Aunque en principio Felipe V, promotor en 1721 de la Real Fábrica de Tapices, puso al frente de la misma a un Intendente Real, desde 1740 la dirección de la manufactura estuvo en manos de los hermanos Vandergoten, que al no tener herederos directos fueron sucedidos por un sobrino nieto, Livinio Stuyck Vandergoten, fundador de la dinastía que ha llegado hasta nuestros días.

Siguiendo la tradición, aceptada en sucesivas contratas por la Casa Real, a la muerte de Livinio Stuyck y Martínez la dirección de la Real Fábrica recayó en su primogénito, Gabino, quien se apresuró a formar con su madre, Eloisa Dulongval, una sociedad mercantil inscrita como Viuda e Hijo de Stuyck, con un capital inicial de 300.000 ptas.

La Restauración de la Monarquía en 1875 supuso una nueva etapa de prosperidad para la Real Fábrica, tras cuatro años de decadencia en los que llegó a estar prácticamente sin actividad. Se hacían pocos tapices y los telares estaban ahora dedicados a la creación de bellísimas alfombras de nudo turco destinadas a los Reales Sitios, particulares de relieve, edificios públicos, iglesias y embajadas. También se encargaban del retupido y limpieza de antiguos paños y de la decoración de edificios oficiales y templos, con ocasión de distintos acontecimientos, y de realizar un catálogo de las colecciones reales de tapices, algunos de los cuales habían desaparecido a lo largo de siglo XIX, pleno de incertidumbres políticas. [...]