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Cecilio Pla y Gallardo

Biografía

Pla y Gallardo, Cecilio. Valencia, 23.XI.1859 – Madrid, 4.VIII.1934. Pintor, maestro de pintores, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia.

Nació en Valencia, el 23 de noviembre de 1859. Fue el menor de los hijos del matrimonio formado por Sebastián Pla y María Gallardo. Recibió el bautismo en la parroquia de San Andrés Apóstol de Valencia, actual templo de San Juan de la Cruz, y le impusieron los nombres, según transcripción de la partida bautismal, de Cecilio, Joaquín y Abelino.

Su padre era profesor de Música y para poder asumir la dirección de una banda, el matrimonio se trasladó a Valencia.

La familia Pla vivía, al nacimiento de Cecilio, en el barrio de Pescadores de Valencia, en la entonces Plaza de San Francisco, hoy del Ayuntamiento. La casa natal del pintor ocupaba parte del solar del actual edificio de Correos.

Los primeros años de la adolescencia de Cecilio Pla transcurren en el turbulento ambiente político creado durante el reinado de Isabel II y su destronamiento a raíz de la Revolución de 1868. Ocurrieron entonces los levantamientos carlistas y los movimientos federalistas (1869), así como la constitución de la I República.

Como el mismo Cecilio afirma, había nacido entre republicanos. Sus tres hermanos mayores estaban continuamente en las barricadas y pertenecían a los “milicianos de la libertad” (republicanos federales).

Ese ambiente de ideas liberales influyó en el futuro pintor, aunque nunca se interesó por la política ni participó abiertamente en ella.

Su entorno familiar es determinante a la hora de elegir los estudios y en 1876, a pesar de la oposición paterna a que inicie una carrera artística, ingresó en la Escuela de Artesanos de Valencia. El hecho de que le asignaran como instrumento el bombardino, poco interesante para él, hace que deje de asistir a las clases de música. No obstante, su permanencia en la Escuela le despierta el interés por el dibujo y consigue que se matricule en esta disciplina. De forma paralela, trabajaba como dibujante de abanicos, práctica que era común entre los estudiantes de la época.

En 1878 comenzó sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Allí tuvo como condiscípulo a Joaquín Sorolla, con quien entabla una amistad que durará toda la vida. Al año siguiente, se traslada a Madrid en busca de un mejor futuro profesional, al tiempo que continuará sus estudios de pintura.

Su primer viaje al extranjero lo lleva a cabo en 1880.

Viajó a Italia, Francia y Portugal y tomó contacto con las tendencias pictóricas de la época.

Algo más tarde se instala en Madrid, en casa de su tía Pepa Pla, a quien considerará siempre su segunda madre. Se matricula en la Academia de la Sociedad de Acuarelistas de Madrid y en 1881, junto con su amigo Joaquín Sorolla, participó por primera vez, en una Exposición Nacional de Bellas Artes. Ambos pintores pasaron totalmente inadvertidos.

En 1882 se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y acudió, de forma paralela, a las clases particulares que impartía el también pintor valenciano Emilio Sala. Pla se convirtió en su discípulo predilecto y mantuvo hacia su maestro, siempre, una gran veneración. Le consultaba constantemente y mantuvieron una abundante correspondencia.

A lo largo de los años, Pla no perderá ocasión de manifestar el profundo sentimiento de respeto y admiración que guardaba hacia Emilio Sala.

A partir de 1883, comenzó a participar en diversas exposiciones y a obtener menciones y premios. Ese año logró la medalla de plata en la Exposición Regional de Valencia, promovida por la Sociedad Económica de Amigos del País. Al año siguiente, consciente de que para obtener alguna mención en los certámenes nacionales había que presentar una pintura más “clásica”, realizó para la Nacional de Bellas Artes su “Dante”, con el que logró una tercera medalla. Este primer éxito oficial supuso el reconocimiento de su trayectoria artística y favoreció la reconciliación con sus padres.

Vuelve a presentarse a la Exposición Nacional, en 1887, con el Entierro de Santa Leocadia, una de sus obras de mayor formato, y obtiene, de nuevo, una tercera medalla. A partir de este momento, abandona la pintura de historia y rechaza, al igual que Emilio Sala y Pérez Galdós, la tendencia oficial de premiar sólo obras de este género por lo que supone de estancamiento temático en la pintura.

En 1890 comienza una nueva actividad, la decoración de palacios y centros oficiales, a la que destinó buena parte de sus esfuerzos durante esta década y en la que logró destacar por su buen hacer en este género.

Decoró el palacio del conde de Valdelagrana en Madrid y, al año siguiente, el Palacio de Medinaceli, en la misma ciudad. Años después, en 1902, decoró el de la Infanta Isabel de Madrid y concluyó los salones del Casino de Madrid, que había iniciado su maestro Emilio Sala. De forma paralela, comenzó a colaborar con el Círculo de Bellas Artes de Madrid, para el que realizó el cartel anunciador del primer baile de Carnaval que organizó esta sociedad.

