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Antonio Ponz Piquer

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Biografía

Ponz Piquer, Antonio. Torás (Castellón), 1725 – Madrid, 4.XII.1792. Erudito ilustrado, escritor de literatura de viajes y epistolar, tratadista de arte, académico, pintor, arqueólogo y naturalista.

Hijo de Alejandro Ponz y Victoriana Piquer, ricos hacendados, nació en la Masía La Cerrada, sita en Hoya Elvira, en el término municipal de Torás (Castellón). Junto con sus cinco hermanos, dispuso de una buena educación en las primeras letras, y ante su buena disposición para el estudio, pasó a estudiar Humanidades y Gramática en el Colegio de San Pedro de los jesuitas en Segorbe, en el que ingresó en 1736. Tras finalizar el segundo año de Filosofía, se trasladó a la Universidad de Valencia —el Estudi General—, donde continuó sus estudios de Filosofía y Artes. Allí compuso un cuaderno de Física, que mereció el aplauso de sus profesores. Inició los estudios de Teología, recibiendo el grado de doctor en la Universidad de Gandía —el antiguo Colegio fundado por san Francisco de Borja, regido por los jesuitas—. Con su vocación religiosa ya muy debilitada, en especial al entrar en contacto con el ambiente artístico que se vivía en Valencia, dejó los estudios teológicos, que no conformaban con su carácter. En esa ciudad se alojaba en casa de un tío suyo, donde vivía cómodamente, y tomó contacto con el pintor murciano Antonio Ricart (o Richarte), con quien entabló amistad y aprovechó para adquirir algunos conocimientos del dibujo. Ponz, ya por entonces, era un apasionado lector y se había iniciado en el estudio de lenguas extranjeras.

Al iniciar su pasión por el arte, marchó a Madrid, donde tuvo la oportunidad de visitar y consultar las colecciones reales. En 1746, fue uno de los primeros alumnos en la Junta Preparatoria de la Real Academia de las Tres Bellas Artes de San Fernando, donde se aplicó a la práctica del dibujo y al estudio de sus técnicas, iniciándose también en los pinceles y el óleo.

En la Corte vivió en la casa de unos dependientes de Palacio, que le ayudaron debido a sus recursos escasos, lo que, luego, agradeció Ponz recogiendo a una anciana viuda de aquella familia.

En 1751 viajó a Roma en compañía y la ayuda de unos jesuitas que tenían el mismo destino, con el fin de profundizar en su formación artística. Allí practicó la pintura, que fue el principal recurso para su manutención y para comprar cuantos libros de arte podía, aunque también disponía de una pensión concedida por el ministro José de Carvajal y Lancaster, protector de la Real Academia de San Fernando. En Roma entabló amistad con el valenciano Francisco Pérez Bayer, quien despertó su interés por la arqueología y las antigüedades en general, y junto a él estudió y dibujó los monumentos antiguos de Roma y de otros lugares de Italia. Asimismo, conoció al duque de Almodóvar, de quien disfrutó de protección, y tomó contacto con algunos extranjeros como el famoso tratadista Winckelmann, cuyas ideas estéticas sobre el ideal clasicista compartía plenamente Ponz, y el pintor Mengs, que ocupaba el cargo de director de la Accademia de San Luca, con quien inició una estrecha amistad.

En 1759 viajó a Nápoles acompañado por Pérez Bayer y el duque de Almodóvar, atraído por las excavaciones arqueológicas que se estaban realizando en Pompeya y Herculano, que tanta fama tuvieron en el mundo ilustrado europeo de la época. Uno de sus protectores en aquellas tierras fue Clemente de Aróstegui, ministro plenipotenciario en la Corte de las Dos Sicilias. Influido por la lectura de los relatos de viajeros por Grecia, Egipto y Siria, en especial por Las ruinas de Palmira de Wood y Dawkins, tuvo el propósito —según relata su sobrino José Ponz— de “seguir sus pasos por las vastas regiones del Oriente”. Aróstegui le disuadió de ello, aparte de por los peligros y dificultades de un viaje semejante, argumentándole que sus largos estudios en Italia debían aplicarse con provecho en España, para lo cual le hizo una serie de recomendaciones en Madrid.

