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Luis García de Valdeavellano y Arcimís

Biografía

García de Valdeavellano y Arcimís, LuisMadrid, 19.VIII.1904 – 19.III.1985. Historiador.

Luis García de Valdeavellano y Arcimís pertenecía, por su padre, a una familia oriunda de Montenegro de Cameros, lugar situado en el Camero Alto. Perteneció al estado de las Cinco Villas y valle de Canales. Vicente García de Valdeavellano, en 1818, publicó un libro con el título Descripción de la villa de Montenegro, una del Estado de Cinco Villas y Valle de Canales, en el que también trató de sus hombres ilustres.

Dadas las dificultades económicas que tenía la familia en Montenegro, alguno de sus miembros emigró al Perú. Luis descendía de la línea peruana de los Valdeavellano. Su abuelo materno, Augusto Arcimís y Werle, fue buen amigo de Giner de los Ríos y también conoció y trató a Salmerón, a González de Linares, a Gumersindo de Azcárate y a otras personalidades de la Institución Libre de Enseñanza. Fue traductor del libro de Draper Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia (Madrid, 1876), prologado por Nicolás Salmerón. Augusto Arcimís fue el primer director del Instituto Central Meteorológico.

Despertó el interés de los hombres de ciencia, cuando se publicó su libro Descripción general del cielo. De su amistad con Giner trató su nieto Valdeavellano en conferencia pronunciada el 2 de abril de 1983 en la corporación de antiguos alumnos de la Institución Libre de Enseñanza. Su disertación se tituló “Mi abuelo Augusto Arcimís y su correspondencia con don Francisco Giner”.

Luis García de Valdeavellano cursó los estudios de Derecho en la Universidad Central, hasta doctorarse en 1931. Su tesis fue publicada en el Anuario de Historia del Derecho Español, con el título “El mercado. Apuntes para su estudio en León y Castilla durante la Edad Media”. Fueron sus maestros Laureano Díaz Canseco y Claudio Sánchez-Albornoz. Colaboró con Díaz Canseco, como ayudante, en la cátedra de Historia del Derecho Español de la Universidad de Madrid. Con Sánchez-Albornoz trabajó en el Centro de Estudios Históricos. En el Centro, había dirigido Eduardo de Hinojosa el Seminario de Historia del Derecho. Allí había enseñado a sus discípulos a interpretar las fuentes jurídicas medievales.

Al morir Hinojosa en 1919, continuaron su obra en el Centro tres de sus discípulos: Claudio Sánchez-Albornoz, Galo Sánchez y José María Ramos Loscertales. Díaz Canseco y José Antonio Rubio Sacristán fueron quienes presentaron a Valdeavellano en el Centro, para que conociese a Sánchez-Albornoz y trabajase con él en 1928. La influencia ejercida por Claudio decidió el futuro de Valdeavellano como historiador.

En aquel mismo año, organizaba Sánchez-Albornoz el Seminario de Historia Medieval, para continuar la labor de Hinojosa. Valdeavellano recordaba siempre con nostalgia el hotelito de la calle de Almagro, en el que se reunían, una vez a la semana, los asistentes al Seminario: en un cuarto pequeño, amueblado con una sencilla mesa de pino sin barnizar, y con unas cuantas sillas de enea, se celebraban las sesiones los jueves por la tarde.

Sánchez-Albornoz continuó la labor de Hinojosa en el Centro de Estudios Históricos. Lo que allí se hizo, bajo su magisterio y el de Galo Sánchez y José María Ramos Loscertales, se reflejó en investigaciones cuyos resultados aparecieron enseguida en el Anuario de Historia del Derecho Español. El Anuario fue la consecuencia más inmediata del magisterio de Hinojosa, gracias a la relación entre maestro y discípulos, que tanto valoraron siempre Claudio y Valdeavellano, por considerar tan importante la formación y la existencia de una escuela.