No obstante, no abandonó su participación en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. En 1892 obtuvo la segunda medalla del certamen con Las doce.

En 1893 inicia otra nueva actividad artística: la ilustración de prensa, actividad que mantuvo hasta 1910.

Trabajó para El Imparcial de Madrid, pero sobre todo para la revista Blanco y Negro editada por Prensa Española.

Más de cien obras realizó hasta la primera década del siglo XX para esta publicación y entre ellas son muchas las que se pueden considerar excelentes obras de arte.

Al año siguiente viajará a Granada a la busca de nuevos temas para su pintura. La estancia, prevista para quince días, se prolongó durante ocho meses, en los que trabajó tanto en escenas urbanas como de plein air. Allí conoció a algunos de los que, con el tiempo, serán sus alumnos más ilustres: José María López Mezquita, José María Rodríguez Acosta y Gabriel Morcillo.

Con varias de las obras que pintó en Granada se vuelve a presentar, en 1895, a la Nacional, y consigue otra segunda medalla para Lazo de Unión. Dos años más tarde, además de lograr medalla de Oro de la Exposición de Valencia, se presentó a la Nacional con dos de las obras más conocidas del artista: La mosca y Heroínas, que obtiene una condecoración. De nuevo lo conseguiría cuatro años más tarde con Amor vencido, obra que además obtuvo en 1900 la tercera medalla de la Exposición Universal de París.

El 9 de noviembre de 1900 se casó con Valentina Navarro Halconero y él, durante ese año, ejerció como profesor de número en el Instituto General y Técnico de Salamanca (Universidad de Salamanca), donde ocupó la Cátedra de Dibujo.

En la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1901 consigue la consideración de primera medalla de Oro con Dos generaciones (eufemismo que enmascara la penuria presupuestaria de estos certámenes), que se haría efectiva en 1915. Ese mismo año y en el mismo certamen, su alumno predilecto, López Mezquita, obtuvo la medalla de Oro con la obra Cuerda de presos, hecho que le produce una gran satisfacción al ya maestro Cecilio Pla.

En estos años nacen sus hijas, Pepita y Cristina, que serán, además de sus alumnas, modelo para muchas de las obras del pintor. Hacia 1904 reanudó sus visitas veraniegas a Valencia, interrumpidas tras la muerte de sus padres. El reencuentro con la luz, el mar y el sol del Mediterráneo es determinante para su trayectoria artística, como queda plasmado, a partir de ahora, en muchas de sus obras. Alterna sus estancias veraniegas en la playa de Las Arenas de Valencia, con cortas estancias en Buñol (Valencia), donde residía su amigo, el también pintor Layana. En 1906 se volvió a presentar al Certamen Nacional con varias obras, entre las que destaca el Retrato de Dña. Cecilia Yumury y San Isidro patrón de Madrid.

Cecilio Pla dedicó gran parte de su vida a la enseñanza, en su estudio, cuando su prestigio se consolida, y después en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Ejerce la docencia sin interferir en la personalidad del alumno. Respetaba siempre los individualismos de cada discípulo al impartir sus conocimientos.

No pretendió nunca crear escuela para que su estilo sea imitado, sino que enseñaba a pintar.

Formó a sus alumnos para que cada uno siguiera su propia tendencia, pero dándoles, a la vez, una base técnica que les permitiera trasladar al lienzo lo que realmente querían plasmar.

Las preocupaciones básicas de Pla en el ejercicio del magisterio fueron, en primer lugar, que sus alumnos adquirieran una técnica “a través de un estudio disciplinado, que les permita ejercer su profesión, sin olvidar en ningún momento que es imprescindible el sentimiento y el corazón”. La segunda preocupación era el futuro profesional de sus alumnos, como manifiesta en varias entrevistas, en la Cartilla de Arte Pictórico y en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Los caminos que siguieron sus discípulos fueron muy diferentes entre sí y también con respecto a su maestro, con temas y estilos totalmente distintos. Alumnos suyos fueron López Mezquita, Pancho Cossío, Juan Gris, Francisco Bores, Dalí, Ramón Carazo, Gabriel Morcillo, Núñez Losada, Rodríguez Acosta y Solana.

En 1910, a la muerte de su maestro Emilio Sala, toma posesión de la Cátedra de Estética del Color y Procedimientos Pictóricos en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid. Allí tendrá como alumnos a Cossío, Bores y Dalí. Compaginó, hasta su jubilación, la actividad docente con la producción pictórica.

Publicó, en 1914, la primera edición de su Cartilla de arte pictórico, obra que él define como un sumario de consejos prácticos para estudiantes de Bellas Artes y que es un puente para comprender la Gramática del Color que había publicado su maestro, Emilio Sala.

En la Cartilla desarrolla un método de enseñanza neutro, centrado en la técnica de la pintura. En el capítulo “Resumen” afirma que si se siguen las pautas de este aprendizaje se conserva libre la personalidad y el temperamento del que estudia, ya que sólo pretende educar el aparato visual para que, al leer del natural, se obtengan los mejores resultados. El mismo año presentó a la Nacional otra de sus obras más conocidas La esposa del pintor, Dña. Valentina Navarro y dos años después, al mismo certamen, el Retrato de su hija. Juventud.

