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Antonio Eulate y Fery

Biografía

Eulate y Fery, Antonio. Ferrol (La Coruña), 5.VI.1845 – Barcelona, 19.II.1932. Marino, vicealmirante.

Procede de una familia de militares. Hijo de Antonio Eulate y Evia, teniente de navío, natural de Cádiz, y nieto de Ramón Eulate y Tobía, de Madrid, capitán de fragata y caballero de la Orden de San Juan. Su madre, María Fery del Casal, de Ferrol (Coruña), y su abuelo materno Carlos José Fery y Limbur, coronel de Infantería, de Cádiz. El 1 de enero de 1858 sentó plaza de aspirante en el Colegio Naval Militar de San Fernando (Cádiz) a la edad de trece años.

Aprobados los exámenes, sale para La Habana en la urca Santa María (1861). Allí transborda al bergantín Habanero y luego a la fragata Petronila de la escuadra de Joaquín Gutiérrez de Rubalcava, con la que viaja por la zona. A su regreso a la Península (1862), se integra en Cádiz en la escuadra del conde de Bustillo y acompaña a la reina Isabel II por el Mediterráneo. La urca Santa María le lleva a Manila (1863). Allí pasa a la goleta Santa Filomena, habilitado de oficial, y fue examinado y aprobado con nota de “muy bueno” para guardia marina de 1.ª clase. Hace viajes a China con correspondencia y recauda tributos al norte de Luzón.

A las órdenes del capitán de fragata Antonio Mora, jefe de las Visayas, bate a los piratas moros en Tavi- Tavi y en el archipiélago de Joló. Es felicitado varias veces en este período.

De nuevo en Cuba, en la fragata Gerona presta servicio en Cartagena de Indias custodiando al vapor Cúylor sospechoso de ir al Perú (1867). En el vapor Blasco de Garay, navega por Puerto Rico recogiendo destacamentos, y recorre las Antillas inglesas. El grito de rebelión de Yara le sorprende en La Habana (10 de octubre de 1868). Le mandan a Nueva Orleáns y regresa el 1 de noviembre cuando ya se había declarado la insurrección en Cuba, así que se incorpora en Nuevitas a los cruceros de la costa norte dedicados a la represión del contrabando de armas y municiones que se hacía desde Norteamérica y Jamaica, apresando la goleta inglesa Mary Lowe. Asciende a teniente de navío (1870) y se le concede licencia para contraer matrimonio en el mes de diciembre de ese año. Deja Eulate la Gerona y pasa de segundo comandante al vapor Hernán Cortés, en el que, entre otras comisiones, se traslada a Puerto Cabello para vigilar al vapor Virginius sopechoso de actividades contrabandistas y cuyo apresamiento por el Tornado originaría una violenta reacción de los americanos. A su vuelta a La Guaira, presta auxilio con los botes de su barco a la barca inglesa Tenit que conducía al ministro de Estados Unidos en Venezuela y estaba en peligro de zozobrar en la rada. Recibe por esto las gracias del ministro norteamericano y del Almirantazgo. Ya en La Habana (1872), se le concede una licencia de cuatro meses por asuntos particulares para disfrutar en Puerto Rico, donde tiene a su familia; es la primera licencia que disfruta en toda su carrera. Después de tres años y diez meses seguidos de servicio activo en el apostadero de La Habana, regresa a la Península.

La anarquía despertada al calor de la revolución septembrina (1868) está a punto de estallar en forma de insurrección republicana cuando Eulate llega a Ferrol, a la Ayudantía Mayor del Arsenal (11 de octubre de 1872); trata de sofocar la rebelión y es detenido por los sublevados. Durante los siete días que duró su detención, intenta reducirlos con riesgo de su vida, por cuyo motivo le recompensa el Rey con la Cruz roja del Mérito Naval. Eulate, tras un tiempo en la fragata Asturias, pasa de segundo comandante al vapor Ciudad de Cádiz. Con él se traslada a La Coruña y toma un batallón de Mendigorría para llevarlo a Santander; luego vuelve a Ferrol y embarca los presos republicanos y mujeres de la galera de La Coruña para llevarlos a Cádiz, y en el antepuerto de esta ciudad le sorprende la proclamación de la Primera República (11 de febrero de 1873), que preside Estanislao Figueras, y aceptó al gobierno constituido. El inicio de la Tercera Guerra Carlista y el conflicto planteado por el Cuerpo de Artillería habían hecho abdicar al rey Amadeo I, falto del apoyo del general Prim, su promotor.

