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Fernando Soldevilla y Ruiz

Biografía

Soldevilla y Ruiz, Fernando. Escalona (Toledo), 30.V.1854 – Madrid, 5.IV.1931. Periodista, escritor, alto funcionario y político.

De origen muy modesto. Su padre era trabajador en el campo y él mismo lo fue hasta los dieciséis años, cuando se trasladó a Madrid. “Mi padre fue jornalero del campo, que yo mismo, de muchacho, iba a escardar”, recordaría en una amplia entrevista publicada por El Imparcial de 18 abril de 1929 que sirve de base a esta biografía. Refería, pues, que su padre era jornalero y él tuvo que trabajar para costearse los estudios. Explicaba que debía su carácter enérgico y honrado a su madre, ya que ésta le decía que le perdonaría cualquier falta, “excepto si robaba o mentía”. En su población natal recibió una instrucción muy básica, pero la suplió con una memoria prodigiosa. Soldevilla ha sido definido como un claro ejemplo de un cierto tipo de político e intelectual, tan común en España que, desde sus orígenes rurales, emigraban hacia la capital con el objetivo de triunfar como hombres de letras y en la política a través del periodismo como trampolín. Para ganarse la vida, se valió de humildes empleos. Así, comenzó a ejercer de memorialista, un oficio ya perdido. La necesidad de escribir en la ciudad era mayor que nunca, pero los índices de analfabetismo apenas habían variado. En este contexto se mostraban fundamentales las tres ciencias o artes que se consideraban básicas para prosperar: saber leer, escribir y contar; tres apartados sobre los que el nuevo oficio de memorialista articularía su modesto puesto. También llegó a ser pasante en un colegio de la calle del Reloj, junto al Palacio del Senado, en el que enseñó a leer a los hermanos García Prieto, Bermúdez de Castro y García Ortega. Pero su verdadera ilusión y gran vocación era ser periodista y escritor. Comenzó, sin embargo, la carrera de Medicina en 1870. En la carrera de Medicina tuvo como compañero de estudios y de estudiantina, al periodista burgalés Pepe Laserna (1855-1927), que será muy conocido como crítico teatral con el seudónimo de Aficiones. Al poco de llegar a Madrid, comenzó a colaborar en varias publicaciones literarias, para darse a conocer y “hacerse un nombre”. Publicó sus primeros artículos cuando tenía diecisiete años, en 1871, en pleno Sexenio Democrático. Como gacetillero, consiguió ir mejorando su situación material; “pero las felicidades a los periodistas les duran poco”. Publicó en 1882 un artículo en La Linterna, semanario político y satírico que, en la imprenta de Enrique Rubiños (Plaza de la Paja, 7), “se hacía él solito por veinte duros al mes y fue denunciado”. “El editor -rememorará sonriendo en 1929- era un colchonero apellidado Vidal, establecido en la calle de las Fuentes”, quien “al verse empapelado” no vaciló en delatarle como autor responsable. Fue sentenciado y pasó unos dos años de emigración en Francia, ya que entendió que era muy probable que le encarcelasen. En 1883 llegó a París, donde trabajó entusiásticamente en diversas editoriales, estableciendo una sólida y duradera relación con la casa editorial Garnier. También de esta etapa arrancará su futura corresponsalía en España de la agencia de noticias Fournier, especializada en la información financiera y bursátil. Debió volver del exilio a finales de 1885, inmediatamente después de la muerte de Alfonso XII. Al regresar a Madrid, empezó a trabajar en el diario El Día, adquirido entonces por Segismundo Moret, entre 1885 y 1888. No obstante, se consagró como periodista en El Imparcial, del que fue redactor político entre 1888 y 1893. Posteriormente, pasó a formar parte de la redacción de La Correspondencia de España (1902). También fue corresponsal en Madrid de La Vanguardia, de La Voz de Guipúzcoa de San Sebastián y de La Voz de Galicia.

