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Alonso García Ramón

Biografía

Ramón, Alonso García. Cuenca c. 1552 – Concepción (Chile), 5.VIII.1609. Militar, gobernador y capitán general de Chile.

Nació en Cuenca en 1552. A los dieciséis años entró a servir en el Ejército Real, combatiendo a los moros sublevados de la provincia de Granada; más tarde, bajo el mando de Juan de Austria, combatió en Navarino y Lepanto. En 1574, estuvo en África, en la guarnición del fuerte de La Goleta; en 1576, bajo el mando del marqués de Santa Cruz, hizo la jornada de Querquenes y, luego, participó en la campaña de Flandes, a las órdenes de Alejandro Farnesio, actuando en el asalto a Sichen, ataque a Bourgerhoutum y sitio de Maestricht, donde tuvo el honor de ser el primer español en escalar el muro y tomar dos banderas recibiendo por ello dos heridas de arcabuz; de su destreza escribe el capitán Alonso Vásquez en Los sucesos de Flandes i Francia del tiempo de Alejandro Farnesio, “fue [...] digno de eterna fama, pues dio ocasión de salir de uno tan peligroso como señalado sitio y acabar la más alta empresa que capitán general tuvo entre manos” (Vásquez, Alonso, Los sucesos de Flandes i Francia del tiempo de Alejandro Farnesio. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, t. 72, págs. 101, 204 y 240).

En 1583 vino a Chile con Alonso de Sotomayor. Ocupó, sucesivamente, los cargos de sargento mayor y maestre de campo general, destacándose en las luchas contra los rebeldes mapuches y contra los corsarios y piratas ingleses. En esa lucha contra los indígenas, su arrojo y valentía fue tal que dio lugar a que el poeta y cronista, Fernando Álvarez de Toledo, cantara el combate que supuestamente habría sostenido con el cacique Cadiguala, con epítetos inusuales (El combate entre Caduguala y García Ramón lo traen también Alonso de Ovalle en su Histórica Relación del Reino de Chile y Diego de Rosales en su Historia general del Reyno de Chile, Flandes Indiano).

En 1591 es enviado a Perú en busca de refuerzos.

Allí elaboró un “Memorial” detallando lo necesario para la conclusión de la guerra y solicitando refuerzos de soldados y ropa, y un navío para el resguardo de la costa. Aprobada su petición, las dificultades de la recluta hicieron imposible completar el número de hombres pedidos y sólo llegaron a Chile ciento seis soldados a bordo de dos navíos a fines de 1591.

El fin del gobierno de Sotomayor y su reemplazo por Oñez de Loyola no varió el destino de García Ramón que continuó como maestre de campo hasta 1593, año en que viajó a Perú enviado por Loyola.

Sirvió entonces como corregidor de Arica y, en 1596, como corregidor de Potosí. En 1599, al momento de la mayor crisis militar de Chile, ocupaba el cargo de maestre de campo general de Perú y era uno de los asesores que en materia de guerra tenía el virrey.

En Chile, el gobierno de Oñez de Loyola había tenido un trágico fin. El gobernador había muerto en Curalaba y los indígenas alzados asolaban y destruían las ciudades del sur, sin encontrar resistencia. El virrey del Perú, para poner coto a esta crisis, había resuelto enviar a Francisco de Quiñones como gobernador interino quien, a poco andar, víctima de la edad avanzada y los achaques anexos, resolvió dejar el cargo y solicitar el nombramiento de un reemplazante.

El virrey, Luis de Velasco, decidió sustituir a Quiñones por su propio maestre de campo. Pues era común opinión de todos que él era el más preparado para enfrentar la crisis de Chile. García Ramón accedió de buen grado porque tenía experiencia anterior en esa guerra y porque debió de creer que los problemas del Reino se debían en parte a los errores administrativos que sus predecesores habían cometido.

Sin refuerzo alguno y sólo con una provisión de víveres se embarcó en el Callao el 12 de junio de 1600 en dos barcos. La navegación duró cuarenta y siete días y después de pasar por tormentas generadas por mal tiempo, arribó a Valparaíso el 29 de julio, trasladándose al día siguiente a Santiago.

Apenas llegado se impuso de la situación y se aprestó a ponerle remedio. Supo que en los dos últimos años, los indígenas habían muerto a más de setecientos hombres; que las ciudades de Angol y La Imperial se habían despoblado: que hacía un año no se tenían noticias de Osorno y Chiloé y que, pocos días después de su llegado, los indígenas habían cruzado el río Maule y asolado el pueblito de Duao, en la ribera de ese río.

