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Luisa Enríquez Manrique de Lara

Biografía

Enríquez Manrique de Lara, Luisa. Condesa de Paredes de Nava (IX). Nápoles (Italia), 25.IX.1603 – Malagón (Ciudad Real), 18.X.1660. Dama de la reina, humanista, priora, religiosa carmelita descalza (OCD).

Hija de Luis Enríquez, maestre del campo de infantería española en Nápoles, gobernador y capitán general de Galicia, consejero de Guerra y mayordomo mayor de las reinas Margarita de Austria e Isabel de Borbón. Su madre fue Catalina Luján. Luisa fue la menor de cuatro hermanos. La hermana mayor, cuyo nombre se desconoce, entró como religiosa en el monasterio de Santa Catalina de Valladolid a la edad de quince años; su hermano Diego fue caballero de la Orden de Santiago, y su hermano Fadrique consejero de Indias y de la Junta de Guerra. Luisa nació en Nápoles el 25 de septiembre de 1603. Por aquel entonces sus padres habitaban en aquella ciudad, ya que el padre, Luis Enríquez, estaba cumpliendo con sus servicios a la Corona como maestre del campo de infantería. Allí habían nacido anteriormente sus tres hermanos mayores. El matrimonio y sus cuatro hijos regresaron a la Península en 1607, año en que Luis fue nombrado gobernador y capitán general de Galicia. En aquel lugar permanecieron hasta su vuelta a la Corte, que en 1616 se ubicaba temporalmente en Valladolid. Poco después la familia Enríquez-Luján se trasladó a Madrid siguiendo al Rey y su séquito en calidad de nobles cortesanos. En Madrid, su padre comenzó a ejercer como consejero de Guerra y mayordomo mayor de la reina Isabel de Borbón. Estos honorables puestos facilitaron la entrada de Luisa en el servicio doméstico de palacio, pues al poco tiempo de su llegada a Madrid fue nombrada dama de la reina consorte Isabel, con la que apenas se llevaba un año.

Luisa Enríquez demostró tener un carácter alegre y abierto. Según las crónicas, era muy hermosa, disfrutaba del teatro y las comedias representadas en palacio, y gustaba de las fiestas y los galanteos. La condesa de Paredes de Nava pronto entabló amistad con la reina Isabel. Las mercedes y favores que la Soberana concedió a su dama durante su estancia en el Alcázar demuestran la confianza y compenetración que existía entre ambas mujeres.

Luisa Enríquez contrajo matrimonio relativamente tarde. Con veintisiete años se casó con su primo Manuel Manrique de Lara, conde de Paredes de Nava. De esta unión, que duró seis años por el fallecimiento del marido, nacieron cuatro hijos de los cuales sólo sobrevivieron dos hijas, la segunda y la cuarta: Inés e Isabel, que con el tiempo contraerían ventajosos matrimonios. Inés con Vicente Gonzaga e Isabel con el marqués de Olías y Mortara. Manuel, esposo de Luisa, murió tras salir enfermo de un encarcelamiento de nueve días provocado por haber desafiado a un caballero de la Corte con el que se había batido en duelo delante del Alcázar y sin permiso del Rey. La condesa de Paredes, viuda con treinta y tres años, regresó a la Corte a instancias de la reina Isabel, que insistió para que se reintegrara en su servicio.

Luisa Enríquez trató de llevar desde entonces una vida ejemplar y piadosa. Renovó su voto de castidad de año en año, comenzó a leer lecturas espirituales, practicó el ayuno y prescindió de los lujos y comodidades que le ofrecía la vida en palacio. Junto a la reina Isabel leía libros de devoción y compartía pláticas y confidencias que le valdrían posteriormente una buena amistad con Felipe IV. Luisa Enríquez actuó como transmisora de las órdenes de la Reina a sus ministros durante la estancia de Felipe IV en Cataluña, durante la cual Isabel de Borbón ejerció de regente de la monarquía. Según afirman fuentes documentales, Luisa Enríquez fue “secreta valida” de la reina Isabel, con la que compartió conversaciones políticas además de los acostumbrados rezos y lecturas espirituales que tanto alaba su hagiógrafo. El manuscrito que asegura la complicidad existente entre la Reina y Luisa cita lo siguiente: “Desahogándose [la Reina] muchas veces con la Condesa de Paredes, su secreta valida, quando por accidente la concedía la Condesa retirarse a solas con ella”. Isabel de Borbón falleció en 1644; la condesa asistió a su señora a lo largo de toda su enfermedad y estuvo presente en el momento de su muerte, sosteniéndole el crucifijo con el que morían las reinas de la Monarquía hispánica. Un testimonio de la amistad que había unido a ambas mujeres es el siguiente párrafo que escribió el Rey de mano propia a la condesa tras el deceso de su esposa: “He querido descansar con vos, porque sé la merced y confianza que hacía la Reyna de vuestra persona y el amor que vos la teníais, y por esta razón me [h]a parecido preguntaros si acaso os dejó algo que desease se ejecutase de servicio o gusto suyo, o de obligación y descargo de su alma”. Efectivamente, la Reina había dejado constancia de su amor por Luisa y, según sus disposiciones testamentarias, Luisa Enríquez fue nombrada aya de la infanta María Teresa, puesto que compartió intermitentemente con Inés de Zúñiga, condesa de Olivares, que desde la caída en desgracia de su marido, el afamado valido condeduque de Olivares, acudía a palacio sólo cuando el destierro de éste se lo permitía, sustituyéndola en sus ausencias Luisa. Inés falleció en 1647, fecha en la que la condesa de Paredes ejerció como aya de la infanta en exclusiva. Un año después, en 1648, Luisa decidió dejar su puesto en la Corte e ingresar en un monasterio.