En cuanto a su carrera política, fue amigo del republicano moderado y posibilista Emilio Castelar, que le llamaba cariñosamente Soldevillita, mientras que para el demócrata Cristino Martos era Soldevilleja. Acompañó a Práxedes Mateo Sagasta en la mayor parte de sus viajes políticos. No obstante, su principal apoyo político fue el del matemático, gran maestre de la masonería y destacado dirigente liberal Manuel Becerra Bermúdez (1820-1896), que le quería como un hijo. Eduardo Dato y Manuel García Prieto le honraron con la mejor amistad. También tuvo diversas audiencias con Alfonso XIII. Su lema como periodista y político era el de la “discreta indiscreción y la seriedad. Además, nunca injurié a nadie ni me valí de la influencia de la pluma para pedir nada”. Lo cierto es que supo tejer una notable red de amistades e influencias que no solo le ayudaron en su carrera periodística, sino también en la política y en su proyección profesional en la administración del Estado. Así, obtuvo su primera acta como diputado a Cortes​ por el distrito electoral lucense de Becerreá, con fecha de alta de 21 de mayo de 1894 (legislatura 1894-1895). Sustituye entonces a su gran amigo y protector, el ya referido político lucense Manuel Becerra, que acababa de ser nombrado por Sagasta ministro de Ultramar, además de dejar vacante su escaño en el Congreso, al ser nombrado senador vitalicio. Volvería al Congreso, como diputado por la circunscripción de Lugo, en las elecciones canalejistas de 8 de mayo de 1910 (legislatura 1910-1914), en las que fue proclamado Diputado electo por la Junta provincial con arreglo al artículo 29 de la ley Electoral, sin necesidad de elección. Entre tanto, el partido liberal le había nombrado efímero gobernador civil de Girona, en 1897, de Segovia, en 1898, de Huesca y A Coruña, en 1901 y de Granada, en 1902. En su primera etapa como parlamentario, criticó las cesantías de los empleados públicos. Posiblemente, sabía de lo que hablaba, ya que será víctima de ellas por su adscripción a una de las facciones dinásticas del siempre fragmentado partido liberal. De hecho, a comienzos del siglo XX, en medio de las llamadas crisis orientales, llegó a ser gobernador civil de Huesca entre 11 y 22 de marzo de 1901; de A Coruña, de 10 de agosto de 1901 a 14 de febrero de 1902; y de Granada, del 14 de febrero al 3 de julio de 1902.

Fue vocal fundador de la primera Junta directiva de la Asociación de la Prensa de Madrid en 1895. La gran iniciativa de Soldevilla y por la que es más recordado, sin embargo, comenzaría ese mismo año, con el inicio de la edición, en la Imprenta de Enrique Fernández de Rojas, de las 34 entregas, hasta 1928, del aclamado anuario El Año Político, una obra de referencia ineludible para el conocimiento de la agenda política y mediática de la España oficial, por lo que es considerado como un compendio político divulgativo de la época. De en torno a unas 600 páginas por número, incluye en cada tomo un índice, al principio o al final. Obra declarada de interés público por los organismos oficiales del Estado, en ella se trataba de recoger de forma cronológica, día a día, un resumen anotado de los acontecimientos políticos, sociales, militares y económicos de mayor relevancia en España y el extranjero. Este anuario era una obra personal. Incluía también discursos, dictámenes, proclamas, conferencias y escritos de los principales prohombres de la vida española, así como datos estadísticos y recursos gráficos, como fotografías y grabados, y anuncios comerciales. En su anuario se han destacado las referencias casi completas que hace a los discursos de Melquíades Álvarez y a los textos de Benito Pérez Galdós.

En el Congreso, en la discusión del mensaje a la Corona, y en la sección de Historia del Ateneo de Madrid dio muestras de su elocuencia. Como secretario de la Sección de Historia, redactó en 1910 una brillante Memoria titulada La revolución y las Cortes de Cádiz. Desde 1905, era jefe de la sección de beneficencia del ministerio de Gobernación, y oficial mayor del mismo ministerio al cabo de un año. Desde 1913 hasta 1929, cuando lo jubilaron con casi setenta y cinco años, ejerció la jefatura de la Inspección Mercantil y de Seguros en el Ministerio de Trabajo. En la entrevista honorífica que le realiza entonces El Imparcial se asegura que “a los setenta y cuatro años, con muchos ex y con muchas cruces, que jamás se ha colgado, se sigue ganando la vida; pero muy alegre, muy honrado y muy satisfecho de seguir siendo periodista”.

