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Sebastián de Eslava y Lassaga

Biografía

Eslava y Lassaga, Sebastián de. Marqués de la Real Defensa (I). Enériz (Navarra), 19.I.1685 – Madrid, 21.VI.1759. Virrey del Nuevo Reino de Granada, mariscal de campo, caballero de la Orden de Santiago.

Fue hijo de Gaspar de Eslava, sargento mayor de Infantería, que fue gobernador militar de Amalfi y Casales, en Italia, y de María Rafaela de Lassaga, natural de Pamplona, y era hermano de Rafael Eslava, que había sido presidente de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada y gobernador en 1733- 1737. Sentó plaza muy joven en el Tercio de Navarra como cadete y en 1702 fue ascendido a alférez y destinado al Regimiento de Guardias Españolas, que acababa de crearse.

Seguidor del pretendiente Felipe de Anjou, participó con sus tropas en la primera campaña de Portugal y en el sitio de Gibraltar a las órdenes del marqués de Aytona y luego en numerosas acciones de la Guerra de Sucesión, siempre con el citado Regimiento de Guardias: Barcelona, en 1706; campañas de Extremadura y Portugal, batallas de Almansa, Alamanara y Zaragoza, victorias de Brihuega y Villaviciosa, segundo sitio de Barcelona y asalto a dicha ciudad en 1714. Ascendió a capitán en 1715, y organizó luego el Regimiento de Asturias, con el cual hizo la campaña de Sicilia. Se le concedió el señorío de Quillort y la encomienda de Fuente del Emperador, de la Orden de Calatrava, con dispensa del soberano, ya que era también caballero de Santiago. Culminó su carrera militar con el grado de mariscal de campo, que ostentaba cuando fue nombrado virrey.

El 2 de septiembre de 1739 fue nombrado virrey del Nuevo Reino de Granada, además de presidente de la Real Audiencia de Santafé y gobernador de dicho reino. Este virreinato era el tercero de América y había sido creado en 1717, cuando se cometió su instalación a Antonio de la Pedrosa. Tuvo un virrey que fue Jorge de Villalonga, pero se suprimió el 5 de noviembre de 1723 por falta de caudales suficientes para su sostenimiento. Se volvió entonces al régimen de presidencias, pero los ataques y el contrabando inglés de los años treinta del siglo xviii volvieron a aconsejar su recreación el 20 de agosto de 1739, especialmente tras el ataque de Vernon a Portobelo en 1739. Ante el próximo conflicto con Inglaterra, el Rey decidió el restablecimiento del virreinato, con los territorios del Nuevo Reino de Granada, Quito y Panamá, Caracas y Guayana (los países que luego han sido Colombia, Venezuela, Panamá, Ecuador y Guayana) y nombrar a Eslava como su primer virrey. Se le enviaba al corazón de los territorios que atacarían los ingleses, dispuestos a destruir el complejo de Tierra Firme (Cartagena y el istmo de Panamá) que sustentaba todavía el monopolio comercial español frente al contrabando inglés. Fue por consiguiente un nombramiento de enorme responsabilidad y de interés militar. De aquí que en la propuesta para elegir virrey figurara con otros tres mariscales de campo, como el duque de los Abruzzos, Francisco Huemes de Horcasitas y el marqués de Torre Mayor.

