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Narciso Tomé Martín

Biografía

Tomé Martín, Narciso. Toro (Zamora), 7.XI.1694 baut. – Toledo, 13.XII.1742. Arquitecto y escultor.

El miembro más famoso de la familia Tomé nació en Toro el año 1694, hijo de Antonio Tomé y Ana Martín, siendo bautizado el 7 de noviembre en su parroquia de Santa Catalina. Poco se sabe de sus primeros años, pero es lógico pensar que trabajaría con su padre ayudándole en las obras que realizaba por la provincia, en compañía de sus dos hermanos, Andrés y Diego, a modo de equipo familiar. De la obra de Antonio de Santa Catalina o el Santero, como se le llama en algún documento, han quedado muestras en varios retablos de Toro y su comarca siempre dentro de una tradición local.

Aunque igualmente sin prueba documental que lo atestigüe, es muy probable que la primera salida importante que hizo fue hacia 1715 a Valladolid, acompañando a su padre. La obra que se traía entre manos Antonio era el no despreciable encargo de las estatuas, escudos y capiteles de la fachada de la Universidad. Confiando en la destreza de sus hijos Narciso y Diego, les dejaría en Valladolid, mientras él continuaba con sus compromisos en Zamora y aprovechaba también para ir a Segovia, acompañado de su hijo mayor Andrés, para firmar las condiciones para la ejecución del Tabernáculo del retablo de la Capilla del Sagrario de la Catedral.

A finales de mayo o principios de junio de 1721 se trasladó Narciso con su padre a Toledo, adonde habían sido llamados por su paisano, el obrero mayor Fernando Merino, para realizar la traza del Transparente de la Catedral. Padre e hijo se alojaron en casa de Francisco Sánchez Martínez, vidriero de la Catedral y futuro colaborador del artista, cuyas dos hijas, Leocadia y Agustina, se casaron con Narciso y Diego respectivamente.

En el último tercio del siglo XVII existen noticias de un proyecto encargado a Francisco Rizi, para el que ejecutó trazas hoy desconocidas. No se llevó a cabo, y lo mismo ocurrió con las presentadas por Teodoro Ardemans durante la sede vacante, tras la muerte del cardenal Portocarrero, entre 1709 y 1715. Así se llega al tercer intento, obra de los Tomé. Presentadas las trazas en el Cabildo del viernes 13 de junio, gustaron tanto que por decreto de 27 de octubre de 1721 del arzobispo Diego de Astorga y Céspedes se nombraba a Narciso maestro mayor de obras de la fábrica de la Catedral en ausencia y enfermedad de Teodoro Ardemans, que lo tenía en propiedad, con la futura de este empleo y un sueldo de 300 ducados al año. Tres días después, otro decreto encargaba al recién nombrado el cuidado y dirección de la obra del Transparente con el salario anual de 400 ducados. Sorprende que a partir de estos momentos no vuelva a aparecer referencia alguna a Antonio, quien vuelve a Toro, mientras que el hijo, con veintisiete años, consiguió tan importante puesto y nada menos que en la Catedral primada.

A finales de 1721 y ayudado por su hermano Diego, comenzó la ejecución de un modelo que continuarían durante los dos años siguientes. Al tiempo, el nuevo flamante maestro mayor, animado por la buena acogida que había tenido su proyecto, presentó otro, fechado el 20 de diciembre de 1721, con la idea de solucionar lujosamente la decoración del antiguo camarín situado entre el retablo mayor y el futuro Transparente; pero desgraciadamente no se llegó a ejecutar tal como se había pensado.

El 26 de octubre de 1722 contrajo matrimonio en la capilla parroquial de San Pedro de la Catedral con Leocadia Sánchez Ramírez de Arellano, hija del antes aludido Francisco Sánchez Martínez, vidriero de la Catedral. El 1 de septiembre del año siguiente nació Antonio Vicente, con toda probabilidad muerto tempranamente, ya que no se vuelven a tener noticias. De estas fechas es un grabado de la Virgen del Parral, copia de la imagen que se veneraba en este Monasterio, cuyo dibujo preparatorio era de Narciso.