En 1759, primer año del reinado de Carlos III, regresó a España y, tras una penosa travesía en barco, con fuerte tormenta, desembarcó en Cartagena el mismo día de su santo. Al llegar a la Corte, pronto obtuvo trabajo. Carlos III había proyectado realizar una galería con los retratos “de los grandes hombres” cuyas obras se hallaban en la Biblioteca de El Escorial, y Ponz fue el encargado, en 1760, de reagrupar y ordenar la colección de retratos de la Biblioteca, sacar copia de los más estropeados y pintar los que él considerara oportunos. En esa tarea ocupó sus cinco o seis años siguientes, además de dedicar mucho tiempo a leer y consultar libros y códices de la magnífica Biblioteca escurialense. Por entonces, copió cuadros de Rafael, Guido Reni y Pablo Veronés.

Concluida aquella comisión, volvió a la Corte. Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, Campomanes, por entonces fiscal del Consejo de Castilla, y que conocía personalmente a Ponz, propuso a éste, a raíz de la recomendación del pintor Mengs, para que recorriese los colegios e iglesias de jesuitas de Andalucía, catalogase las obras pictóricas dispersas por ellos y seleccionara las más interesantes para llevarlas a la Real Academia de San Fernando de Madrid. Fue por entonces, según escribió su sobrino, cuando maduró el plan del Viaje de España, su famoso libro, a cuya escritura “principalmente le había excitado el del padre Caimo, que había leído en Italia, y cuyas equivocaciones pensaba demostrar”. Dio a conocer su proyecto entre sus amigos, y éstos le apremiaron a que lo llevase a cabo. Entre sus amigos e interlocutores estaban Jovellanos y Campomanes (es significativo que, el primer poema impreso de Jovellanos, la Epístola del Paular, apareció en el tomo X del Viaje de España).

En 1771, Ponz emprendió su primera salida con esa finalidad, en una tarea a la que dedicó el resto de su vida, recorriendo gran parte de las regiones españolas y algunos países europeos, Francia, Inglaterra, Holanda y Bélgica. Sus primeros escritos que acabarían como texto del Viaje, los había iniciado ya durante su estancia en El Escorial, a finales de 1765 y comienzos de 1766.

Desde el principio adoptó para sus escritos la forma epistolar, eludiendo el estilo retórico. De hecho, su Viaje es una sucesión de cartas a un “amigo” innominado, aunque se ha especulado con que fuese Campomanes su principal corresponsal y, también, su posible editor. En cualquier caso, el libro está construido con una serie de cartas abiertas para el público lector en general.

En sus viajes, como método de trabajo y estudio, levantaba acta del estado de conservación del patrimonio histórico nacional, y anotaba todo aquello que encontraba de interés para conocer la situación del país, algo que se consideraba fundamental en el plan de reforma ilustrada para la nación: estado de la economía, la agricultura, las manufacturas, la artesanía, el comercio, los caminos y puentes, los alojamientos para viajeros y otros aspectos de la realidad española. Todo ello, no limitándose a lo puramente descriptivo, sino también con espíritu crítico ante las carencias que existían, para su transformación dentro del proyecto de reforma ilustrada, cuyo espíritu compartía Ponz. En lo que se refiere a las antigüedades, anotaba y dibujaba todas las inscripciones, monedas, estatuas y monumentos antiguos que existían en los territorios por los que viajaba, testimonios que siguen constituyendo una de las piezas fundamentales de la bibliografía artística española, entre otras razones, debido a que muchas de las antigüedades descritas en su libro desaparecieron o se dispersaron con la Guerra de la Independencia contra la invasión napoleónica.

Menéndez Pelayo escribió que el Viaje de Ponz “es más que un libro; es una fecha en la historia de nuestra cultura”.

