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Diego Fernández de Córdoba y Arellano

Biografía

Fernández de Córdoba y Arellano, Diego. Marqués de Comares (I). ?, 1464 – Orán (Argelia), 1518. Virrey de Navarra, gobernador y capitán general de Orán.

Miembro de la casa de los alcaides de los Donceles, una rama del importante linaje andaluz de los Fernández de Córdoba, cuyo dominio señorial e influencia se centraba en la campiña cordobesa, resultado de su activa participación en la reconquista de Andalucía y en la defensa de las fronteras con el reino de Granada, lo que favoreció asimismo el encumbramiento de esta familia nobiliaria y su decisiva intervención desde entonces en la vida política y militar de la Monarquía castellana. La casa de los alcaides de los Donceles adoptó el nombre del cargo militar vinculado a sus miembros desde el reinado de Alfonso XI (1343), cuya función era instruir militarmente y capitanear el destacamento de jinetes formado por los pajes de palacio. Caballeros bien adiestrados en el oficio de la guerra ejercían el dominio señorial de Lucena, Chillón y Espejo.

Diego Fernández de Córdoba —cuyo lugar de nacimiento algunas fuentes sitúan en Toledo— es un ejemplo relevante de este linaje. Era hijo de Martín Fernández de Córdoba, cabeza de la casa de los alcaides de los Donceles, y de Leonor Fernández de Córdoba Arellano, perteneciente a la poderosa casa de Aguilar, tronco central y principal de la estirpe de los Fernández de Córdoba, de la que el Gran Capitán fue uno de los miembros más destacados.

Como primogénito, a la muerte de su padre, heredó los títulos familiares y se convirtió en alcaide de los Donceles, señor de Lucena, Chillón y Espejo; posteriormente (en 1512) añadió a estos títulos el de marqués de Comares. Casó con Juana Pacheco, hija del I marqués de Villena.

Vivió Fernández de Córdoba la transición entre los siglos xv y xvi, época presidida por el reinado de los Reyes Católicos y su proyecto de construcción del Estado moderno y unificación territorial de los reinos hispanos, y tuvo por sus dotes militares una destacada y activa participación en las empresas bélicas de la Monarquía, a la que sirvió fielmente en diferentes cargos militares y políticos. Destacó su participación en la guerra de Granada, la expansión norteafricana y la conquista y gobierno de Navarra.

Su primera actuación estuvo relacionada con el proceso de conquista del reino de Granada emprendido por los Reyes Católicos (1482-1492), que perseguían eliminar el último baluarte de la dominación islámica en la Península y avanzar en la unidad territorial.

Diego Fernández de Córdoba se distinguió, junto a su tío el conde de Cabra, en las campañas de 1483, al resistir y rechazar el sitio y asalto de la villa de Lucena por parte de las tropas musulmanas dirigidas por Boabdil, que resultaron derrotadas, y el príncipe nazarí fue hecho prisionero. Siguió participando en todas las campañas de la guerra de Granada, a la que aportó además buen número de tropas. Volvió a destacar por su actuación en el cerco y toma de Baza.

Por todo ello obtuvo de los Reyes importantes mercedes que incrementaron el patrimonio territorial de su linaje.

Una vez incorporado todo el sur de la Península, los Reyes Católicos acometieron la expansión exterior hacia el Norte de África, orientación que respondía a tradicionales intereses geopolíticos y económicos de los castellanos de la zona: asegurar la defensa de la frontera meridional de Castilla y las posiciones hispanas en el Mediterráneo frente al Islam, así como incrementar los intercambios comerciales. El verdadero impulso a esta política norteafricana se dio tras la muerte de Isabel, con el esfuerzo militar y financiero de Castilla y la decidida intervención del cardenal Cisneros, concretándose en la ocupación de ciertos puntos o plazas en la costa septentrional africana. Diego Fernández de Córdoba, muy vinculado a esta empresa, estuvo al frente de las tropas que ocuparon la plaza de Mazalquivir en septiembre de 1505. Durante el reinado de Felipe y Juana, suspendidas temporalmente estas incursiones, el alcaide de los Donceles tomó la iniciativa, con nuevas tropas que llevó por su cuenta desde Málaga, de internarse en el territorio de Tremecén; sufrió una terrible derrota que diezmó sus tropas y le obligó a refugiarse en Mazalquivir. Con la nueva regencia de Fernando el Católico y por iniciativa de Cisneros se reanudó la expansión norteafricana, y Diego Fernández volvió a formar parte de las tropas que en diferentes campañas, entre 1509 y 1510, acometieron la conquista de Orán, Bujía y Trípoli. Todo esto le valió la concesión de algunas mercedes reales y el nombramiento de gobernador y capitán general de Orán y Mazalquivir, cargo que posteriormente ocuparon también su hijo y su nieto.

