Ayuda

Francisco Antonio de Velasco Tovar y de la Torre

Biografía

Velasco Tovar y de la Torre, Francisco Antonio de. Madrid, 5.IX.1649 – Sevilla, 23.III.1716. Virrey de Cataluña, militar, caballero de la Orden de Santiago.

Hijo natural de Íñigo Melchor Fernández de Velasco (1629-1696), VII duque de Frías, VIII condestable de Castilla (1652-1696), habido fuera del matrimonio con María de la Torre; sería el único varón del condestable, que, si bien los hubo en sus dos matrimonios, murieron en la niñez, sobreviviéndole sólo una hija legítima. Tras estudiar en Alcalá y Valladolid, comenzó a servir en el Ejército de Extremadura, de soldado, alférez y capitán de Infantería, pasando en 1666 a Galicia, donde su padre era gobernador y le nombró capitán de su compañía de guardias a caballo.

Al declararse la Guerra de Devolución (1667- 1668), se prepararon en Galicia importantes refuerzos para Flandes que acabaría mandando su padre, con título de capitán general de aquellos estados, al rehusarlo Juan José de Austria. Francisco levantó un tercio de Infantería entre los reformados que habían servido en aquel Reino hasta la paz con Portugal (13 de febrero de 1668), embarcando en La Coruña, en agosto de dicho año. Su tercio se recibió al sueldo del Ejército de Flandes el 2 de septiembre de 1668, el mismo día que desembarcó en Ostende, cuando ya había sido ratificado el Tratado de Paz de Aquisgrán (2 de mayo de 1668); no obstante lo cual, y pese a tratarse de una unidad de nueva leva, su padre no la desmovilizó al tomar posesión del gobierno (2 de octubre de 1668). Continuó mandándolo hasta finales de marzo de 1673, en que fue nombrado general de la Artillería del Ejército de Cataluña, sucediéndole en su antiguo tercio (5 de abril de 1673) Juan de Velasco, marqués de Belveder, VI conde de Salazar (1676-1690), último maestre de campo del mismo hasta su disolución en 1681. El 28 de junio de 1677 se le concedió el título de caballero de la Orden de Santiago.

La regente Mariana de Austria declaró la guerra a Luis XIV en virtud del Tratado de La Haya (30 de agosto de 1673), en coalición con las Provincias Unidas, el Emperador y el duque de Lorena. El año siguiente, Francisco asistió a la invasión del Rosellón, donde el ejército al mando de Francisco Tuttavilla, duque de San Germano en Nápoles, encadenaría una serie de éxitos: toma de Maurellás, derrota de Labrette en la primera batalla del Tech (19 de junio), conquistas de Boulou, Ceret y la importante fortaleza de Bellegarde (28 de junio), coronada con una nueva victoria en la ribera del Tech, cerca de Maurellás (17 de agosto de 1674), ahora sobre un reforzado mariscal de Francia: Federico-Armando Schömberg (1615-1690), otrora artífice de la independencia portuguesa, que el año siguiente volvería a fracasar ante los muros de Gerona, estrellándose ante la determinada defensa de Francisco, que la dirigió en jefe. Tales hechos propiciaron su nombramiento como general de la Caballería de Flandes (1676-1678), donde el ejército de campaña —bajo el mando supremo del príncipe de Orange— no pudo impedir en 1677 las caídas de Valenciennes (17 de marzo), Cambrai (18 de abril) y St. Omer (26 de abril), como tampoco las de Gante (11 de marzo) e Ypres (25 de marzo) el siguiente; sin embargo, la victoria de Saint-Denis (14 de agosto de 1678), donde se halló presente, obligó a los franceses a levantar el asedio de Mons (16 de abril), cuando hacía ya unos días que se habían firmado los acuerdos de la Paz en Nimega (10 de agosto de 1678).

