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Francisca Marqués López

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Biografía

Marqués López, Francisca. Raquel Meller. Tarazona (Zaragoza), 9.III.1888 – Barcelona, 26.VII.1962. Artista del cuplé y del cine internacional.

Hija de una modesta familia que hubo de emigrar a Barcelona, donde trabajó como modistilla en un taller de la calle Tapinería, hasta que en 1906 se encuentran ya noticias de actuaciones en diversos teatros de segunda fila con el nombre de La Bella Raquel, que pronto convirtió en Raquel Meller. Frecuentemente, actuó acompañada de su hermana menor, que se hizo llamar Tina Meller, y casi siempre en espectáculos de carácter picaresco. Su belleza, sus cualidades de actriz y su afinada forma de cantar le fueron abriendo camino y, en septiembre de 1911, ya era la estrella del barcelonés teatro Arnau. Muy pronto se convirtió en la principal figura del espectáculo en España y referencia constante en la prensa y en la vida cotidiana. El triunfante cuplé se pudo identificar con su nombre. Sus primeros discos datan de 1912, llegando a grabar más de cuatrocientos, entre los que El relicario y La violetera se hicieron universales.

En 1919 contrajo matrimonio, que sólo duró tres años, con el escritor Enrique Gómez Carrillo. Fue el año de su debut cinematográfico (Los arlequines de seda y oro) y de su primera salida al extranjero para actuar en el Olympia parisino, así como en Londres, Buenos Aires y otros lugares de América, que la consagraron como una de las grandes artistas de su tiempo.

Éxitos que propiciaron también su debut en el cine internacional. Durante la década de 1920 fue la única española con una importante presencia en la pantalla mundial, rodando películas de directores consagrados y de gran presupuesto: Rosa de Flandes (1922), Violetas imperiales (1923), que repitió en 1932 en su versión sonora, La tierra prometida (1924), Ronda de noche (1925), Nocturno (1926), Carmen (1926) y La venenosa (1928). Entre finales de 1926 y principios de 1927 rodó para la Fox cuatro cortometrajes, escenificando canciones, que constituyeron pruebas pioneras del cine sonoro. Por su parte, Charles Chaplin quiso que interpretara a Josefina de Behaurnais en la película sobre Napoleón que pensaba filmar, lo que ella no pudo aceptar por los contratos que tenía apalabrados.

La actuación de Raquel Meller en el Empire neoyorquino en 1926 marcó la cima de su carrera. Actuó en solitario, percibiendo 1.100 dólares por función, superando en éxito a cualquier otro artista.

En su despedida, el telón se levantó veintitrés veces y hubo que apagar las luces para que el público abandonara el recinto. La gira de este a oeste del país tuvo los mismos perfiles aunque se suspendió por discusiones con su empresario. Durante estos años, Raquel vivió en Francia en los hoteles más suntuosos, adquirió un palacio en Versalles, una quinta en Villafranche-sur-Mer, un chalet en la madrileña Ciudad Lineal y alquiló un palacio en Saint Cloud. Eran residencias decoradas con los más costosos objetos, algunos procedentes de casas reales, como una sillería del Primer Imperio y numerosas obras de arte: Rodin, Carrière, Renoir, Toulouse-Lautrec, Matisse, además de Picasso, Sorolla y otros pintores españoles. Tenía un piano de laca color crema, que había sido de Mozart. Su popularidad, en una época tan profusa en estrellas, no tuvo nada que envidiar a la de Sarah Bernhardt, la Mistinguette, la Duse, Isadora Duncan o Josephine Baker. Sin lugar a dudas, ningún cantante popular español del siglo XX llegó a su fama internacional.

El público se agolpaba para verla. En Francia y en Estados Unidos llegó a tener trayectos ferroviarios libres, cuando viajaba con su tren particular en el que figuraban tres cocineros. En España, ya en los primeros años de su éxito, llegaron a aparecer corbatas, perfumes, trajes, abanicos, medias, sombreros, productos de belleza y otros adminículos, como papel de fumar, con el nombre de Meller.

Como dijo Ángel Zúñiga: “Gustaba a todos; a las mujeres, a los hombres, a grandes y a chicos; a las clases más encopetadas y a las clases populares sin perder su enorme distinción”. La lista de elogios de unos y otros sería interminable.

Su éxito se basó en sus grandes condiciones de actriz.

Su voz, pequeña pero más educada que la de la inmensa mayoría de sus competidoras, le hubiera bastado para ser de las mejores, pero no para explicar su descomunal éxito. Raquel Meller poseía una sensibilidad especial que convertía cada creación en irrepetible.

La escenografía, el vestuario, la gesticulación, el modo de decir, fascinaban a todo tipo de público.

Lamentablemente, su única película sonora, que permite apreciar algo de este arte, es ya del tiempo en que se inicia su decadencia.

