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Aureliano Fernández-Guerra y Orbe

Biografía

Fernández-Guerra y Orbe, Aureliano. Granada, 16.VI.1816 – Madrid, 7.IX.1894. Arqueólogo, crítico literario y dramaturgo.

Aureliano Fernández-Guerra nació en una familia acomodada con grandes inquietudes intelectuales. Su padre, José Fernández-Guerra, fue determinante en su formación. Abogado de la Real Chancillería de Granada y catedrático en la universidad, poseía amplios conocimientos de literatura española del Siglo de Oro, arte y antigüedades, además de contar con una nutrida y selecta biblioteca, así como una colección de pinturas y antigüedades y una animada y concurrida tertulia. En este refinado y culto ambiente creció pronto la afición a estos estudios en Luis y Aureliano, sus dos únicos hijos. No obstante, Aureliano cursó sus primeros estudios en Granada, pero en 1825 fue enviado a Madrid para estudiar en el colegio de Garriga en el que permaneció tres años y donde coincidió con Mariano Roca de Togores, Ventura de la Vega, Patricio de la Escosura, José de Espronceda, primo lejano suyo, Juan de la Pezuela y Diego de León. De nuevo en Granada, prosiguió sus estudios con un profesor particular para después ingresar, en 1831, en el colegio del Sacromonte donde tan sólo permaneció un año, pero donde entabló una relación con su profesor Juan de Cueto y Herrera, gran amigo de su padre, que fue decisiva en su vida. Entre 1832 y 1837 cursó estudios en la Universidad Literaria de Granada, en la que obtuvo la licenciatura en Filosofía y el grado de bachiller en Leyes.

La relación con su maestro consolidó su inclinación hacia el estudio de la historia antigua y las antigüedades españolas. Esta temprana afición le llevó a estudiar y dibujar un mausoleo de una familia turdetana de época tardorrepublicana, llamado “de los Pompeyos” por haberse hallado en su interior doce urnas con inscripciones funerarias en las que aparecía la gens pompeya, descubierto por casualidad en el verano de 1833 en la necrópolis de la antigua Ituci Virtus Iulia (Baena, Córdoba). También recogió y estudió varias antigüedades, especialmente inscripciones en varios pueblos cercanos a Zuheros, localidad en la que su familia poseía distintas propiedades.

Si temprana fue su afición al estudio de las antigüedades, también lo fue por la literatura, primero en la poesía y luego como autor dramático, géneros en los que sigue religiosamente los preceptos románticos.

No en vano, Granada fue uno de los principales focos del romanticismo español que acabó por organizarse en torno al Liceo Artístico y Literario, fundado en 1839, y en el que Fernández-Guerra se implicó con entusiasmo y se le encargó la sección de Literatura.

En su principal órgano de difusión, la revista La Alhambra, publicó sus primeras poesías y algunos estudios históricos sobre los árabes y moriscos de Granada. Pero Aureliano Fernández-Guerra destacó en este ambiente romántico granadino como autor dramático, ya que entre 1839 y 1842 fueron representados sus dramas históricos La Peña de los Enamorados, La hija de Cervantes y Alonso Cano o la Torre del Oro (este último fue el único de los tres que se publicó, y los dos primeros fueron interpretados por el matrimonio de actores que formaban Julián Romea y Matilde Díez.

El 30 de agosto de 1839 fue nombrado redactor único del Boletín Oficial de la Provincia de Granada, del que fue destituido por el gobernador esparterista el 31 de diciembre de 1842. En estos años son objeto de plagio sus trabajos sobre el mausoleo de los Pompeyos y entabla una ardua polémica con el plagiador, Manuel de la Corte Ruano, inspector de Antigüedades de la Real Academia de la Historia.

