Saint Maxent de Unzaga, Isabel de. Nueva Orleans (Estados Unidos), 3.II.1752 – Málaga, 2.III.1825. Filántropa, diplomática que participó, junto a su esposo, en las conversaciones con la realeza inglesa como parte de los acuerdos preliminares de la Paz de Paris de 1783 para lograr el nacimiento de EE. UU.
Criolla, proveniente de una acaudalada e influyente familia de origen francés, ocupó una posición privilegiada en el contexto general de las Revoluciones Atlánticas como consorte de un destacado hombre de Estado que representaba a la Corona española, Luis de Unzaga, gobernador de la extensa provincia de la Luisiana española y luego capitán general en Venezuela y Cuba, en el Virreinato de Nueva España.
Este matrimonio mixto, precursor de otros más que se sucedieron, favoreció en Nueva Orleans el establecimiento de nuevas alianzas y pactos que gestarán un clima de diplomacia y confianza durante el gobierno de Unzaga, sobre todo tras la cruenta represión llevada a cabo por O’Reilly tras la sublevación en 1768 contra la nueva normativa del gobierno español que restringía el comercio de los habitantes de Luisiana.
Isabel, educada en un ambiente ilustrado y cosmopolita, favoreció, con su influencia, la postura de corte ilustrado del gobernador, siendo el apoyo idóneo, tanto en la esfera privada como pública, para que su marido pudiese desplegar todas sus dotes de gobernante político-militar entre las que se encuentra haber sido de los primeros en ayudar a los colonos norteamericanos en su independencia a través de una red secreta en la que estaban implicados miembros de su familia como su padre, don Gilberto de Saint Maxent, artífice de la nueva delimitación entre España y los nacientes Estados Unidos.
Las exigencias de su actividad en la esfera pública hicieron que Isabel, esposa del más alto mando español de la Capitanía General de La Habana, desplegando sus dotes de diplomacia internacional, en abril de 1783, en el intermedio entre el fin de la Guerra de Independencia y la firma del Tratado de Paz con Inglaterra, recibiera como anfitriona, en su residencia en Cuba al hijo del rey de Inglaterra, el príncipe William, duque de Lancaster, futuro rey de Inglaterra, y a sus generales. El acontecimiento, avanzadilla del acuerdo europeo de paz, fue recogido en la prensa coetánea como el primer espectáculo admirable en su línea e Isabel fue descrita como dama juiciosa e ilustrada.
Tras 45 años en América, al servicio de la Corona, los Unzaga-Saint Maxent regresaron a la Metrópolis, concretamente a Málaga, ciudad de nacimiento del cabeza de familia. Aquí, entre 1787 y 1793, su marido ocupó la Comandancia General del reino de Granada y la presidencia de la Junta de Reales Obras de Málaga, realizando actuaciones para vertebrarla y afrontar su flujo comercial. Igual que hizo en La Habana, la familia se construyó una residencia en la Alameda: una zona en expansión que llegó a convertirse en centro de la vida social de la ciudad. Isabel socialmente recibió el mismo tratamiento de “excelentísima señora” que su marido.
Como esposa de un gobernante ilustrado, Isabel desarrolló una labor filantrópica en pro de la educación, no sólo en el ámbito familiar, sino también promoviendo la creación de las primeras escuelas públicas bilingües, la Sociedad de Damas de Málaga y la del cuidado de niños expósitos, una de las primeras asociaciones femeninas en España que cofundó en 1796, junto a su hija Rafaela. Organizaciones precursoras de la visibilización de la mujer.
En 1793 quedó viuda con 41 años y nueve hijos vivos, algunos menores de edad, a su cargo. A partir de entonces administró el importante patrimonio familiar que no solo era material sino también humano, pues una familia indiana como los Unzaga-Saint Maxent contaba, entre su patrimonio, con esclavos y sirvientes. Además, siguió velando por la educación de sus hijos a los que, según los cánones establecidos, proporcionó una excelente formación militar para los varones y una buena educación para las mujeres con una dote aceptable que les facilitó concertar ventajosos matrimonios, creando un sólido tejido familiar. Entre sus hijos vivos destacaron Francisco, compañero de Torrijos, y Mariano, edecán de José I Bonaparte. Isabel incluso llegó a atender a los hijos de su hermana, la condesa de Gálvez, que había sido privada de libertad por sus tertulias ilustradas, consideradas pro-revolucionarias.
Fuentes y bibl.: Archdiocese of New Orleans, Sacramental Records, 1752, vol. 2-3; Archivo General de Indias (AGI), Santo Domingo, leg. 2547, 2552 y 2582; Archivo General Militar de Segovia (AGMS), Expedientes, matrimonial 504 y personal U-203; Archivo Histórico Provincial de Málaga, Protocolos, leg. 3300, 3455-3458 y 3952.
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Francisco J. Cazorla Granados y Rosa María García Baena