En el mes de abril de 1724 se terminó el modelo del Transparente y, cuando aún no habían comenzado las obras propiamente dichas, concluyó un tercer dibujo, fechado el día 10 de dicho mes, en este caso del rompimiento de la bóveda y de las pinturas que debían decorar la girola. A pesar de los problemas que surgieron y la abierta oposición de parte del Cabildo, al fin se llevó a cabo este proyecto.

Durante los dos meses siguientes se dedicó a recorrer algunas obras que se estaban haciendo en Madrid, Valsaín y el Paular para ver los mármoles y jaspes que en ellas se utilizaban y escoger en consecuencia las mejores canteras. Es obvio que no se limitaría “a reconocer piedras”, sino que también se interesaría por las obras y no hay que olvidar que, por ejemplo, en la Cartuja del Paular, se había iniciado por Hurtado Izquierdo en 1719 el sagrario, tanto o más criticado por Ponz, y del que Tomé podía aprovechar algunas ideas para aplicarlas en su obra toledana. Además en Valsaín estaba el taller en donde se estaba esculpiendo la primera gran serie de esculturas para los jardines del vecino palacio de La Granja, bajo la dirección de Frémin y Thierry. Esto le permitiría al artista conocer en directo las tendencias del arte francés contemporáneo.

Como es de suponer, la actividad de Narciso desde entonces hasta el año 1732 va a dedicarse casi por completo a la obra del Transparente, y a ella se refieren casi todas las noticias que hay, pero también aparecen salpicadas por estos años otras que pueden completar algo la biografía del artista. Por ejemplo, hacia 1725 es muy probable que ejecutase la Estación de los santos Vicente, Sabina y Cristeta en la Catedral, en la girola junto al Transparente.

A fines de 1725 fue cuando se produjo el contencioso sobre el rompimiento de la bóveda entre Tomé, respaldado por el arzobispo y el obrero mayor, y el deán de la Catedral, resuelto, tras el informe de fray Manuel de San Nicolás, jerónimo del Monasterio del Parral, favorablemente para el maestro mayor. El deán de la Catedral se opuso con todas sus fuerzas al proyecto; por un lado aducía el peligro que suponía semejante obra para la estructura de la girola y además dudaba de la capacidad de Narciso como arquitecto. En realidad lo que afirma está cargado de razón, pues que se sepa, todas las actuaciones anteriores de Tomé se habían limitado a obras escultóricas y decorativas y jamás se había topado con una tarea tan comprometida y delicada, que suponía indudables riesgos. Ello no es óbice para que el deán no parezca tener muchas simpatías por Tomé, ni por el obrero mayor, como lo demuestra que en otro momento se queje de que no le informaron de la idea que tenían y sólo se enteró cuando estaba el andamio casi terminado. Que el rompimiento de la bóveda fue obra ardua y sorprendente para los toledanos contemporáneos lo resume el siempre laudatorio Castañeda cuando escribe, en su Relación de los solemnes aparatos [...] con que en la Imperial Ciudad de Toledo [...] se celebró la colocación de Christo Sacramentado [...] a el Nuevo Magnífico Transparente (Toledo, 1732), que “no ay quien admire en la destreza del Arte, haber podido deshacer tanto maridaje sin ruina”.

En febrero de 1726 murió Teodoro Ardemans, por lo que Narciso pasó de ser maestro mayor en ausencia y enfermedades de Ardemans a adquirir en propiedad el puesto. Aparte de su labor continuada para el Transparente, que le exigió, por ejemplo, hacer un viaje a Madrid en el mes de enero para comprar pinturas, dibujó el tema de la Virgen imponiendo la casulla a san Ildefonso para el grabado de su hermano Diego destinado a la portada del libro Defensa cristiana, política y verdadera de la primacía de las de España que goza la santa iglesia de Toledo de Nicasio Sevillano.

El 30 de septiembre de 1730 moría en Toro su padre, pero, tal vez, el exceso de trabajo que tenía con el Transparente, le impediría viajar a su pueblo natal, cosa que sí hizo Andrés. En el testamento, fechado el 26 de agosto, era nombrado heredero junto con sus hermanos.