En enero de 1844 se trasladó a Madrid, donde ya residió toda su vida, para comenzar a trabajar en el Ministerio de Gracia y Justicia como oficial auxiliar, al que fue llamado por el entonces subsecretario, y amigo de la familia, Manuel Ortiz de Zúñiga. En la capital se integró rápidamente en el ambiente cultural, tanto por sus viejas amistades escolares como por las que conoció a través de su hermano Luis que residía en la Corte desde 1840, además de la fama que a él le precedía como autor dramático, poeta y anticuario. Por ello, Aureliano Fernández-Guerra aparece entre los retratados por Antonio de Esquivel en su obra Los poetas contemporáneos. Una lectura de Zorrilla en el estudio del pintor (1846), en la que figuran los principales representantes del movimiento romántico español.

En estos primeros años en Madrid las actividades literarias fueron para él las principales y en 1848 se integró activamente tanto en la Sociedad de Autores Dramáticos como en el Liceo Artístico y Literario y, al año siguiente, fue llamado a formar parte de la comisión para redactar los estatutos del Teatro Español por Ventura de la Vega. Además de estar plenamente integrado en el mundo teatral, comenzó a trabajar sobre Quevedo. En pocos años logró reunir un extenso catálogo de sus obras y, en 1852, apareció un primer volumen en la Biblioteca de Autores Españoles, en el que recogió las obras en prosa del insigne literato, precedidas por una biografía y un catálogo de sus obras.

En 1859 apareció el segundo volumen, también dedicado a las obras en prosa. Por ambos trabajos, Aureliano Fernández-Guerra ha sido reconocido como el primer quevedista.

El 1 de abril de 1853 fue elegido académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, propuesta que fue firmada nada menos que por nueve académicos numerarios. El 20 de abril de 1854 estrenó en el teatro del Príncipe La Ricahembra, cuyo texto redactó en unión de Manuel Tamayo y Baus, poco antes del estallido de la Vicalvarada. De nuevo el movimiento revolucionario le relegó a la condición de cesante durante todo el Bienio Progresista.

No obstante, y quizá debido a esta característica circunstancia del siglo XIX, además de sus muchos conocimientos en historia y antigüedades españolas pero sin contar apenas con obra publicada, fue propuesto como individuo de número de la Real Academia de la Historia por primera vez en diciembre de 1854 y de nuevo en mayo de 1855; se le eligió definitivamente el 7 de diciembre de 1855, en la misma junta en que fue elegido director Evaristo San Miguel. El domingo 4 de mayo de 1856 leyó su discurso de ingreso que versó sobre la Conjuración de Venecia, al que respondió José Amador de los Ríos. A comienzos de 1856 fue elegido también individuo de número de la Real Academia Española y el 21 de junio de 1857 leyó su discurso de ingreso, que trataba del poeta Francisco de la Torre y fue contestado por Mariano Roca de Togores, marqués de Molins.

Tras el ascenso al poder de la Unión Liberal fue restituido en su plaza del Ministerio de Gracia y Justicia el 17 de noviembre de 1856 por el entonces titular de la cartera Manuel Seijas Lozano, pero sólo permaneció en ella doce días, pues fue nombrado oficial segundo del Ministerio de Fomento dirigido por Claudio Moyano. Una vez en este nuevo destino, fue nombrado por Real Orden de 22 de julio de 1857 vocal secretario de la Junta que examinó el texto de la Ley General de Instrucción Pública, que fue aprobada el 9 de septiembre de 1857. Dos días después, Fernández- Guerra fue nombrado secretario del Consejo de Instrucción Pública, cargo en el que se mantuvo hasta 1868, por lo que se vio directamente involucrado en los acontecimientos que desembocaron en la llamada “Noche de San Daniel”. Durante su estancia en el Ministerio de Fomento se le nombró director interino de Instrucción Pública por Real Decreto de 8 de julio de 1859.

Aureliano Fernández-Guerra continuó durante todos estos años sus estudios sobre las antigüedades españolas.

Al poco tiempo de ingresar en la Real Academia de la Historia fue agregado a la comisión del programa de premios, junto con Antonio Delgado, anticuario de la corporación, y se convocó el premio para determinar la localización de la antigua Munda (1857). Al año siguiente, en 1858, organizó, junto a Salustiano de Olózaga, los Premios por Descubrimientos de Antigüedades que fueron aprobados por la corporación con el fin de incentivar el estudio de la geografía histórica y de las vías romanas de Hispania, a los que se presentaron algunos de los estudios más importantes de la historiografía de la arqueología del reinado de Isabel II, entre los que destaca el de Eduardo Saavedra, Vía romana de Uxama a Augustobriga, que le abrió las puertas de la Real Academia de la Historia y al que Fernández-Guerra contestó en su acto de ingreso.

