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Don Antonio

Biografía

Antonio, Don. Lisboa (Portugal), 1531 – París (Francia), 26.VIII.1595. Rey de Portugal.

Hijo natural del infante Luis y de la plebeya Violante Gomes y, por tanto, nieto del rey Manuel I. Su destino estuvo condicionado siempre por las leyes que la época imponía a los bastardos de los príncipes, esto es, una vez reconocido como miembro de sangre real, no podía, sin embargo, más que aspirar a obtener elevados beneficios eclesiásticos o cargos en la milicia, pero jamás a la sucesión de la Corona. Todo indica que desde el principio la elección de su padre consistió en situar a su bastardo en la Iglesia. Comenzó su educación en el convento de Costa, en Gimarães, luego en el colegio de Santa Cruz de Coimbra y finalmente en Évora. Con todo, su inadaptación a las estrictas exigencias emanadas del Concilio de Trento obligaron a buscarle un mejor acomodo. Así, al fallecer su padre en 1555 fue nombrado prior de Crato, dentro de la prestigiosa Orden de los Caballeros Hospitalarios de Malta. Logró así una posición relevante a la par que sustanciosos ingresos y, aunque obligado a guardar celibato, su compromiso con la religión no era en absoluto comparable con el que hubiera implicado una ordenación sacerdotal.

Don Antonio dejó ver sus aspiraciones políticas desde muy joven. Las causas pueden buscarse no sólo ni principalmente en su carácter (las fuentes de la época coinciden en destacar su decisión e impulsividad), sino sobre todo en el ambiente político de inestabilidad de la Corte de los últimos reyes de Avís. Más concretamente, las regencias que vivió Portugal tras el fallecimiento de João III en 1557 y la crisis sucesoria declarada al morir Sebastián en 1578, enmarcaron un tiempo de oportunidades para un bastardo que, en ausencia de estas circunstancias, probablemente habría cobrado un protagonismo muy inferior.

Cuatro son las etapas en que puede dividirse la actividad política de Antonio: la regencia de su tío, el cardenal Enrique (1562-1568); el reinado de su primo Sebastián (1568-1578); la lucha por el trono de Portugal (1578-1583); y su exilio (1583-1595).

La incertidumbre que caracteriza una regencia fue el caldo de cultivo en el que Antonio manifestó por primera vez sus intereses y su objetivo de ser tratado en la Corte por encima de lo que su condición permitía.

En especial, la relación personal y política con el regente Enrique resultó tensa y gradualmente discordante, como cuando en 1564 el bastardo trató de obtener, sin éxito, el rico arzobispado de Lisboa, que quedó en manos de su tío. De resultas de este conflicto, Antonio pasó a la Corte de Felipe II, quien se valió de su ascendencia familiar para negociar con Enrique su regreso a Portugal en 1566. Desde entonces estuvo obligado a residir en su priorato de Crato, lo que en la práctica equivalía a un destierro.

Bajo Sebastián el bastardo comprendió que la mejor vía de ascenso se resumía en la carrera militar, dado el impulso que el nuevo Monarca otorgó a la empresa expansiva norteafricana. Don Antonio participó activamente en las campañas de 1568, 1571, 1574 y en la definitiva batalla de Alcazarquivir, el 4 de agosto de 1578, en la que falleció el Rey sin dejar hijos. Sus méritos guerreros así como su proximidad con el desaparecido Sebastián sin duda estimularon su interés por obtener una realeza que conocía muy de cerca pero a la que su bastardía le cerraba las puertas. Su finalidad ahora consistió en lograr el estatuto de hijo legítimo, único obstáculo que él consideró relevante para pasar a ser considerado automáticamente heredero de Portugal tras la muerte de Enrique, el antaño regente del reino y su enemigo, ahora convertido en monarca.

Como es sabido, entre las varias candidaturas al trono luso las dos más firmes eran las correspondientes a la duquesa de Bragança, Catalina, y a Felipe II de España, ambos primos y nietos de Manuel I.

Sin embargo, la tradición establecía que el varón tenía preferencia sobre la mujer. El único factor, por tanto, que hacía dudar al rey Enrique a la hora de nombrar sucesor, era el carácter “natural” de la duquesa frente al de “extranjero” del monarca español.

