Fuentes Quintana, Enrique. Carrión de los Condes (Palencia), 13.XII.1924 – Madrid, 6.VI.2007. Economista, catedrático de universidad, consejero de Estado, ministro y senador real.
Tras concluir el bachillerato cursó en la Universidad de Madrid la licenciatura y el doctorado tanto en Derecho como en Ciencias Económicas. Inmediatamente pasó a trabajar como ayudante de clases prácticas con los profesores Zumalacárregui, Olariaga, Mariano Sebastián y Manuel de Torres, tanto en la Facultad de Derecho como en la de Ciencias Políticas y Económicas. En ésta pronto pasó a ser profesor adjunto de Hacienda Pública y encargado de la cátedra de Estructura Económica de España. Quedaba así muy marcado el doble y simultáneo camino científico que iba a seguir, siempre con la base de un estudio profundo de la teoría económica. No tuvo nunca inclinaciones historicistas, en cualquiera de sus diversas vertientes. Para él, el ensayo de Karl Popper La pobreza del historicismo se convirtió en una especie de santo y seña que diferenciaba lo que le debía interesar y lo que debía dejar a un lado.
En el número de octubre-diciembre de 1948 de Anales de Economía publicó, al entrar en aquellos momentos en el campo de la investigación y la docencia y, muy pronto, y con singular brillantez, en el de la Administración Pública, un trabajo titulado “Los efectos económicos de la Política Fiscal. Comentario a las tesis suecas”. Si se relee ahora de principio a fin se observa en este ensayo una singular madurez.
El inicio se encuentra en estos párrafos: “Se ha dicho que son cuatro los pilares que fundamentan la moderna teoría económica: el análisis macroeconómico, la importancia relevante —a veces exclusiva— concedida al dinero, la exposición de la teoría como ‘visión general de la circulación económica, es decir, en expresión figurada, un desarrollo dirigido hacia la partida doble de la Economía Nacional’; y sobre todo la preocupación común, angustiosa y vital encaminada a la supresión del paro”.
El cuerpo es la confluencia del “criticismo inmanente” respecto a la obra de Wicksell existente en la Escuela de Estocolmo que, entonces, desde Myrdal llegaba a Wigfors, y donde al fundirse con los planteamientos que procedían de Keynes se observaba que se lograban conclusiones teóricas análogas, aunque por caminos diferentes. Fuentes Quintana en este sentido comprendió, trabajó y amplió una serie de aportaciones, procedentes bastantes del profesor Torres Martínez, quien las había expuesto en sus célebres “Prólogos”. En este ensayo inicial, Fuentes las centró en torno al libro de Gunnar Myrdal Los efectos económicos de la Política Fiscal (1948) que acababa entonces de publicarse en español, como traducción del famoso informe de Myrdal, Eihans politikens economiska verkningar, efectuado en 1934 para el Comité del Desempleo y que cambió la política sueca en este sentido.
El final es esta serie de importantes declaraciones sobre el papel y responsabilidad del científico de la economía: “Que la realidad viva quede dominada a su luz es la aspiración del teórico, y es el político el que debe, en fin, convertir los propósitos teóricos en abundante cosecha de realidades venturosas. Mas lo que no puede pretenderse —sería cocear contra el aguijón— es enfrentarse a la realidad con el desamparo de ridículos instrumentos teóricos. Tan sólo podrá conseguirse la amargura de la impotencia”.
Fuentes Quintana, a partir de ahí, a lo largo de lo que es ya más de medio siglo de intenso trabajo, se convirtió en el economista más brillante de la que bien podría denominarse Generación de 1948. No abandonó nunca las líneas de dirección que se señalan al principio.
En su última etapa como investigador estuvo instalado en la presidencia de honor de la Fundación Fondo de Investigaciones Económicas y Sociales de la Confederación Española de Cajas de Ahorros, y en la presidencia de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y se coronó con la dirección y elaboración de capítulos esenciales de la obra gigantesca Economía y economistas españoles, que enlazó, por vez primera, la realidad y el pensamiento económico de España. Asimismo, en la docencia, después de haber sido un brillantísimo catedrático, sucesivamente, de las Universidades de Valladolid y Complutense de Madrid, fue profesor emérito de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. En cuanto a su labor como servidor público, tras su entrada impresionante, por oposición, como funcionario del Ministerio de Hacienda, hay que destacar su labor extraordinaria como técnico comercial del Estado al frente del Servicio de Estudios del Ministerio de Comercio, a la que siguió su presidencia del Instituto de Estudios Fiscales, su puesto de Consejero del Banco de España, y su vicepresidencia del Gobierno como ministro de Economía de 1977 a 1978, culminada con la responsabilidad como consejero de Estado.