En 1930, dada la madurez alcanzada por los investigadores de Historia del Derecho y de las instituciones, y por los resultados ya obtenidos, pareció necesario celebrar en Madrid un congreso o simposio: La Semana de Historia del Derecho, en la que participaron historiadores extranjeros. Vinieron a Madrid —1932— algunos de los más prestigiosos entonces, entre ellos Marc Bloch. Éste, en 1934, publicó en los Annales d’Histoire Économique et Sociale una elogiosa reseña del Mercado de Valdeavellano. En ella afirmaba que el autor y la obra eran prueba de la importancia alcanzada en España por los estudios de historia medieval, y garantía de un espléndido futuro.

Luis García de Valdeavellano participó en el Centro de Estudios Históricos en diversos proyectos y aprovechó las posibilidades de formación facilitadas por las enseñanzas, trato y amistad con maestros y compañeros. La influencia alemana, en cuanto a métodos y planteamientos doctrinales, era la que con más fuerza se ejercía en el Centro de Estudios Históricos. En aquellos años (1928-1936), se trabajaba en el proyecto de editar una Monumenta Hispaniae Historica, formada por documentos (publicados o inéditos) análoga a la Monumenta Germaniae Historica. Con el fin de reunir y de formar la colección documental, se fundó el Instituto de Estudios Medievales, del que fue nombrado miembro Valdeavellano en 1932. En aquellos meses, colaboró de forma activa y constante en las tareas preparatorias y participó, con los investigadores del Seminario de Estudios Medievales, en la transcripción de los documentos y demás tareas a desarrollar en el Instituto.

En 1932, Valdeavellano sabía que la investigación y la enseñanza iban a ser las dos tareas fundamentales de su vida. Por ello, en 1933, opositó a la cátedra de Historia del Derecho Español, con la esperanza de obtenerla y de ocupar la de la Universidad de Santiago. Al ser el único propuesto por el Tribunal, pudo tomar posesión de la vacante en la Universidad de Barcelona, que también se había convocado a oposición, junto con la de Santiago. Se había presentado a aquellas oposiciones el medievalista catalán Fernando Valls Taberner, por lo que, al no obtener cátedra, Valdeavellano pudo elegir la de Barcelona. Allí continuó la tradición de su antecesor en ella, Galo Sánchez, y mantuvo sus vinculaciones con el Instituto de Estudios Medievales.

Las enseñanzas de Luis García de Valdeavellano en Barcelona fueron interrumpidas en 1936, por causa de las circunstancias políticas de entonces, y de la dirección dada a la autonomía en aquella Universidad. Como solución transitoria a la inactividad en que quedó, estuvo pensionado en Alemania, en donde permaneció hasta mediados de 1936. Con fecha 4 de febrero de 1934, había enviado solicitud al presidente de la Junta para Ampliación de Estudios, expresándole su deseo de que le fuera concedida una de las pensiones anunciadas en la Gaceta de Madrid de 6 de enero de aquel año. Pensaba hacer estudios sobre “la ciudad de la Edad Media y la organización municipal” que le sirviesen de fundamento y orientación general en los trabajos que tenía en curso. A tal fin, manifestó que deseaba trabajar en Francia, Alemania, Italia y Austria, durante un año, a partir de finales del curso 1934-1935. En su expediente, archivado en la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, no hay otro documento que el de esta solicitud. Regresó a España, y, en plena Guerra Civil, desde Adahuesca, villa aragonesa —oscense— de donde era oriunda su mujer, Pilar Loscertales Baylín, pasó a refugiarse en Valladolid.