En los últimos años de la década de 1850 inició el estudio de la arqueología paleocristiana, una de las principales líneas de investigación a lo largo de su vida, junto a la geografía histórica, e incluso comenzó a reunir todas las inscripciones y monumentos cristianos primitivos españoles. En efecto, sus trabajos sobre los sarcófagos paleocristianos, que publicó en la revista El Arte en España, en la ambiciosa obra Monumentos Arquitectónicos de España y en el Bulletin Monumental francés, constituyen los primeros trabajos de esta clase en España, con una renovada visión y unos planteamientos que le llevaron a entrar en contacto con Giovanni Battista de Rossi, el más importante arqueólogo paleocristiano de Europa en aquellos tiempos, relación que mantuvo a lo largo de toda su vida.

En 1860, el epigrafista alemán Emil Hübner se trasladó a España para elaborar el volumen correspondiente a Hispania del Corpus Inscriptionum Latinarum.

Hübner encontró en Aureliano Fernández- Guerra a uno de sus principales colaboradores en la reconstrucción de los límites de los conventos jurídicos y de las provincias y en la localización de los pueblos, por lo que fue nombrado, en 1861, miembro numerario del Instituto di Corrispondenza Archeologica y en 1863, director honorario, el primer anticuario español en recibir dicho honor, lo que repercutió sin duda en su proyección en la escena internacional.

Paralelamente a sus investigaciones arqueológicas, Fernández-Guerra llevó a cabo importantes investigaciones literarias, aunque hay que advertir que con el transcurrir de los años fueron imponiéndose las primeras sobre las segundas. Así, cabe destacar, entre sus estudios histórico-literarios, el discurso pronunciado en la Real Academia Española, La canción a las ruinas de Itálica, que la tradición atribuía a Francisco de Rioja y él demostró que fue compuesta por Rodrigo Caro (1860). De indudable importancia fue también su estudio sobre El Fuero de Avilés (1865), leído en la Real Academia Española con motivo del centenario de su fundación, así como el estudio sobre varios manuscritos inéditos de Cervantes que se conservaban en la Biblioteca Colombina de Sevilla cuyo estudio vio la luz en 1863, pero que culminaban dieciocho años de trabajo. Asimismo debe destacarse que Fernández- Guerra fue el principal artífice de la creación de los Premios de la Biblioteca Nacional.

Los últimos años del reinado de Isabel II fueron prolijos en la aparición de varios estudios sobre epigrafía latina y cristiana o de geografía histórica, que vieron la luz preferentemente en la Revista de Bellas Artes y Arqueología. No obstante, su trabajo más significativo, en el que también se culminaban varios años de estudios, propios y ajenos, fue su dictamen personal sobre la ubicación de la antigua Munda (1866). Un año después, y por renuncia de su compañero, amigo y antecesor en el cargo, Antonio Delgado, fue nombrado anticuario perpetuo de la Real Academia de la Historia y el 20 de mayo de 1868 abandonó definitivamente el Ministerio de Fomento al ser nombrado catedrático de Literatura extranjera en la Universidad Central. Pero como ya le había ocurrido en otras ocasiones, fue cesado en diciembre de ese mismo año como consecuencia del movimiento revolucionario.

Esta decisión le contrarió mucho y fue la razón para que se radicalizaran sus convicciones políticas, ya que, aunque no tuvo una militancia activa, se encontraba muy cercano al grupo neocatólico liderado por su íntimo amigo Cándido Nocedal.

Sin trabajo, Fernández-Guerra se incorpora a la Universidad Católica Libre creada en 1871 por la Asociación de Católicos y que estuvo en funcionamiento hasta 1876, aunque comenzó a declinar en 1873 con la proclamación de la Primera República.

