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Ascensio Ignacio Altuna

Biografía

Altuna, Ascensio (o Asencio) Ignacio. Azpeitia (Guipúzcoa), 26.V.1802 – Vitoria (Álava), 8.IV.1863). Diputado general de Guipúzcoa, diputado en Cortes.

Asencio o Ascensio Ignacio Felipe Neri Altuna Azcue fue una destacada personalidad política guipuzcoana, bautizada en la parroquia de la Natividad de Nuestra Señora de Urrestrilla (Azpeitia) el 26 de mayo de 1802 y fallecida en Vitoria el 8 de abril de 1863. Sus padres fueron José Ignacio Altuna Alzibar (1770-1825) e Ignacia Juana Azcue Altuna (1774-1806). En septiembre de 1830 se casó con Casilda María del Pilar Crisógona Zavala Salazar (Tolosa, 24 de noviembre de 1806-1834), hija de Manuel José de Zavala Acedo Idiáquez y Alzolaras, III conde de Villafuertes (1772-1842). El matrimonio tuvo una hija, María Lucía Manuela Zoa Micaela Ramona de Altuna y Zavala, bautizada el 6 de julio de 1831 en la parroquia de Santa María de Tolosa (Guipúzcoa).

Hizo sus estudios en el Real Seminario de Vergara, entre 1816 y 1818, y en la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares preparándose para la carrera militar. Debido a su apoyo al general Riego, al que sirvió en el quinto Ejército que operaba en Andalucía, fue hecho prisionero de los Cien Mil Hijos de San Luis el 14 de septiembre de 1823 y enviado a Francia. A su regreso fue sometido a “purificación”, que consiguió en segunda instancia, obtenida la cual se le abrían las puertas de la actividad política e institucional, durante la Década Ominosa. Fue elegido diputado general de Guipúzcoa en 1828, 1829, 1833, 1839, 1845, 1846, 1848, 1851 y 1860, convirtiéndose en el contradictor de los comerciantes donostiarras partidarios del libre comercio, y luego en el mentor del moderantismo fuerista de Guipúzcoa que desemboca en la Unión Vascongada. Ejerció una importante influencia en la política guipuzcoana de mediados de siglo XIX.

En 1831, siendo representante de Vergara en las Juntas Generales de Guipúzcoa, Altuna encabezó la enemiga de la provincia frente a los proyectos de modificación de los fueros tradicionales auspiciados por los representantes donostiarras. ​ Precisamente en la Junta General celebrada en Azpeitia en 1831, propuso la creación de una comisión que examinase la exposición del Ayuntamiento de San Sebastián y de la Junta de Comercio. Esta comisión estuvo formada exclusivamente por los grandes propietarios de la provincia, sin que los intereses industriales o comerciantes obtuvieran representante alguno. El dictamen de esta comisión insistió en la salvaguarda de la integridad de los principios del fuero, dadas las funestas consecuencias que se derivarían de la aplicación de las medidas propuestas por San Sebastián, encaminadas a una plena integración económica en el mercado nacional español. El mencionado dictamen fue aprobado por la gran mayoría de los representantes, excepción hecha de San Sebastián, Pasajes, Berástegui y Alegría. El enfrentamiento entre los representantes de San Sebastián y el resto de la provincia se prolongaría durante veinte años para, a la postre, llegar a resoluciones de consenso hacia finales de los años cuarenta. A la vista de los resultados, Altuna llegó a lamentar con el tiempo la conflictividad que se generó entre San Sebastián y la Provincia y en la que tanto protagonismo le cupo.

En 1833, cuando se produjo la insurrección de la Primera Guerra Carlista, Altuna era miembro de la Junta particular de Guipúzcoa y se mantuvo fiel a la legalidad, pero ante el empuje y expansión de los paisanos armados sublevados en Vizcaya, se trasladó a Tolosa para finalmente recalar en San Sebastián el 23 de octubre de 1833. Viudo desde 1834, durante la guerra se exilió a Bayona y fue el primer secretario de la Junta de Bayona, que impulsó la política de “Paz y Fueros” de José Antonio Muñagorri (1794-1841).

Tras la Primera Guerra Carlista, Altuna encarnó una de las figuras habituales del liberalismo fuerista y logró el punto de inflexión y consenso con los otrora opositores de San Sebastián, sobre la base de lo que quedaba de los fueros, después del decreto de Espartero en octubre de 1841​ y el restablecimiento parcial de los mismos en 1844.

Altuna era alcalde elegido por sus convecinos en 1840, un año más tarde de promulgarse en Madrid la ley que “confirmaba los fueros vascos sin perjuicio de la unidad constitucional”. El gobierno de Madrid designó como jefe político al general Francisco de Paula Alcalá, comandante general de las Provincias Vascongadas y también corregidor político de Guipúzcoa, pero la Junta guipuzcoana reunida en Azpeitia acordó, en uso de las facultades que le confería el fuero vigente, suspender tal nombramiento y hacer la correspondiente representación al gobierno de su majestad. El jefe político pretendió hacer responsable al alcalde Altuna y mandó al comandante de Azpeitia que lo condujera arrestado a San Sebastián. Altuna fue conducido por la fuerza armada y presentado al jefe político, quien, después de una larga entrevista, lo puso a disposición del tribunal de primera instancia de San Sebastián, sin jurisdicción sobre Azpeitia y no reconocido su establecimiento por las Juntas. Este incidente, cuyos pormenores se publicaron en el folleto Al público, ​le proporcionó gran popularidad y base para una prolongada actividad parlamentaria en Cortes que se extiende desde 1841 a 1864, en la que destacó por su honradez e independencia.

