Nacido en la capital de España en plena Guerra Civil, su infancia y primera juventud transcurrieron en un barrio madrileño de los menos favorecidos socialmente, en el remate de la calle de López de Hoyos, en lo que se conocía como el Ventorro del Chaleco.

Desde allí la futura estrella del tenis, todavía un niño de diez años, viajaba a diario a las instalaciones deportivas del elegante Club Velázquez, situado en la calle del mismo nombre esquina a María de Molina, zona residencial de resonancia, donde fue muy bien acogido, primero por el jefe Antonio, por su entrega, simpatía, e inteligencia para desempeñar las labores de recogepelotas en las pistas en las que practicaba el tenis la alta sociedad madrileña. Horas y horas viendo cruzar bolas sobre la red crearon en él una irrevocable afición al deporte que sería su vida en el futuro. Pronto, muy pronto, comprendió que ese juego había sido inventado para él y que en su muñeca había una fabrica de golpes extraordinarios, incluso desconocidos hasta ese momento, que tenían, por fuerza, que producir éxitos deportivos a poco que su físico, por entonces más bien endeble, y su enorme capacidad de sacrificio e inteligencia natural se desarrollaran convenientemente. [...]