En 1731 ya casi terminada la obra del trascoro —se estaban dorando los bronces— hizo un viaje a Madrid para comprar las últimas pinturas necesarias de azul ultramar y azul prusia. La alegría por el buen término de la empresa debió nuevamente quedar empañada para Narciso, tan amante de sus hermanos, por la muerte de Diego, se supone que tras larga enfermedad. Éste y su otro hermano Andrés participaron en la ejecución de la obra y, entre otros, no hay que olvidar el destacado papel de los broncistas Marcos Antonio Cosso, Isidro Espinosa y Manuel de Vargas Machuca.

La inauguración definitiva del Transparente con sus consiguientes fiestas durante el mes de junio de 1732, dejaba más tiempo libre al maestro mayor, lo que le permitió firmar el 5 de agosto las condiciones para ejecutar la imagen de Jesús Nazareno para la villa de Orgaz, que terminaría en el mes de febrero del año siguiente. Su fama no quedó limitada, sin embargo, a Toledo y su provincia, sino que se extendió a partir de estos momentos desde su Toro natal, hasta Madrid y León.

Aunque había que esperar aún varios años para que se iniciara el retablo mayor de la Catedral de León, ya en 1733 el Cabildo leonés, reunido el 30 de junio, se preguntaba si habría alguna forma de conseguir que Tomé fuese a León a hacer las trazas. El 7 de agosto se encargó al arquitecto Pedro de Valladolid que hiciera diseño y planta para enviarlo a Toledo y que a su vista hiciera traza y postura de dicha obra. El 22 de septiembre escribió Bernardo Saavedra, canónigo de Toledo, al de León, Francisco Almirante, dándole cuenta de que el maestro mayor había considerado “muy despazio el asunto”, pero que en esos momentos no había podido hablar con él porque estaba fuera —lo más probable es que estuviera en Madrid con los trámites previos para iniciar el retablo de las Baronesas—. De todas formas, el 16 de octubre llegó una carta a León en la que Narciso calculaba que su coste ascendería de 10.000 a 12.000 mil ducados. Animados con la idea de que artista de tal categoría “por tener credito de primoroso en la Arquitectura” pudiera trabajar para su Catedral decidieron pedir licencia al cardenal y Cabildo toledano para que le dejaran trasladarse a León a hacer ya no sólo las trazas del retablo mayor sino también la bóveda del crucero, pero tuvieron que colmarse de paciencia y esperar todavía tres años para que su ilusión se convirtiera en realidad.

Las razones por las que Narciso dejó aparcado de momento el proyecto leonés eran de peso: tenía la posibilidad de trabajar en la Corte y además la obra era para un convento que dependía del cardenal Astorga, su bien demostrado protector. Es por ello que se obliga el 21 de octubre de 1733 a realizar, según el proyecto elegido que era, ¡cómo no!, el suyo, el retablo mayor de la iglesia del Convento de Carmelitas Descalzas, llamado de la Baronesa, de Madrid por 23.500 ducados y apareciendo como fiador su hermano Andrés. Narciso que, aunque vecino de Toledo, se dice “residente al presente en la Villa y Corte de Madrid”, curiosamente se le cita y en alguna ocasión él mismo firma Narciso Tomé Méndez, sin que haya ningún Méndez, que se sepa, en la familia Tomé. Perdido el retablo durante la desamortización, sólo queda la esperanza de que aparezcan las trazas que se sabe dejó Leocadia a su muerte al Convento de Carmelitas Descalzos de Toledo, aunque por el momento la búsqueda ha sido infructuosa. Todavía el 12 de junio de 1736 firmó en Madrid, como vecino de Toledo, pero residente en la Corte, escritura de obligación con el dorador Nicolás Antonio Rico para el dorado del retablo del Convento de las Baronesas recién terminado. Por lo que se deduce de los documentos parece que la ejecución de las piezas e imágenes debió hacerse en Toledo, desde donde se trasladaron a Madrid, adonde iría Tomé para encargarse del montaje.

Durante los dos años largos en los que se dedicaría fundamentalmente al retablo madrileño, no impidió que hiciera continuos viajes a Toledo y que aún tuviera tiempo de participar en otras actividades artísticas. Para su ciudad natal, Toro, proyectó el retablo mayor de la iglesia de San Juan de la Puebla y Nuestra Señora del Canto que sería ejecutado en 1734 por Francisco Rico y José del Peso, hoy destruido, destino fatal de la mayoría de las obras de Narciso.

