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Juan de la Torre

Biografía

Torre, Juan de la. Villagarcía de la Torre (Badajoz), c. 1500 – Arequipa (Perú), 1580. Conquistador del Perú, encomendero y “Trece de la Fama”.

Nacido en un lugar próximo a Llerena, Extremadura, en cuna hidalga, Juan de la Torre pasó a las Indias en compañía de su padre cuando era mozo de pocos años. Estuvieron primero en la isla Española y, posteriormente, en Puerto Rico, donde se afincaron a lo largo de un lustro. No se sabe la causa de su retorno a la Española, donde falleció su padre, encontrándose Juan de la Torre dueño de un sólido capital, sobre todo bienes inmuebles. Es evidente que lo ganado en Puerto Rico se invirtió en la Española, donde nuestro personaje tenía una bien acondicionada casa a la vera de la iglesia de la Merced. Desde allí administraba, con precoz habilidad, varias tiendas con diversa mercadería ubicadas en las principales calles de Santo Domingo. Junto al éxito económico llegaron para Juan de la Torre otros beneficios y prebendas. El obispo Antonio de Ocampo, de acuerdo con los inquisidores existentes en la isla, decidieron que Juan de la Torre fuera investido con el cargo de alguacil mayor del Santo Oficio, teniendo amplia jurisdicción en la Española.

Todo parecía prosperidad en la vida de Juan de la Torre, quien había contraído matrimonio con Catalina de Feria y tenido un hijo, cuando por causas que se desconocen el joven extremeño abandonó hogar, negocios y la isla, trasladándose, solitario, a Panamá. Se iniciaba la tercera década del siglo XVI cuando Juan de la Torre conoció a quienes habrían de ser los forjadores de la conquista del Perú: Pizarro, Almagro y Luque. La empresa del Levante lo entusiasmó y sentó plaza en ella con ánimo esforzado. Eran los días en que se preparaba el primer viaje que no tuvo resultados alentadores. Juan de la Torre, al igual que Nicolás de Ribera El Viejo, estaba muy próximo a Pizarro y Almagro. Es lógico pensar que su experiencia de comerciante fue muy útil para aparejar tanto el primero como el segundo viaje descubridor. Juan de la Torre recibió el cargo de veedor, el cual le obligaba a cautelar los intereses del monarca hispano en caso de encontrarse oro u otra clase de riquezas. Con esta doble responsabilidad, la del hombre de confianza de Pizarro y la de oficial del Rey, estuvo también en el segundo viaje descubridor del Perú y sería uno de los hombres que no abandonó a su jefe en el dramático episodio de la isla del Gallo, pasando así a convertirse en uno de los “Trece de la Fama”.

Al concluir el segundo viaje descubridor, Pizarro y su diminuta hueste tuvieron la certeza que habían encontrado la tan ansiada tierra del Perú. Francisco Pizarro marchó a España donde firmaría la Capitulación de Toledo para luego visitar su tierra y lograr que buen número de sus paisanos y, sobre todo, sus hermanos trujillanos lo acompañaran en la empresa que con tanto afán había preparado. Así, pues, regresó a Panamá para alistar de inmediato el tercer y exitoso viaje descubridor del incario. Juan de la Torre recibió de manos de Pizarro el honroso e importante cargo de maestre de campo de la expedición que terminaría capturando al inca Atahualpa. El joven De la Torre ejerció sus altas funciones, sin falla alguna, desde Coaque, lugar donde una grave enfermedad de la piel atacó a la mayoría de expedicionarios españoles, hasta Mataglán. En este punto Pizarro y Belalcázar llegaron a un acuerdo para que este último aportara hombres y caballos a la empresa del Perú, a cambio, entre otras cosas, del cargo de maestre de campo que pasó a manos de Rodrigo Núñez del Prado.

Juan de la Torre, personaje inteligente y despojado de mezquinas pasiones, comprendió que su jefe no tenía más remedio que ceder ante las presiones de Belalcázar y le siguió teniendo la misma lealtad y afecto. Fue Juan de la Torre quien con gran rapidez captó las intenciones levantiscas de Hernando de Soto que pretendió amotinarse con un grupo de jinetes para marchar por su cuenta a Quito y noticiando inmediatamente a Pizarro de tal intento logró frustrar esa empresa que pudo poner en grave riesgo el futuro éxito de Cajamarca.

