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Cristóbal de Torres y Motones

Biografía

Torres y Motones, Cristóbal de. Burgos, 27.XII.1573 – Bogotá (Colombia), 8.VII.1654. Dominico (OP), octavo arzobispo de Santafé y fundador del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.

Hijo de Juan de Torres, escribano del Crimen, y de Águeda de Motones. Ingresó en el Convento de Predicadores de San Pablo en Burgos y profesó el miércoles 28 de marzo de 1590. Era de “ingenio delgado, vivo, presto, fácil, claro, eficaz, inventivo, y fruitivo. Sobrepuso a las prendas naturales, virtud conocida, y ejemplar, mucha oración, y penitencia; desinteresado, liberal, y limosnero: casto sobre manera, y afable: Conque tuvo cabida, y singular aprecio entre los mayores señores de España”, según lo describió el padre Arriaga. Después de mucho estudio se desempeñó como catedrático de Artes y Teología en el mismo convento; regentó la Cátedra de Teología en San Pedro Mártir de Toledo y fue maestro de estudiantes en San Ildefonso el Real de Toro. Regresó al convento burgalés de San Pablo (1612) para ejercer el cargo de prior. Dos años más tarde, cuando se hallaba trabajando para el obispo de Córdoba, Diego de Mardones, predicó un sermón en la catedral sobre la santificación de la Virgen María según la doctrina de santo Tomás, el cual escandalizó a los miembros del Cabildo catedralicio; fue amonestado por el obispo, quien le prohibió volver a tratar el tema. No obstante la sanción, el rey Felipe III le ordenó al cardenal arzobispo de Sevilla y primado de las Indias, Diego de Guzmán, indagar sobre el proceder del fraile a fin de hacerlo su confesor, lo cual ratificó por cédula real (1617), nombrándolo predicador real. Al año siguiente se desempeñó como prior de su convento en Burgos y regresó al lado del Monarca hasta la muerte de éste (1621); continuó en el cargo por ratificación del sucesor, Felipe IV. Durante su permanencia al lado de los reyes, además de promover el rezo diario del santo rosario, fue consejero espiritual del duque de Lerma y del conde duque de Olivares, validos de los dos monarcas. Le correspondió, además, la revisión de un manuscrito de autoría del escritor Francisco de Quevedo y Villegas, denominado Política de Dios, Gobierno de Cristo y Tiranía de Satanás (1626), para autorizar la publicación. Ante la aprobación de fray Cristóbal, Francisco le dedicó otro escrito (1633) titulado La Cuna y la Sepultura para el conocimiento propio y desengaño de las cosas ajenas. Por esa época había quedado vacante la silla arzobispal en Santafé, y Cristóbal de Torres fue el escogido por el Monarca para ocuparla. En consecuencia, fue nombrado arzobispo (1634) y ratificado por el papa Urbano VIII en enero del siguiente año. Juró el cargo en Madrid ante el nuncio apostólico Lorenzo Campeggi, obispo de Sinigaglia, y de inmediato emprendió el largo viaje al Nuevo Reino de Granada, en compañía de su hermana viuda, Ana María, y de varios sobrinos. Llegó a Cartagena de Indias en el mes de agosto (1635), recibió el palio arzobispal de manos del obispo fray Luis Fernández de Córdoba y Ronquillo, y prosiguió su marcha por el río Magdalena para llegar a Santafé el 8 de septiembre del mismo año. A la sazón, las relaciones entre los gobiernos secular y eclesiástico no eran las mejores, fundamentalmente por la provisión de curatos. Los presidentes de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada trataban por todos los medios de colocar a los arzobispos en condición de subordinados, pero el nuevo arzobispo demostró con argumentos jurídicos que le correspondía ejercer el derecho de patronato y así lo ratificó el Monarca, lo cual puso fin a la discordia. Se dedicó entonces a su labor pastoral. Estableció la celebración de la fiesta del Corpus Christi con gran pompa y solemnidad y se preocupó por dar la comunión a los indios, para lo cual expidió un decreto (1636) que ordenaba a los curas y doctrineros preparar a los aborígenes para recibir la eucaristía. Preocupado por la salud de los menesterosos y desposeídos, estableció una botica, con médico, cirujano barbero y medicinas. Fue generoso en extremo, a tal grado que el presidente notificó al Monarca que debía controlar al arzobispo ya que dilapidaba el dinero entre los pobres, hasta el punto de que no tenía con qué sufragar los gastos personales de su casa.

