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Sigfrido Burmann Hieff

Biografía

Burmann Hieff, Sigfrido. Northeim (Alemania), 11.XI.1890 – Madrid, 22.VII.1980. Pintor y escenográfo.

Hijo de un industrial del cristal, desde la infancia estuvo familiarizado con la fabricación de objetos bellos.

En 1905 ingresó en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf para estudiar pintura. Ahí permanece hasta 1910, año en que acabó con gran éxito su formación.

En Dusseldorf entró por primera vez en contacto con la escenografía a través de una asignatura y terminados los estudios comenzó a trabajar en el taller de montaje del Schauspielhaus, el teatro más importante de la ciudad.

Pero en esos momentos él es, y así se considera, pintor de caballete, aunque colabora muy activamente en la escenografía de varias obras; sin embargo, en realidad su formación como escenógrafo, que fue afianzándose, tuvo lugar con Reinhardt en Berlín. Viajó por Europa y terminó en París como era casi preceptivo para cuantos artistas de ideas renovadoras iniciaron su andadura a principios del siglo xx. En París vivió el ambiente de los jóvenes seguidores de Gauguin antes de que éste se fuera a Tahití en 1891 y que, como él, admiraban la escultura medieval, los vidrios policromados, las imágenes populares, las estampas japonesas y en general el arte de los pueblos primitivos. En el fondo fueron los que establecieron un vínculo entre los grandes simbolistas del siglo xix y los expresionistas del xx, y hasta cierto punto este vínculo estaba tocado de un cierto decorativismo internacional que viene del art nouveau. Fue en ese conjunto de circunstancias y personas donde se dio el “cloisonnismo”, el sintetismo.

En este cúmulo de opciones estéticas se superpuso para Burmann el impacto de los ballets rusos de Diaghilev, en especial las pinturas que para ellos realizaba Leon Bakst con sus mezclas de azules y naranjas.

Sigfrido Burmann llegó a España en 1914, pasó por Barcelona y Cadaqués, y en Granada lo encontró Gregorio Martínez Sierra en 1916, quien lo contrató para su Teatro de Arte. No hay duda de que el ambiente mágico de la Granada gitana impresionó a Burmann, que vivió dos años en una casa de la cuesta de los Muertos, donde recibía a familias enteras de gitanos a quienes preparaba una damajuana de vino —arroba y pico— mientras bailaban y el propio Burmann tocaba por lo castizo, según cuenta M. Abril. Desde luego, la transcripción de ese sentimiento personal está en la decoración de Gitanos para el Teatro de Martínez Sierra, de la misma manera que en las decoraciones para El Pavo Real resulta muy difícil sustraerse a la impresión de que en ellos, de forma más o menos difusa, están los ecos del París que Burman vivió, acumulación de formas fantásticas perfectamente encuadradas por un trazo oscuro que las compartimenta, como en la técnica de los esmaltes cloisone, predominio estático del color rojo, o la deleitación minuciosa del artista en el decorativismo extraordinario de esos dos elefantes enfrentados dibujados con línea precisa, mezcla de azules y dorados de cromatismo plano propio de las estampas japonesas que tanto interés y curiosidad despertaban entre los jóvenes artistas de entonces. En cambio puede decirse que para la decoración de Los gorriones del Prado se mueve en el terreno de quienes propician un uso revolucionario del color a fin de definir las formas y expresar el sentimiento.

Asimismo, Burmann, que tan importante fue como escenógrafo en el Teatro de Martínez Sierra, incorporó en las decoraciones para Don Juan de España, en las que también participó Fontanals, ecos de la pintura de Anglada Camarasa y del primer Romero de Torres, visibles sobre todo en el empleo de azules y verdes difuminados.

Podría concluirse que Burmann es un escenógrafo ecléctico, pero en realidad lo que ocurre es que refleja muy bien el ambiente artístico internacional de los primeros años del siglo xx. Como queda indicado, para el Teatro de Arte realizó muchísimas decoraciones y esas visiones de expresión personal exaltada encuentran también su lugar en decorados de paisajes urbanos o en interiores domésticos, mientras que en el caso del decorado para Marruecos o El grillo en el hogar responden a una perfecta simbiosis entre las influencias anteriores y una nueva y madura concepción representada por una pintura de intimidades, de realidades autocreadas que serían a partir de entonces su estilo más constante, tal como se puede observar en los decorados que algunos años más tarde diseñó para la compañía de Margarita Xirgu.