En 1872 fue nombrado bibliotecario perpetuo de la Real Academia Española. A pesar de todo, ofreció nuevos e interesantes frutos de sus investigaciones, como el estudio del sarcófago paleocristiano de Santa Engracia (1870) o el romano de Husillos (1872), así como el discurso de contestación a su hermano Luis sobre los romances moriscos, en su ingreso en la Real Academia Española en 1873.

A partir de este momento, y durante los primeros años de la Restauración, publicó la mayoría de los resultados de sus investigaciones arqueológicas o literarias en las revistas católicas que aparecieron por estos años. Los trabajos aparecidos en estas revistas, dedicados principalmente a la arqueología paleocristiana, en particular el dedicado a la inscripción y basílica de La Hortichuela en Loja (Granada), supusieron el reconocimiento internacional de sus estudios sobre el cristianismo primitivo en España, como ya lo había hecho también Emil Hübner al dedicarle sus Inscriptiones Hispaniae Cristianae en 1871. A ellos hay que añadir dos trabajos fundamentales sobre los antiguos límites de Cantabria, la Edetania y Contestania, publicados en su Boletín por la Real Sociedad Geográfica de Madrid, institución de la que fue miembro fundador y secretario, así como el trabajo sobre el sepulcro de Santiago realizado en colaboración con Fidel Fita por encargo del cardenal Payá, arzobispo de Santiago de Compostela. Su actividad en la Real Academia de la Historia fue asimismo intensa, tanto como anticuario como presidente de la Comisión de Antigüedades; así lo atestiguan los más de doscientos informes sobre antigüedades, epigrafía, geografía histórica y monumentos históricos que le fueron encargados por la institución.

El 13 de mayo de 1883 contestó al discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia de Marcelino Menéndez y Pelayo que versó sobre la Historia como arte bella; el 27 de mayo de este mismo año fue elegido senador por la Real Academia de la Historia y el 25 de enero de 1884 se le nombró director general de Instrucción Pública, siendo ministro de Fomento Alejandro Pidal y Mon. No le apartaron sus nuevas responsabilidades de la investigación y en estos sus últimos años trabajó en colaboración con Eduardo de Hinojosa en el volumen sobre los visigodos que le había sido asignado en la Historia General de España promovida por la Real Academia de la Historia, bajo la dirección de su entonces director Antonio Cánovas del Castillo, que apareció en 1891. Tres años después, Aureliano Fernández-Guerra falleció en la recién estrenada sede de la Real Academia Española en la calle de Felipe IV de Madrid.

 