Sin embargo, su obra capital fue la fundación del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, el centro educativo que más trascendencia habría de tener en la historia de Colombia. Desde su llegada a Santafé, el prelado inició gestiones ante la Corona con el ánimo de crear una institución para educar a los descendientes de los conquistadores españoles, puesto que la capital del Nuevo Reino de Granada carecía de un centro universitario secular. A la sazón existía el Colegio Seminario de San Bartolomé, fundado por el arzobispo Bartolomé Loboguerrero (1605), destinado a la instrucción de aquellos individuos que iban a seguir la carrera eclesiástica. No existía la universidad pública y las comunidades de dominicos y jesuitas estaban enfrascadas en un viejo litigio para lograr que sus claustros fueran elevados a la categoría de universidad particular, es decir, para obtener de la Corona licencia para realizar exámenes de grado y expedir títulos de bachiller, licenciado, maestro y doctor.

Puesto que el Rey no quería un tercero en el litigio, el arzobispo se comprometió a fundar un colegio mayor, a imagen y semejanza del Colegio Mayor del Arzobispo Fonseca en Salamanca, donde se enseñarían las facultades mayores, siguiendo el sistema de la Universidad de Salamanca. Igualmente, adquirió haciendas en tierra caliente y tierra fría, denominadas Calandayma y San Vicente y mandó construir un claustro a cuatro cuadras de la plaza principal, además de otros cuantiosos bienes. También auxilió a la Corona con 40.000 ducados en plata y 1600 pesos para socorrer al Ejército español que combatía contra los franceses en Barcelona. En consecuencia, Felipe IV expidió la licencia de fundación (1651), y dos años más tarde, el 18 de diciembre de 1653, fue inaugurado el claustro.

Inicialmente, el colegio sería gobernado por dos frailes dominicos, hasta tanto hubiera colegiales rosaristas graduados en las facultades de Filosofía, los dos Derechos, Teología y Medicina, para dirigir el claustro. Sin embargo, el provincial de la comunidad de Santo Domingo de Guzmán, deseoso de unir a su convento tan valiosos bienes, inició un pleito. Ante esta situación, Cristóbal de Torres redactó su testamento y envió al Monarca las constituciones o estatutos por los cuales se debería regir el colegio (1654) para su aprobación. Igualmente, nombró como rector perpetuo al cura secular Cristóbal de Araque y Ponce de León para que lograra la aprobación del Rey. A los diez años de su fallecimiento (1664) el Monarca se declaró patrono del colegio y aprobó las constituciones. De esta manera, el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario pudo prevalecer en el tiempo, como una fundación de carácter privado, bajo la advocación de la Virgen de Nuestra Señora del Rosario, denominada “La Bordadita”, conservando intacta la tradición del antiguo Colegio Mayor del Arzobispo, pues hoy como ayer, quince colegiales formales eligen al rector, tal como lo quiso su fundador.

 

Obras de ~: Constituciones del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, hechas y ajustadas por su insigne fundador, ms., 1654 (Madrid, Juan Nogués, 1666); Lengua Eucarística del hombre bueno [...], Madrid, Pablo de Val, 1665; Tratado de defensa del Derecho, y conveniencia, que las Religiones tienen, para administrar obras pías, y varios sermones, s. l., s. f. (inéd.); Las Cuaresmas, s. l., s. f. (inéd.); El Ave María, s. l., s. f. (inéd.); Santo Domingo Soriano, s. l. s. f. (inéd.); Cuna Mystica. Pequeñez de las glorias del Santísimo Rosario, s. l., s. f.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico de la Universidad del Rosario, caja 92, fols. 498-502 [certificación expedida por los diputados del convento de San Pablo en Burgos y tomada del libro manuscrito de fray Gonzalo de Arriaga Historia del convento de San Pablo de Burgos de la Orden de Predicadores, de sus excelencias, y de los hijos ilustres que ha tenido (1649), la cual fue certificada por los depositarios del convento fray Carlos Balbá Valentín Ruiz, el 28 de septiembre de 1784, y enviada a Santafé por Joaquín Darrechea y Urrutia, desde Madrid, el 24 de octubre de 1784].

F. Caycedo y Flórez, Oración fúnebre en alabanza del Señor Fray Cristóbal de Torres, Santafé, Imprenta Patriótica, 1793; G. Hernández de Alba, Crónica del muy ilustre Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en Santa Fe de Bogotá, Bogotá, Centro, 1938, 2 vols.; A. Ariza (OP), Fr. Cristóbal de Torres, O. P. Arzobispo de Santafé de Bogotá, Fundador del Colegio Mayor del Rosario. 1573-1654, Bogotá, Kelly, 1974; A. M. Rodríguez Cruz (OP), Salmatica Docet. La proyección de la Universidad de Salamanca en Hispanoamérica, Salamanca, Universidad, 1977. M. C. Guillén de Iriarte, “Educación y Poder, El Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 1653- 1853”, en Revista del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, 582 (1999), págs. 49-72; L. C. Mantilla, “Proyección histórica de un arzobispo letrado. Fray Cristóbal de Torres y su obra 350 años después”, en Boletín de Historia y Antigüedades, 283 (2003), págs. 851-864.

 

María Clara Guillén de Iriarte

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