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Beatriz Clara Coya

Biografía

Coya, Beatriz Clara. Cuzco (Perú), 1557 – Lima (Perú), III.1600. Princesa inca, esposa del gobernador de Chile García de Loyola.

Hija de Sayri Tupac y sobrina del inca rebelde Titu Cusi, era heredera de una de las mayores fortunas peruanas, que incluía el extenso repartimiento de Yucay.

Fue utilizada por su padre y el virrey Francisco de Toledo como moneda de cambio para cuestiones familiares o políticas. En 1565, estando Tito Cusi sublevado en Vilcabamba, Beatriz Clara, que apenas había cumplido ocho años, fue ofrecida como esposa de Quispe Titu, hijo del inca rebelde con dos años más que su prima. A cambio Titu Cusi debía abandonar su refugio y reconocer la autoridad española. Mientras se desarrollaban las negociaciones, Beatriz había sido entregada a las monjas clarisas para su formación.

Por otro lado, Cristóbal Maldonado, un joven y rico mestizo de Cuzco también había medio apalabrado con Sayri Tupac su futuro matrimonio con la niña Beatriz, tan buen partido le parecía el mozo mestizo que sacó a su hija del convento y la entregó en custodia al hermano mayor del pretendiente, Arias Maldonado.

El pacto con los rebeldes avanzó y la paz definitiva parecía lograrse. A algunos religiosos les permitieron entrar en las montañas de Vilcabamba para que bautizasen y formasen en la fe católica a Quispe Tito con vistas a su matrimonio con Beatriz. Finalmente, el 9 de julio de 1567 Tito Cusi ratificó el Acuerdo de Acobamba con las autoridades españolas para acabar con su rebelión.

Llegados a este punto, Cristóbal Maldonado temió por su matrimonio, sobre todo por su futura hacienda, y no tuvo otra feliz idea que violar a Beatriz y proclamar tras ello la consumación de su matrimonio. El hecho de la violación, aunque no cambió la voluntad del Inca sedicioso de no entregarse, pues a pesar de haber firmado el tratado nunca tuvo intenciones de acabar con su rebelión, sí marco la vida de Beatriz y supuso un tremendo escándalo en la sociedad virreinal.

En pocos meses la guerra retornó a las montañas cuzqueñas y Beatriz Clara volvió a la soledad de la celda conventual. Cinco años después, derrotados definitivamente en la sublevación de Vilcabamba, el virrey Francisco de Toledo se acordó de la rica heredera, por entonces una guapa adolescente recluida, y pensó en casarla con el gran héroe del momento: Martín García de Loyola, sobrino del gran san Ignacio y artífice de la captura de Túpac Amaru, el inca continuador de la sedición de Titu Quispe. Todo parecía perfecto, la boda con un gran soldado de linaje con la ñusta más preciada de la aristocracia incaica, unión que enterraría el pasado trágico de la joven. El compromiso matrimonial de Beatriz y Martín fue celebrado a finales de 1572.

Mas, como si de una maldición se tratase, reapareció Cristóbal Maldonado, quien exiliado en España tras la violación, regresó a Perú exigiendo la validez de su matrimonio y las posesiones de su esposa. Mientras se iniciaban los pleitos eclesiásticos, Beatriz fue obligada a volver al convento de las clarisas. El litigio se prolongó hasta 1592, cuando por fin la Iglesia permitió el matrimonio. Para entonces García de Loyola había sido nombrado gobernador de Chile.

Finalmente la pareja pudo convivir y en 1593 tuvieron una niña, bautizada en Concepción (Chile) con el nombre de Ana María. Pero la felicidad sólo duró cinco años, pues en 1598 el gobernador murió en un ataque de los indios araucanos.

Beatriz Clara y la niña Ana María regresaron a Lima con la intención de embarcarse hacia España; sin embargo; en marzo de 1600 una enfermedad se llevó la vida de la desventurada ñusta. Fue enterrada en la iglesia de Santo Domingo de Lima.

 

Bibl.: E. Dunbar Temple, “El testamento inédito de doña Beatriz Clara Coya de Loyola, hija del Inca Sayri Tupa”, en Fénix (Lima, Biblioteca Nacional), n.º 7 (1950); M. Rostworowski de Díez Canseco, El repartimiento de doña Beatriz Coya en el valle de Yuca, Lima, Historia y Cultura-Museo Nacional de Historia, n.º 4, 1970; J. M.ª González Ochoa, Quién es Quién en la América del Descubrimiento, Madrid, Editorial Acento, 2003.

 

José María González Ochoa