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Amalio Gimeno y Cabañas

Biografía

Gimeno Cabañas, Amalio. Conde de Gimeno (I). Cartagena, 31.V.1852 – Madrid, 9.IX.1936. Importante protagonista de la medicina y de la política española durante la Restauración.

Desde los primeros años de su infancia, la familia de Amalio Gimeno se trasladó a Valencia, donde transcurrió una gran parte de su vida y a la que estuvo vinculado de forma permanente académica, vital y políticamente. Allí cursó los estudios de primaria y secundaria e inició la carrera de Medicina, que concluyó en la Universidad Central de Madrid en 1872. Se doctoró en 1874 y un año después obtuvo la cátedra de Patología General de la Universidad de Santiago de Compostela, al tiempo que ingresaba por oposición en el Cuerpo de Médicos directores de baños y aguas minerales. Declinó este último cargo e inició entonces una brillante carrera académica siempre acompañada de una fuerte presencia pública, en actividades sociales y políticas. Amalio Gimeno estuvo vinculado a los movimientos de regeneración social y de modernización científica. Desde sus orígenes estuvo en contacto con Pedro González de Velasco en el proyecto de fundación del Museo Antropológico de Madrid (1875), de cuya Escuela Libre de Medicina y Cirugía llegó a formar parte del cuadro de profesores, como titular de la cátedra de Fisiología. Fue un experimento docente que aspiraba a transformar radicalmente la enseñanza de la medicina desde la metodología experimental. No obstante, su vinculación real con el proyecto de González de Velasco fue escasa y en 1876 se trasladó desde Santiago de Compostela hasta Valladolid, en cuya universidad siguió ejerciendo la docencia de la patología general. Por esos años, publicó unas Lecciones de patología general (1876), que incluían el contenido de sus enseñanzas. El texto demuestra una clara filiación por la llamada mentalidad fisiopatológica que, en la medicina de la época, aspiraba a la objetivación del síntoma de la enfermedad desde los planteamientos y métodos de la nueva medicina de laboratorio. La mentalidad fisiopatológica supuso, desde las décadas centrales del siglo xix, un paso importante para la superación de la concepción localista y estática que, desde el concepto de lesión, aportaba la medicina anatomoclínica, desarrollada en toda Europa durante la primera mitad del siglo xix.

En 1877, Amalio Gimeno se trasladó a la Universidad de Valencia, donde ejerció la titularidad de la cátedra de Terapéutica, materia médica y arte de recetar hasta 1888. Fue una etapa de su vida en la que desarrolló una gran actividad profesional. Probablemente la más prolífica desde el punto de vista clínico y científico, antes de volcar todas sus energías en el dominio de la política. Desarrolló entonces una amplia producción científica y obtuvo un gran prestigio profesional que le catapultaron a las más altas esferas de la medicina clínica española de finales del siglo xix. Al poco tiempo de su llegada a Valencia, en 1877, Gimeno publicó un Tratado elemental de terapéutica, materia médica y arte de recetar, que contenía las enseñanzas impartidas en su cátedra. Como era habitual, el manual servía de libro de texto a los estudiantes y desvelaba su ideología científica, siempre favorable al desarrollo de la farmacología experimental. Amalio Gimeno hacía gala de una perspectiva empírico-racional del quehacer terapéutico, según la cual el médico sólo debe confiar en la observación, la comprobación y la experiencia. A pesar de sus nuevas competencias académicas en el ámbito de la terapéutica, Gimeno seguía interesado en la doctrina general de las enfermedades, y aun en 1886, sus anteriores Lecciones se transformaron en un Tratado de patología general, que incluía importantes reflexiones metodológicas en torno a la corriente experimentalista que tanto ímpetu estaba adquiriendo en medicina. Como tantos otros médicos de su tiempo, Gimeno era un firme defensor y un admirador de los planteamientos teóricos y de la metodología analítica de Claude Bernard.

Su obra científica se desarrolló en una triple dimensión, relacionada directamente con su evolución académica, y tuvo como referentes los campos de la patología general, la terapéutica y la higiene. En esos tres dominios aportó publicaciones de relieve y adoptó posiciones de modernidad y progreso, que se tradujeron en la orientación de sus enseñanzas y también en las reformas que propició desde los puestos de responsabilidad política y de gobierno que desarrolló años más tarde. Desde los comienzos de la disputa generada por la nueva bacteriología, Amalio Gimeno abrazó con entusiasmo los planteamientos del nuevo higienismo emanado del paradigma microbiológico. Durante sus años de cátedra en Valencia fue comisionado por el Ministerio de Fomento para elaborar un informe que orientase sobre las medidas más eficaces frente a la epidemia de cólera que amenazaba Valencia y sus comarcas en 1885. Curiosamente, frente a las críticas de otros relevantes científicos más cautelosos, como es el caso de Santiago Ramón Cajal, a la sazón en Valencia, Gimeno defendió la vacunación masiva de la población que planteaba el controvertido Jaime Ferrán. La vacunación anticolérica de Ferrán desencadenó una áspera polémica, tanto en el Instituto Médico Valenciano como en el Ateneo de Madrid, que evidenció la división de la cúpula científica del país frente a las grandes dudas que planteaba la eficacia terapéutica del procedimiento.

