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Juan Cayetano Chacón

Biografía

Chacón, Juan Cayetano. ?, p. t. s. XVIII – ¿Isla Trinidad?, f. s. XVIII. Ingeniero militar.

La primera noticia que se tiene de este ingeniero es que, en julio de 1765, era nombrado ingeniero ayudante y subteniente, destinado a Cartagena de Indias.

Ante la petición del obispo de Santa Marta, el 23 de enero de 1766, el virrey Pedro Messía de la Cerda enviaba desde Cartagena al ingeniero militar Juan Cayetano Chacón como encargado de dirigir el proyecto y los trabajos de construcción del nuevo templo de la citada ciudad. Antes del encargo definitivo, Chacón había colaborado con el cabildo de Santa Marta mediante la supervisión de distintos planos y proyectos de reformas encargados por las autoridades a varios arquitectos. En ese sentido, se han encontrado unos planos trazados por un desconocido arquitecto llamado Diego González, remitidos a Cartagena de Indias para que fuesen revisados por Chacón, quien reconocía el proyecto de González por medio de un informe fechado el 31 de octubre de 1765. En dicho escrito señalaba la escasa calidad del proyecto, lo que le hacía pensar que González no fuese más que un maestro albañil.

En definitiva, los argumentos de Chacón sirvieron para desestimar el proyecto de Diego González, lo cual y ante la inexistencia de arquitectos capaces de dirigir la obra, obligaba a las autoridades a requerir la llegada de un personal experimentado, por lo que se solicitó de inmediato la llegada del ingeniero Juan Cayetano Chacón a las obras de la catedral de Santa Marta.

Messía le encargaba a Chacón la realización de un primer proyecto, concluido por el ingeniero el 23 de julio de 1766, fecha en la que se envió a la Corte. De forma inmediata, las autoridades aceptaron lo proyectado por Chacón, y las obras se iniciaban con la colocación de la primera piedra el 8 de diciembre de 1766. Sin embargo, la obtención del dinero necesario fue el principal problema que debían solucionar, tanto la gobernación como el propio Chacón, quien, en mayo de 1767, ante la escasez de fondos, llegó a solicitar al virrey Messía de la Cerda su reincorporación a las obras de Cartagena, adonde había sido destinado como miembro del Real Cuerpo de Ingenieros. Chacón concebía la construcción de la catedral como un proyecto que debía dirigir un arquitecto exento de encargos militares. Por otro lado, Chacón, con el fin de abaratar los costos que suponían la compra de cal, construía un horno de cal en forma de campana de mediana proporción.

Finalmente, el 3 de junio de 1768 el propio ingeniero reconocía que se habían acabado los fondos reservados para la obra, después de iniciarse la elevación de los pilares torales, la nave principal y la cabecera. Ante el aparente abandono del proyecto, Chacón solicitó al virrey su vuelta a las obras de Cartagena de Indias, pues reconocía que llevaba algún tiempo sin poder trabajar en Santa Marta. En consecuencia, el ingeniero abandonó definitivamente las obras, dejando el proyecto inconcluso, pero asentando las bases del que sería el edificio más representativo de la arquitectura de Nueva Granada en las últimas décadas del siglo XVIII. En cuanto al edificio, se trata de una iglesia de tres naves con crucero de igual altura, soportes de planta cuadrada y presbiterio circular, disponiendo de claraboyas circulares en los muros laterales. La Real Cédula que la aprobó fue dada en San Lorenzo el 31 de octubre de 1753. El ingeniero Chacón, autor de los planos, escribía: “se hizo sujetándome a los más prudentes y económicos adornos y proporciones para escusar la superficialidad de los gastos como se previene en dicha Real Cédula”.

En 1769 el ingeniero jefe de Cartagena de Indias, Antonio de Arévalo y Porras, reclamaba su presencia en la plaza, donde debía ayudarle en copiar diversos planos encargados por el virrey y otros que faltaban en el archivo. Desde Cartagena, en 1787 informaba del estado de las obras de la catedral de Santa Marta y del progreso realizado desde su comienzo. Presentaba el cálculo que había hecho para la terminación de la obra, superior al que hizo el maestro mayor Pedro Rueda, haciéndole subir a la cantidad de 59.859 pesos.