Eslava recibió instrucciones de instaurar el virreinato y de prepararlo para la guerra con Inglaterra que se declaró el 23 de octubre de 1739. Lo último tenía prioridad, por lo que se le ordenó instalarse en Cartagena y delegar las funciones que exigían su presencia en Bogotá. De aquí que se le otorgara un oidor supernumerario, Antonio Verástegui, que le acompañaría todo el tiempo en Cartagena. Fue su asesor y al terminar su mandato le dejó encargado como apoderado suyo para el juicio de residencia. Eslava estuvo seis meses en España antes de emprender el viaje, retenido en parte por los preparativos de la guerra. Para su seguridad se dispusieron dos navíos de guerra, el San Luis, en el que embarcó, y el San Carlos, con seiscientos hombres, en el que viajaron sus diez familiares, entre ellos un sobrino enfermo, llamado Vicente de Eslava. El viaje fue muy accidentado por la falta de alimentos. Murieron muchos tripulantes, entre ellos por el escorbuto, según el cirujano de abordo. Llegaron a Cartagena el 21 de abril de 1740 y el nuevo virrey desembarcó tres días después, siendo cumplimentado y posteriormente recibido con todos los honores. Desde el puerto atlántico remitió poder a Francisco González, presidente de la Real Audiencia santafereña (que había quedado cesante) para que le posesionara de sus otros cargos. Luego se entrevistó con Blas de Lezo, general de los Galeones, y con el gobernador de Cartagena, Melchor de Navarrete, para disponer lo relativo a la defensa de la plaza. El marino le aseguró que el ataque inglés era inminente, según habían informado los espías de Jamaica, pero Eslava opinó que era dudoso, pues sospechaba que los británicos atacarían La Habana, Veracruz o Panamá. Pese a todo, prestó toda su colaboración en alistar las defensas. Revisó personalmente los dispositivos de los dos grandes fuertes de San Fernando (en Bocachica) y San Felipe de Barajas (en el corazón de la ciudad), concluidos hacía pocos años, y mejoró las fortificaciones de Santa Catalina, La Cruz, el Reducto. Finalmente mandó deparar la batería de San José frente a Bocachica con sus doce cañones y el de la punta de Abanicos con su batería de catorce cañones, amén de otras cuatro en Varadero. La plaza fue además convenientemente abastecida de víveres y municiones. Todo lo hacía personalmente, sin descanso. También mandó mejorar las defensas de Panamá, para lo que envió al ingeniero Juan de Sobreville, que murió, y luego el ingeniero Luis Lazara, que hizo un buen trabajo. Igualmente ordenó que el gobernador Juan José Coloma fabricase unas cureñas para los cinco cañones que Vernon había dejado en Portobelo. Todo esto exigía un costo enorme, motivo por el cual solicitó caudales al virrey de Perú, así como un empréstito al Nuevo Reino, que produjo el levantamiento de los veleños en 1740, dirigido por Chacón de Luna. Otra de sus acciones preventivas fue mandar pacificar los indios guajiros, que se dedicaban al contrabando. Envió contra ellos quinientos soldados del presidio de Cartagena bajo el mando del gobernador Melchor de Navarrete, que no pudo completar el objetivo por haberse producido el ataque inglés. La comisión se pasó entonces al obispo de Santa Marta.

El esperado ataque inglés se produjo el 15 de marzo de 1741 cuando se avistó su armada frente a la boquilla de Cartagena, a dos leguas a barlovento de la ciudad. Eran ciento quince velas, con treinta y siete navíos de sesenta a noventa y cuatro cañones y entre éstos, ocho de tres puentes. El resto eran fragatas de guerra y transportes, dos bombardas, dos fragatas con morteros de granadas reales y seis brulotes. A bordo de ellos venían quince mil marinos, doce mil soldados de desembarco, un regimiento de colonos norteamericanos y algunas compañías de negros jamaicanos. Vernon dirigía la flota, que tenía tres secciones, mandando las otras dos el contralmirante Chaloner Ogle y el comodoro Lestock. Las fuerzas de desembarco estaban bajo el mando de Thomas Wentworth. A los invasores se opusieron tres mil doscientos españoles, la mitad de los cuales eran veteranos y muchos de ellos marinos. Un total de mil cien eran soldados de los batallones de Aragón, España y Cartagena. El último de ellos estaba integrado por criollos neogranadinos y tenía trescientos milicianos, dos compañías de pardos y seiscientos indígenas. En los seis navíos mandados por Blas de Lezo había mil hombres entre soldados y marinos. Dejó en el puerto dos naves y mandó las otras cuatro a Bocachica contra la flota enemiga. Los ingleses trataron de entrar por este lugar, pero encontraron una dura resistencia española durante diecisiete días. Su artillería destruyó totalmente San Sebastián, pero no podía avanzar hacia la cadena que cerraba el acceso al puerto, defendida por los cuatro buques españoles, que Eslava mandó finalmente hundir (ante la oposición de Lezo) frente a la imposibilidad de detener el avance enemigo (se echaron a pique el San Carlos y el África, pero el San Felipe fue incendiado y el Galicia cayó en manos inglesas). Los ingleses destruyeron la cadena, desalojaron a los defensores del San Fernando y entraron en la bahía dando hurras y vítores. Vernon se apresuró a enviar a Inglaterra las noticias del triunfo, donde se mandaron acuñar medallas con su victoria (en las que se veía a Lezo, cojo y mando, entregando de rodillas las llaves de Cartagena a Vernon), pero fue algo ridículo, pues Eslava y Lezo retiraron a los defensores a una segunda posición sustentada por los fuertes de Manzanillo y Santa Cruz o Castilla, así como San Felipe. Quedaban dos barcos, el Conquistador y el Dragón, y las tropas de tierra y milicias, que fueron situadas convenientemente, disponiendo una resistencia increíble contra la que se estrellaron una y otra vez los ingleses, con numerosas pérdidas. Los refuerzos de Bocachica se llevaron al castillo de San Felipe, último gran baluarte defensivo, que tenía cuarenta y cuatro cañones y quinientos hombres, mandados por el ingeniero Carlos Desnaux.