La culminación de su carrera militar y política tuvo lugar en el reino de Navarra, tras su conquista en el verano de 1512 por un ejército enviado por Fernando el Católico bajo la dirección del duque de Alba. El alcaide de los Donceles intervino junto a otros nobles castellanos en ayuda del duque de Alba para sofocar el primer intento tras la conquista de recuperar el reino por parte de los reyes navarros Juan y Catalina Albret en diciembre del mismo año. Por su actuación, el alcaide de los Donceles fue recompensado por el Rey con el nombramiento de virrey de Navarra (17 de diciembre de 1512) y con la concesión del marquesado de Comares (27 de diciembre de 1512). De esta forma, el ahora marqués de Comares se convirtió tras la conquista en el primero que ocupó el cargo virreinal en Navarra, desde entonces institución permanente al dejar Navarra de tener Monarca propio y quedar ese reino vinculado a la Monarquía hispana, por lo que necesitaba disponer (como el resto de los territorios) de un representante del Rey que se ocupara de gobernar en su nombre.

Como virrey de Navarra se enfrentó a una situación difícil, por la frágil adhesión inicial de los navarros al nuevo soberano, el peligro potencial de movimientos de rebeldía por la fidelidad que mantenían determinados sectores a los Albret y la desconfianza reinante por ambas partes. En el ejercicio de sus funciones como cabeza del poder político-administrativo y militar en nombre del Rey, Fernández de Córdoba actuó con prudencia para afianzar la conquista, llevando a efecto el compromiso de Fernando el Católico de mantener y respetar escrupulosamente al ordenamiento institucional privativo, las leyes y fueros propios del reino, y el papel de las Cortes navarras (que fueron sucesivamente convocadas por el virrey en 1513, 1514 y 1515). Para legitimar la nueva situación, el marqués de Comares convocó en marzo de 1513 las Cortes de Navarra y realizó, en nombre de Fernando, el juramento de fidelidad a los fueros, privilegios, usos y costumbres, recibiendo entonces el prestado por el reino de aceptación de Fernando. Éste, que en un principio sólo se había considerado “depositario del reino de Navarra”, reguló definitivamente la conquista al establecer en las Cortes de Burgos de 1515 la incorporación formal de Navarra a la Corona de Castilla.

Meses después de esta incorporación, en noviembre de 1515, el marqués de Comares perdió al parecer la confianza real y fue sustituido en el cargo de virrey por el conde de Buendía, hecho que podría relacionarse con el enfrentamiento existente entre Fernando y una parte de la nobleza castellana, que rechaza su regencia en Castilla en beneficio de su nieto Carlos, entre los que se encontraban algunos miembros de los Fernández de Córdoba.

Tras su paso por Navarra, el marqués de Comares volvió a ocuparse del desempeño de sus funciones de capitán general de Orán, donde murió en 1518.

Su hijo, Luis Fernández de Córdoba, heredó los títulos y señoríos de la familia, así como el cargo de capitán general de Orán, que pasó luego a su nieto Diego, apodado el Africano.

 

Bibl.: L. Salazar y Castro, Historia Genealógica de la Casa de Lara y Silva, t. I, Madrid, Imprenta Real Mateo de Llanos y Guzmán, 1696, págs. 383-384; P. Fernández Bethencourt, Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, Casa Real y Grandes de España, t. III, Madrid, 1877-1910; L. Pericot (dir.), Historia de España, t. III, Barcelona, Instituto Gallach, 1967, págs. 358 y 364; M. C. Quintanilla Raso, Nobleza y señoríos en el Reino de Córdoba. La Casa de Aguilar (s. XIV y XV), Córdoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros, 1980, págs. 166-172.

 

Teresa Díaz Cachero

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