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María de la Asunción Ramírez de Haro y Crespí de Valldaura

Biografía

Ramírez de Haro y Crespí de Valldaura, María Asunción. Condesa de Bornos (XII). Madrid, 30.VII.1850 – 5.III.1915. Dama noble, hacendada.

Aunque por su línea agnaticia descendía de los Lasso de la Vega, llevaba el apellido de los Ramírez de Madrid, luego Ramírez de Haro, linaje singularmente ligado a la capital de España, donde tuvieron castillo y palacio sin solución de continuidad desde finales del siglo XV, hasta que el 2 de mayo de 1808 los franceses prendieron fuego al palacio de Bornos, desde el que se habían realizado disparos contra las tropas del Intruso. Descendía la condesa de la famosa Beatriz Galindo, la Latina, y era poseedora de uno de los mayorazgos fundados por esta señora y su esposo, Francisco Ramírez, el Artillero conquistador de Málaga y sucesor del legendario Gracián Ramírez, alcaide de Madrid en el siglo VIII, que degolló a su mujer y dos hijas para que no cayeran en manos de los invasores moros, pero la Virgen de Atocha, en premio a su devoción, se las devolvió vivas.

Poseía esta señora un rico archivo familiar, hoy custodiado en el Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, en Tavera (Toledo), y objetos tan singulares como la silla de tijera desde la que vio Isabel la Católica tomar Granada y que la reina había regalado a su amiga Beatriz Galindo. Los bienes de la condesa en Madrid incluían la Pradera de San Isidro y era patrona del Hospital de la Latina, fundado por sus ancestros.

Sus padres, Manuel Ramírez de Haro y Belvis de Moncada, XI conde de Bornos, y María Crespí de Valldaura y Caro, fueron de los escasos Grandes de España en identificarse con el carlismo. Huérfana de padre cuando sólo contaba cuatro años, fue educada por una madre de estrictas ideas religiosas. Al dar comienzo una nueva guerra carlista, en 1872, poco antes de proclamarse la Primera República, le fueron confiscados sus bienes, y Manuel Silvela y de le Vielleuze, entonces senador por la Unión Liberal, que había desempeñado el cargo de ministro de Estado con Prim, fue nombrado tutor de la condesa niña. Con la Restauración borbónica recuperó sus cuantiosos bienes, que consolidó al morir su madre en 1880, heredando uno de los mayores patrimonios de la España de la época. De hecho, mantenía múltiples propiedades inmobiliarias por toda la nación, incluido el Palacio de Bornos en la calle del Pez de Madrid, mientras que su fortuna agrícola y ganadera era la primera de España. Poseía más de 22.000 hectáreas en fincas distribuidas por las provincias de Burgos, Valladolid, Zamora, Santander, Granada, Jaén, Logroño, Córdoba, Badajoz y Toledo. Así, además de viñedos en Valladolid y La Rioja; olivares en Navarra y Andalucía; salinas en Córdoba; ingenios azucareros en Granada; los enlaces familiares habían aumentado la original cabaña de Bornos con aquellas vinculadas a los condes de Villariezo (cabaña de Rojas y de Moncada) y la de la marquesa de San Juan de Piedras Albas (cabaña de Pizarro), de modo que la cabaña de Bornos, en 1827, contaba con cuarenta y seis mil cabezas de ganado merino en Castilla alrededor de Toledo y Extremadura, y aunque a la muerte de la condesa, en 1915, sólo contaba con veinte mil, era todavía por aquel entonces la primera cabaña de España y, aunque deficitaria, la mantenía por su afición a las cosas del campo.

Aparte del condado de Bornos, sucedió en los títulos de marquesa de Villanueva del Duero, séptima poseedora, así como XI condesa de Murillo, ambos títulos con Grandeza de España. Fue también condesa de Montenuevo, condesa de Peñarrubias y condesa de Villaverde, siendo tres veces Grande de España. Mas zafándose de la moda absentista de la gran aristocracia española, fue una mujer moderna, que cuidó de su propia fortuna y dio siempre muestras de generosidad.