Durante la segunda mitad de la década de 1880, inició una imparable carrera política que le llevó a comprometerse con las políticas liberales de regeneración y modernización social. En 1886 fue elegido diputado por Alcira (Valencia) y dos años más tarde, en 1888, se trasladó a Madrid, donde inicialmente ocupó la cátedra de Higiene y desde 1890, la de Patología General, tras la muerte de José Letamendi. En aquella época, Amalio Gimeno disfrutaba ya de una gran reputación y pronto se convirtió en protagonista de primera fila de la vida intelectual, social y política de la capital. Fue también presidente de la Junta Técnica del Instituto de Bacteriología e Higiene (1891) de la provincia de Madrid e inspector general en la frontera francesa para tomar las medidas necesarias para impedir la propagación de las sucesivas oleadas de cólera que amenazaban periódicamente el territorio español. También se responsabilizó del control sanitario de la frontera portuguesa durante la epidemia de peste bubónica que asoló la ciudad de Oporto.

Amalio Gimeno fue uno de los más activos representantes del regeneracionismo médico y sanitario de la Restauración. Desde las filas liberales inició una brillante carrera política desde los últimos años del siglo xix, que tuvo una gran proyección nacional e internacional. Baste señalar que fue senador por la Universidad de Valencia en nueve legislaturas sucesivas, entre 1891 y 1908. En esa última fecha adquirió la condición de senador vitalicio. Fue además consejero de la Corona y desde los primeros años del siglo xx estuvo presente en casi todos los gobiernos. El general López Domínguez le confió el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1906. Desempeñó ese cargo también con el marqués de la Vega de Armijo (1906-1907) en el siguiente gobierno y en el de Canalejas en 1911. Durante su larga etapa como responsable de la cartera de instrucción pública llevó a cabo reformas y proyectos trascendentales para el cambio del sistema educativo español. Sentó las bases de la Escuela Superior de Magisterio y desarrolló algunos proyectos tan emblemáticos para el liberalismo español como la creación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. También desarrolló la idea de una enseñanza para adultos, puso en marcha una ley de excavaciones y antigüedades, que pretendía preservar el patrimonio histórico y arqueológico tan maltratado, y fundó la inspección médico-escolar para velar por la higiene y la salud de los escolares, además de la mutualidad escolar. De este modo, otorgó un gran impulso a la enseñanza como vehículo de transformación social y de modernización de España. En 1913, Amalio Gimeno ocupó el Ministerio de la Marina en el gobierno del conde de Romanones. Más tarde fue también ministro de Estado en 1916, teniendo que afrontar la dura crisis internacional provocada por la Primera Guerra Mundial. Volvió a ser ministro de la Marina en el gobierno de concentración presidido por García Prieto, entre 1917 y 1918. En esa etapa desarrolló una importante labor diplomática internacional de carácter humanitario en relación con los damnificados por la guerra y también inició estrategias políticas que intentaban conseguir el beneficio del tráfico marítimo para los barcos españoles. Fue también ministro de la Gobernación en el gobierno de Romanones, entre 1918 y 1919, y ministro de Fomento en el gobierno de Allendesalazar (1919-1920). En 1918 desempeñó también de modo interino la presidencia del Consejo de Ministros, haciendo gala de una ductilidad política inigualable. Durante su etapa como ministro de la Gobernación desarrolló una importante labor social y laboral que se plasmó, entre otros logros, en la publicación de normas legales que regulaban la duración de la jornada laboral y establecían ésta en ocho horas en toda España. Tomó medidas como la supresión del trabajo nocturno de los panaderos, e impulsó importantes desarrollos legislativos en el terreno de la higiene y la sanidad, que le eran muy próximos. De hecho, fue ésa la etapa en que la sociedad española implantó un sistema de salud pública periférico basado en instituciones de carácter municipal, que fue alabado en muchos países europeos. Como ministro tuvo un talante negociador, que supo mantener con las organizaciones sociales para llegar a acuerdos sobre la regulación de las jubilaciones y las condiciones del retiro de los obreros.

El claustro de la Universidad Central le brindó un homenaje a raíz de su forzosa jubilación en 1920, cuando contaba sesenta y ocho años de edad. El Monarca le concedió el título de conde, para distinguir su trayectoria académica y su labor política.

A comienzos de los años 1920, entre 1921 y 1922, fue nombrado primer representante del Gobierno español ante la Sociedad de Naciones, con sede en Ginebra. Su mandato se caracterizó por una fuerte presencia internacional española. No es ajeno a su labor que España ostentara la vicepresidencia de la Asamblea General y que fuera admitida como miembro del Consejo Permanente de la Sociedad de Naciones. Toda esta brillante e intensa carrera política, académica y social cesó bruscamente al iniciarse la dictadura de Primo de Rivera, en que se retiró de la vida pública hasta su muerte en 1936. Amalio Gimeno fue uno de los más distinguidos representantes de la elite científica, intelectual y política del liberalismo español decimonónico, que tanto peso tuvo en la España de la Restauración. Fue miembro de la Real Academia de Medicina, en la que ingresó el 3 de julio de 1910 con un discurso sobre La lucha contra la vejez. Retirado ya de sus compromisos públicos fue elegido presidente de esta Real Academia el 23 de diciembre de 1932, cargo que ocupó hasta su muerte. Fue también académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y de la Real Academia Española. En todas ellas tuvo una presencia activa y pronunció discursos sobre las más diversas cuestiones de actualidad.