El tomo I de su Viaje de España fue publicado en 1772, ocultando su nombre como autor bajo el seudónimo, fácil de reconocer, de Pedro Antonio de la Puente. Inmediatamente fue mostrado al Rey por Grimaldi, a quien Ponz expresaría su agradecimiento con la dedicatoria del volumen tercero, con fecha 20 de septiembre de 1774. A partir de este volumen, dado el favor del público que habían alcanzado los primeros tomos, se hizo inútil ocultar su nombre, y ya aparecieron los siguientes con el nombre de Antonio Ponz como autor de la obra. Todos los dieciocho tomos, que se publicaron entre 1772 y 1794, se editaron, encuadernados en tomos de octavo con más de trescientas páginas cada uno, en la imprenta de Joaquín Ibarra, Impresor de Cámara de S. M.

Algunos de sus protectores, entre otros Campomanes y Mengs, le volvieron a recomendar al Rey y se le designó para disfrutar la prestamera de Cuerva, en Toledo, estipendio o pensión procedente de rentas eclesiásticas que se concedía temporalmente a los que estudiaban para sacerdote o a los que militaban por la Iglesia, lo que le ayudó a costear sus viajes.

La fama de su obra se iba consolidando, publicándose reseñas en periódicos extranjeros y, pronto, se hicieron ediciones en Leipzig, Francia e Italia. Al italiano fue traducido por el ex jesuita Antonio Conca (Descrizione odeporica della Spagna, Parma, Stamperia Reale, 1793-1797, 4 vols.); en Leipzig se publicó el primer tomo traducido al francés por Juan Antonio Díez, profesor de Historia Literaria en Gottingen, y se hicieron traducciones alemanas de otros tomos (Leipzig, 1775, 2 vols.). El Viaje ayudó a conocer España entre los europeos, combatiendo muchos de los estereotipos que había sobre el país. Guillermo von Humbolt escribió que lo había leído antes de iniciar su viaje por España, haciendo con frecuencia referencia a él en el relato de su recorrido por diferentes regiones.

En 1773, Ponz fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, y, más tarde, supernumerario. Perteneció, también, a las Sociedades Económicas de Amigos del País de Madrid, de Vascongadas y de Granada. Asimismo, a las Academias de San Lucas y de los Arcades, de Roma, y de los Anticuarios de Londres.

En 1776, el Rey le volvió a favorecer nombrándole secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, no sin reticencias y protestas de sus miembros, que por entonces actuaban casi como un estamento de próceres. El nombramiento implicaba unos emolumentos que le permitirían hacer frente con mayor holgura a los gastos de sus viajes. Por entonces ya se habían publicado los seis primeros tomos de su obra. El tomo VI se cerraba con una carta del pintor Mengs a Ponz sobre aspectos de pintura.

En 1785 se editó en dos tomos su Viaje fuera de España, con experiencias y reflexiones de sus viajes por Francia, Inglaterra, Bélgica y Holanda. Estos tomos se publicaron entre la edición de los tomos XII (1783) y XIII (1785) del Viaje de España, del que en cierta manera era complemento, pues al principio y al final trata sobre varias ciudades españolas. En los primeros párrafos con que se inicia aquella obra, Ponz escribe una especie de intención de principios: “Muy lejos de pasarle por la imaginación [al autor, es decir, él mismo] insultar con ficciones, ni bufonadas a las naciones cuyas tierras ha recorrido, las trata con el debido miramiento y respeto; y si por incidencia critica algunas obras, algunas prácticas o costumbres, es refiriendo sobre lo que ello han escrito y publicado otros escritores de las propias naciones; y no con desprecios, mentiras e insolencias, como han hecho diferentes viajeros que de veinte años a esta parte han venido a España, y después han publicado sus obras”. De hecho, una de las líneas principales de los dos libros es el de contradecir muchos de los ataques a España y a su situación que venían haciendo viajeros y escritores extranjeros, porque Ponz, que había recorrido la mayor parte del país y conocía su situación real, sabía que no se correspondía con muchos de los juicios extremadamente negativos y plagados de estereotipos que sobre la imagen de España se estaban difundiendo por Europa, además de no tener en cuenta los avances que en muchos terrenos se estaban realizando en el país.