Soldevilla fallecería el domingo 5 de abril de 1931, a los setenta y siete años, “manteniéndose en plena actividad hasta hace muy pocos meses. Al entierro, verificado ayer a las cinco de la tarde, concurrieron representantes de la Asociación de la Prensa, de la Sociedad de Autores y numerosos amigos”. En su obituario se destacaba su pertenencia al Consejo Superior de Protección a la Infancia, su condición de socio honorario del Círculo de Bellas Artes y de socio emérito de la Asociación de la Prensa de Madrid, “de cuya fundación fue el primer iniciador”. Poseía varias condecoraciones españolas y extranjeras. Entre otras, las cruces de Isabel la Católica, del mérito naval de segunda clase, de Nichan Iftikhar de Túnez, de los sitios de Zaragoza y de la coronación de su majestad el Rey. En sus últimos años, había trabajado sobre todo para el grupo Urgoiti, en la revista La Esfera y en el diario La Voz, publicando una serie de semblanzas histórico-políticas de los principales hombres públicos del siglo XIX, con el título de Los hombres de la libertad. Este popular diario vespertino, en el que colaboraba desde su fundación en 1920, le definía como un “cronista sereno e imparcial”, que había dado a la luz “una serie de semblanzas histórico políticas de hombres públicos del pasado siglo, que han servido para dejar una huella indeleble de su valía”. Sus obras más relevantes, se añadía, desde el punto de vista histórico y sociológico eran Tres Revoluciones. Juntas de Defensa, Asamblea de parlamentarios y Huelga general (1917) y La opinión en Cataluña. Información objetiva sobre el catalanismo (1900), una vez más, como casi toda su obra, considerados como “documentos interesantes sobre los episodios recogidos que no pueden dejar de estudiar cuantos deseen conocer aquellos aspectos de la vida nacional”.  

 

Obras de ~: Matrimonios y amoríos de Alfonso XI, opúsculo histórico, Madrid, Imprenta de Enrique Rubiños, 1879; Leyendas dramáticas, tradiciones en verso, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1881; Historia de otras edades, tradiciones en prosa, Madrid, Imprenta de Enrique Rubiños, 1883;  Joyas de la literatura española, colección de autores clásicos, con artículos biográficos y bibliográficos, París, Garnier, 1884; Jovellanos, París, Garnier, 1887; Verdades y mentiras, poesías, con prólogo de José Echegaray, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1887; El cura loco, novela histórica contemporánea, s. e., 1887; Compendio de literatura general y de historia de la literatura española, París, Garnier, 1888 y 1930; El Año Político, Madrid, Imprenta de Enrique Fernández de Rojas, 1895-1928; Leyendas dramáticas. Juez y reo, drama, Madrid, Imprenta de Regino Velasco, 1900; La opinión en Cataluña. Información acerca del catalanismo, Madrid, Imprenta de Ricardo Rojas, 1900; Bellezas literarias, antología de los mejores escritores castellanos, Madrid, Imprenta de Ricardo Rojas, 1909; La Revolución y las Cortes de Cádiz, memoria leída y discutida en el Ateneo de Madrid, s. e., 1910; Tres Revoluciones. Las Juntas de Defensa, la Asamblea Parlamentaria y la Huelga General, Madrid, Imprenta de Julio Cosano, 1917; El Cristo de la Vega, obra teatral, en colaboración con Gonzalo Cantó, Sociedad de Autores Españoles, 1915 y Madrid, Prensa Popular, 1917; Los hombres de la libertad: semblanzas históricas contemporáneas, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1927.  

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Congreso, Indice histórico de diputados; Base de datos de gobernadores civiles españoles (1900-1997), https://grupo.us.es/estadoypoder/base-de-datos-de-gobernadores-civiles/; Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España

Hemeroteca Virtual de Prensa Histórica del Ministerio de Cultura.

M. Ossorio Y Bernard, “Soldevilla (Fernando)”, en Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo XIX, Madrid, Imprenta y litografía de J. Palacios, 1903; "Soldevilla y Ruiz, Fernando", en Diccionario Enciclopédico Espasa-Calpe, t. XVII, Madrid, Espasa-Calpe, 1927, pág. 89; A. Fernández Lepina, “Los veteranos del periodismo. Charla con Fernando Soldevilla”, en El Imparcial, 18 de abril de 1929; J. Pich Mitjana, D. Martínez Fiol y J. Contreras Ruiz, “El último romántico de nuestra política. Fernando Soldevilla Ruiz y la imparcialidad del españolismo”, en Historia Contemporánea (2018), 2 (57), págs. 523-558 

 

Juan Carlos Sánchez Illán

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