Raquel Meller tuvo también el típico carácter de una diva. Caprichosa, susceptible, hipersensible, neurótica, orgullosa, su vida estuvo jalonada de conflictos y polémicas con empresarios, artistas, directores de cine, colegas, periodistas y personas cercanas, que dieron siempre que hablar a la prensa.

La década de 1930 encontró a Raquel en pleno éxito parisino. Aunque las modas fueran por otro lado, su prestigio sobrevivió hasta la Guerra Civil, que la halló en su casa de Villefranche. En 1937 todavía era la estrella del Casino de París, pero en su viaje a Buenos Aires, a fin de año, ya no fue recibida como la primera vez. A su vuelta a España todavía formó con éxito espectáculos propios durante algunos años. Después, iba a ser la figura invitada de las más famosas y suntuosas revistas de la década de 1940: la Compañía Vienesa de Revistas de los austríacos Artur Kaps y Franz Joham. Pero ya era un protagonismo nostálgico y sentimental. Por otra parte, la Guerra Mundial le perjudicó sensiblemente al ser embargadas sus propiedades francesas por deudas con el fisco. Su matrimonio en 1940 con Edmond Sayac, hombre de negocios muy vinculado al mundo del espectáculo, fue una alianza de interés que no prosperó, aunque adoptaron un hijo, Jordi Enric, que se unió a Elena, adoptada en Argentina durante su primera unión, hijos que murieron trágicamente poco después que la artista.

A partir de 1950, la figura de Raquel fue ya sólo pasto de reporteros sensacionalistas, y sus reapariciones, hasta 1958, fueron episódicas, aunque continuó ostentando su desmedido orgullo. Pese a que buena parte de su fortuna se había disipado, conservaba joyas, obras de arte y propiedades suficientes para vivir, pero vestía modestamente, tenía costumbres de maniática y es posible que presentara algún tipo de deterioro psíquico. En 1962, tras una caída y con una dolencia cardíaca, fue ingresada en el hospital de la Cruz Roja, donde murió. Su entierro y la posterior inauguración de su monumento en el Paralelo barcelonés fueron multitudinarios.

 

Obras de ~: Discografía: (llevó al disco alrededor de cuatrocientas composiciones): La modistilla, Odeón A135315, 1912; Ven y ven, Odeón A135318, 1912; Mala entraña, Odeón A138447, 1917: Flor de té, Odeón A138439, 1917; El relicario, Odeón, A138716, 1918; La violetera, Odeón, 100393, 1921; Flor del mal, Odeón A139608, 1922; Mariana, Odeón A139621, 1922; La tarde del Corpus, Odeón 102054, 1925; Nena, Odeón 200054b, 1928; Rafaeliyo, Odeón 203146b, 1929; La taquimeca, Odeón 184538b, 1935.

Filmografía: actriz en R. de Baños (dir.), Los arlequines de seda y oro (La gitana blanca), 1919; H. Rousell (dir.), Les oprimés (Rosa de Flandes), 1922; Violettes imperiales, 1923; La terre promise (La tierra prometida), 1924; M. Silver (dir.), La ronde de nuit (Ronda de noche), 1925; Nocturne, 1926; J. Feyder (dir.), Carmen, 1926; T. W. Case (dir.), Flor del mal-La mujer del torero-Tarde del Corpus-El noi de la mare (cortos), 1927; R. Lion (dir.), La venenosa (1928); H. Roussell (dir.), Violettes imperiales, 1933.

 

Bibl.: J. M. Castellví y J. M. Varó, Raquel Meller. La mujer y la artista. La tonadilla y el cuplé, Barcelona, Imprenta Hijos de Domingo Casanovas, 1914; D. López Moya, Raquel Meller. Libro de intimidades, Madrid, Tipografía Yagües, c. 1918; E. Gómez Carrillo, Raquel Meller, Madrid, Sociedad General Española de Librería, 1919; A. Amado, Raquel Meller, su vida, su arte y sus canciones, Madrid, Nuestras Artistas, 1921; H. Magy, La vie et l’art de Raquel Meller, Paris, Studio Technique d’Éditions, 1931; A. Zúñiga, Una historia del cuplé, Barcelona, Barna, 1954; R. Pujol, Raquel Meller. Vida y arte, Barcelona, Janés, 1956; M. Gómez Santos, Raquel Meller, Madrid, Cliper, 1958; J. M. Lladó, Raquel Meller, Barcelona., Alcides, 1963; J. Barreiro, Raquel Meller, Barcelona, Nou Art Thor, 1988; A. Sáiz Valdivielso, Me llamaron Raquel, Bilbao, Laida, 1988; J. Barreiro, Raquel Meller y su tiempo, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 1992; O. M.ª Ramos, De Madrid... al cuplé. Una crónica cantada, Madrid, La Librería, 2001; D. Calvo Romero, Raquel Meller. Una mujer, una artista, Zaragoza, Diputación-Ayuntamiento de Tarazona, 2004; J. Barriero, Voces de Aragón, Zaragoza, Ibercaja, 2004.

 

Javier Barreiro

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