Puesto en campaña para aliviar la situación mandó socorrerlos e hizo levantar una información de la situación al mismo que se encomendaba a Dios para que por medio de la oración sacase al país de ese trance. En carta dirigida al virrey, el 29 de agosto de 1600, le decía: “confío en su divina majestad, que si acabo de juntar el campo, tengo de tener grandes y buenos sucesos.

Y para sean tales, suplico a V.E., se sirva pedírselo, y mandar que en todos los conventos de esa ciudad y Reino se haga lo mismo, pues son las mas verdaderas y principales armas para lo que se pretende” En septiembre de 1600, llegó la noticia de que el Rey había nombrado un nuevo gobernador para Chile que resultaba ser un desconocido para peruanos y chilenos pese a lo cual García Ramón envió a Lima informes del Reino para la ilustración del nuevo gobernador y, entre tanto, movilizó un ejército de cuatrocientos hombres rumbo al Sur.

Llegó a Chillán en enero de 1601 y de inmediato inició las acciones bélicas recorriendo los campos cordilleranos y deshaciendo una junta de cuatro mil indígenas que se reunían al sur del río Itata. Protegido Chillán, marchó a Concepción donde llegó el 6 de enero. Allí puso en marcha un plan para incursionar al sur e intentar socorrer a Villarrica y rescatar cautivas que en número creciente estaban en poder de los indígenas.

Trató también de enviar un navío a Valdivia para tener noticias de las otras ciudades, pero un grupo de amotinados soldados se tomaron el bagel y huyeron a Perú.

Reunidos los soldados y pedido un socorro a Santiago que nunca llegó, salió rumbo a Villarrica pero debió detenerse en el camino y volver porque la plaza de Arauco estaba en peligro de caer en manos de los indígenas. Luego de esta acción, y una vez llegado el nuevo gobernador, se puso a sus órdenes y le entregó un valioso informe acerca de la guerra y del modo de recuperar el territorio. Ribera no creyó en él y por ello solicitó licencia para volver a Perú señalándole que “no siendo necesaria mi asistencia en este Reino, recibiré particular merced en que vuestra señoría me dé licencia para irme a mi casa”.

A su llegada al Perú, el virrey Velasco, el 27 de noviembre de 1602, le concedió la encomienda de Punoypicho y ese mismo año fue nombrado corregidor de Quito.

Entre tanto el Rey había separado del gobierno de Chile a Alonso de Ribera y nombrado para ese cargo al antiguo gobernador Alonso de Sotomayor que, aduciendo razones de edad y salud, se excuso de asumir el mando.

También había mudado la cabeza del virreinato y ahora llegaba como nuevo virrey, Gaspar de Acevedo y Zúñiga, conde Monterrey, que tenía formada una buena opinión de García Ramón con quien se entrevistó en Trujillo apenas recién llegado. En atención a la renuncia de Sotomayor, el 21 de enero de 1605 el virrey nombraba como gobernador interino de Chile a Alonso García Ramón, lo que fue corroborado por el propio Monarca que el 22 de enero de 1605 lo nombraba como gobernador titular del Reino de Chile.

Junto con recibir el nombramiento de gobernador de Chile, García Ramón recibió el mandato, de parte de la corona, de suprimir el servicio personal de los indígenas que se creía el motivo último del alzamiento de los indígenas, objetivo éste en que se encontraba empeñado en Lima el jesuita padre Luis de Valdivia.

El gobernador llegó a Concepción el 19 de marzo de 1605 y al día siguiente convocó a los indígenas a una reunión en la cual les planteó la decisión de suprimir el servicio personal cambiándolo por un impuesto y de perdonarles todos sus delitos anteriores derivados de las sublevaciones que habían tenido. Los mapuches se mostraron contentos y prometieron no volver a levantarse si esas condiciones se respetaban.

Pese a que los indígenas aceptaban de buen grado la paz y declaraban que se mantendrían tranquilos, la inquietud se apoderaba de los españoles y la intranquilidad cundía entre los soldados al punto de que el propio García Ramón escribía al Rey el 14 de junio de 1605: “Últimamente, este verano pasado, dieron la paz las provincias de Arauco y Tucapel y lo que de ello ha redundado es que claramente se ha visto haberla ofrecido por solamente salvar sus comidas; y en recogiéndolas, las fueron enterrando en los montes y ellos se alzaron”.