Los ingleses fueron tomando los fuertes abandonados, entraron en el puerto dos bombardas y dos fragatas con morteros de granadas reales, que empezaron a bombardear continuamente la ciudad; cuatro bombas cada cuarto de hora. Luego izaron su bandera en la popa y desembarcaron más efectivos dispuestos a tomar San Felipe. Hubo disensiones entre los mandos ingleses. Vernon y Ogle querían realizar un ataque masivo contra este castillo para terminar con toda la resistencia española, pero Wenthworth insistió en traer el resto de la flota a la bahía, para bombardear San Felipe con la artillería naval, ya que estimaba fundamental abrir brecha en el fuerte. El 20 de abril por la noche se precipitó el asalto inglés a San Felipe. Dentro del mismo estaban el virrey, el gobernador Navarrete y Manuel Pedrol con los milicianos. El asalto fue dirigido por el coronel Joseph Grant con unos cuatro mil hombres divididos en tres columnas. Debían subir por el lado derecho, pero por error lo hicieron por el centro. Se produjo una defensa nutrida y una carnicería. El propio coronel Grant cayó herido. Todas las bocas y baluartes disparaban continuamente. Las escalas de asalto resultaron cortas y la fuerza inglesa quedo destrozada, retirándose en desbandada, Quedaron unos mil hombres muertos y mucho armamento abandonado. Hubo cincuenta y siete heridos.

Los ingleses no se atrevieron a repetir el asalto. Al día siguiente presentaron bandera blanca para retirar sus muertos. Días después Vernon pidió canje de prisioneros, que se hizo el 30 de abril: setenta y cinco españoles y sesenta y tres ingleses. Por éstos supieron los españoles que los ingleses se habían negado a dar un segundo ataque a San Felipe y que muchos fueron fusilados por desobediencia. También se supo que los ingleses atribuyeron su fracaso a los norteamericanos, que no quisieron luchar, y a los irlandeses, porque eran católicos. Vernon trató de atribuir el desastre a sus subordinados y se dedicó a bombardear el barrio de Getsemaní. Tampoco pudieron exterminar a los defensores del fuerte Manzanillo. Vernon reunió consejo en el que se estudiaron las pérdidas, y se decidió la evacuación, eso sí destruyendo los castillos que quedaban. El 20 de mayo se ordenó la retirada a Jamaica. Los ingleses quemaron cinco navíos y tres fragatas por no tener gente para tripularlos. Habían perdido cerca de dieciocho mil hombres por los ataques, la disentería y el escorbuto. Fue una de las acciones más desastrosas cometidas por la armada inglesa.

Vernon planeó otro nuevo ataque a Cartagena y se presentó ante ella el 5 de abril de 1742 con catorce navíos de línea, tres fragatas y un gran convoy de transportes: cincuenta y seis naves en total. Eslava dejó entrar un buque inglés con oficiales y les recibió amablemente para que comprobaran el estado de las reedificaciones que se habían hecho y los nuevos refuerzos de tropas, lo que le hizo desistir de atacar. En efecto, Eslava emprendió la reparación de los fuertes tan pronto como se fueron los ingleses, que confió al nuevo gobernador interino, el brigadier Basilio de Gante (sustituyó a Melchor de Navarrete), y al ingeniero Desnaux. Desde España se le enviaron dos batallones del Regimiento de Burgos con material de guerra y galeones de comercio convoyados por seis navíos de guerra para la defensa naval del puerto, así como el nuevo ingeniero, Juan Bautista Mac Evan, experto en obras de defensa. El virrey pidió también alimentos a Santafé, lo que despertó alguna hostilidad en el reino, donde habían subido mucho de precio.

Poco más pudo hacer, imposibilitado de abandonar Cartagena. Levantó algunos hospitales, ayudó a las misiones y mejoró algunas vías de comunicación, como la de Honda. En 1743 fue nombrado virrey de Lima, pero renunció porque deseaba regresar a España. Se aceptó su renuncia, pero se le pidió permanecer en Cartagena. En 1749 se le otorgó el relevo como virrey neogranadino. No hizo relación de mando, que confió a su apoderado Antonio Berástegui, y que había estado a su lado desde 1743 como asesor. En el juicio de residencia tuvo diez cargos poco importantes de los que salió absuelto. Le sucedió el teniente general de armada José Alfonso Pizarro. Eslava partió de Cartagena el 23 de febrero de 1750 en el navío de guerra América. Una vez en España fue nombrado director general de Infantería y luego secretario del Despacho Universal de Guerra, empleos que tuvo hasta su muerte, el 21 de junio de 1759. Carlos III le honró con el título de marqués de la Real Defensa.

 

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Manuel Lucena Salmoral