Sigfrido Burmann hizo los decorados para el estreno de Mariana Pineda y puede decirse que entendió perfectamente lo que significaban el color y el espacio en la plástica lorquiana, razón por la cual se encargó de todas las decoraciones en estos años treinta. En 1933 se estrena La zapatera prodigiosa, que muestra un Burmann metido por completo en esa esencia de lo popular y esa magia excitante. En este sentido, reviste enorme significación la trilogía compuesta por Bodas de Sangre (estrenada en 1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (que no pudo ser estrenada en España y lo fue en Buenos Aires, en 1945). Para estas escenografías Burmann tuvo cierta ayuda de un joven José Caballero. En todo caso, todas están ya muy dentro de lo que era la vanguardia a la que Burmann se adaptó perfectamente.

Cuando se inició la Guerra Civil, marchó a Alemania, donde colaboró en producciones cinematográficas con Benito Perojo, Florián Rey, el maestro Torroba y otros españoles que habían abandonado España. En Berlín ambientó las películas musicales.

En 1938 acompañó a Perojo para producir en los estudios de Cinecittà. Volvió a España en 1939 y empezó a trabajar para el cine, pero enseguida lo alternó con trabajos para todas las compañías y directores teatrales, especialmente para la de José Tamayo. De hecho, su trabajo como escenógrafo es un referente constante en todos los años hasta prácticamente su muerte, ocurrida en Madrid en julio de 1980.

 

Obras de ~: decoraciones entre 1919 y 1930: La dama de las camelias, D. Juan de España, El pavo Real, El grillo en el hogar, Los gorriones del Prado, Torre de Marfil, La chica del gato, Una noche en Venecia, etc.; entre 1930 y 1936: La condesita y su bailarín, El gran teatro del mundo, La zapatera prodigiosa, La prima Fernanda, Fermín Galán, El alcalde de Zalamea, La hija del tabernero, Bodas de Sangre, Medea, El divino impaciente, Divinas palabras, Yerma, La Dorotea, Fuenteovejuna, Doña Rosita la soltera; entre 1941 y 1964: La Celestina, Las bizarrías de Belisa, Las mocedades del Cid, Macbeth, María Estuardo, Don Álvaro o la fuerza del sino, Fuenteovejuna, La discreta enamorada, El médico de su honra, Ricardo III, El mercader de Venecia, El alcalde de Zalamea, La prudencia en la mujer.

 

Bibl.: J. Muñoz Morillejo, Escenografía española, Madrid, Imprenta Blass, 1923; G. Martínez Sierra, Un teatro de arte en España, Madrid, La Esfinge, 1926; E. Estévez Ortega, Enciclopedia gráfica. El Teatro, Barcelona, Cervantes, 1930; J. Subirá, Historia y anecdotario del Teatro Real, Madrid, Aldus, 1949; D. Bablet, Le dècor de Théatre de 1870 à 1914, Paris, Centre National de la Recherche Scientifique, 1965; E. Díez Canedo, Artículos de crítica teatral. El teatro español de 1914 a 1936, México, Joaquín Mortiz, 1968; I. Bravo, L’escenografía catalana, Barcelona, Diputación, 1968; D. Bablet, Les revolutions sceniques du xxème siècle, Paris, Société Internationale d’art xxème siècle, 1975; C. Reyero Hermosilla, Gregorio Martínez Sierra: Renovación artística y teatral en España (1916-1929), Madrid, 1980; R. Ruiz Ramón, Historia del Teatro Español, siglo xx, Madrid, Cátedra, 1984; I. Gibson, Federico García Lorca, Barcelona, Grijalbo, 1985-1987, 2 vols.; D. Dougherty y M.ª F. Vilches, La escena madrileña entre 1918-1926, Madrid, Fundamentos, 1990; A. M.ª Arias de Cossío, Dos siglos de escenografía en Madrid, Madrid, Mondadori, 1991; D. Dougherty y M.ª F. Vilches (coords. y eds.), El teatro en España entre la tradición y la vanguardia, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Fundación Federico García Lorca-Tabacalera, 1992; V. Beckers, La escenografía teatral de Sigfrido Burmann, tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, 1992 (inéd.).

 

Ana María Arias de Cossío