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Ana María Canyuwel

Biografía

Canyuwel, Ana María. Bruselas (Bélgica), 1698 – Madrid, 16.VIII.1758. Tapicera.

Ana María Canyuwel fue la esposa de Jacobo Van­dergoten, afamado tapicero bruselense, llamado por Felipe V para trabajar en Madrid en su nueva Fábrica de Tapices. Los austríacos, que dominaban los anti­guos Países Bajos españoles, consideraron la decisión del tapicero como una traición y le encarcelaron en el castillo de Amberes, del que Vandergoten huyó para emprender un peligroso viaje a España, donde llegó en agosto de 1720 en compañía de su familia y cuatro de sus antiguos oficiales.

Los Vandergoten se instalaron en Madrid en la vieja “Casa del Abreviador”, extramuros de la calle de Hor­taleza, alquilada por Felipe V para instalar en ella su nueva Fábrica de Tapices, de la que Jacobo se encargó de la parte técnica en calidad de maestro tapicero.

Durante algún tiempo los Vandergoten tuvieron se­rias dificultades económicas porque la Corona no fue tan buen cliente como esperaban y tanto la familia como los oficiales sobrevivieron gracias a los 70 reales diarios asignados a Jacobo por el Monarca.

En 1724, cuando tenía sesenta y tres años Jacobo Vandergoten murió de “prolija enfermedad” dejando a su familia en tan precaria situación económica que se vieron en apuros para pagar los gastos de funeral, misas y entierro. La viuda, Ana María, esperaba un nuevo hijo que murió a poco de nacer.

En España, al morir el cabeza de familia, los hijos debían pasar hasta la mayoría de edad al cuidado de un tutor o curador testamentario, papel que la ma­dre asumía a veces, pero no siempre. Ana María Can­yuwel tenía la autorización de su marido para ejercer la tutela de sus cuatro hijos menores: Adrián, Jacobo, Cornelio y María Teresa, hasta que alcanzaran la ma­yoría de edad. De hecho ejerció un férreo control so­bre sus vástagos incluso los mayores, Francisco y Pe­dro, que ya habían llegado a la edad adulta.

En el testamento de Jacobo Vandergoten aparece en­tre los testigos otro flamenco llamado Jaime Alemans, que pronto trabajará en la Fábrica de Tapices como pintor. Apenas transcurrido el tiempo reglamentario desde la muerte del maestro tapicero, un año en este caso, su viuda contrajo matrimonio con Alemans; de­bió ser un matrimonio por amor y la viuda incluso se hizo cargo de las deudas de su novio: 17.420 reales de vellón, pero al cabo de pocos años, en 1737, la pareja decidió separarse “por justas causas y motivos”.

En la España del siglo xviii el régimen económico del matrimonio estaba bajo la autoridad del varón y la mujer no era más que un testigo mudo de cómo se ad­ministraba el dinero de la familia, tanto el procedente de su patrimonio familiar, como el cedido por el ma­rido como regalos. Pero Ana María Canyuwel nunca pareció enterarse de que vivía en un país donde impe­raban aquellas leyes. La familia vivió en un régimen de auténtico matriarcado y Ana María controló todos los ingresos, disponiendo de la asignación concedida por el Rey a su primer esposo, de los salarios de sus hijos que trabajaban en la Fábrica de Tapices y de los cua­tro reales de plata diarios que le correspondían a su se­gundo marido como pintor y maestro de aprendices, “viviendo y manteniéndose todos de la masa común”.

Los hijos crecieron y a Jacobo se le presentó la opor­tunidad de emanciparse, cuando Felipe V le ofreció en 1729 un puesto de maestro tapicero en la Fábrica de Tapices de Sevilla. La vida de aquella manufactura fue breve y en 1734 Jacobo estaba de nuevo en Ma­drid, en la nueva fábrica de Santa Isabel. Poco tiempo después, obligado por el cierre de estos talleres, Jacobo volvió con todas sus pertenencias al redil familiar.

Entretanto, las tensiones en el hogar de los Vander­goten se habían hecho insoportables: el negocio em­pezaba a tener perspectivas de prosperidad y los hijos, ya mayores, exigieron a la madre que les informara de lo que ellos habían aportado a la comunidad familiar y de cuánto les correspondería a cada uno en caso de independizarse.

Animado por la actitud de sus hijastros, Alemans creyó que también podía hacer valer sus derechos. Ante aquella inesperada rebeldía, Ana María se en­frentó a sus hijos, que pronto cedieron a la voluntad materna. Y en cuanto a su marido, como en España no existía el divorcio civil pero había otras posibili­dades contempladas en el Derecho Canónico: sepa­ración de cuerpos, nulidad y disolución del vínculo, Ana María solicitó la “separación de bienes, cama y mesa” de Alemans, sabiendo que lo condenaba a una vida de estrecheces, porque también dejó de trabajar para la Fábrica de Tapices. Alemans protestó; conve­nía que a veces se había retrasado en su contribución a la economía familiar, pero siempre fue por culpa de los atrasos de la Corona y de que los Vandergoten le pagaban su trabajo en especie, con pinturas exagera­damente valoradas.

A partir de 1728 Alemans había dejado de colaborar en la manutención de los Vandergoten, a excepción del año 1734 que la familia con ruegos y amenazas logró sacarle 43 doblones. Se hicieron cuentas de los ingresos y gastos de los esposos en los doce años de su unión y resultó que Alemans había aportado a las ar­cas familiares 26.740 reales de vellón y gastado 83.420 reales en “comida, vestido, botica, médico, zirujano, criado y lavandera”; por lo tanto, resultaba deudor a su esposa de la respetable suma de 56.680 reales. En aten­ción a la buena amistad que los unía, sobre todo con su hijastro Francisco, la familia le perdonó la deuda.

En 1737, una vez libre del estorbo de Alemans, Ana María repartió con sus hijos Francisco, Ja­cobo, Adrián, María Teresa y Cornelio (Pedro ha­bía muerto) la pensión de 60 reales diarios que le fue asignada por el Rey a la muerte de su primer marido. Ana María manifestó que hasta que sus vástagos no quisieran separase de su tutela y compañía, estarían sujetos a ella con humildad y obediencia; a cambio les daría de por vida “manutención, vestido y decencia”.

Ana María murió en agosto de 1763, venerada por sus hijos, que con su arte y su laboriosidad habían amasado una considerable fortuna, hábilmente ad­ministrada por aquella indomable luchadora. Su cuerpo reposa en la iglesia convento de Santa Bár­bara, próxima a su domicilio.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico de la Real Fábrica de Tapices, Traslado de escritura de poder para hacer testamento de Jacobo Vandergoten [...], Madrid, 1721-1724, escribano Francisco de Lerma y Paz, leg. 3/1; Escritura pública otorgada por Ana María Canyuwel [...] para repartir con sus hijos la pen­sión de S. M., Madrid, 7 de julio de 1738, leg. 3/4.F. y B. Vidal Galache, De princesas, señoras y otras clases de mujeres, Madrid, UNED, 1999, págs. 176-183; “Un Divorcio a la Flamenca”, en La aventura de la Historia, n.º 37, 2001, págs. 102-105.

 

Florentina y Benicia Vidal Galache

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