Amalio Gimeno tenía una merecida fama de gran orador y participó activamente en polémicas científicas como la que enfrentó a los defensores y detractores de las propuestas serológicas de Jaime Ferrán en el Ateneo de Madrid a raíz de la epidemia de cólera de 1885 y su experiencia de vacunación en comarcas valencianas en 1885. Los discursos que pronunció en academias, ateneos y otros foros de debate social y científico abarcaron cuestiones tan diversas como La Universalidad del conocimiento médico (Valencia, 1886), El dolor (Valencia, 1886), sesiones de homenaje, como el dedicado al erudito valenciano Pérez Pujol (1994), la conferencia de clausura del Congreso Médico-Farmacéutico Valenciano (1894), La Universidad española (Barcelona, 1902), La lucha contra la vejez (Madrid, 1910) o el dedicado a Imperfecciones y defectos del organismo humano (Madrid, 1922) pronunciado en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En su recepción como académico de la Academia de Bellas Artes de San Fernando (1916) su discurso de ingreso estuvo dedicado a El hallazgo y el descubrimiento arqueológico en la historia del arte. Fue un escritor muy prolijo y publicó también algunos trabajos literarios de divulgación científica como la ficción titulada Un habitante de la sangre (Valencia, 1881).

 

Obras de ~: La estética en las ciencias médicas, Madrid, 1873; Procedimientos de exploración para el diagnóstico, Madrid, Memoria de doctorado, 1874; Fundamentos para la clasificación de enfermedades, Madrid, Memoria de Premio Extraordinario de doctorado, 1875; Lecciones de Patología General, Valladolid, 1876; Tratado elemental de Terapéutica, Materia Médica y Arte de Recetar, Valencia, Librería Pascual Aguilar, 1877-1880, 2 vols.; El tratamiento de las fiebres intermitentes por el ácido fénico, Valencia, Pascual Aguilar, 1880; Un habitante de la sangre, Valencia, 1881; El escepticismo en terapéutica, Valencia, 1883; La cuestión Ferrán en el Ateneo, Madrid, 1885; Universalidad de conocimientos del médico, Valencia, 1886; Del dolor, Valencia, Ramón Ortega, 1886; Del placer, Valencia, 1886; Tratado de Patología general, Valencia, Librería Pascual Aguilar, 1886; con J. Ferrán y I. Paulí, La inoculación preventiva contra el cólera morbo asiático, Valencia, Ramón Ortega, 1886; Programa razonado de un curso de higiene pública, Madrid, 1890; Extracto de las lecciones dadas en el segundo curso de clínica médica, Madrid, 1891; Discurso de clausura del Congreso médico-farmacéutico valenciano, Valencia, 1894; Memoria acerca del servicio sanitario fronterizo terrestre, Madrid, Ramón Ortega, 1894; Informe sobre la higiene urbana, Madrid, Ricardo Rojas, 1901; La Universidad española, Barcelona, 1902; Reforma de la enseñanza clínica en las facultades de medicina, Madrid, Ricardo Rojas, 1902; La lucha contra la vejez, Madrid, 1910; Imperfecciones y defectos del organismo humano, Madrid, Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1922; Antología de Trabajos científicos, literarios, políticos y sociales, Madrid, Imprenta J. Cosano, 1935.

 

Bibl.: F. Barberá Martí, “El Excmo. Sr. D. Amalio Gimeno”, en Revista Valenciana de Ciencias Médicas, 8 (1906), págs. 226-228; “El Doctor Amalio Gimeno”, en Medicina Valenciana, 6 (1906), págs. 193 y 194; S. Bermúdez de Castro y O’Lawlor, “El Conde Gimeno, Ministro de Estado”; F. J. Cortezo y Collantes, “Esquema biográfico del Profesor Amalio Gimeno y Cabañas, primer conde de Gimeno”; A. de Figueroa Torres, “Gimeno, político”; J. Francos Rodríguez, “El Doctor Amalio Gimeno Cabañas”; E. García del Real, “Don Amalio Gimeno, como profesor de Clínica médica”, y G. Marañón, “Don Amalio Gimeno, médico”, en Antología del Profesor Amalio Gimeno y Cabañas, Madrid, Imprenta J. Cosano, 1935; J. Herrera Yebra, “La patología general en España durante el siglo xix”, en Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina, 7 (1954), págs. 147-309; F. Aguilar Bultó, Historia de la vacunación anticolérica de Ferrán, tesis doctoral, Valencia, 1967; J. L. Fresquet Febrer, La farmacología experimental en la España del siglo xix, Valencia, 1984.

 

Josep Lluís Barona Vilar

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