En 1735 hace la traza para la lámpara de la capilla de San Pedro de la Catedral toledana, ejecutada por el platero Juan Antonio Domínguez, y diseña la estación de Nuestra Señora de Belén y San Judas Tadeo, con adorno de escultura, para el poste de Santa Gertrudis sobre el cepo de los niños expósitos, frente a la puerta del Niño Perdido, de la Catedral toledana, altar hoy también inexistente. Tal vez sean de estos años los tres proyectos propuestos y no realizados para el retablo de la capilla de San Ildefonso de la misma Catedral, que hubieran completado el conjunto de la girola con el Transparente.

Enterado el Cabildo leonés de la disponibilidad nuevamente de Narciso, volvió a su vieja ilusión y escribieron el 4 de octubre de 1736 al Cabildo de Toledo solicitándole licencia para el desplazamiento de su maestro mayor. Éste respondió que no podría ir hasta la primavera. No obstante insistieron los leoneses acudiendo ahora en carta del 30 de octubre al cardenal infante Luis Antonio de Borbón, que escribió el 11 de noviembre por medio del marqués de Scotti concediendo el permiso. El 7 de diciembre respondió Tomé aceptando la invitación, pero posponiendo la marcha hasta el mes de marzo, en que ya estaría libre.

En ese momento no estaba libre, ante todo, porque quería atender directamente la buena marcha del dorado del retablo de las Baronesas, lo que le exigiría todavía seguir haciendo viajes a Madrid. El otro asunto se relaciona con una cuestión de competencia que le interesaba aclarar a Tomé que ya no contaba con el apoyo del hacía años fallecido cardenal Astorga, pero tampoco con el de su paisano el obrero mayor Fernando Merino Franco, que moría precisamente por esos días, el 30 de enero. El caso es que el Cabildo, sin contar con el maestro mayor, habría encargado al aparejador Fabián Cabezas el proyecto de reforma y adorno del coro. Narciso, ni corto ni perezoso, se presentó en febrero en El Pardo ante el cardenal infante para presentar sus quejas atendidas por el marqués de Scotti. En conclusión, Narciso hizo los proyectos del trascoro, que después de todo no se realizaron, y el Cabildo se excusó diciendo que si no se los había encargado al maestro mayor, es porque estaba ocupado en otra obra en Madrid. De todas formas se habían terminado para Narciso los dorados años del cardenal Astorga, del canónigo obrero Fernando Merino y del Transparente.

Al fin emprendió viaje Tomé a León y el 25 de mayo de 1737 presentó al Cabildo su informe y trazas del retablo mayor y la media naranja y el linternón. Que venía precedido de gran fama, baste con decir que cuando se iba a presentar el proyecto al donante anónimo que pensaba sufragar la obra, respondió presto que no hacía falta que se la enviasen porque confiaba plenamente en él después de saber lo que había hecho en Toledo. En julio, aún en León, le solicitaron un informe sobre si creía conveniente que fuera hecho de piedra, a lo que respondió negativamente por la falta de maestros adecuados para su ejecución y por su excesivo coste. El 2 de octubre se otorgaron las fianzas, presentes Narciso y su primo Simón Gavilán, quien será el autor de la ejecución del retablo. Ya en Toledo hizo saber al Cabildo leonés que las esculturas de los apóstoles las haría su hermano Andrés, dirigido por él, y la vidriera, también según traza suya, su suegro Francisco Sánchez. Además mandaría un modelito de una de las dificultades del retablo y las trazas de las rejas y adornos de los lados, así como enviaría a los marmolistas.

En abril de 1738 se ajustó la cuenta final del retablo y el solado de mármol de la capilla mayor del Convento de las Baronesas, y en el verano empezó a cobrar cantidades por las esculturas para el retablo de León y siguió cobrando durante todo 1739. En el mes de junio llegó a El Pardo para mostrar al cardenal infante el modelo que hizo para vaciar los capiteles de bronce para las ocho pilastras que faltaban del Ochavo, que ya en el Cabildo de 7 de agosto de 1722 se había sugerido su terminación pero que hasta ahora no se había hecho nada. En el mes de agosto de 1740 presentó una traza para la peana de la gran custodia de la Catedral, que ejecutaría Manuel de Vargas Machuca.