Pronto la República se convierte en un desbarajuste, la indisciplina se apodera de las dotaciones de los barcos y estalla por doquier la revolución cantonal.

Estaba Eulate en La Carraca (Cádiz) cuando se rompen las hostilidades con los insurrectos dirigidos por Fermín Salvoechea (20 de julio de 1873), y asiste con su barco a la defensa de los buques y del arsenal, haciendo y recibiendo fuego de cañón. Cuando en Cartagena se desata el delirante movimiento cantonalista dirigido por el diputado Antonio Gálvez, Eulate está también allí, en el bloqueo del puerto, en la escuadra del almirante Lobo, operando bajo el fuego de las baterías de costa cuyos disparos ocasionan varias bajas en el vapor Cádiz. Luego, embarcado en la fragata de hélice Carmen, asiste, en la mañana del día 11 de octubre, al combate contra la escuadra cantonal, y recibe varios impactos. El bloqueo se mantiene hasta una nueva salida de la fragata Numancia (13 de enero de 1874), que lleva a los cabecillas y demás huidos de las tropas del general López Domínguez que sitian la ciudad. La fragata Carmen, integrada ya en la escuadra del almirante Chicarro, que releva a Lobo tras el golpe de Pavía, combate contra la Numancia, y con la Vitoria la persigue hasta Orán, la recuperan y la llevan a Cartagena, ya liberada esta ciudad (19 de enero de 1874). Terminada la campaña y disuelta la escuadra del Mediterráneo, sale para La Carraca.

El segundo alzamiento carlista en toda España —iniciado en 1872— estaba en su apogeo cuando Eulate se incorpora como primer ayudante de la Mayoría General a las Fuerzas Navales del Cantábrico (1874). En este destino asistió a la entrada en Portugalete, que estaba en poder de los carlistas, y fue uno de los primeros en saltar con la marinería armada para cortar las cadenas que cerraban el puerto. Al crearse el apostadero de Fuenterrabía, se nombra a Eulate su comandante (1874). Mantiene libre el acceso al río con gran efectividad, y fue por ello felicitado repetidamente por el ministro de Marina y el presidente del Gobierno de la República (1874). Cuando los carlistas iniciaron el sitio de Irún, Eulate combatió hasta que cesó el bombardeo, y mantuvo expedita la comunicación con la plaza sitiada. Nuevamente el Gobierno le muestra “su agrado por su comportamiento en el sitio de Irún”. Mientras tanto, se produce el golpe de Martínez Campos en Sagunto (29 de diciembre de 1874), cae la República y se restaura la Monarquía.

Eulate proclama en el apostadero a don Alfonso XII como rey de España (7 de enero de 1875), acatando al Gobierno constituido.

Con los vapores Piles y Fernando el Católico, Eulate apresa varias embarcaciones que trataban de desembarcar mercancías y municiones para el enemigo.

Con el segundo barco entra y fondea en el puerto de Pasajes bajo el fuego de la batería de San Marcos, que causa dos muertos y cinco heridos a la tripulación.

Al mando del monitor Puigcerdá, coopera con las fuerzas navales del Nervión a los pasos de tropas y formación de puentes, estableciendo las comunicaciones entre Navarra y Guipúzcoa. Con el cierre del apostadero (1876), es pasaportado para Cádiz. Permaneció en la campaña del Norte cerca de dos años y en ella se le concedió el grado de teniente coronel del Ejército (1876).

En el mes de junio de 1876 vuelve Eulate a Puerto Rico, destinado como ayudante interino del distrito de Aguadilla y de capitán de su puerto; allí asciende a teniente de navío de 1.ª clase (1878). Por esas fechas interviene en el salvamento de los tripulantes del bergantín goleta Asia en aquellas aguas, acción que se anota en su hoja de servicios. Hace una comisión a la isla de Culebra (Puerto Rico) en el cañonero Activo, de la que presentó una memoria que mereció los elogios de S. M.

Ya en la Península, pasa a la Corte de auxiliar de la sección de personal del Ministerio de Marina (1879).

En este tiempo, se le concede la Cruz sencilla de San Hermenegildo, la Medalla de la Guerra Civil (1873- 1874) y la Medalla de Alfonso XII con pasador de Cantabria. De segundo comandante de la corbeta Tornado pasa a secretario de la comandancia general de la Escuadra de Instrucción (1880) y luego a la fragata Sagunto, buque insignia del contralmirante Polo de Bernabé.