Existen en la vida del profesor Fuentes Quintana cuatro momentos fundamentales que se enhebran con instantes decisivos de nuestra historia contemporánea.
El primero fue la apertura económica al exterior, que se puede singularizar con el denominado Plan de Estabilización, de 1959. El segundo es el de la radical rectificación keynesiana que se efectuó en 1977, logrando que la Transición política tuviese un aceptable respaldo por parte de una política económica muy racional, que, a todos los efectos, se puede singularizar en el Pacto de la Moncloa de 1977. El tercero es el de la reforma tributaria de 1978, que llevará para siempre su nombre unido al de su ejecutor, Fernández Ordóñez, y que logró desarraigar bastante a fondo el sistema tributario latino en aquella proyección, surgida gracias a la reforma Mon-Santillán. El cuarto es la inserción comunitaria de España, lograda en junio de 1985.
La necesaria liberalización de la economía española procede de una atenta, cuidadosísima, lectura crítica de la obra fundamental de Román Perpiñá Grau, De economía hispana, que éste había publicado por primera vez en 1935 en Weltwirtschaftliches Archiv.
A Fuentes se debe que Perpiñá publicase la segunda edición de su obra con una serie de aditamentos que el propio Fuentes Quintana redactó, aparte de ser el autor de un ensayo prodigioso, fruto de un seminario que desarrolló en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, con un grupo selecto de alumnos del profesor José María Zumalacárregui, que tituló Algunos problemas fundamentales de la economía española. Por supuesto que a eso deben añadirse los trabajos de Fuentes en un curioso seminario del profesor Torres. También este profesor había sido un auténtico adalid en favor de la apertura de la economía española. El examen de la etapa en que el profesor Fuentes Quintana dirige Información Comercial Española es fundamental para entender su vivísimo papel en toda la época centrada en el Plan de Estabilización de 1959.
El segundo sendero recorrido por el profesor Fuentes Quintana se relaciona con un replanteamiento del modelo keynesiano en cuanto posible cimiento de la política económica que debía adoptarse en España para salir de la crisis económica. Al analizar en este sentido la obra de este profesor, resplandecen dos cosas.
La primera, su admiración por la obra científica de Keynes; la segunda, y muy temprano, su puesta en guardia tanto ante posibles trivializaciones de su mensaje como frente a una especie de beatería ante todas y cada una de las partes de su modelo. De modo rotundo, ya en estos trabajos iniciales, escribirá: “El calificativo ‘general’ usado por Keynes en la edición inglesa de su obra en sentido prístino, frente a ‘particular’ que se aplica a la teoría clásica, no ha podido sostenerse en la crítica a la que sus postulados se han sometido”. Aún más reservas tiene Fuentes para aplicar el modelo keynesiano a España.
Las típicas medidas anticíclicas keynesianas, pues, estaban en ese momento de más. Ni por un instante se le ocurrió a Fuentes Quintana acudir al remedio fácil del incremento de la demanda efectiva cuando el 4 de julio de 1977 llega al poder, ocupando el puesto de vicepresidente segundo y ministro de Economía.
Ahí va a ser el artífice del Pacto de la Moncloa.
Como señaló Ricardo de la Cierva, “el toque de salida para los Pactos de la Moncloa [correspondió al] [...] profesor Fuentes Quintana, con su autoridad reconocida por todos los grupos de la derecha, el centro y la izquierda. [Él] fue el director de orquesta, porque la concertación económica y social tendría forzosamente que conseguirse por consenso, dados los sacrificios que habrían de exigirse a todos los españoles: Fuentes [...] debía haber sido ministro de Economía en el primer Gobierno de Suárez y no pudo serlo porque le vetó la banca, con la que entonces no podía enfrentarse Suárez. Ahora la situación económica, después de tantos años de crisis económica y de obsesión política excluyente a partir de 1973, no admitía ya más dilaciones. Pese a dificultades, demagogias y anacronismos, el famoso consenso tendría que funcionar”.