Al año siguiente se terminaron y enviaron a León las estatuas de los apóstoles para el retablo mayor. De su actuación en la Catedral poca cosa ha quedado. La bóveda del crucero y la linterna, trazadas por Narciso, se realizaron, pero siguiendo otro modelo, y al fin fue abatida la cubierta por Laviña en 1862. Con las obras de restauración de la Catedral, llevadas a cabo por Demetrio de los Ríos a finales del siglo XIX, el retablo fue desmontado y parte de él se trasladó a la iglesia de San Francisco de Capuchinos de León, en donde hoy se encuentra distribuido entre el retablo mayor y dos laterales.

El 7 de abril le pidió el Cabildo un dibujo de unas repisas para colocar en el Ochavo las “Cuatro Partes del Mundo”, que presentó el 23 de junio, pero para entonces el Cabildo ya había desechado la idea de colocarlas allí. En el verano presentaría las trazas para la sillería de coro de la Capilla de San Pedro de la Catedral.

En el último año de su vida y antes de septiembre, fecha en que su mala salud se lo impediría, debió hacer un dibujo para las pinturas que su hermano Andrés ejecutaría en la caja de la custodia y los ángeles realizados después de su muerte. En este año de 1742, no olvidó su asistencia el 17 de marzo al Cabildo de la Cofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de San Ginés, pero ya a fines de verano debió encontrarse mal por lo que decidió otorgar el 6 de septiembre un poder para testar; careciendo de ascendientes o descendientes con derecho a heredar, quedaba como única y universal heredera su mujer.

El 13 de diciembre de 1742 murió Narciso Tomé y fue sepultado al día siguiente en la capilla mayor —en el poder para testar de Leocadia de 1749, se dice que está enterrado debajo del púlpito— de su iglesia parroquial de los Santos Justo y Pastor. El 22 de enero de 1743 el cardenal infante, desde El Pardo, ordenaba que se entregara a la viuda una ayuda de 3000 reales y poco después nombraba nuevo maestro mayor a Santiago Bonavía, quien así se lo hacía saber al Cabildo en carta escrita desde Aranjuez el 4 de mayo.

El 25 de octubre de 1760 hacía Leocadia, su mujer, testamento, nombrando como heredero a Jerónimo Herrero, párroco de San Justo. Dos días después en un extenso memorial se recogen varias noticias, una de ellas, bien importante, la existencia de la traza del retablo mayor del Convento madrileño de las Baronesas y otros seis dibujos, todos de mano de Narciso, que se entregarían al Convento de Carmelitas Descalzos de Toledo, pero que desgraciadamente por el momento no han aparecido.

La figura de Narciso Tomé, exaltado como un “castellano Fidias”, émulo de Lisipo y Praxiteles, por sus contemporáneos, o vituperado y despreciado al poco tiempo de su muerte, hoy puede estudiarse de una manera más objetiva. Fue autor de pocas obras y de entre las más importantes sólo ha quedado intacta el Transparente de la Catedral toledana y algún que otro dibujo de cuidada calidad. Se trata de un artista que aporta soluciones conservadoras, que no retardatarias, y evoluciona en una dirección más acorde con los gustos de la Corte y del arte europeo contemporáneo sin renunciar jamás a su impronta personal.

Obras de ~: Estatuas, escudos y capiteles, fachada Universidad de Valladolid, 1716; Transparente, catedral, Toledo, 1721- 1732; Estación de los santos Vicente, Sabina y Cristeta, catedral, Toledo, c. 1725; Retablo mayor, Convento de la Natividad de Nuestra Señora y de San José de carmelitas de la Baronesa, Madrid, 1733; Retablo mayor, iglesia de San Juan de la Puebla y Nuestra Señora del Canto, Toro (Zamora), 1734; Lámpara de la capilla parroquial de San Pedro (hoy en el Transparente), Catedral, Toledo, c. 1735; Proyectos para el retablo de la Capilla de San Ildefonso, Catedral, Toledo; Retablo mayor, Catedral, León, 1737-1745; Proyectos para el trascoro, Catedral, Toledo, 1737; Peana para la custodia, Catedral, Toledo, 1740-1742; Trazas para la sillería de coro de la Capilla de San Pedro, Catedral, Toledo, 1741.

 

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José María Prados García