Poco tiempo después, se le manda a la Ayudantía Mayor del Arsenal de La Habana, durante la guerra separatista (1882). Al cumplir el tiempo reglamentario, es relevado y toma el mando del aviso Fernando el Católico. A partir de ese momento, navega sin descanso por esa zona del Caribe: Puerto Rico, Santo Domingo, Jamaica, Cartagena de Indias... Eulate recibe una nueva felicitación en la que “S. M. el Rey se dignó manifestar su Real agrado por la conducta acertada y humanitaria que observó con el buque de su mando en el sitio de Cartagena de Indias” (7 de julio de 1875).

Al cumplirse el tiempo, entrega el mando (1886) y es nombrado comandante de Marina y capitán del puerto de Sagua (Cuba) con carácter interino, y luego secretario en comisión de la Comandancia general del apostadero.

Por entonces se le concede la Cruz del Mérito Naval de 2.ª Clase con distintivo blanco por el mando y buena gestión del Fernando el Católico, y asciende al empleo de capitán de fragata (1887); cesa en el destino y es pasaportado para la Península. A su llegada a Cádiz, solicita cuatro meses de licencia por enfermo.

Ya restablecida la salud, Eulate es nombrado en poco tiempo secretario de la junta técnica de la limpia de los caños de La Carraca (Cádiz), segundo comandante de la fragata Gerona y comandante del arsenal del Apostadero de La Habana, que mandara en dos ocasiones. Al mando del crucero D. Jorge Juan (1891), hace numerosos viajes y comisiones por las costas de Cuba, Puerto Rico y Venezuela; en este país interviene en la protección de los ciudadanos españoles y de varios cónsules extranjeros en la localidad de La Guaira. Para ello desembarca fuerzas de marinería para garantizar el orden. Luego cesa en el mando por haber sido nombrado ayudante de Marina del distrito de Mayagüez y capitán de su puerto (1893). Al ascender a capitán de navío (1896), se le confirma en el destino del arsenal.

En abril de 1897 está Eulate en Mahón (Menorca) tomando el mando del acorazado Vizcaya, buque insignia de la escuadra de instrucción que manda el almirante Pascual Cervera; ha cumplido los cincuenta años. Se va a Cádiz con la escuadra, pero días después sale con rumbo a Spithead (Portmouth, Gran Bretaña) para participar en la revista naval pasada por el príncipe de Gales (luego rey Eduardo VII) en conmemoración del sesenta aniversario de la coronación de la reina Victoria (26 de junio de 1897).

Al estallar la segunda insurrección cubana con el “grito de Baire” el 25 de febrero de 1895, las relaciones de España con Estados Unidos de Norteamérica habían empeorado notablemente; el Gobierno de este país permitía la existencia de un comité revolucionario cubano en Nueva York y la organización de partidas de insurrectos, recaudación de fondos, suministro de armamento, de víveres, etc., en su territorio y ejercía presión sobre el Gobierno español presidido por Cánovas. Se criticaba duramente, entre otras cosas, el sistema de los reconcentrados utilizado por el general Weyler. Al Gobierno norteamericano se le ocurre la idea enviar al crucero Maine “para saludar a las autoridades españolas”. Entra el Maine en La Habana al mando del capitán de navío Sigsbee el 25 de enero de 1898 y el 15 de febrero vuela por los aires en plena noche, lo que provoca una violentísima campaña contra España en América, culpándola de haber participado en el desastre. Como respuesta a la visita del crucero norteamericano, el Gobierno español de Sagasta decide mandar al Vizcaya a Nueva York; así que Eulate parte de Cartagena el 31 de enero de 1898 y llega a aquella ciudad el 19 de febrero en momentos de gran tensión, pues ya tienen allí noticia de lo ocurrido.

De esta visita redacta un largo informe que fue considerado una impertinencia por parte del ministro de Marina Segismundo Bermejo, por entender que la materia no es de su incumbencia. Puede salir de aquel puerto antes de romperse las hostilidades y, siguiendo órdenes del almirante Cervera, se dirige, junto con el Oquendo, a las islas portuguesas de Cabo Verde para unirse a los buques de la escuadra que allí esperaban. La escuadra, escasa de carbón, abandona el puerto de San Vicente (Cabo Verde), donde estaba, por orden del Gobierno portugués que no quería comprometer su neutralidad; el Vizcaya salía con su velocidad reducida a causa de que no había podido limpiar fondos desde julio del año anterior. Después de una derrota condicionada por la búsqueda de carbón, el 19 de mayo avistan el castillo del Morro, sin distinguir ningún buque enemigo, y entran en Santiago (Cuba), donde sí había carbón, por considerar imposible alcanzar La Habana.