Pero toda vez que la nobleza y el pueblo de Portugal no parecían avenirse a que la primera casa del reino, la de Bragança, se hiciera con la Corona, el rey cardenal se abstuvo de optar por Catalina, lo que sin duda llevó a Antonio a lanzar su candidatura y a presionar para ser él el escogido frente al castellano Felipe II. Su intento para obtener la legitimación por parte del Papa fracasó debido a la diplomacia española. Sin contar con el apoyo de Enrique y tras no obtener de Felipe II lo que pide a cambio de renunciar a la corona (300.000 ducados de renta y el nombramiento de gobernador perpetuo de Portugal), don Antonio pensó que el apoyo popular sería suficiente para neutralizar a la duquesa Catalina y, sobre todo, al rey español. Enrique falleció el 31 de enero de 1580 sin haber designado sucesor, probablemente porque, de haber optado en vida por alguno de los candidatos, la reacción de los no elegidos habría amenazado sus días como rey. Sí llegó, no obstante, a retirar al bastardo su naturaleza jurídica con la vista puesta en que la corona pasara o a la casa de Bragança (lo que parece que deseaba) o a la de Austria. En todo caso, este vacío precipitó la decisión de don Antonio de no aceptar la entronización de Felipe II y, por el contrario, la de promover su aclamación, que tuvo lugar en Santarem el 19 de junio de 1580. Entró en Lisboa poco después, donde fue igualmente reconocido por las autoridades civiles y eclesiásticas de la ciudad, se instaló en el Palacio Real e hizo acuñar moneda con su nombre como señal inequívoca de su soberanía.

Cuando el 17 de julio tres de los cinco gobernadores a los que Enrique había encomendado la designación del nuevo rey de Portugal nombraron a Felipe II, sólo quedaba ya dirimir la cuestión en el terreno militar. Con medios inferiores a los de Felipe II, don Antonio fue derrotado en la batalla de Alcántara, un valle en las afueras de Lisboa, el 25 de agosto de 1580. En su huida hacia el norte en busca de un puerto desde donde embarcar hacia Inglaterra o Francia, fue perseguido por las tropas felipistas sin que lograran capturarlo. En 1582 desembarcó en la isla Terceira, la más importante de las Azores, donde desde 1580 la resistencia anti-austracista se había hecho fuerte, pero a pesar de la ayuda que recibió de la armada francesa comandada por Felipe Strozzi en julio de 1582, un año después será la fuerza del marqués de Santa Cruz quien terminará de someter la isla y acabar así con las esperanzas de don Antonio, que se exilió en Rueil, en las afueras de París, y luego en La Rochelle, siempre escaso de medios. En el contexto de la guerra anglo-española, Isabel de Inglaterra se ofreció para acogerle, por lo que se dirigió a Londres el 15 de agosto de 1585. Aquí volvió a recibir asistencia para intentar hacerse con la Corona lusa mediante un desembarco en Portugal, lo que tuvo lugar en Peniche el 16 de mayo de 1589 gracias a una importante armada dirigida por Francis Drake. Los errores tácticos, la defensa bien provista que encontraron en Lisboa y la escasa o nula reacción de apoyo popular a don Antonio arruinaron la empresa y demostraron que el régimen filipino ya estaba asentado en el reino.

Exiliado nuevamente en París, aquí falleció en 1595. Algunos de sus seguidores acabaron por distanciarse de él e incluso lo traicionaron o pensaron en su asesinato. Entre los fieles estuvieron Diogo Botelho, Cipriã de Figueiredo, Antonio de Noronha o fray Pedro de Frías. Aunque no se casó, tuvo diez hijos, de los que destacó Manuel, que lo acompañó en la expedición de 1589. Los Austrias no perdieron de vista a ninguno de ellos. Uno de sus descendientes terminó por instalarse en los Países Bajos españoles y vivir de una pensión pagada por Felipe IV, el nieto de Felipe II.

 

Bibl.: J. M. Queirós Velloso, O reinado do cardeal D. Henrique, Lisboa, Empresa Nacional de Publicidade, 1946; J. Veríssimo Serrão, O reinado de D. António, Prior do Crato (1580-1582), Coimbra, Instituto de Alta Cultura, 1956; A. de Freitas de Meneses, Os Açores e o domínio Filipino (1580-1590), Angra do Heroísmo, Instituto Histórico da Ilha Terceira, 1987; J. Romero Magalhães, “D. António”, en J. Mattoso (dir.), História de Portugal, Lisboa, Círculo de Leitores, 1993, págs. 559-563.

 

Rafael Valladares Ramírez