Al terminar la contienda, pudo reincorporarse a su cátedra de Barcelona, después de superar los trámites de entonces, llamados de depuración. Nunca había pensado en el exilio. El carácter de su actividad política durante la República no era motivo para que se viera forzado a salir de España. Compareció ante el juez instructor el 23 de mayo de 1939 y ratificó, con su declaración, cuanto había manifestado en la instancia firmada en Valladolid el 11 de febrero del mismo año. Trató de cumplir los trámites para que la decisión le resultara favorable. Fue muy importante para él —y así lo recordaba siempre— que se tuviera presente, en aquellos tristes días, que el presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluis Companys, le hubiera cesado como catedrático en la Universidad de Barcelona el 17 de agosto de 1936, sin otro motivo que el de no ser catalán, cese que ratificó el Patronato de la Universidad Autonómica de Cataluña el 4 de octubre de 1937. Que permaneciera, fue un bien para sus alumnos, pues venía a ser un continuador, un nexo, con la espléndida generación de historiadores a la que perteneció Sánchez-Albornoz. Además del desempeño de su cátedra, de la formación de sus alumnos y de la aspiración a conseguir que alguno de éstos se convirtiera en discípulo, Luis de Valdeavellano sólo se vinculó a la Universidad sin querer participar en otras actividades de carácter oficial que, por otra parte, nadie le ofreció. En Barcelona, recién terminada la Guerra Civil, y en los meses de los éxitos militares hitlerianos, pensó que no había esperanzas de una España en la que pudieran coexistir la paz, la concordia y el disfrute de las libertades políticas. Sobrellevó la situación y sufrió el ambiente universitario barcelonés con entereza, refugiándose en la labor de cada día, en sus investigaciones y en el trabajo de cátedra y del seminario que enseguida organizó con sus mejores alumnos. Participaron en él estudiantes que supo seleccionar para que formasen un grupo análogo al que él tanto añoraba, y en el que había aprendido el oficio de historiador en el Centro de Estudios Históricos.

En aquellos años, estrechó su amistad con Pierre Vilar, quien participaba en el Seminario de Historia del Derecho, exponiendo en él resultados de sus investigaciones, cuando residía en Barcelona para consultar los archivos de la ciudad con el fin de escribir su famosa obra La Catalogne dans l’Espagne Moderne, publicada en tres volúmenes en París en 1962.

Luis de Valdeavellano estuvo apartado de los organismos oficiales que orientaron y encauzaron, según nuevas directrices, la investigación y la cultura en los años que siguieron a la guerra. De entonces datan sus trabajos de historia del derecho privado castellano medieval: en los Anales de la Universidad de Barcelona publicó, en 1943, las páginas “Domus disrupta. La protección jurídica del domicilio en los derechos locales portugueses de la Edad Media”. El estudio titulado “La limitación de la acción reivindicatoria de los bienes muebles en el derecho español medieval” apareció en la Revista de Derecho Privado, en 1947. Siguieron a estos trabajos los siguientes: “Sobre los conceptos de hurto y robo en el derecho visigodo y posvisigodo”; “Bienes muebles e inmuebles en el derecho español medieval” y “Sobre la prenda inmobiliaria en el derecho español medieval”. Aún publicó sobre asuntos de historia del derecho en la Edad Media, en 1963 y en 1965, dos investigaciones más: “Compra a desconocidos y compra en el mercado en el derecho español medieval” y “Escudriñamiento y otorificación. Contribución al estudio de la reivindicación mobiliaria en el derecho español medieval”. Todos ellos fueron reunidos en el volumen Estudios medievales de Derecho Privado, que publicó la Universidad de Sevilla en 1977. Este tomo incluye también trabajos como “La cuota de libre disposición en el Derecho hereditario de León y Castilla en la Alta Edad Media (Notas y documentos)”, publicado por primera vez en el Anuario de Historia del Derecho Español, en 1932; “El Renovo. Notas y documentos sobre los préstamos usurarios en el reino Astur-Leonés (siglos X-XI)”, que había publicado en Cuadernos de Historia de España, en 1974 y “La pesquisa como medio de prueba en el Derecho procesal del Reino Astur-Leonés (Dos documentos para su estudio)”, publicado en el Homenaje a Emilio Gómez Orbaneja, en 1977.