Iniciadas las operaciones, la escuadra americana bombardea casi a diario el puerto de Santiago. Uno de los proyectiles alcanza al Vizcaya, pero con tan buena suerte que explota al chocar en la línea de flotación, que está blindada. El 3 de julio, salen los buques por el canal en perfecta formación. Abre la marcha el Teresa, buque insignia del almirante; le sigue el Vizcaya.

La flota norteamericana cierra la salida del puerto formando un semicírculo. El Vizcaya y el Colón ponen rumbo al oeste a lo largo de la costa de Cuba mientras los buques Iowa, Texas, Indiana y Brooklyng les cierran el paso sin cesar de disparar sobre ellos. Los incendios en el Vizcaya son continuos. Eulate permanece en el puente dirigiendo la acción desde allí, tratando de embestir al Brooklyng en su costado, pero éste esquiva el ataque. Sigue el Vizcaya hacia el oeste bajo una lluvia de proyectiles, algunos de los cuales le perforan el casco originando incendios y heridos por todas partes.

Eulate, herido en la cabeza y en la espalda, manda destruir la bandera de seda regalada por la Diputación de Vizcaya y sustituirla por otra, dándole un trozo al condestable Francisco Zaragoza que expiraba, para que le sirviese de sudario. Al encallar el barco en los bajos de la playa de Aserraderos, a pocas millas de Santiago, para que no cayese en manos del enemigo, comenzó el barqueo de personal hacia la playa sin que sufriesen ataques por parte de las fuerzas insurrectas al mando del cabecilla Manuel Cobroco, hasta que se oyó un intenso fuego de fusilería contra el último bote, en el que iba Eulate, causando en él gran mortandad.

Los náufragos fueron recogidos por los botes americanos; Eulate fue llevado al Iowa y presentado a su comandante Robert Evans, un hombre con un brillante historial marítimo, quien lo recibió con la guardia formada y rechazó el sable que le tendía Eulate diciendo “hombre valiente no se desarma”. Cervera, en el oficio que cursó al capitán general Blanco, hace constar, entre otras cosas, “a este jefe se le devolvió la espada”. Después de su estancia en la Escuela Naval de Annápolis prisionero, y ya firmada la paz, Cervera encarga a Eulate que contrate un buque para reintegrarlos a España, para lo cual viaja éste a Nueva York y contrata al City of Rome. En el Consejo de Guerra que se siguió por estos hechos (1899), quedó justificado su proceder.

El 17 de julio toma posesión del mando de la provincia marítima de Cádiz y de la capitanía de puerto de esta ciudad, hasta agosto de 1901; en enero de 1902, se le da el mando de la Numancia y, una vez cumplidas las condiciones de mando, desembarca y se le nombra presidente de la Junta Revisora de Fondos de Edificios Militares del Departamento de Cádiz.

Embarca de nuevo, ahora en el acorazado Pelayo, de jefe de Estado Mayor de la Escuadra de Instrucción, y durante su tiempo en ésta le fueron entregadas varias condecoraciones e insignias: Insignia de Comendador con placa de la Orden de Cristo, de Portugal, Insignia de Oficial de la Legión de Honor, de Francia (remitida por el presidente de la República) y la Cruz del Mérito Naval de 3.ª Clase, con distintivo blanco, entregada por el rey Alfonso XII, por el brillante estado de la columna de desembarco en Santa Pola (Alicante) de la que Eulate era jefe.

Ascendido a capitán de navío de 1.ª clase (1903), desembarca por disolución de la Escuadra y pasa a desempeñar el destino de jefe de Estado Mayor del Departamento de Cartagena (1903) y, a los pocos meses, el mismo cargo en el Departamento de Cádiz. Mientras tanto, se le concede la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y la Cruz de 2.ª Clase de la Orden de Santa Ana, de Rusia. En ese destino permanece hasta que se le nombra comandante de Marina de la provincia de Sevilla (1906), en el que le llega su pase a la situación de cuartel (16 de enero de 1908).

