Botelho, Diogo. Lisboa (Portugal), s. XVI – ?, s. XVII. Gobernador.
Diogo Botelho fue el primer gobernador que nombró Felipe III; gobernó el estado de Brasil durante cinco años, desde 1602 hasta 1607.
De espíritu inquieto, sobre todo en lo referente a los temas de astronomía y al arte de pilotar, se benefició de las enseñanzas de un dominico español, fray Juan Claro, lo que, junto a su experiencia en el arte de la navegación, le permitió convertirse en un hábil cosmógrafo que elaboraba cartas geográficas y corregía las que traían los pilotos del reino.
En estas condiciones decidió regresar a Lisboa, no sólo para demostrar a la Corte su pericia, sino para conseguir la estima del Rey. Durante su estancia en Portugal conversó mucho con el Monarca sobre asuntos de navegación y realizó un gran mapa cartográfico que mereció los elogios de los entendidos.
Pero cuando trató de obtener su recompensa, la Capitanía de Chaul (así se designaban las primeras divisiones administrativas de Brasil), el Rey no sólo no lo consideró conveniente, sino que calificó de irrealizable su pretensión.
Este rechazo afectó profundamente al orgullo de Botelho, que no ocultó su resentimiento; su desahogo le convirtió en sospechoso ante la Corte, que todavía guardaba memoria de la deslealtad de Magallanes, y como se temía que Botelho procediese de la misma manera, yendo a ofrecer sus servicios a España o a cualquier otra Corte extranjera, el Rey mandó que lo detuvieran y pusieran a buen recaudo en el castillo de Lisboa.
Fue Vasco de Gama quien, en su tercera expedición a las Indias, lo libró del cautiverio al llevárselo consigo.
En las Indias, Diogo de Botelho llevó una buena vida gracias a la herencia de un traficante rico que había sido su criado. Pero continuó alimentando su fantasía y buscando la manera de engrandecer su nombre y granjearse la estima de la Corte.
Planeó entonces la empresa de regresar al reino y trazar los planos de una fortaleza, convencido de que nada sería más grato para el rey de Portugal.
En Cochim construyó una embarcación y se lanzó a una arriesgada travesía en la que tuvo que luchar no sólo contra los elementos, sino con la insubordinación de algunos esclavos que pretendieron asesinar a la tripulación y apoderarse del navío.
Al llegar a Lisboa, Botelho partió hacia Évora, donde se encontraba el Monarca, para hacerle llegar la buena noticia. Pero de nuevo se encontró con las reservas de la Corte, por lo que solicitó al Rey el permiso para emprender la peregrinación a Nuestra Señora de Guadalupe, permiso que le fue inmediatamente concedido.
Bibl.: V. Sousa, Trabalhos Nauticos dos Portuguezes, s. XVI-XVII, Lisboa, 1898; E. Pereira y G. Rodrigues, Diccionario Historico, Corographico, Biographico, Bibliographico, Heraldico, Numismatico e Artistico, vol. II, Lisboa, 1906.
Patricia Areal Torres-Murciano