Pero no todo habría de ser positivo. Juan de la Torre, como varios de “La Fama”, había sido nombrado regidor de Tumbes, cosa que no pudo cumplirse en dicho punto y estaba por hacerse efectivo en San Miguel de Tangarará cuando ocurrió un cruel y escabroso episodio. En la puerta de la iglesia de San Miguel se clavó un papel anónimo con palabras insultantes contra Francisco Pizarro. De inmediato se ordenó una investigación cuyo resultado daba como presunto culpable a Juan de la Torre, ya que su caligrafía guardaba parecido a la del pasquín. De la Torre fue puesto en prisión y sometido a tormento de acuerdo a los usos de la época. Lo cierto es que el antiguo maestre de campo no pudo probar su inocencia y Pizarro ordenó que se le cortaran las yemas de los dedos. La cruel sentencia se cumplió y Juan de la Torre partió desterrado a Panamá, donde no se detuvo y continuó a Santo Domingo en pos de esposa e hijo. De la Torre sentía afectada no sólo su capacidad física, sino sobre todo su honra. El joven alegre de antaño se convirtió en un hombre silencioso que volvió a dirigir sus negocios con su ya reconocida habilidad.

Tres años más tarde, Juan de la Torre recibió una carta firmada por Francisco Pizarro (no sabía escribir pero sí firmar) donde le decía que se había encontrado al verdadero autor del pasquín, le pedía perdón rogándole que volviera al Perú, en ese momento conmocionado por la rebelión de Manco Inca. Juan de la Torre no lo dudó un momento. Dejó sus negocios en manos de su esposa Catalina de Feria y se embarcó hacia Lima para brindar ayuda a su antiguo jefe y amigo. El encuentro entre ambos, dicen quienes lo vieron, fue emocionante. Pizarro lo abrazó estrechamente al tiempo que le brindaba, públicamente, reiteradas disculpas. De la Torre las aceptó y el comerciante volvió a empuñar las armas. Posteriormente Juan de la Torre estuvo bajo las órdenes de Garcí Manuel de Carbajal, estando presente en las tres fundaciones de Arequipa, ya que se abandonaron los dos primeros lugares elegidos para, finalmente, afincarse en el lugar que hoy ocupa dicha ciudad peruana a partir del 15 de agosto de 1540.

Durante la rebelión de Diego de Almagro El Mozo y la gran rebelión de Gonzalo Pizarro, Juan de la Torre estuvo con la hueste de Vaca de Castro en la batalla de Chupas y siguió las banderas de Diego Centeno hasta que pudo presentarse ante el licenciado Pedro de la Gasca. Durante la rebelión de Francisco Hernández Girón, De la Torre dio renovada muestra de su lealtad a la causa del Rey. La desgracia, empero, volvió a golpear rudamente al prestigioso vecino de Arequipa. Durante los motines ocurridos en Charcas, que preludiaron la rebelión de Hernández Girón, el hijo de Juan de la Torre, que tenía su mismo nombre y apellido, estuvo en las filas de los amotinados. Juan de la Torre enterado del hecho, cuando su hijo le pidió amparo, lo entregó a la justicia. Personajes importantes conociendo los servicios de Juan de la Torre a su monarca, pretendieron salvar la vida de su único hijo, pero él no lo permitió pues estaba convencido de que aquel que había osado desafiar a su Rey, debía morir. Así, pues, se ejecutó la sentencia de muerte, mediante garrote vil, y luego se le cortó la cabeza a Juan de la Torre y Feria, pues era hijo legítimo de hijodalgo y, por lo tanto, hijodalgo también.

En años posteriores la vida de Juan de la Torre transcurrió principalmente en Arequipa, con algunos viajes a Lima. Se dedicaba a obras de bien en favor de los indios y no abandonaba los negocios, que aumentaban su ya cuantiosa fortuna. Fue alcalde de Arequipa, como ya quedó dicho en 1540 y, también, en 1541, 1552, 1561 y 1568. Fue teniente de corregidor de esa villa en 1572 y 1573. Francisco Pizarro en 1540 le había otorgado un repartimiento de 800 tributarios en Condesuyos. El licenciado Pedro de la Gasca, en 1549, le otorgó los indios de Camaná que habían sido de Juan de Arrés. Recibiría poco después los de Ocoña, Acarí, Chuquicamarca y otros más. Contrajo matrimonio en tres oportunidades y, de su tercera esposa, Beatriz de Casillas y Padilla, tuvo sucesión que hasta hoy existe. El arquitecto Fernando Belaunde Terry, dos veces presidente de la República del Perú (1965-1968 y 1980-1985), tuvo como su más lejano antepasado a Juan de la Torre. Tres veces viudo, sus últimos y seniles años los dedicó íntegramente a una vida religiosa que lindaba con lo místico. Falleció en Arequipa en enero de 1580.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Secc. Patronato, 135, N.º 2, Ramo1; Patronato, 150, N.º 3, Ramo 2; Secc. Justicia, 360, 452.

S. Martínez, Fundadores de Arequipa, Arequipa, Tipografía La Luz, 1936; C. A. Romero, Los héroes de la Isla del Gallo, Lima, Imprenta Miranda, 1944; P. Pizarro, Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú, Buenos Aires, Editorial Futuro, 1944; D. de Trujillo, Relación del Descubrimiento del Reyno del Perú, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1948; J. A. del Busto Duthurburu, La Pacificación del Perú, Lima, Librería Studium Editores, 1984.

 

Héctor López Martínez

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