Francisco regresó a Madrid, donde su padre era presidente del Consejo de Flandes. Se le dio una plaza de consejero en el Supremo de Guerra (1679), que desempeñó brevemente porque, dos años después, fue promovido a la capitanía general de Ceuta, que detentaría hasta 1689. Durante su mandato, reedificó la muralla del Sur, desplomada durante el gobierno del marqués de Asentar, que logró dejar concluida. En 1689 fue promovido al empleo de maestre de campo general de la Armada de la Mar Océano y Costas de Andalucía, con el gobierno accesorio, en lo político y militar, de Cádiz, donde presidió igualmente la Junta de Murallas. Aprobó la construcción del antepecho de las fortificaciones del Frente de Tierra para evitar el cegado de sus fosos; en cambio, como no apreció la viabilidad de ningún proyecto para la muralla del Vendaval, se limitó a reparar la porción de la misma más amenazada de ruina. En 1696 fue designado virrey de Cataluña, jurando su cargo en Barcelona el 17 de julio de dicho año. Era notorio que Luis XIV quería tomar la plaza, y Velasco se aprestó a defenderla, fortificando aceleradamente Montjuic. La primavera siguiente, la ciudad fue sitiada desde tierra por los veintidós mil hombres del ejército del duque Vendôme, mientras la escuadra del almirante D’Estrées bloqueaba el puerto y comenzaba su bombardeo naval. Velasco planificó una inteligente defensa, dejando la plaza bien guarnecida, mientras él salía fuera con dos cuerpos volantes; uno, a su mando, se estableció sobre el Llobregat para asegurar la comunicación con los sitiados, mientras que el otro, formado por miqueletes, debía hostigar las líneas de abastecimiento enemigas. Los franceses abrieron la trinchera el 15 de junio, contra el bastión de la Junquera, cerca del camino cubierto, donde formaron una batería de treinta cañones. Velasco concibió el plan de atacar la retaguardia de la circunvalación enemiga el 15 de julio, acordando que los sitiados atacarían simultáneamente su frente mientras que los miqueletes lo harían de flanco. Pero Vendôme supo estos planes por un correo apresado y, conociendo el emplazamiento del campo de Velasco, decidió atacarle antes del amanecer del 14 de julio. Tras dispersar, con poca resistencia, el antepuesto cuartel de caballería del marqués de Grigny, cayó por sorpresa sobre su campamento causándole quinientas bajas. Velasco se salvó “en camisa”, cruzando a nado el Llobregat, como muchos de los supervivientes, que no fueron perseguidos; pero las armas y el bagaje cayeron en poder del enemigo, que deshizo su capacidad operativa. Tampoco pudo entrar en la ciudad y, el 2 de agosto llegaba a Barcelona un despacho real que confería su gobierno, con título de virrey, a favor de Diego Hurtado de Mendoza (1650- 1720), III conde de la Corzana, que defendía la plaza junto al príncipe de Darmstadt. Ambos capitularían ante Vendôme (15 de agosto), mientras que Velasco aguardaba en Tarragona el regreso de su esposa, que se había quedado dentro. Una vez liberada con el resto de la guarnición, regresaron a bordo de una galera a Sevilla (primeros de octubre).

Felipe V volvió a emplearle como capitán general de Extremadura, cargo en que sucedió a Francisco Fernández de Córdoba, cuando éste fue llamado a desempeñar el comisariado general de la Infantería (Gaceta, 10 de julio de 1703). Sin embargo, poco después le designaría para un nuevo virreinato en Cataluña, que juró el 3 de octubre de dicho año. Durante este mandato repelió un intento de desembarco del príncipe de Darmstadt, ahora partidario del archiduque, en mayo de 1704, pero no pudo evitar ni reprimir el levantamiento a favor de su causa, que fue propagándose y generalizándose desde el foco inicial de Vic. El 22 de agosto de 1705, una poderosa flota inglesa al mando del almirante Showell desembarcó ante Barcelona al ejército anglo-holandés de Peterborough y al propio archiduque Carlos, al que pronto se le unieron más de seis mil catalanes armados, ante los cuales fueron abriendo sus puertas las restantes plazas del Principado (Gerona, Lérida, Figueras, Tortosa, etc.), salvo Rosas. El asedio comenzó por Montjuic, que cayó el 17 de septiembre, tras la voladura de su polvorín. Velasco hubo de capitular el 9 de octubre, obteniendo que su guarnición fuese trasladada por mar a Almería; sin embargo, el 14 de octubre estalló un motín popular que pudo costarle la vida, que a duras penas logró proteger el conde de Peterborough. Tras desembarcar en Carboneras (6 de noviembre), se retiró a Sevilla y no volvió a servir. Murió en aquella ciudad, siendo enterrado en el presbiterio de la capilla mayor del ya desaparecido Convento de los Trinitarios Descalzos, donde su hijo le erigió un monumento funerario cuya lápida compendiaba su peripecia vital y cuyo texto íntegro, en latín, reprodujo Álvarez de Baena.

