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Abu l-Jattar

Biografía

Al-Ḥusām b. Ḏirār al-Kalbī: Abū l-Jaṭṭār al-Ḥusām b. Ḍirār b. Salāmān b. Jāṯīm b. Ŷa’wal b. Rabī‘a b. Ḥin b. Ḍamḍam al-Kalbī, b. ‘Adī b. Ŷanāb Ŷaḏwa. Damasco (Siria), p. s. VIII – Córdoba, 747. Décimo séptimo emir de al-Andalus.

Es el Abulcathar nomine Alhozan, Habulhatar iben Dirar, Abulcatar, Corebet fijo de Colim de las crónicas cristianas. Este noble aristócrata sirio, nacido en Damasco, era también destacado poeta y esforzado caballero, habiendo participado en los combates que precedieron la conquista de Ifrīqiya. Pero su nombramiento por Ḥanẓala b. afwān (siguiendo indicaciones del califa Hišām b ‘Abd al-Malik) obedecía al reconocimiento de otras cualidades. Prácticamente todas las fuentes lo presentan como equitativo y justo, recto, prudente y generoso, “un home bueno et mui derechero”. Es decir, una persona de cuyo talante cabía esperar fuese unánimemente aceptada y capaz de poner fin a una encarnizada guerra civil.

“Ṯa’laba [s.v.] ha acampado en la almuzara cordobesa, llevando los prisioneros de guerra y cautivos hechos en Mérida. Ha empezado a vender las mujeres e hijos de los baladíes, subastando los varones a la rebaja. Pensaba pasar a espada a los [mil] prisioneros beréberes después de la oración del viernes, y la gente se había congregado para presenciar su ejecución, cuando divisaron una bandera y un cortejo. Era Abū l-Jaṭṭār que llegaba como gobernador de al-Andalus”. Estamos en raŷab 125/mayo 743. El gobernador viene con su propia bandera, que despliega antes de penetrar en Córdoba, acompañado por un cortejo de treinta nobles sirios. Y seguido por tropas, un ejército que constituye la segunda ola siria, “et vino con mui grant poder”. Cosa obligada pues ha de interponerse entre dos bandos contendientes.

Acudiendo a lo más urgente, suspende la ejecución pendiente, amnistía y libera a los beréberes (combatientes, mujeres y niños) apresados en o como consecuencia del enfrentamiento de Mérida. Razón por la que sus tropas fueron llamadas el “ejército del perdón”. Este indulto es de la máxima importancia. Durante bastante tiempo no se volverá a oír hablar de un levantamiento bereber. Y, cuando vuelvan a producirse, serán meras rebeliones locales, con simples objetivos autonómicos, nunca con el declarado propósito de eliminar a los árabes. Acto seguido, Abū l-Jaṭṭār alejó a Ṯa’laba, ‘Uṯmān b. Abī Nis’a, al-Waqqā b. ‘Abd al-‘Azīz al-Kinānī y otros diez jefes sirios, “superbos Spanie domando sub nomine prelii mittit exercitus”. Parcialmente calmados los ánimos, se enfrenta al reto de encontrar una solución que permita una convivencia estable entre los moradores de al-Andalus.

Cuando amnistió a los prisioneros y liberó a los cautivos, “baladíes y beréberes le advirtieron que, si bien estaban dispuestos a escuchar y obedecer, no iban a seguir aguantando a estos sirios. Así, que nos los quiten de encima”. Todas las fuentes coinciden en que la coexistencia entre descendientes de los primeros conquistadores y recién llegados, acompañantes de Balŷ [s.v.] se había vuelto imposible en Córdoba. Es entonces cuando Abū l-Jaṭṭār “fiço venir ante si por ruegos que le hicieron todos a los mejores de los barbaros, [et de los alarves et] todos aquellos que hi eran de la tierra de Promission, et estonce les dixo tantas de buenas razones et tanto les fico fiesta que los avino et metio entre ellos paz”. Entre las medidas apaciguadoras adoptadas está el “conceder el aman y entregar mercedes a los hijos de Ibn Qaṭan [s.v.]”, ganándose así su posterior lealtad. También, “reconoció, a los árabes baladíes, que habían constituido el primer ejército, y a los beréberes, la propiedad de los bienes y presas que detentaban, sin retirarles ni reclamarles nada”.