La tradición de la escuela a la que pertenecía explica que fuera su interés preferente la historia del derecho público y de las instituciones. Así, después de llevar a término las investigaciones que dieron lugar a su tesis doctoral, se interesó en diversos aspectos de la economía en León y Castilla durante los siglos de la Alta Edad Media. Resultado de ello fue la publicación, en 1944, del trabajo “Economía natural y monetaria”. El 18 de marzo de ese mismo año pronunció una conferencia en la Escuela Social de Barcelona que habría de ser antecedente de su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia: Caballeros y burgueses en la Edad Media. También, como antecedente de las investigaciones que hizo con motivo de sus oposiciones a la cátedra de Historia de las Instituciones Políticas y Administrativas de España, de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de Madrid, deben citarse las páginas que publicó en Cuadernos de Historia de España: “Beneficio y prestimonio: dos documentos castellanos que equiparan ambos términos”.

Cuando Valdeavellano publicó “La economía de la España cristiana en los siglos IX y X” en Moneda y Crédito (septiembre de 1944), ya había emprendido los trabajos conducentes a la edición de una obra de gran alcance: la Historia de España que, por encargo de José Ortega y Gasset, habría de aparecer bajo los auspicios de la Revista de Occidente. Quería Ortega que se escribiera una historia de España en la que el acontecer político y las guerras se tratasen conjuntamente con el económico y el cultural. Decidió encargar esta Historia a algún discípulo de Sánchez-Albornoz. Ramón Menéndez Pidal le habló de Valdeavellano, recomendándoselo.

De acuerdo con el interés de Ortega y después de aceptar el encargo, Valdeavellano se propuso exponer “el desarrollo político y social”, desde los orígenes hasta la caída de la Monarquía, en abril de 1931. Quería escribir un manual que permitiera “sorprender toda la complejidad de la realidad histórica española y exponer los rasgos esenciales y típicos de su evolución política y social”. Pensaba ofrecer a los lectores la que él llamó “articulación sugestiva” de las distintas épocas del pasado, y exponer la historia de España como el desarrollo político y social, con atención “a las tendencias espirituales directoras”, a la economía, a la organización social y a las instituciones políticas. Mientras que en intentos anteriores se había dado preeminencia a los factores políticos, Valdeavellano quiso relacionarlos con las ideas, con la economía, con la cultura y con las instituciones de cada época. Trató de ver su interdependencia, su acción recíproca, lo que no siempre le resultó posible, debido a las exigencias de exposición. Ésta es la causa de que presentase capítulos y apartados independientes sobre la historia económica y social y la de las instituciones, lo que vino a ser el antecedente del Curso de Historia de las Instituciones españolas. De los orígenes al final de la Edad Media publicado en 1968.

El primer tomo de la Historia de España —de 1092 páginas— apareció en 1952. El deseo de concluir la obra guio el trabajo y las lecturas de Valdeavellano desde que la comenzó hasta casi el final de sus días.

Ese año —1952— fue de éxito para él por la publicación del primer tomo de la obra. Su nombre fue conocido por cada vez mayor número de lectores, tanto en España como en el extranjero, y su prestigio se afirmó por el cuidado con que había hecho las lecturas —y hasta investigaciones, en algunos casos— para conseguir la síntesis. Las páginas que en la obra se dedican a la historia socio-económica y a la de las instituciones y las referentes al acontecer en los distintos espacios de la España cristiana y de la musulmana constituían una novedad. Escribió los capítulos de la Historia de España con el estilo literario que había adquirido en su primera juventud, durante los años en que había sido redactor de La Época, con Melchor Fernández Almagro como jefe inmediato, a quien consideraba su maestro en cómo escribir. El éxito del primer volumen de la Historia de España hizo ver a Valdeavellano que, en adelante, debía dedicar su tiempo al trabajo preparatorio de los siguientes tomos de la obra. Esto explica que se interesara tanto por lo que se publicaba, aunque los libros y trabajos se refiriesen a las épocas moderna y contemporánea. Durante los años siguientes a 1952 y, tal vez, hasta 1970, estuvo convencido de que algún día iba a ver terminada la obra.

