García-Cruz Goyoaga, Jaime. Madrid, 3.XI.1910 – Valladolid, 16.V.1959. Jinete, militar.
Hijo de Josefa Cruz Arbizu y Agustín García Goyoaga, que tenía, en compañía de su hermano Pedro García Goyoaga —padre a su vez de Francisco García Caamaño—, un picadero en la calle de Villalar, enfrente de la embajada francesa. Jaime García Cruz empezó a montar a muy corta edad y a los dieciocho años ingresó como cadete en la Academia General Militar, de la que salió, cuatro años después, como teniente de Caballería, con el número dos de su promoción. Precisamente, la vida militar llevó a Jaime a hacerse un nombre propio sin que se le conociera, como a su primo Paco Goyoaga, por su tercer apellido “Goyoaga”. Éste pasó a ser su segundo apellido, juntando García-Cruz por franca notoriedad.
Tras la Guerra Civil Española comenzó a participar en concursos hípicos destacando con su caballo Tan Tan. En 1942 terminó el curso de la Escuela de Equitación del Ejército con el número uno de su promoción, de la que el número dos fue Manolo Ordovás, y quedó destinado como profesor en la propia Escuela donde permaneció, con pequeños paréntesis, prácticamente el resto de su vida en los empleos de capitán y comandante. Allí tuvo como alumnos a destacados jinetes: Fernando Gazapo, Ángel Alonso Martín, Joaquín Valencia, Alfonso Queipo de Llano, Enrique Martínez de Vallejo, José L. Goróstegui…, toda una era del concurso hípico español.
En su vida deportiva, Jaime García-Cruz se incorporó inmediatamente al equipo internacional español, coincidiendo con las primeras importaciones de caballos irlandeses. En la primera compra de éstos, se le adjudicó Bengalí, un tordo de gran alzada y poder, con el que en 1947 batió, en Bilbao, el récord de España de altura, saltando 2,22 metros, altura que no fue superada hasta el año 2000, en que Josechu Verdugo Velon, montando a Telefónica ex Adidas, saltó dos centímetros más en Ferrol. Bengalí no era, sin embargo, un buen caballo para recorridos normales y no era demasiado seguro, sobre todo en combinaciones y obstáculos condicionados. Esto hizo que no se pensase en él para llevarlo a la Olimpiada, cita a la que acudió con Bizarro, procedente de la misma compra de irlandeses; al tiempo, Bengalí, montado esta vez por Fernando López del Hierro, ganaba en 1948 el Gran Premio de Palma de Mallorca.
El equipo que representó a España en la Olimpiada de Londres de 1948 estaba integrado por el teniente coronel Navarro, montando a Quórum, el comandante Gavilán con Forajido y el comandante García-Cruz con Bizarro. En el papel era un equipo realmente fuerte y sobre el terreno así lo demostró, a pesar de la mala suerte que les acompañó. García- Cruz quedó en quinto lugar individual, con una penalidad de doce puntos, mientras que el campeón (Mariles de México) terminó con seis puntos, pero España obtuvo la Medalla de Plata por equipos, detrás de México. La excelente actuación española se redondeó con el quinto puesto individual en completo de Nogueras, montando a Epsom y también el quinto por naciones de la misma disciplina.
Quórum era un caballo de origen francés, propiedad particular de José Navarro Morenés, conde de Casa Loja, su jinete habitual en la alta competición y verdadero puntal del equipo; pero cuando, por cualquier razón, no lo podía montar, se lo confiaba a Jaime García- Cruz. En 1951 el caballo fue comprado por el Estado, aunque lo siguió montando Navarro, en Niza —donde ganó la Copa de Naciones— y Roma ese mismo año.