Este Pacto de la Moncloa, conviene decirlo, significaba dos cosas. Por un lado, que se levantaba acta de que para salir de la crisis económica el camino se iba a Milton Friedman, a su ensayo de 1967, El papel de la política monetaria, y a converger con el Informe McCracken de la OCDE, de 1977. Naturalmente que esto significaba que se abandonaba el norte de Keynes y Myrdal, quien, desde las tomas de posición de Wigfors se había convertido en la estrella polar de la socialdemocracia. Esto suponía un giro a la derecha. Pero, por otro lado, llevar a buen puerto el pacto suponía conseguir, de parte de las organizaciones de izquierdas, tanto partidos como sindicatos, un grado notable de paz social y una fuerte contención salarial, al fijar el aumento de las remuneraciones de los trabajadores, no en función de los precios soportados, sino en relación con los esperados por el Gobierno. Para que se aceptasen tantas concesiones fue preciso ofrecer buena parte de la herencia de la recién esfumada Organización Sindical Española en forma de rigidez del mercado del trabajo y, muy especialmente, la reforma tributaria. El gasto público no se podía reducir, so pena de provocar tensiones sociales casi intolerables. Es más, era aquél un momento en el que se ponía a prueba otro aspecto de la herencia que se recibía, el Estado de Bienestar, y éste funcionó. Pero con un aumento acelerado del paro; con una mayor significación de las jubilaciones; con un sistema bancario que acabó por exigir importantes transferencias procedentes del sector público; con un sector industrial público que amenazaba con su ruina a regiones enteras, un corte del gasto público era impensable. Aumentar la presión impositiva sin una honda reforma tributaria hubiera sido inimaginable.
Por eso, ese gasto público creciente obligaba a acelerar los cambios impositivos que, si se hacían de acuerdo con el patrón que se contenía en el proyecto Monreal-Fuentes Quintana, que éste había presentado, a través del citado ministro, en 1974, podría dar la impresión a las fuerzas de izquierda de que, aparte de los fondos sindicales, algo más habían logrado.
Esto enlaza con la reforma tributaria, de la que fue protagonista Fuentes Quintana. Con claridad había señalado en su artículo “Reflexiones sobre el sistema tributario español”, aparecido en Anales de Economía en abril-junio de 1949, que “la aparición de la estructura económica de España se realiza cuando en el idearium del partido conservador el proteccionismo tomó carta de naturaleza, cristalizando en el arancel de 1891”. En su conjunto, se trataba de un sistema tributario inadecuado para las exigencias de la economía española tras la crisis de 1973. La cruzada que había emprendido Fuentes para remediar esto fue providencial.
Había ya cuajado en 1974 en el Libro Verde.
Su título exacto fue Informe sobre el Sistema Tributario Español. Estaba constituido por cuatro volúmenes y debería haber servido para llevar adelante la que hubiera sido la Reforma Tributaria Monreal-Fuentes Quintana. El cese del ministro Monreal parecía reducir a la nada esta transformación tributaria.
Sin embargo, justo en ese momento surgían dos problemas ligados a la estructura tributaria española.
Al compás de la crisis aumentaba el gasto público y, en este caso, se observaba que el déficit del sector público no tenía un comportamiento anticíclico, sino todo lo contrario. Era preciso encontrar con urgencia un sistema menos petrificado que el que se había heredado a partir de los moderados y de Villaverde.
Se halló gracias a esta reforma. Porque, ¿qué hubiese sucedido si en el vertiginoso incremento del gasto público que se inició en 1976 por lo ya señalado, se hubiese mantenido la misma estructura impositiva? Un caos financiero aterrador hubiera sido su fruto.
Simultáneamente, se había alzado un clamor en solicitud de una mayor equidistribución de las rentas disponibles de las familias. Por supuesto que se puso a prueba el Estado de Bienestar en medio de la crisis; también que aumentaron los salarios reales; asimismo, que la depresión castigó con más fuerza las rentas medias y altas. Pero todo eso hubiera sido vano sin un apoyo muy serio del instrumento fiscal.
Por supuesto que Fuentes Quintana no se detuvo aquí. Una reforma tributaria no tiene punto de reposo, y la española exige modificaciones muy importantes, porque el marginal del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) es excesivo porque las cotizaciones para la Seguridad Social recargan los salarios, porque el gasto público exige reformas muy profundas. La última de sus aportaciones, en este sentido, es la contenida en su trabajo El déficit público de la democracia española.