Obras de ~: La Peña de los enamorados: drama en cuatro actos, Granada, 1839 (inéd.); “Mi delirio”, en La Alhambra, n.º 7 (1839); “Reyes moros de Granada: noticias de los que fueron desde 1238 a 1492”, en La Alhambra, I (1839); La hija de Cervantes: drama en cuatro actos, Granada, 1840 (inéd.); Reflexiones sobre la rebelión de los moriscos y censo de la población insertas en el Boletín Oficial de Granada, Granada, Imprenta de Gómez y Compañía, 1840; Ligeros toques al retrato que de sí mismo ha hecho el autor de El más solemne mentís (comedia famosa), Granada, Imprenta Sanz, 1840; Alonso Cano o La Torre del Oro: recuerdo dramático del siglo XVII en cuatro actos, Madrid, José Repullés, 1845; Obras de D. Francisco de Quevedo Villegas, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, I, vol. XXIII (1852) y vol. XLVIII (1859); “Antiguallas de Cadalso de los Vidrios, Guisando y Escalona”, en Semanario Pintoresco Español, n.os 38, 39 y 40 (1853); con M. Tamayo y Baus, La Rica hembra, Drama histórico en cuatro actos y en verso, Madrid, F. Abienzo, 1854; La mañana, la tarde, la noche: canción, Si oigo dulce Higiara / tu amorosa voz, Madrid, 1855 (ms.); Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia: Sobre la conjuración de Venecia de 1618, vindicando la memoria del duque de Osuna y de los marqueses de Bedmar y de Villanueva, calumniados con ocasión de aquel suceso, Madrid, 1856; Discursos leídos ante la Real Academia Española: Existencia real y verdadera del poeta Francisco de la Torre, y su carácter y estilo diferentes de los de D. Francisco de Quevedo, Madrid, 1857; Asambleas nacionales en España, contestación al discurso de Juan de Cueto y Herrera en la Real Academia de la Historia, Madrid, 1857; Claras y perenales fuentes de la inspiración dramática, contestación al discurso de Manuel Tamayo y Baus en la Real Academia Española. Madrid, 1859; La canción a las ruinas de Itálica, ya original, ya refundida, no es del licenciado Francisco de Rioja, sino del licenciado Rodrigo Caro, Madrid, 1860; Primitivas regiones de España: Guía firme para descubrir sus antiguos límites, contestación al discurso de Eduardo Saavedra y Moragas, Madrid, 1862; “Antiquísimo sepulcro cristiano de Layos existente en el convento de Santo Domingo el Real en Toledo”, en El Arte en España, 1 (1862), págs. 169-180; Noticia de un precioso códice de la Biblioteca Colombina, algunos datos nuevos para ilustrar el Quijote, con varios rasgos ya casi desconocidos, ya inéditos de Cervantes, Cetina, Salcedo, Chaves y el Bachiller Engrava, Madrid, M. Rivadeneyra, 1864; “Orden de Calatrava”, en A. Benavides, Historia de las órdenes de Caballería y las condecoraciones españolas, Madrid, Imprenta Tomás Rey, 1864; El Fuero de Avilés, Madrid, Imprenta Nacional, 1865; “Inscripciones cristianas y antiguos monumentos del Arte Cristiano español”, en El Arte en España, IV (1865), págs. 49-62, y V, págs. 73-87; “Tres sarcófagos cristianos españoles del siglo III, IV y V”, en J. Gil Dorregaray (ed.), Monumentos Arquitectónicos de España, Madrid, Imprenta de Fontanet, 1866; Munda pompeiana. Dictamen de D. Aureliano Fernández-Guerra. Viaje arqueológico de Don José Oliver y Hurtado, Madrid, Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra 1866; “Arqueología. La ciudad de Iliturgicoli”, en Revista de Bellas Artes y Arqueología, I (1867), pág. 241; “Epigrafía romano-granadina. Carta de Aureliano Fernández Guerra”, en Revista de Bellas Artes y Arqueología, I (1867), págs. 352-357; “Carta latina al Sr. Mauricio Haupt”, en Revista de Bellas Artes y Arqueología, n.º 28; “Trois sarcophages chrétiens des IIIe, IVe et ve siècles”, en Bulletin Monumental, 33 (1867), págs. 39-51; Monumento zaragozano del año 312, que representa la Asunción de la Virgen, Madrid, Tipografía de Pascual Conesa, 1870; “El Arco de Bara. Los pueblos Ilergetes y los Cossetanos en la provincia Tarraconense”, en La Ilustración Española y Americana (1870); El libro de Santoña, Madrid, Manuel Tello, 1872; “Sarcófago pagano en la colegiata de Husillos, recién traído al Museo Arqueológico Nacional”, en Museo Español de Antigüedades, I (1872), págs. 41-48; Romances moriscos, discurso de contestación a Luis Fernández-Guerra en la Real Academia Española, Madrid, 1873; Regiones antiguas del Sudeste de España, contestación al discurso de Juan de Dios de la Rada y Delgado, Madrid, 1875; “Sarcófago cristiano de la catedral de Astorga, hoy depositado en el Museo Arqueológico Nacional”, en Museo Español de Antigüedades, VI (1875), págs. 587-601; Las ciudades béticas de Ulisi y Sabora. Nuevos descubrimientos, inscripciones inéditas, Madrid, Maroto, 1876; Don Rodrigo y la Cava. Carta a D. Francisco Guillén Robles, Madrid, Viuda e Hijo de D. E. Aguado, 1877; “Arqueología cristiana. Inscripción y basílica del siglo v, recién descubierta en el término de Loja, puntos curiosos que se relacionan, de epigrafía, historia y geografía”, en La Ciencia Cristiana, VI (1878), págs. 399-414; “Una tésera celtibérica. Datos sobre las ciudades celtibéricas de Ergavica, Munda, Cértima y Contrebia”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), I (1878), págs. 129-140; “Cantabria”, en Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid (BSGM), VI (1878), págs. 93-150; “Deitania y su cátedra episcopal de Begastri”, en BSGM, VI (1879), págs. 129-178; con F. Fita, Recuerdos de un viaje a Santiago de Galicia, Madrid, Imprenta de los Señores Lezcano, 1880; Hartzenbusch: estudio biográfico-crítico, Madrid, Compañía de Impresores y Libreros, 1882; Lecciones poéticas sobre las célebres quintillas de D. Nicolás Fernández de Moratín, Madrid, Manuel G. Hernández, 1883; Menéndez Pelayo en la Real Academia de la Historia, Madrid, José de Rojas, 1883; Caída y ruina del imperio visigótico español. Primer drama que se representa en nuestro teatro. Estudio histórico-crítico, Madrid, Imprenta de Manuel G. Hernández, 1883; “Quevedo como escritor político”, en Revista de Madrid, 5 (1883), págs. 513-522; “Las ciudades bastetanas de Asso y Argos”, en BRAH, X (1887), págs. 458-465; “Una nueva tésera de hospitalidad en las ruinas de Clunia”, en BRAH, XII (1888), págs. 363-380; “Las diez ciudades bracarenses nombradas en la inscripción de Chaves”, en Revista Archeologica, II (1888); “Piedra romana terminal de Ledesma”, en BRAH, XV (1889), págs. 102-107; con E. de Hinojosa, Historia de España desde la invasión de los pueblos germánicos hasta la ruina de la monarquía visigoda. Historia general de España escrita por individuos de número de la Real Academia de la Historia bajo la dirección del Excmo. Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo, Madrid, El Progreso Editorial, 1891.