Pero en los primeros días de Madrid, Navarro sufrió una caída, montando a Blasón, de la que quedó imposibilitado a perpetuidad para volver a correr. Después de varias vicisitudes, Quórum fue adjudicado a García- Cruz y volvió a ganar varios premios, entre ellos el Gran Premio de Francia en Niza en 1952. Posteriormente, Jaime tuvo una caída con grave lesión y el caballo fue entregado a Paco Goyoaga para llevarlo, en 1953, a París, en donde ganó el primer Campeonato del Mundo de Saltos. A la vuelta, Quórum tuvo una grave lesión de tendón que, a pesar de ser sometido a una delicada operación, lo inutilizó para saltar el resto de su larga vida, pues alcanzó cerca de treinta años.
Con Quórum, Jaime García-Cruz corrió el Concurso Internacional de Madrid de 1946 y tuvo tan buenas actuaciones que se clasificó para disputar la prueba de ganadores, final de concurso. La prueba constaba de dos mangas. En la primera, con una altura máxima de 1,60 metros, participaban los dieciséis caballos primeros clasificados según el baremo de puntuación del concurso, y los seis primeros de esta manga pasaban a una segunda para dilucidar el ganador de la prueba. Esta segunda prueba consistía en una de seis barras. Es decir, un séxtuple de verticales separados entre sí 10 metros y con alturas 1,00, 1,10, 1,20, 1,30, 1,40 y 1,50. Únicamente pasaban a la segunda vuelta los “sin falta” en la primera, siendo elevadas en cada vuelta 10 centímetros todas las barras.
Al terminar la tercera vuelta sólo quedaban dos caballos para salir a la cuarta: Quórum y Bengalí, pero ambos estaban montados por el mismo jinete: Jaime García-Cruz, que hubo de bajarse de un caballo y montar el otro sucesivamente. En esta vuelta, el primer obstáculo estaba a 1,30 metros y el último llegaba a 1,80. Los dos caballos quedaron de nuevo sin falta. En la quinta vuelta, de 1,40 a 1,90 metros, otra vez los dos caballos se mantuvieron sin falta, y con el mismo tiempo. Ante el empate, el jurado deliberó y decidió suprimir los obstáculos segundo y tercero, dejando el recorrido de la siguiente manera: el primero a 1,40, y a 30 metros el enorme triple de verticales, a 1,70, 1,80 y 1,90, a 10 metros uno de otro. Quórum salvó todos sin falta y Bengalí derribó el 1,40 y el 1,70 y salvó limpiamente los dos últimos elementos. Jaime García-Cruz —como único jinete— quedó, pues, primero con Quórum y segundo con Bengalí. La prensa llamó a aquella tarde “el día de García-Cruz”.
También montó García-Cruz a Quórum en el Concurso Internacional que se celebró en Londres (Wite City) inmediatamente después de terminar la Olimpíada y con él ganó dos segundos premios en pruebas individuales y, una vez más, segundo por equipos en la equivalente a Copa de Naciones. Después de la Olimpiada, la vida deportiva de Jaime García-Cruz estuvo, durante ocho años, en la cúspide de la equitación mundial.
En 1954 el equipo compuesto por Paco Goyoaga, Ordovás y García-Cruz hizo una excursión a Estados Unidos y Canadá, corriendo, con gran éxito, en Harrisburg, Nueva York y Toronto, ganando entre otras, la prueba equivalente a la Copa de Naciones.
Jaime García-Cruz montó durante su vida muchos caballos, pero con los que mejores actuaciones tuvo fueron, además de los ya mencionados Quórum y Bizarro, Quoniam, Eolo IV, Friso y Banderilla.
Quoniam fue, realmente, su gran caballo. Comprado en Alemania por el Ejército en 1949, era un caballo con un estilo de salto muy espectacular y particular.