En 1784 Cayetano Chacón era nombrado gobernador de la isla Trinidad, desembarcando en la isla el 1º de septiembre de ese mismo año. Allí desplegó una gran actividad, al promover todas las fuentes de riqueza y creación de numerosas obras públicas, cumpliendo la instrucción de 8 de diciembre de 1783 que encomendaba un cuidadoso plan de protección de la isla. Esteban Aymerich, comandante de Ingenieros en la plaza de Puerto Cabello, llegaba a Trinidad en marzo de 1787, comenzando trabajos de fortificación, un muelle en Puerto España, capital de la isla, y un astillero, donde hubo de intervenir personalmente el gobernador Chacón, ante el fallecimiento del oficial de Marina encargado de este último.

Respecto a la construcción de la iglesia en Trinidad, el escrito de remisión que el gobernador Chacón envió al marqués de la Sonora para aprobación por S.M. del “Proyecto de Iglesia formado por el Teniente Coronel, Comandante de Ingenieros de la Isla D. José del Pozo” decía que: “[h]e empeñado el ingenio y particular gusto que este ingeniero tiene por la Arquitectura, en una obra que se hace para consagrarla al Culto Divino. Si no para atraer a él y hacer fixar la atención del numeroso pueblo Extranjero que debe ocuparla. Con este motivo se ha hecho un edificio serio, Magestuoso y de la mayor simplicidad”.

La Real Orden de 31 de julio de 1786 dio origen a la formación a la construcción de un “Quartel” debido al mismo ingeniero, José del Pozo y Sucre. Al remitir aquellos proyectos al marqués de la Sonora, el gobernador de Trinidad, Cayetano Chacón, escribía el 15 de enero de 1787 que el ingeniero “no acompañó el presupuesto de los costos por haverme dicho este oficial, le es imposible el calcularlo en un Pays en que jamás ha havido obras de esta naturaleza”. Seguía Chacón su escrito añadiendo: “[e]l mismo Yngeniero me ha hecho presente, no podrá, mientras está solo, dar los Planos duplicados por no tener tiempo para ello con las varias y penosas ocupaciones a que diariamente tiene que atender”.

Otra obra a reseñar es la del astillero o arsenal; como se ha señalado ut supra, dirigida por un oficial de Marina y luego controlada por Chacón en su calidad de ingeniero, debido a la enfermedad de aquel oficial de Marina. Tenían previsto no solo la carena de barcos, sino también su construcción. Para ello decía el marqués de la Sonora a Antonio Ricardos y Carrillo de Albornoz en escrito de septiembre de 1786: “[s]e ha prevenido al Yntendente de Caracas envíe a la propia Ysla sugetos prácticos que reconozcan los montes y calidad de las maderas que producen; y a nuestro Ministro en Nueva York Dn. Diego de Gadorqui que ajuste y remita uno de los mejores constructores que encuentre allí para que se establezca en ella un Astillero provisional”. Es importante señalar que en las Instrucciones a los ingenieros preveían la construcción dentro del astillero de “[a]lmahacenes de Peltrechos y Repuestos marítimos […] y los Alojamientos de todos sus Dependientes”.

 

Bibl.: H. Capel et al., Los Ingenieros Militares en España. Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica y espacial, Barcelona, Publicaciones y Ediciones de la Universidad de Barcelona, 1983; H. Capel et al., De Palas a Minerva: la formación científica y la estructura institucional de los Ingenieros Militares en el siglo XVIII, Barcelona-Madrid, Serbal-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1988; J. López Muiños, Algunos aspectos de la Ingeniería Militar española y el Cuerpo Técnico, Madrid, Ministerio de Defensa, 1993; C. Laorden Ramos, Obra Civil en Ultramar del Real Cuerpo de Ingenieros, Madrid, Ministerio de Defensa, 2008, 2 vols.; E. Rey Sinning, Las celebraciones católicas y las fiestas de fidelidad a la Monarquía Borbónica en la conformación de la Sociedad Samaria durante el siglo XVIII, tesis doctoral, Sevilla, Universidad Pablo de Olavide, 2017; M. Gámez Casado, “Arquitectura religiosa en la Nueva Granada. La catedral de Santa Marta durante el siglo XVIII”, en Fronteras de la Historia, 25, 1 (2020), págs. 148-171.

 

Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño

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