 

Bibl.: M. de Cueto y Ribero, Don Aureliano Fernández Guerra y Orbe (su biografía), Madrid, Imprenta Lezcano, 1881; T. López, “Don Aureliano Fernández-Guerra”, en Ciudad de Dios, XXXV (1894), págs. 1-54; J. de D. de la Rada y Delgado, “Necrología de Don Aureliano Fernández Guerra y Orbe”, en La Ilustración Española y Americana, XXXIV (1894), págs. 158-159; E. Señan y Alfonso, Ensayo biográfico crítico del Excmo. Sr. D. Aureliano Fernández Guerra y Orbe, Granada, Universidad, 1915; L. Vázquez de Parga, Colección de antigüedades que perteneció a Don Aureliano Fernández Guerra: nota descriptiva, Madrid, Museo Arqueológico Nacional, 1935; J. Fernández Cruz, Don Juan Valera y Don Aureliano Fernández-Guerra, Cabra, 1969; “Evocación de Don Aureliano Fernández-Guerra y Orbe”, en Boletín de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, 105 (1983), págs. 5-26; J. M. Abascal, “Aureliano Fernández-Guerra y Orbe”, en Pioneros de la Arqueología en España del siglo XVI a 1912, Alcalá de Henares, 2004, págs. 293-305; B. Pellistrandi, Un discours national? La Real Academia de la Historia entre science et politique (1847-1897), Madrid, Casa de Velázquez, 2004, pág. 390; J. Miranda, Aureliano Fernández Guerra (1816-1894): un romántico, escritor y anticuario, Madrid, Real Academia de la Historia, 2005 (col. Antiquaria Hispánica, 10); J. Maier, “Aureliano Fernández-Guerra, Giovanni Battista de Rossi y la arqueología paleocristiana en la segunda mitad del siglo XIX”, en J. Beltrán Fortes (coord.), Arqueología, Coleccionismo y Antigüedad: España e Italia en el siglo XIX, Sevilla, Universidad, 2007.

 

Jorge Maier Allende

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