes de robins la trompa / que el só inmortal del mon suspens inflama”.
Bibl.: P. Jovio, Elogios o vidas breves de los caballeros antiguos y modernos ilustres en valor de la guerra [...], Granada, Hugo de Mena, 1568; A. de Santa Cruz, Crónica del emperador Carlos V, Valladolid, 1604, cap. LI (Madrid 1920-1925); J. Raneo, “Libro donde se trata de los virreyes lugartenientes del reino de Nápoles y de las cosas tocantes a su grandeza (1634), ilustrado con notas por don E. Fernández de Navarrete”, en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, XXIII, Madrid, 1853; G. de Baeza, “Vida del famoso caballero don Hugo de Moncada” y “Correspondencia de don Hugo de Moncada y otros personajes con el rey Católicos y el Emperador Carlos V”, en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, XXIV, Madrid, 1854; “Correspondencia de don Hugo de Moncada y otros personajes con el rey Católico y el Emperador Carlos V”, en Colección de Documentos Inéditos, vol. XXIV, Madrid, Imprenta de la viuda de Calero, 1854; J. M. Puig Torralva y F. Martí Grajales, Estudio Histórico-Crítico de los Poetas Valencianos de los s. xvi, xvii y xviii, 1883; F. Barado Font, Museo Militar: historia del ejército español, vol. I, Barcelona, 1884, pág. 560; G. Lenzano Montero, Don Hugo de Moncada: ensayo de una reconstrucción biográfica, Madrid, 1914; “Relación de la derrota y muerte de don Hugo de Moncada”, en Memorias de la Real Academia de la Historia, 11 (1914), págs. 451-461; C. Despuig, Los col·loquis de la insigne ciutat de Tortosa, ed. por E. Duran, s. l., 1981; S. Fernández Conti, “Hugo de Moncada”, en J. Martínez Millán (dir.), La Corte de Carlos V. Los Consejos y los Consejeros de Carlos V, vol. III, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Carlos V y Felipe II, 2000, págs. 285-286; F. López de Gómara, Guerras de mar del Emperador Carlos V, ed. y est. de M. A. de Bunes Ibarra y N. E. Jiménez, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y de Carlos V, 2000; C. J. Hernando Sánchez, El reino de Nápoles en el Imperio de Carlos V, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000; E. García Hernán (ed.), Monumenta Borgia VI, Roma-Valencia, IHSI-Generalitat Valenciana, 2002; C. Miralles de Imperial y Gómez, Don Hugo de Moncada, Virrey de Sicilia y Capitán General de la Mar, Madrid, s. f.
Enrique García Hernán