En el Prólogo del tomo primero del Viaje fuera de España, se centra en dar a conocer a los españoles, y a criticar por sus errores y falacias, varios de los relatos de viajeros extranjeros por España, como los de Swinburne, el padre Norberto Caimo, Eduard Clark y, especialmente, el Voyage de Figaro en Espagne, del marqués de Langle. También el prólogo al tomo segundo del Viaje fuera de España constituye, en lo fundamental, una impugnación al provocador artículo de Masson de Morvilliers acerca de qué debía Europa a España.

En 1786, el Diario de Madrid publicó un curioso trabajo de Ponz titulado Plantío de almendros en las cercanías de Madrid, dentro de su frecuente defensa de la necesidad de estimular el cultivo de árboles.

En 1788, publicó a su costa, con una dedicación a Floridablanca y con una introducción de su firma y notas, unos Comentarios de pintura de Felipe de Guevara, escritos posiblemente en torno a 1560, cuyo manuscrito había adquirido en Plasencia, en un viaje por Extremadura.

En 1790, recién estrenado el reinado de Carlos IV, ante la imposibilidad de compaginar sus viajes con el desempeño del cargo de secretario de la Academia de San Fernando, solicitó al Rey la dispensa del cargo, que le fue concedida, al tiempo que se le honraba con el puesto de consiliario honorario, con el privilegio de conservar sus anteriores emolumentos.

En marzo de 1791, emprendió un nuevo viaje a Andalucía con el fin de ampliar algunas impresiones y datos que ya había recogido en anteriores viajes, y estaba ya de regreso a Madrid en junio de aquel año, cuyo verano pasó con sus escritos. Con la llegada del invierno, según relata su sobrino, se vio asaltado de una “interior y terrible melancolía”, y para tratar de mitigarla volvió a escoger el camino de los viajes, desplazándose a Toledo, donde recorrió los alrededores de la ciudad. De vuelta a la Corte, volvió a recaer en su falta de salud y marchó a su querido El Escorial, de donde volvería gravemente enfermo. A su regreso a Madrid sufrió un cólico nefrítico, y falleció diez días después, el 4 de diciembre de 1792, cuando contaba sesenta y siete años de edad. Fue enterrado en la madrileña parroquia de San Luis.

Después de su muerte, en 1794, se publicó el último volumen de su Viaje de España, el XVIII, que terminó de ordenar para la imprenta su sobrino José Ponz, y fue posible su edición gracias a las incitaciones y socorros de sus amigos, entre otros, el duque de Almodóvar, Eugenio Llaguno, Francisco Pérez Bayer, Nicolás Rodríguez Laso y José Cornide. La muerte le impidió completar el relato sobre las regiones orientales de Andalucía, Murcia, Galicia y la cornisa cantábrica en su Viaje de España.

La obra de Antonio Ponz ha sido considerada por los estudiosos no sólo como una relación inventariada del tesoro artístico del país, sino también como un ejemplo de obra ilustrada, tanto por contenido como por método de análisis y estudio, siendo también importante el análisis y relación de usos y costumbres o la crítica de las supersticiones, y de la situación económica y social, destacando la preocupación por el medio ambiente, especialmente del arbolado —la necesidad de reforestación, tema tan querido de los ilustrados—, y de la importancia del regadío en España, adepto como era, en lo fundamental, a las teorías de los fisiócratas, al considerar el cultivo de la tierra como la principal fuente de riqueza. Fue crítico de algunas prácticas que consideraba negativas para la agricultura española, como la de los monocultivos, que concretó especialmente en su crítica del monocultivo de los aguardientes en la comarca de Reus. En el terreno artístico, Ponz fue un crítico radical del barroquismo y defensor de la estética neoclásica, en ocasiones con planteamientos excesivamente academicistas. Asimismo, fue crítico de algunas costumbres y usos que consideraba periclitados o dañinos para la salud y la higiene públicas y, así, repudió la costumbre de los enterramientos en las iglesias, por la insalubridad que acarreaban. En la línea ilustrada, fue también defensor de lo que por entonces se denominaba las ciencias útiles.