Entretanto, el refuerzo de mil hombres enviado desde España llegaba a Santiago no sin problemas, ayudando con ello a pensar en que sería posible una paz más duradera. Con estas tropas más los soldados que aquí había se armó un ejército de mil doscientos hombres y con ellos el gobernador emprendió una nueva campaña en el verano de 1606.

Ante el avance español, los indígenas —convencidos de que no podían presentar batalla a campo descubierto— abandonaron sus casas, recogieron sus siembras y se ocultaron en los montes y pantanos.

Con ello la entrada del gobernador en territorio mapuche fue totalmente infructuosa y sólo se limitó a la quema de rucas y destrucción de sembradíos, aunque logró rescatar cautivas y fundar fuertes como el de Boroa.

Los años siguientes continuaron las campañas y aunque García Ramón obtuvo logros de importancia no lograba la anhelada pacificación, por lo que decía al Monarca en carta de 10 de agosto de 1606 que “Ayer [...] tuve aviso de cómo se había levantado todo el estado de Tucapel, y aunque me ha de costar gran trabajo y mucha sangre, por ser muchos los indios y muy belicosos, ponerlos en buena paz, no me da mucho cuidado, respecto de que según tengo dispuesta las cosas, confío en Dios ha de ser para mejor y que estos indios lleven el castigo que sus grandes traiciones y maldades merecen, a costa del cual les he de hacer estén de paz como yo quisiera y como conviene al servicio de Dios y de V.M., o que mueran en la demanda o yo, pues con esto habré cumplido con mi obligación”.

En abril de 1609 llegaron a Santiago los oidores de la recién creada Real Audiencia de Chile pero debió de esperar para su instalación la vuelta desde el sur del gobernador que ahora unía a sus títulos el de presidente de ese alto tribunal de Justicia. La llegada de la Audiencia tenía a los vecinos de Santiago preocupados, pues una de las obligaciones del tribunal era hacer cumplir las reales cédulas emanadas y siendo una de ellas la de suprimir el servicio personal de los indígenas a cuyo cumplimiento el gobernador no había puesto el debido celo, se creía que la Audiencia sí lo haría. Lo anterior unido a desastres naturales que habían ocurrido en Santiago, hacía que la situación no fuese muy tranquilizante aunque la reciente cédula real que permitía la esclavitud de los indios cogidos en guerra dictada en 1608 permitía paliar, en alguna medida, los efectos ocasionados por el eminente fin de la encomienda tradicional.

A fines de mayo de 1609, regresaba García Ramón de su última campaña y se instalaba en Concepción resuelto a enrolar nuevas gentes en los ejércitos del Rey y a continuar las campañas en el verano siguiente.

Viejo y achacoso pero con el ánimo entero, sintiéndose cada vez más grave y cercano a la muerte, dejó designado sucesor y el 5 de agosto de ese año entregó su alma. “Con —él según el decir del oidor Merlo de la Fuente—, fue Nuestro Señor servido de llevar para sí a uno de los mayores y mejores criados y de más buena intención que V. M. tenía en su servicio”. Los pocos y escasos bienes que dejó fueron heredados por su mujer, Luciana de Vergara y Centeno y su hija que entonces residía en Lima.

 

Bibl.: A. Vásquez, “Los sucesos de Flandes i Francia del tiempo de Alejandro Farnesio”, en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, t. 72, Madrid, 1872; D. Rosales, Historia General del Reyno de Chile. Flandes Indiano, Valparaíso, 1877: J. T. Medina, Diccionario Biográfico Colonial, Santiago, Imprenta Elzebiriana, 1906; C. Errázuriz. Historia de Chile bajo los gobiernos de García Ramón, Merlo de la Fuente y Jaraquemada, Santiago, 1908; F. A. Encina: Historia de Chile, Santiago, Ed. Nascimento, 1940; J. L. Espejo: Nobiliario de la Capitanía General de Chile, Santiago, Ed. Andrés Bello, 1956; A. Ovalle, Histórica Relación del Reyno de Chile, Santiago, Instituto de Literatura Chilena, 1969; S. Villalobos: Historia del pueblo chileno, t. IV, Santiago, Ed. Universitaria, 2000; D. Barros Arana, Historia General de Chile, Santiago, Editorial Universitaria/Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2000.

 

Julio Retamal Ávila

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