Mientras estuvo en Barcelona, su trabajo diario, constante y continuado, se concretó en las publicaciones ya citadas. Allí preparó los ejercicios para la oposición a la cátedra de Historia de las Instituciones Políticas y Administrativas de España, celebradas en junio de 1954. Escribió, para ellos, El prestimonio. Contribución al estudio de las manifestaciones de feudalismo en los reinos de León y Castilla durante la Edad Media, como trabajo “de firma” (según se exigía entonces, para comprobar la capacidad investigadora del opositor en el momento de solicitar ser admitido como aspirante a la plaza). Alfonso García Gallo, que formaba parte del tribunal que juzgó las oposiciones —y que resultaron difíciles y complicadas para Valdeavellano—, se quedó con el original para publicarlo en el Anuario de Historia del Derecho Español. Valdeavellano, que no había enviado ningún trabajo al Anuario por fidelidad a lo que la publicación había sido hasta la Guerra Civil, no se atrevió a negarse. El “Prestimonio” apareció en el Anuario de Historia del Derecho Español, en 1955.

La preparación del programa de los cursos de Historia de las Instituciones Políticas y Administrativas de España, aunque ya la había hecho en Barcelona para presentarse a las oposiciones a la cátedra, le exigía lecturas y le obligaba a nuevos planteamientos. El Curso de Historia de las Instituciones Españolas, ya citado, y que publicó en Madrid la Editorial de la Revista de Occidente, en 1968, muestra del cuidado con que preparaba sus clases. Dedicó este libro a su maestro Claudio Sánchez-Albornoz.

El desarrollo del programa de la asignatura, en las tres horas de clase semanales, exigía a Valdeavellano concentrarse en la exposición de la historia de las instituciones antiguas y medievales. Lo justificaba al insistir en que “la constitución político-social de España” era creación medieval. Sin embargo, como alguno de sus discípulos asistieron, como ayudantes suyos, a sus clases en años sucesivos, por deferencia hacia ellos y para que aprovecharan mejor sus enseñanzas, dedicó algunos de los cursos a las instituciones de la Edad Moderna. Estos cursos le permitieron también escribir una Historia de las Instituciones españolas durante la Edad Moderna, obra que permanece inédita.

El 7 de noviembre de 1958, Luis García de Valdeavellano fue elegido miembro de número de la Real Academia de la Historia. Dedicó año y medio a preparar su discurso de ingreso, que versó sobre los burgos y los burgueses en la España medieval. Volvió, pues, a tratar del viejo asunto de su tesis doctoral, aunque visto desde otro ángulo: en el discurso, estudió la formación de los burgos en León y en Castilla, en las tierras de paso de los peregrinos a Santiago de Compostela, y se refirió a los artesanos, mercaderes y cambistas que habitaban en ellos en el siglo XII. Aludió también a las fuentes literarias castellanas en las que se utilizaban, en el siglo XIII, los vocablos “burgo” y “burgués”, como en la Vida de San Millán y en los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo, y en el Libro de Apolonio. Comprobó que, a partir del siglo XIV, el vocablo “burgués” aparecía incorporado al léxico literario de otras comarcas. Así, en el Libro de Buen Amor ya se alude a “ricos burgueses”.

La investigación que hizo Valdeavellano para su discurso de ingreso, los compromisos de trabajo contraídos, sus colaboraciones en la Real Academia de la Historia, a la que pertenecía y que él tanto apreciaba y tanto y tan bien quiso servir, no le dejaron tiempo para dedicarse a escribir el tomo tercero de la Historia de España.

En marzo de 1972, en accidente de automóvil, en viaje de Madrid a Huesca, falleció Pilar Loscertales. Ella conducía el coche. Él, que la acompañaba, sobrevivió a aquella tragedia. Desde entonces, ya no tuvo interés ni ilusión en proseguir su trabajo en la Historia de España. Quedaba incompleto el volumen tercero, que abarcaba, en lo temporal, desde la batalla de las Navas de Tolosa hasta la muerte de Alfonso X de Castilla y la de Jaime I de Aragón. Conservó las cuartillas sobre parte de lo que faltaba del tomo, tanto en lo relativo al acontecer político como a las instituciones y a las influencias del Derecho Romano. No obstante, aunque inacabado, lo escrito se publicó en 1988, después de su muerte.