Entre 1846-1851, Altuna fue comisionado de las Juntas Generales de Guipúzcoa para discutir con el gobierno madrileño el arreglo de los fueros, derivado de la ley del 25 de octubre de 1839​ que quedó pendiente hasta después de la segunda guerra carlista (1846-1849). Altuna impulsará una estrategia dilatoria en relación al arreglo foral, para propiciar la vigencia absoluta de los fueros enteros mientras no se produzca la modificación. Finalmente, se inclinó a favor de una estrategia pragmática y abogó por un proyecto de “arreglo” que fijara claramente el estatus político-administrativo de Guipúzcoa, pero dicho proyecto fue rechazado por las Juntas Generales de Vizcaya y, en consecuencia, no prosperaría.

A mediados de 1855, en una coyuntura de ascenso de las ideas progresistas, el liderazgo político de Altuna fue cuestionado. El representante de la Unión de Santa Cruz de Arguisano en las Juntas Generales de Guipúzcoa, Francisco Manuel Egaña Manterola (1816-1890), ​quien en el siguiente decenio apareció vinculado a candidaturas tradicionalistas que derivarían hacia el carlismo, criticó el exclusivismo de la élite gobernante en la administración de Guipúzcoa.

Altuna es uno de los parlamentarios de Vasconia que con mayor frecuencia y continuidad conservó el escaño en el Congreso de los diputados. Su dilatada actividad parlamentaria se extiende desde 1841 a 1864. El 14 de abril de 1841 fue elegido por primera vez diputado al Congreso por Guipúzcoa. Votó por la regencia única y en contra de la tutela que se confirió a Agustín Argüelles. Entre sus intervenciones cabe destacar la que realizó, el 17 de julio de 1841, a favor de los armeros de Éibar. Con relación a las elecciones a Cortes, Altuna defendió la gestión de la diputación y su particular proceder en las contiendas electorales. El 8 de diciembre de 1846 volvió a ser elegido diputado en el distrito de Tolosa, siendo renovado en su cargo ininterrumpidamente hasta 1854. Participó activamente en las Cortes constituyentes de 1854, habiendo sido elegido diputado por Guipúzcoa. Más tarde, el 12 de marzo de 1861, fue elegido de nuevo por Tolosa y le sorprendió la muerte en Vitoria siendo diputado.

Las intervenciones parlamentarias de Altuna, en relación con el largo periodo en que ejerció como diputado, fueron más bien escasas. Los testimonios de sus contemporáneos dibujan a Altuna como indiferente a todo lo que no tuviera que ver con los fueros. No obstante, también intervino en asuntos como la clasificación de las carreteras, el reemplazo en el ejército, los daños de Bilbao tras la primera guerra carlista y otros. En la semblanza de Vargas Machuca, de 1851, se le distingue por su honradez, dignidad e independencia.

 

Obras de ~: Al Público, Tolosa, Imprenta de la Viuda de Mendizábal, 1840; Refutación al discurso del Sr D. Francisco Manuel de Egaña procurador de la Unión de Arguisano en las Juntas Generales de Hernani, San Sebastián, Imprenta de Ignacio Ramón Baroja, 1855.

 

Bibl.: R. Guereca, Registro de las Juntas Generales que la Provincia de Guipúzcoa ha celebrado en la Villa de Azpeitia, Tolosa, Imprenta de la Provincia, 1844; F. Vargas Machuca, Vida política militar y pública del Excmo. Sr. don Francisco Lersundi, actual ministro de la Guerra, Madrid, Imp. el libro de la verdad, 1851; F. M. de Egaña, Réplica al folleto publicado por el Sr. D. Ascensio Ignacio Altuna de refutación al discurso del Sr. D. Francisco Manuel de Egaña procurador de la Unión de Arguisano en las Juntas Generales de Hernani con un apéndice dedicado al Sr. D. Miguel de Garmendia, San Sebastián, Imprenta Pio Baroja, 1855; J. Agirreazkuenaga Zigorraga (dir.), Diccionario biográfico de los parlamentarios de Vasconia (1808-1876), vol. I, Vitoria, Parlamento Vasco, 1993, págs. 114-120; P. Altuna y J. M. Goñi Mundaiz, “Pormenores de la segunda guerra carlista en el Diario de José Ignacio Arana”, en Mundaiz,  53 (1997), págs. 33-56; M. Artola, Historia de Donostia-San Sebastián, San Sebastián, Editorial Nerea, 2000; J. L. de la Granja, C. Rubio Pobes, S. de Pablo, Breve historia de Euskadi: De los fueros a la autonomía, Barcelona, Debate, 2011; P. J. Chacón Delgado, Nobleza con libertad. Biografía de la derecha vasca, Bilbao, Editorial Atxular Atea, 2015, págs. 181-186.

 

Antonio Astorgano Abajo

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