Cosa infrecuente en su época, a los viejos servidores de su Casa y Estados les pagaba una pensión cuando dejaban su servicio y, al estallar la guerra entre España y los Estados Unidos en 1898, fue quien acudió con mayor suma al llamamiento nacional.

Pero la condesa de Bornos padecía del mal del siglo: el romanticismo. No muy agraciada físicamente, rechazó todos los candidatos bienquistos por la familia al sospechar que se casaban por interés. No obstante, se prometió a Rodrigo Vélez Ladrón de Guevara y Barragán, más tarde conde de Guevara, un militar carlista de la nobleza baja, aunque la actitud de su madre le impidió contraer matrimonio con quien sería su único amor y a quien en la última guerra carlista se le dio por muerto, con funerales incluidos, a los que asistió la desconsolada María de la Asunción. Mujer sumamente infeliz en el plano sentimental, se le conocen otros pretendientes, a los que vio desaparecer uno tras otro. Veinte años más tarde, con su madre ya fallecida, se reencontró con el reaparecido conde de Guevara, ya casado y con una hija.

Paralelamente, su amistad con Antonio Maura le originó en 1906 una desagradable campaña de prensa.

Aunque la condesa no compartía las ideas de Maura, tenía en él tal confianza que no sólo le representaba como abogado sino que había suscrito la mitad del capital del diario España fundado por el ilustre prócer, e incluso fue la que en su día le propuso formar un gran partido católico que apoyaría con su fortuna, razón por la cual ordenó después a sus administradores ponerse al servicio de los candidatos mauristas, ayuda importante en la España caciquil. Piadosa y conservadora, un donativo de un millón de pesetas que había hecho la condesa al siempre reaccionario santo papa Pío X, fue tomado como pretexto por algunos medios para publicar que con el mismo se pretendía facilitar su matrimonio con un presbítero. Salió en su defensa su antiguo prometido, Guevara, y desde ese año, la condesa de Bornos, que continuaba enamorada, aunque resignada a la soltería, mediante un poder general sin límites le hizo su hombre de confianza nombrándole administrador de su fortuna con un sueldo muy generoso de 1000 pesetas mensuales. Paulatinamente y desde entonces, la condesa fue delegando su voluntad en Guevara, al tiempo que se alejaba del mundo y de su familia, retirada en el palacio de su finca del Lavadero de Rojas, en las inmediaciones de Toledo, a pesar de que se había hecho restaurar el enorme palacio familiar en Madrid.

Finalmente, en su lecho de muerte, le dejó a su administrador y antiguo prometido, el conde de Guevara, la totalidad de su fortuna en un nuevo testamento que, aunque no llegó a firmar, revocaba el anterior de 1883 en el que nombraba heredero a su primo hermano, Fernando Ramírez de Haro, conde de Villariezo. Ironías del destino, la inquietud que había acompañado a lo largo de su vida a la condesa de Bornos por el sino de su fortuna, derivó de todo ello un pleito que sentenció el Tribunal Supremo en 1918.

Tras el famoso Pleito Bornos, enconado por los avatares políticos que en su momento llevaron a la crisis nacional, la estirpe familiar que había sido defendida por el entorno conservador vio cómo se desviaron los bienes que se habían acumulado por herencia en su línea a lo largo de los tiempos hacia al administrador que se había apoyado en los liberales que gobernaban, extraña paradoja de quien había sido un orgulloso carlista. Arruinada la familia, tuvo que presenciar cómo dicho patrimonio se disolvió en pocos años y hasta el propio palacio llegó a convertirse en fondas de prostitución de la vecina calle Ballesta.

Del personaje humano de la condesa de Bornos sólo se sabe por aquellos elementos recogidos en las biografías de los abogados que intervinieron en ese pleito, Juan de la Cierva y Francisco Bergamín, así como en los dictámenes publicados durante el proceso y de aquellos elementos que se deducen de la biografía que de su madre encargó la condesa al padre Mir.