Siempre le interesó utilizar los sustantivos con la mayor precisión posible, especialmente “feudalismo”. Ya había tratado de ello en la Historia de España y en el epílogo que escribió para la traducción castellana del libro de Ganshof, Qu’est-ce que la féodalité? Con motivo de la publicación de un volumen en Homenaje a Julio Caro Baroja, colaboró en él con las páginas tituladas “Sobre la cuestión del feudalismo hispánico”. Después de exponer las diferentes concepciones del que suele denominarse feudalismo, reflexionó sobre la existencia de esta institución en España. En 1963, en las páginas citadas sobre “Las instituciones feudales en España”, afirmaba que el mejor conocimiento del significado del sustantivo permitía afirmar que en la evolución hacia aquella institución había habido situaciones en las que sólo se habían dado “algunos de los elementos que habrían de contribuir a la estructura feudal”. Estos elementos no habrían alcanzado siempre, en la distintas tierras de Europa, “su completo desarrollo”, o se habrían manifestado “aislada y tardíamente y sin fuerza ya” para alterar la esencia de “la estructura social y política del país en el que se desarrollaban”.

Tal habría sido el caso de España, con la única excepción de los condados catalanes (apéndice a F. L. Ganshof, 1963: 230-231). Al tratar de nuevo sobre este asunto en 1978, volvió a referirse a la cuestión de si el vocablo feudalismo debería reservarse para designar aquellas situaciones derivadas de los contratos de feudo o si habría de dársele el sentido más amplio de “fenómeno social”. Su concepción, calificada por Salvador de Moxó como técnico-jurídica, pensaba Valdeavellano que tenía su valor para plantear, en el aspecto jurídico público, la definición del feudalismo hispánico, y que parecía válido entender que el tardío e incompleto desarrollo de las instituciones feudo-vasalláticas en Castilla fuese causa de que quizá resultara exagerado calificar de feudal a aquella sociedad, a pesar del aumento del número y extensión de los señoríos durante los siglos XI al XV. Se añadía a ello, como elemento diferenciador, la formación de una caballería villana, cuya acción militar era tan importante en la Castilla medieval. Además, que los fueros o estatutos locales de las poblaciones, de realengo o de señorío, eximieran a los habitantes de algunas cargas y servicios señoriales, contribuía a la diferenciación. La caballería villana fue importante a partir del siglo XI, por el aumento del número de villas y ciudades y por el de su población, con concejos o municipios y burgueses o habitantes de burgos que se opusieron tantas veces a las pretensiones de los señores.

No es posible, citar aquí otros trabajos de Valdeavellano, como prólogos, contestaciones a discursos de ingreso en la Real Academia de la Historia, semblanzas de académicos y de personajes que trató y que le interesaron por motivos de índole diversa. Con todo, las referencias a su obra y a su contribución como maestro universitario permiten valorarle sólo como historiador. Su amabilidad y su inteligencia fueron apreciadas por cuantos le trataron. Consideraba muy importantes las relaciones de amistad. Se sentía ligado a sus alumnos y discípulos por ese vínculo, libremente establecido, que hacía indisoluble la relación como maestro y como amigo. Su conversación era siempre amena, y enseñaba a quienes le oían hablar. Su memoria era tal que recordaba, con inusual fidelidad, lecturas e impresiones de épocas lejanas de su vida. Transmitía a sus interlocutores el reflejo de las sensaciones propias sobre acontecimientos vividos por él. Su saber de la historia española —y europea— del siglo XIX y primeros decenios del XX era portentoso. Quienes disfrutaron de sus enseñanzas y de su amistad conocen lo que era aquel saber, expuesto, siempre que venía al caso, con sencillez e inteligencia.

Luis García de Valdeavellano se interesó siempre por la historia del arte. Se formó con lecturas, viajes y visitas a museos. También con las enseñanzas de magníficos maestros. Las excursiones organizadas por la Institución Libre de Enseñanza habían contribuido a interesarle por la arquitectura, por la pintura, por el paisaje. Él ampliaba sus conocimientos con visitas asiduas a museos, acompañado, casi siempre, por amigos y discípulos.