Desde la muerte de su esposo y aún antes de contraer matrimonio, Luisa Enríquez había expresado su deseo de entrar en religión. Su admiración por Santa Teresa le inclinó a elegir un monasterio de su fundación como residencia: el convento carmelita de Malagón, en Ciudad Real. Allí cambió su nombre por el de Luisa Magdalena de Jesús. A los tres años de su estancia en el monasterio fue elegida madre superiora y después priora, honor que ostentó hasta su muerte en 1660.

Durante su vida de clausura mantuvo una interesante correspondencia privada con Felipe IV, de la que hoy sólo se conservan las repuestas del Rey (excepto una carta de Luisa) en el Archivo General de Andalucía. De estas cartas se deduce la gran confianza que tenía Felipe IV en la religiosa. Ambos trataron temas como la política exterior, la llegada de la nueva reina consorte Mariana de Austria, los primeros años de ésta en la Corte, su primer embarazo y el nacimiento de la infanta Margarita. El Rey también desgrana en sus cartas el amor por el teatro que ambos compartían, pues a Luisa le encantaban las representaciones teatrales y al parecer, había disfrutado mucho con las actuaciones de Juan Rana, tal y como escribe el Rey en una de sus cartas, recordando las risas de Luisa ante las apariciones del cómico en los años que ella estuvo en palacio: “yo [Felipe IV] os hecho mucho de menos para los autos, que me dicen que vuestro amigo Juan Rana hace famoso papel y se me acuerda de lo que os hacía reír”.

Sin duda su carácter alegre no fue incompatible con la exaltada devoción religiosa que rigurosamente practicó. En el convento de Malagón, Luisa Enríquez escribió diversos poemas recopilados por su biógrafohagiógrafo fray Agustín de Jesús María. Además, como otras religiosas de su tiempo, se dedicó a la escritura piadosa publicando una obra bajo el anonimato para evitar suscitar sospecha en los tribunales de la Inquisición.

Su hagiógrafo presenta una imagen ejemplar de su deceso: un paradigma de la “buena muerte”, envuelta en barroquismos, rezos y devociones. Enferma, habría dictado su última carta para el Rey rodeada de sus religiosas, confesándose y pronunciando sin fuerzas sus últimas palabras que, según la crónica de tinte hagiográfico habrían sido “Jesús, Jesús”. Luisa falleció el 18 de octubre de 1660 y a su muerte se asociaron hechos milagrosos propios de la efusividad barroca de la época, que atribuía visos de santidad a religiosas ilustres de vida espiritual considerada ejemplar. Vespasiano Gonzaga, su yerno que tantas mercedes había recibido del Rey a través de la mediación de Luisa, estaba convencido de su santidad.

Obras de ~: Año Santo. Meditaciones para todos los días, en la mañana, tarde y noche. Sobre los misterios de la vida y pasión de Christo Nuestro Redemptor y sobre otros que celebra nuestra Santa Madre la Iglesia. Colegidos de los Libros de los Santos Doctores y Maestros de Espíritu que escribieron en esta materia. Con explicación mística, literal y moral de los Evangelios. Dedicado a la Imagen de la Santísima Reyna de los Ángeles, Advocación del Amparo que está en el colegio de los ingleses de esta Corte, Madrid, Domingo García Morrás, 1658.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Andalucía (Sevilla), leg. 4834, n.º 11, Epistolario de Felipe IV con Luisa Enríquez Manrique de Lara, Condesa de Paredes (1644-1651); Biblioteca Nacional de España, mss. 11052, Historia de la caída del Conde Duque de Olivares, acaecida el 17 de enero de 1643, por Eugenio de Carreño, Madrid, 15 de febrero de 1643 (h.1-68v.); sign. 6 i 2013; mss. 3/78347.

A. de Jesús María, Vida y muerte de la Venerable Madre Luisa Magdalena de Jesús religiosa carmelita descalza en el convento de San José de Malagón, y en el siglo doña Luisa Manrique de Lara, excelentísima condesa de Paredes de Nava, Madrid, Antonio Reyes, 1705; A. Palau Dulcet, Manual de Libreto Hispanoamericano. Bibliografía General Española e Hispanoamericana, t. VII, Barcelona, Librería Palau, 1954; J. Pérez Villanueva, Felipe IV y Luisa Enríquez, condesa de Paredes de Nava: Un epistolario inédito, Salamanca, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1986; A. Domínguez Ortiz, Historia de la caída del Conde-Duque de Olivares: un manuscrito del siglo xvii, Málaga, Algazara, 1992, pág. 84; M. L obato, “Un actor en palacio: Felipe IV escribe sobre Juan Rama”, en Cuadernos de Historia Moderna, 23 (1999), págs. 79-111; P. L osa Serrano y R. Cózar Gutiérrez, “Confidencias de una reina: Isabel de Borbón y la condesa de Paredes”, en La reina Isabel y las reinas de España: realidad, modelos e imagen historiográfica, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna, 2005, págs. 523- 536; P. Vilela Gállego, Felipe IV y la Condesa de Paredes. Una colección epistolar del Rey en el Archivo General de Andalucía, Sevilla, Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 2005; R. Pilo Gallisai, Juan Everardo Nithard y sus Causas no causas, Madrid, Sílez Ediciones, 2010.

 

Laura Oliván Santaliestra