 

Bibl.: L. Español Ponssot, El pleito de Bornos (inéd.); Noticias sobre la Cabaña de Bornos recogidas con ocasión de mandar las lanas de sus ganados merinos a la exposición de París de 1878, Madrid, Imprenta Viuda e Hijo de Aguado, 1878; M. Mir, La Condesa de Bornos: ensayo biográfico, Madrid, Imprenta de la Viuda e Hijo de Aguado, 1880; E. Casal, Fiestas aristocráticas 1914-1916, vol. II, Madrid, Imprenta de Muñoz Samper, 1916; N. Alcalá-Zamora y Torres, Pleito sobre nulidad de testamento de la Excma. Sra. Condesa de Bornos. Dictamen del Excmo. Sr. don Niceto Alcalá Zamora, Madrid, Imprenta Gráficas Excelsior, 1917; G. Bugallal y Araujo, Pleito sobre nulidad de testamento de la Excma. Sra. Condesa de Bornos. Dictamen del Excmo. Sr. don Gabino Bugallal, Madrid, Imprenta Gráficas Excelsior, 1917; J. de la Cierva Peñafiel, Resumen del pleito sobre nulidad del testamento otorgado el 5 de marzo de 1915 por la Excma. Sra. Condesa de Bornos, Madrid, Imprenta Alemana, 1917; Informe ante la Sala Primera de la Audiencia Territorial de Madrid en el pleito sobre nulidad del testamento otorgado el 5 de marzo de 1915 por la Excelentísima Señora Condesa de Bornos, Madrid, Imprenta Alemana, 1917; Colección Legislativa de España, 1.ª Serie, Parte Tercera, Jurisprudencia Civil, Tomo LXII, vol. 3 de 1918, julio a diciembre, Madrid, Ed. Reus, 1920; Código Civil Español, pról. de V. Covián y Junco, Madrid, Góngora, 1926 (17.ª ed.); J. de la Cierva Peñafiel, Notas de mi vida, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1955; A y A. García Carrafa, Enciclopedia Heráldica y Genealógica hispanoamericana. Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y americanos, t. 77, Madrid, Imprenta de Antonio Marzo, 1956; J. M. de Sagarra, Memorias, Barcelona, Noguer, 1957; F. C. Sainz de Robles, Madrid: autobiografía, Madrid, Aguilar, 1957; A. Sánchez Maurandi, Juan de La Cierva: Estudio biográfico del político murciano, Murcia, Tipográfica San Francisco, 1962; R. Serra Ruiz, Juan de La Cierva, jurista murciano, Murcia, Patronato de Cultura de la Excma. Diputación de Murcia, 1962; W. Fernández-Flórez, Acotaciones de un oyente, Madrid, Prensa Española, 1962; M. García Venero, Santiago Alba, monárquico de razón, Madrid, Aguilar, 1963; A. Pérez y Gómez, Don Juan de la Cierva, ministro de Alfonso XIII (1864-1938), Murcia, Academia de Alfonso X el Sabio, 1965; F. Iglesias González, Historia de una empresa periodística, Prensa Española, editora de ABC y de Blanco y Negro, Madrid, Prensa Española, 1980; N. González-Deleito y Domingo, “Francisco Bergamín y García (1855-1937)”, en Anales n.º 17, Madrid, Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, (1987); P. A. Porras Arboledas, “Inventario del Archivo del Conde de Bornos”, Espacio, Tiempo, Forma. Revista de la Facultad de Geografía e Historia (UNED, Madrid), serie III. n.º 8 (1995); A. Bullón de mendoza, “La nobleza carlista”, en M.ª C. Iglesias (coord.), Nobleza y sociedad en la España Moderna, t. II, Madrid, Fundación Central Hispano-Fundación Cultural de la Nobleza Española, 1997, págs. 85-121.

 

Luis Español Bouché e Íñigo Ramírez de Haro y Valdés, marqués de Cazaza en África

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