Del interés de Luis Valdeavellano por el arte es muestra temprana su colaboración como crítico en La Época, en su primera juventud. El trabajo publicado con el título “Las relaciones de Goya con el Banco de San Carlos” (1928) es prueba de que le interesaba la contemplación estética de las obras de arte y tener otras referencias que permitieran conocerlas mejor.

Para escribir aquel artículo, investigó en el Archivo del Banco de España con el fin de localizar los documentos que pudieran ilustrarle sobre los contratos firmados por el pintor y sobre los pagos que se le habían hecho.

Luis García de Valdeavellano era siempre el maestro universitario en quien se podía encontrar consejo, orientación y ejemplo. Era hombre sencillo, bueno y generoso. Le gustaba pasar inadvertido y dedicarse a las tareas de cada día sin prisas y con continuidad.

Desde la muerte de su mujer, Pilar Loscertales Baylín, a la que había conocido en el Centro de Estudios Históricos, fiel y eficaz colaboradora suya y pundonorosa archivera, con importante obra en el Archivo Histórico Nacional cuya sección de clero dirigió, Luis de Valdeavellano buscó refugio en la Academia de la Historia. Asistir a las sesiones e interesarse por las actividades de la corporación era lo único que daba sentido a su vida. Sin ilusiones, quebrantado por la desgracia, le entristecía también que con él y con sus dos hermanos se extinguiera la línea de los Valdeavellano que, desde la sierra de Cameros —pasando por Perú—, acabó radicada en Madrid. Desde la muerte de su mujer, no quería que se le hablase de publicar la parte escrita del tomo pendiente de la Historia de España. Leía capítulos de ella y los comentaba a sus discípulos de Madrid, en el Seminario de Historia de las Instituciones Españolas, organizado cuando se jubiló como catedrático, en la Sociedad de Estudios y Publicaciones del antiguo Banco Urquijo. Eran tiempos aquellos de florecimiento de la Sociedad, en la que tanto hicieron por la libertad y la concordia Juan Llado Sánchez-Blanco, José Antonio Muñoz Rojas y Emilio Gómez Orbaneja, con la complacencia benévola de Luis Urquijo y Landecho, marqués de Bolarque.

En 1975, Valdeavellano vio reeditar su vieja tesis doctoral: El mercado en León y Castilla durante la Edad Media. Dedicó el libro a la memoria de su mujer Pilar Loscertales con unas palabras que reflejan sus sentimientos y su estado de ánimo: a Pilar, “que vive —y vivirá siempre— en mi recuerdo y en mi nostalgia”.

Ése era su estado de ánimo, pues nostalgia significa “tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida”. En el Seminario que dirigió en la Sociedad de Estudios y Publicaciones, en los años 1975 y 1976, cuando leía lo escrito del tomo inacabado de la Historia de España, rememoraba los tiempos felices de Barcelona y de los primeros años de su vuelta a Madrid. Habían sido para él días dichosos los dedicados a la Historia de España, cuando acariciaba la idea de que en un futuro no muy lejano quizá llegara a verla completa. Aunque ya no pudiera revivir las sensaciones de aquellos años felices, al final de su vida regustaba los recuerdos de un tiempo de ilusiones quebrado por la desgracia, hasta que le llegó la muerte el 29 de marzo de 1985.