En 1917 la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid le nombró vicepresidente del Consejo de Administración que presidía el pintor Manuel Benedito y donde ejercía de secretario José Pinazo. Esta asociación tenía como fin primordial constituir, definitivamente, el Sindicato de la Propiedad Artística Española.

Realizó, en 1920, una exposición individual en el Real Club Astur de Regatas, que incluía treinta y cinco obras entre las que se encontraban Mar Dormido y Noche de luna (boceto este último de la más conocida Pleamar). Dos años después presentó, en el Bazar Masaveu de Oviedo, una nueva exposición, la mayor parte de las obras eran “notas de color”, pequeñas tablas o lienzos de playa, totalmente impresionistas, obras características de Cecilio Pla en sus últimos años.

El año 1924 supuso para nuestro autor el logro de muchos de sus sueños. El 23 de marzo tomó posesión de su cargo de académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Ocupó la plaza destinada inicialmente a Sorolla, quien, una vez nombrado académico, tras haber presentado el cuadro y el texto de su discurso, falleció antes de tomar posesión.

En el discurso de toma de posesión Cecilio Pla dedicó un muy sentido recuerdo y homenaje a su paisano y amigo.

En 1925 formó parte del jurado de las Exposiciones de Bellas Artes a las que tantas veces él mismo se había presentado. Volvió a presentarse, el año siguiente, con Lirio entre lirios. En estos años la mayor parte de su producción artística la realizaba en la playa de Las Arenas de Valencia. Abundan las escenas de playa, de pequeño formato, de pincelada suelta e intenso colorido, llenas de niños, que él mismo denomina “colorines”.

“¿Colorines? Sí, colorines. Los viejos son el blanco y el negro; el blanco piadoso o el negro maldiciente.

Los hombres y las mujeres con los colores [...] Pero los niños son los colorines, la gotita de luz que sonríe y se va” (La Voz Valenciana, agosto de 1926).

En 1928 es nombrado, por unanimidad, académico de número de la Academia de San Carlos de Valencia y el mismo año publicó la segunda edición de su Cartilla de Arte Pictórico, que vuelve a dedicar a su maestro Sala. Tres años más tarde se jubiló como profesor de Estética del Color en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y en 1932 recibió de sus alumnos un homenaje, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Fue nombrado hijo predilecto de la ciudad de Valencia en 1933. Con este motivo se celebraron numerosos actos en su ciudad natal. Entre otros un homenaje y una exposición en los salones de la Federación Industrial y Mercantil, con treinta y una obra y ochenta y siete apuntes de playa.

Murió el 4 de agosto de 1934, en Madrid.

Del homenaje póstumo, celebrado en enero de 1935 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, quedan las palabras del crítico José Francés, uno de los análisis más lúcidos que se han hecho de Cecilio Pla por un contemporáneo suyo: “Esencialmente maestro, vocativamente profesor, abnegadamente revelador de ojos y dirigente de manos ajenas es lo que quiso ser y lo que fue con toda eficacia íntegra Cecilio Pla.

La lista de sus discípulos con ecos propios es extensa y ejemplar. Supo, hasta un punto que no le es accesible a muchos, enseñar sin egoísmo artístico ni humillación escolástica [...].

Sus apuntes, vibrantes, millares de notas vivas fugaces, polícromas, donde saltan colores, formas, arabescos sobre la oscuridad azul del mar y la sordera sabia de la playa. Temas favoritos al artista fiel al Mediterráneo y a su Levante nativos. Sus lienzos, dotados de alma interior, de sentimiento elevado, no cediendo solamente al gozo de la luz y el color, sino ahondando en la emoción y la inquietud espirituales [...]”.

 

Obras de ~: Entierro de Santa Leocadia, 1887; Las doce, 1892; Lazo de Unión, 1895; La mosca, 1897; Heroínas, 1897; Amor vencido, 1900; Dos generaciones, 1901; Retrato de la esposa del pintor con su hija Pepita, 1902; Retrato de Dña. Cecilia Jumury, 1906; San Isidro Patrón de Madrid, 1906; La esposa del pintor, Dña. Valentina Navarro, 1914; Paisaje rural, 1915; Aragón, 1915; Mar dormido, 1919; Mar dormido, 1920; Noche de luna, 1920; Jugando en la playa, 1922; Niños en la orilla de Las Arenas, 1923; Junto al pabellón de Las Arenas, sobre el mar, 1923; Escena infantil, 1925; Niños en la playa, 1925; Playa de Las Arenas, 1925; Niños en la Playa, 1925; Lirio entre lirios, 1926; Autorretrato, 1928; A por agua, 1931.

Escritos: Cartilla de Arte pictórico: primera enseñanza artística, Madrid, Progreso Gráfico, 1914 (ed. 1928); Discursos leídos ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la recepción […] del […] Sr. D. ~ (contestación de José Ramón Nélida), Madrid, Mateu, 1924.

 

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Elena Requena Vitales