Parecía que abordaba los obstáculos yendo detrás de la mano y saltaba sin emplear, en absoluto, el cuello y con la cabeza alta. Sin embargo, eso no le impedía ser un especialista en potencias, rebasando, muchas veces, los dos metros. Pero también fue un ganador en todo tipo de pruebas. Por ejemplo, en Dublín en 1950, fue el mejor clasificado individual en la Copa de Naciones, en donde el equipo español ocupó el tercer lugar de la clasificación. También ganó, ese mismo año, el Gran Premio de Roma. En su corta vida con el equipo español, que solamente duró seis años, ganó diecisiete primeros premios en concursos internacionales y formó parte del equipo ganador en siete Copas de Naciones en concursos como Niza, Roma, Londres, Dublín, Aquisgrán, Harrisburg, Toronto Nueva York, etc.
Por su parte, Eolo IV era francés, hijo de Furioso, por entonces el mejor padre de saltadores que había en Europa, con hijos en los equipos de varias naciones.
Se compró de potro en 1954 y la baja de Quórum, que había sufrido una lesión el año anterior, obligó a montarlo, con tan sólo cinco años, en los concursos de Niza y Roma, en donde, aunque no ganó ningún primer premio, se comportó como un veterano.
El año 1956 fue el último en que Jaime García- Cruz salió al extranjero, ya que una decisión de las altas esferas del deporte hizo adjudicar los caballos de que disponía el equipo a los jinetes más jóvenes y Jaime debió entregar a Eolo IV y Baden, lo que no le impidió seguir ganando en los pocos concursos que corrió en España. Su vida como internacional fue, por tanto, relativamente corta, ya que se redujo a diez años, en los que ganó, solamente en el extranjero, más de treinta y cinco primeros premios y más de cien clasificaciones, habiendo ganado el equipo del que él formaba parte, además de la Medalla de Plata en Londres (Olimpiada de 1948), nueve Copas de Naciones de las más de veinticinco en las que participó formando parte del equipo español, sin contar los primeros individuales en éstas.
El 15 de enero de 1953, durante la clase de Exteriores, en la Escuela de Equitación, Jaime sufrió una caída de caballo que le ocasionó una doble fractura de la cabeza del fémur. Esto le supuso nueve meses de cama y, en consecuencia, pasar el año en blanco de competiciones.
La recuperación fue larga y muy penosa, pero en 1954 volvió a formar parte del equipo y ese fue, quizá, el mejor año de su actuación individual y por equipos: ganó en el extranjero ocho primeros premios y treinta y nueve clasificaciones, y el equipo se trajo de Roma siete primeros, entre ellos la Copa de Naciones.
El 16 de mayo de 1959, en el Concurso Nacional de Valladolid, montando a Nácar, una pura sangre inglesa torda, nacida en Lore Toki, la yegua le hizo dos rehúses y, al tercer intento, arrolló el obstáculo. Jinete y caballo cayeron al suelo, con tan mala fortuna que la yegua vino a caer encima de Jaime García-Cruz, aplastándole la caja torácica.
Murió en la pista, por tanto, un jinete de portentosas facultades hípicas y de una sólida formación ecuestre, profesor de algunos de los más notables jinetes españoles, récord de salto de altura durante cincuenta y tres años, medalla de plata por equipos en los Juegos Olímpicos de 1948 (quinto individual en esa misma Olimpiada) y ganador de los más importantes grandes premios y prácticamente todas las copas de naciones.
Su mujer, Ángeles Valle Molina, quedó viuda con cuatro hijos, dos mujeres y dos varones, fruto de su matrimonio, cuya desgracia no terminó para ella, pues mucho más tarde falleció en un accidente una de sus hijas (también gran aficionada a los caballos) y posteriormente también un nieto.
Bibl.: C. García Santos, “In Memoriam: Jaime García-Cruz Goyoaga, jinete olímpico internacional”, en ABC (Madrid), 22 de mayo de 1959, pág. 29; “El infortunado teniente Coronel García Cruz”, en Blanco y Negro (Madrid), 23 de mayo de 1959, págs. 93-95; R. Muñoz, “Jaime García-Cruz”, en Revista Ecuestre, n.º 71 (marzo de 1988).
Diccionario Biográfico Español