El sendero final, que en más de un sentido ha de coronar todo esto, es el que debería llevar al cumplimiento en 1997 de las llamadas “condiciones de Maastricht”, con lo que quedarían encajados definitivamente los esfuerzos que llevaron al Plan de Estabilización de 1959, al Pacto de la Moncloa de 1977 y a la reforma tributaria de 1978. La unidad económica europea como destino para la economía española surgió con mucha rapidez entre nuestros economistas.
Fuentes Quintana participó con denuedo, desde el principio, en el esfuerzo de abrir la economía española hacia Europa. Cuando se repasan los sumarios de Información Comercial Española en la etapa de su dirección, se advierte esa dirección inequívoca. Pero aún es más importante su papel en la elaboración de la TIOE 62, que fue esencial para negociar el Acuerdo Preferencial Ullastres de 1970. Finalmente, este aspecto queda claro en su colaboración en el volumen conjunto España y Europa en la década de los noventa.
Hay que añadir, además, su notable obra divulgadora, tanto hacia los ciudadanos como hacia los colegas.
Sin Fuentes Quintana no es posible explicar ni la labor editorial del Instituto de Estudios Fiscales, ni la mejor etapa de la Revista de Economía Política, ni, por supuesto, la ingente masa de publicaciones de la Fundación FIES, ni, finalmente, la reactivación editora de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Obras de ~: “Los efectos económicos de la Política Fiscal. Comentario a las tesis suecas”, en Anales de Economía (AE), vol. III, n.º 32 (octubre-diciembre de 1948), págs. 487-497; Algunos problemas fundamentales de la economía española, Madrid, Facultad de Derecho, Seminario de Economía Política, 1949; “Reflexiones sobre el sistema tributario español”, en AE, vol. IX, n.º 34 (abril-junio de 1949), págs. 207-220; “Salario y Ocupación. La teoría keynesiana como análisis cíclico” y “Posible aplicación a la política económica española de la ‘Teoría General’‘”, en De Economía, monogr. I (marzo-abril de 1951), págs. 9-55 y 129-143; “¿Es aplicable a España la teoría keynesiana?”, en R. Perpiñá, De estructura económica y economía hispana, Madrid, Rialp, 1952, págs. 417-449; Hacienda Pública. Introducción. Lecciones 1-10, Madrid, 1966 (ed. multicopiada); “La reforma tributaria silenciosa”, en AE, n.os 1-4 (1969), págs. 131-158; Los principios de la imposición española y los problemas de su reforma, Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1975; Las reformas tributarias en España, Barcelona, Crítica, 1990; El papel del sector público en tres economistas asturianos, Oviedo, Universidad, 1991; con J. E. Fernández Arufe (coord.) et al., Economía y sociedad: España y Europa en la década de los noventa, Valladolid, Consejo Social de la Universidad de Valladolid-Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1994; El déficit público de la democracia española, Alcalá de Henares, Universidad, 1996; (dir.), Economía y economistas españoles, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores-Fundación de las Cajas de Ahorros Confederadas para la Investigación Económica y Social, 1999-2004, 9 ts.
Bibl.: E. Albi Ibáñez (dir. y coord.), La Hacienda Pública en la democracia: estudios en homenaje al profesor Enrique Fuentes Quintana, Barcelona, Ariel, 1990; R. de la Cierva, El penúltimo secreto de la Moncloa: los Pactos, Madrid, ARC, 1997, págs. 17-92; R. Sánchez Lissén, El profesor Fuentes Quintana ante tres cambios fundamentales de la economía española: el plan de estabilización económica de 1959, los ajustes a la crisis de los años 70, y la integración de España en la Unión Europea, [La Coruña], Fundación Caixa Galicia, 1997; J. M. Cuenca Toribio y S. Gallego Miranda, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Actas, 1998; L. Perdices de Blas y J. Reeder, Diccionario de pensamiento económico en España (1500-2000), Madrid, Fundación ICO-Síntesis, 2003; J. L. Sampedro Escolar y F. Alos Merry del Val, Ministros de Hacienda y de Economía. De 1700 a 2005. Tres siglos de historia, Madrid, Ministerio de Economía y Hacienda, 2005; J. Velarde Fuertes, “Fallece Enrique Fuentes Quintana”, en ABC, 7 de junio de 2007.
Juan Velarde Fuertes