Estando en esta situación, desempeña por dos veces el cargo de gobernador civil de las islas Canarias (1909 y 1910). En el intermedio asciende al empleo de contralmirante (1910) y se encarga de la comandancia general del apostadero de Cartagena, y cuando pasa a la situación de reserva por haber cumplido la edad reglamentaria (11 de junio de 1911), se le vuelve a dar el destino de gobernador civil de la provincia de Canarias, y, por modificaciones en la denominación de los empleos, toma el grado de vicealmirante (1912). En este año se le autoriza a usar la condecoración del “Busto del Libertador” de 2.ª Clase y la gran Placa de Honor y Mérito de la Cruz Roja Española otorgadas por el presidente de la República de Venezuela, la primera, y por el presidente de la Asamblea Suprema la segunda.

En los años que siguen continúa Eulate en situación de reserva, sin destino, a disposición del Gobierno.

En 1913 viaja en comisión a Ámsterdam con motivo de la exposición naval en aquella ciudad. En el mes de julio de 1917 traslada su residencia a Barcelona, donde fallece a la edad de ochenta y siete años.

Eulate fue un hombre valiente, de una serenidad asombrosa y de gran patriotismo y abnegación, cuyo comportamiento, aun vencido, atrajo la atención general, causando la admiración de sus contendientes.

Marino de gran vocación, estuvo presente en numerosos conflictos marítimos de su tiempo. Navegó en setenta y un buques y mandó siete. En su dilatada vida activa —sesenta y cinco años— sólo constan once meses de licencias. Aunque no se le conoce actividad literaria, tanto en Puerto Rico como en Tenerife, así como en Barcelona, ya de vicealmirante en la reserva, tuvo tertulia literaria en su casa. A estas tertulias acudía Gertrudis Gómez de Avellaneda, poetisa cubana hija de marino, y su propia hija, la poetisa Carmela Eulate y Sanjurjo, nacida en Puerto Rico.

A la tertulia de Barcelona asistía Frank Taylor Evans, hijo del comandante del Iowa, que recibió a Eulate herido. Su gran humanidad, por otro lado, le llevaba a diario a las clínicas de Bartrina o de Puig Sureda de Barcelona en las que no faltaban nunca heridos de la Aeronáutica Naval.

 

Obras de ~: “Informe acerca de la isla de Culebra, dado por el teniente de navío D. Antonio de Eulate y Fery”, Ferrol (Coruña), Imprenta de El Correo Gallego, 1880; “Memoria del reconocimiento de la costa de la isla de Culebra”, en Boletín de la Real Sociedad Geográfica de Madrid, t. VIII, Imprenta Fortanet (1.er semestre 1880).

Fuentes y bibl.: Archivo-Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), Cuerpo General, leg. 620/379; Museo Naval de la Armada (Madrid), Manuscrito de Eulate, sig. E4442; Eulate, Antonio, Colegio Naval Militar, carpeta n.º 469, año 1853. “El vicealmirante de la Armada D. Antonio Eulate y Fery”, en Revista General de Marina (RGM), t. CX, pág. 11; T. Benítez Francés, El manuscrito de un combate o el 3 de julio desde el Vizcaya, Ferrol (Coruña), Imprenta de El Correo Gallego, 1898; G. Clarke, “Naval Aspects of the Spanish-american War”, en Lord Brassey, The Naval Annual, Portsmouth, 1899, cap. V, págs. 123-174; P. Cervera y Topete, Colección de documentos referentes a la Escuadra de Operaciones de las Antillas, Ferrol, Imprenta de El Correo Gallego, 1899; V. Concas y Palau, La escuadra del almirante Cervera, Madrid, Librería San Martín, 1899; D. de la Válgoma, y el barón de Finestrat, Real Compañía de Guardias Marinas y Colegio Naval, t. VI, Madrid, Instituto Histórico de la Marina, 1943; C. Eulate Sanjurjo, Eulate, la España heroica y la América magnánima, Madrid, Editorial Naval, 1951 (Biblioteca de camarote 23 de la RGM); J. Llabrés, “Tertulia”, en RGM (febrero de 1968), miscelánea 14.154, pág. 206; G. J. A. O’Toole, The Spanish War, an American Epic 1898, Londres, W. W. Norton & Company, 1984; M. Hernández Sanchez-Barba, y M. Alonso Baquer (dirs.), Las Fuerzas Armadas Españolas, historia institucional y social, Madrid, Ed. Alhambra, 1985; J. Cervera Pery, La guerra naval del 98, Madrid, Editorial San Martín, 1998; E. de Diego, “La política de la Restauración en Ultramar”, en VV. AA., Visiones de Ultramar del 98 (XVIII Jornadas de Historia Marítima), Madrid, Instituto de Historia y Cultura Naval, 1998 (cuad. monogr. n.º 32).

 

José Antonio Ocampo Aneiros