 

Obras de ~: “Las relaciones de Goya con el Banco de San Carlos”, en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones (Madrid), t. XXV (1928), págs. 56-65; El Mercado: apuntes para su estudio en León y Castilla durante la Edad Media, Madrid, Tipografía de Archivos, 1932 (separata del Anuario de Historia del Derecho Español, VIII [1931], págs. 201-403); La cuota de libre disposición en el derecho hereditario de León y Castilla en la Alta Edad Media, Madrid, Tipografía de Archivos, 1933 (separata del Anuario de Historia del Derecho Español, 9 [1932], págs. 129-176; 2.ª ed. corr. y aum. Sevilla, Universidad, 1975); W. Bauer, Introducción al estudio de la historia, trad. de la 2.ª ed. alemana y notas por ~, Barcelona, Bosch, 1941; Domus disrupta: La protección jurídica del domicilio en los derechos locales portugueses de la Edad Media, Barcelona, Universidad, 1943 (separata de Anales de la Universidad de Barcelona. Crónica, discursos, memorias y comunicaciones); “La economía de la España cristiana en los siglos IX y X”, “Economía natural y monetaria en León y Castilla durante los siglos IX, X y XI”, en Moneda y Crédito, n.º 10 (septiembre de 1944), págs. 28-47 y págs. 48-86, respect.; Sobre los conceptos de hurto y robo en el derecho visigodo y postvisigodo, Coimbra, Universidade, Faculdade de Letras, 1947; “La limitación de la acción reivindicatoria de los bienes muebles en el derecho español medieval”, en Revista de Derecho Privado, t. XXI (1947), págs. 691-758; “Beneficio y prestimonio: dos documentos castellanos que equiparan ambos términos”, en Cuadernos de Historia de España, n.º 9 (1948), págs. 154-160; “Bienes muebles e inmuebles en el Derecho español medieval”, en Cuadernos de Historia de España, t. XI (1949), págs. 105-123; Historia de España. 1. De los orígenes a la baja Edad Media: primera parte, Madrid, Revista de Occidente, 1952 (Madrid, Alianza Editorial, 1980); “El prestimonio: contribución al estudio de las manifestaciones del feudalismo en los Reinos de León y Castilla durante la Edad Media”, en Anuario de Historia del Derecho Español, n.º 25 (1955), págs. 5-122; “Seis documentos sobre mercados y ferias medievales en la Corona de Aragón”, en Anuario de Historia del Derecho Español, n.º 26 (1956), págs. 647-658; La comunidad patrimonial de la familia en el derecho español medieval, Salamanca, Universidad, 1956; “Sobre la prenda inmobiliaria en el derecho español medieval”, en Anales de la Academia Matritense del Notariado, X (1959), págs. 335-385; Sobre los burgos y los burgueses en la España medieval (notas para la historia de los orígenes de la burguesía), discurso leído el día 8 de mayo de 1960 [...] contestación de Ramon Carande y Thovar, Madrid, Real Academia de la Historia, 1960; F. L. Ganshof, El feudalismo, pról. y apéndice por ~, Barcelona, Ariel, 1963; Compra a desconocidos y compra en el mercado en el derecho español medieval, Madrid, 1963 (separata de Homenaje a D. Ramón Carande); Historia de España. 1. De los orígenes a la baja Edad Media. Segunda parte, Madrid, Revista de Occidente, 1963; Las “Partidas” y los orígenes medievales del juicio de residencia, Madrid, Maestre, 1963; Las instituciones feudales en España, Barcelona, Ariel, 1963; Escudriñamiento y otorificación: contribución al estudio de la reivindicación mobiliaria en el derecho español medieval, Madrid [Reus], 1965; Curso de historia de las instituciones españolas: de los orígenes al final de la Edad Media, Madrid, Revista de Occidente,1968 (Madrid, Alianza Editorial, 1998); Orígenes de la burguesía en la España medieval, Madrid, Espasa Calpe, 1969; “El ‘Renovo’: notas y documentos sobre los préstamos usurarios en el reino astur-leonés (siglos X-XI)”, en Cuadernos de historia de España, n.º 57-58 (1973), pág. 408; “La pesquisa como medio de prueba en el Derecho procesal del Reino Astur-Leonés (Dos documentos para su estudio)”, en Homenaje a Emilio Gómez Orbaneja, Madrid, 1977, págs. 221-241; Estudios medievales de Derecho Privado, Sevilla, Publicaciones de la Universidad, 1977; “Sobre la cuestión del Feudalismo hispánico”, en M. 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Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, marqués de Castrillón

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