Había casado en Sevilla con Ana Lorenza Centeno y Maldonado, en quien tuvo numerosa descendencia, siendo su primogénito Manuel Fernández de Velasco y Centeno, I marqués de Castrojal (hoy Cartojal, Soria), capitán de sus guardias en Cataluña y coronel de Caballería de Felipe V. Su figura ha sido históricamente desenfocada, maltratada y hasta vituperada. Álvarez de Baena dejó una pincelada biográfica cargada de errores, entre ellos, el de darle el título marquesal que, por sus méritos, se concedió a su hijo; Rogelio Pérez Bustamante (R. Pérez Bustamante, 2000), lo confunde con el conde de Melgar, y José Luis Cervera (J. L. Cervera Torrejón, 2000), con el marqués de Pozoblanco. Feliú de la Peña, al que siguieron Castellví y otros, lo eligió por víctima expiatoria del levantamiento de Cataluña por su brutalidad y excesos, imputación que sigue gozando de amplio calado (veáse, por ejemplo, el Larousse), pese a las más serias propuestas de la historiografía reciente (P. Voltes, V. León Sanz, E. Lluch, etc.), que no alcanzan aún a exonerarle ni reivindicarle. Así, Virginia León, prolífica investigadora del austracismo catalán, todavía culpa a Felipe V “de falta de tacto” por haberle designado para el virreinato. Sin embargo, su correspondencia con Grimaldo, secretario de la Guerra, trabajada por Mirecki, sólo trasluce una exacerbada desconfianza hacia los catalanes que los hechos probarían fundada. Su hijo, que sirvió a su lado en Barcelona, escribió en su lápida mortuoria: “Dos veces virrey del Principado en dificilísimos tiempos, animoso en la mayor adversidad”.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Santiago, exp. 8702; Estado, 1296; Estado, 1315, apd. 1.

Gaceta de Madrid, 13 de septiembre de 1678, 10 de julio de 1703 y 9 de octubre de 1703; N. Feliu de la Peña, Anales de Cataluña, t. III, Barcelona, 1709, caps. XIX-XXIV; V. Bacallar, marqués de San Felipe, Comentarios de la Guerra de España, Génova, 1726 (ed. de C. Seco, Madrid, Atlas, 1949, col. Biblioteca de Autores Españoles, 99); F. de Castellí, Narraciones históricas, c. 1725-1727 (ed. de J. M. Mundet i Gifre, est. prelim. de F. Canals Vidal y de J. M.ª Alsina Roca, t. I, Madrid, Fundación Francisco Elías de Tejada y Erasmo Pèrcopo, 1997, págs. 438-466 y 518-574); J. A. Álvarez de Baena, Hijos de Madrid, vol. II, Madrid, 1789, págs. 226-230; L. Rouvroy, duque de Saint-Simon, Mémoires, ed. de Chéruel, t. VIII, págs. 408-421, Paris, 1856-1858; J. A. Márquez de Prado, Recuerdos de África. Historia de la plaza de Ceuta describiendo los sitios que ha sufrido en distintas épocas por las huestes del imperio de Marruecos, Madrid, 1859, págs. 161-173; P. Voltes Bou, El Archiduque Carlos, Rey de los Catalanes, Barcelona, Instituto Municipal de Historia, 1953; Barcelona durante el gobierno del Archiduque Carlos de Austria, Barcelona, Instituto Municipal de Historia, 1966, 2 vols.; V. Fernández Cano, Las defensas de Cádiz en la Edad Moderna, Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1973; J. M. Barreda y J. M. Carretero, “Una fuente inédita sobre la Guerra de Sucesión: Memoria anónima sobre el sitio de Barcelona de 1705”, en Hispania (Madrid), vol. 146 (1980), págs. 631-668; J. L. Mirecki, “La guarnición de Barcelona durante el asedio de 1705”, en Dragona (Madrid), 4 (1996), págs. 14-21; E. Lluch, Las Españas vencidas del siglo XVIII. Claroscuros de la Ilustración, Barcelona, Crítica, 1999; J. L. Cervera Torrejón, La batalla de Almansa: 25 de abril de 1707, Valencia, Corts Valencianes, 2000; R. Pérez Bustamante, El gobierno del Imperio Español. Los Austrias (1517-1700), Madrid, Comunidad Autónoma de Madrid, 2000; V. León Sanz, “El reinado del archiduque Carlos en España: la continuidad de un programa dinástico de gobierno”, en Manuscrits (Madrid), 18 (2000), págs. 41-62.

 

Juan Luis Sánchez Martín

Personajes similares