Inéditos quedaron las Memorias para la historia de la Real Academia de las Tres Bellas Artes, la Noticia de la distribución de los premios trienales, así como los Óbitos de sus individuos. En los catorce años que ocupó el cargo de secretario de esta institución fue, también, el redactor de las actas de sus Juntas Públicas.

No han llegado sus pinturas de la época valenciana, ni las que pintó en la Junta Preparatoria de Madrid o los lienzos de su estancia en Italia. Sí que se conservan los retratos de literatos para la Biblioteca de El Escorial y las copias de otras obras que allí se guardan, así como algunos paisajes. A su amigo Pérez Bayer le regaló el retrato al óleo que le hizo. A la Real Academia de San Fernando donó un autorretrato. Hay, también, un retrato de Antonio Ponz por Carnicero y grabado por Carmona.

 

Obras de ~: Viage de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse que hay en ella, Madrid, Imprenta de Joaquín Ibarra-Viuda de Ibarra, Hijos y Cía., 1772-1794, 18 vols. (reed. facs., Madrid, Atlas, 1972; Viage de España, prepar., intr. e índices de C. M.ª del Rivero, Madrid, Aguilar, 1988-1989, 4 vols.); Carta a Campomanes hablándole de la Nueva Población La Carolina; que ha visto la casa de los jesuitas de Almagro y que continuará en conocer las de Andalucía, dándole cuenta de lo que halle digno de recogerse, La Carolina, 12 de abril de 1772, Fundación Universitaria (Madrid), 48- 99, 2 hs.; Carta a Campomanes, habla sobre las ruinas romanas de Mérida y otros monumentos de Extremadura, Cáceres, 2 de agosto de 1772, I, Fundación Universitaria (Madrid), 18-102, 3 hs.; Carta a Campomanes sobre cuatro cuadros que había apartado para que los enviasen a Madrid; que agradecería escribiese al Intendente de Valencia, anuncia su regreso a Madrid para principios de diciembre, Cuenca, 1 de noviembre de 1773, Fundación Universitaria (Madrid), 48-101, 1 h.; Viaje fuera de España por ~, Secretario de la Real Academia de San Fernando, Madrid, Joaquín Ibarra, 1785 (reed. facs., Madrid, Atlas, 1972; Viage fuera de España, prepar., intr. e índices de C. M.ª del Rivero, Madrid, Aguilar, 1988-1989, 1 vol.); “Plantío de almendros en las cercanías de Madrid”, en Diario de Madrid, II (1786), págs. 101- 103 y 105-106; Comentarios de la pintura, que escribió Don Felipe de Guevara, Gentilhombre de boca del Señor Emperador Carlos Quinto, Rey de España, se publican por la primera vez con un discurso preliminar y algunas notas de ~, quien ofrece su trabajo al Excmo. Conde de Floridablanca, Madrid, Gerónimo Ortega, Hijos de Ibarra y Cía., 1788; Carta a Campomanes enviándole dos ejemplares del tomo 16 de su viaje y que en breve le remitirá el tomo 17, Madrid, 3 de noviembre de 1791, Fundación Universitaria (Madrid), 48-100, 1 h.; “Correspondencia de D. Antonio Ponz con Tomás Bayarri”, en Archivo de Arte Valenciano, 16 (1915); Idea que Don Antonio Ponz se ha propuesto y empezado hacer en su viaje por España para informar al Ilmo. Sr. D. Pedro Rodríguez Campomanes, que se lo ha facilitado, Madrid, s. f., Fundación Universitaria (Madrid), 22-28, 2 hs.; Memorias para la Historia de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Noticia de la distribución de los premios trienales y los Óbitos de los individuos de la Academia, s. f., Madrid (inéd.); Teatro de Vicente Gil (1465?-1537), s. f. (ed. de ~, trad. del portugués, Barcelona, Orbis, 1983).

 

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Alejandro Diz

 

 

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