Simultáneamente, ha de enfrentarse al problema de la retribución de los sirios y… de sus propias tropas (ya vimos que éstas fueron relativamente numerosas). Tras lograr convencer a los sirios de que no abandonasen la Península, acompañando a Ṯa’laba y otros jefes en su marcha, va a proceder a su ‘desconcentración’ y diseminación, repartiéndolos por diversas provincias. “En su gobierno de al-Andalus, nada antepuso Abū l-Jaṭṭār a la dispersión de los árabes sirios —quienes se habían adueñado del país— apartándoles de la sede del gobierno, Córdoba, que no los podía soportar…” Entonces consultó a Ardobas, “jefe de los indígenas protegidos y recaudador de su tributo territorial para su entrega a los gobernantes musulmanes” sobre las modalidades de su aplicación local.

Consulta inexcusable, por tratarse de una nueva forma de reparto de la tributación autóctona, y que va a permitir establecer a los sirios junto a los árabes baladíes, en [condiciones] similares a las disfrutadas en las provincias sirias”. La ‘diseminación’ siria fue limitada, ya que lejos de “esparcirse por todo el país”, no se asentaron más que en algunas comarcas. “El Ŷund de Damasco se estableció en la provincia de Ilbīra, el de Ḥimṣ en Sevilla y Niebla, el de Qinnasrīn en Jaén, el de Jordania en Reiyo-Málaga, el de Palestina en Sidonia-Jerez-Algeciras y el de Egipto en Ocsonoba-Beja y parte en Tudmir. Estos son los asentamientos de los árabes sirios, que no se establecieron con los baladíes excepto en Ocsonoba, Beja, Niebla y Sevilla”. Implantación siria que no se interpenetra con la Frontera Superior (árabe), ni con las comarcas castellano-extremeñas (bereber) ni con las toledanas (arabo-bereber), y tampoco afecta a la zona levantina. Aquellas provincias que recibieron asentamientos sirios tendrán, a partir de entonces, una categoría especial, la de “provincias militarizadas” y notables obligaciones militares.

El establecimiento de estos sirios (en condiciones que les satisfacen) sobre unas zonas geográficamente reducidas y, de añadidura, “sin interferir con cuantos bienes detentaban baladíes y beréberes” implica que no hubo entrega de tierras. Y, si no se les ha retribuido con ‘concesiones territoriales’ —por imposibilidad material de disponer de tierras libres— habrán de serlo mediante soldadas o ‘rentas’. Obviedad que viene respaldada por el testimonio de las fuentes que señalan la total carencia inicial de tierras en poder de los sirios. Demostrada por el episodio de la generosidad de Artobas para con los sirios que vienen a pedir que les haga merced de concederles “fincas para su cultivo en régimen de aparcería a medias”. En 125/743 “al- umayl [s.v.], señor de los árabes de al-Andalus” andaba tan ayuno de propiedades como para pedir que le diesen una finca para trabajarla. En cambio, dos años más tarde, inicia su conspiración desde su Cortijo de los olivos, con diez mil árboles […]. Además, casi todas las fuentes árabes coinciden en señalar que “Abū l-Jaṭṭār entregó a los sirios, en concepto de renta vitalicia, el tercio de [la tributación devengada por] los bienes de los indígenas protegidos”. Es el “tomo a todos los christianos que eran en Espanya la tercia parte de quanto avian, et diolo todo a quienes vinieron con el” de Moro Rasis. Estamos ante lo que el mundo feudal occidental llamara posteriormente ‘concesión de soldada’. Además, existe una clara diferencia entre los “dos ejércitos” (los seguidores de Mūsà [s.v.] frente a los sirios de Balŷ). Los jefes sirios tienen derecho a un plus de campaña doble del de los baladíes, y cobran paga mientras los segundos no. “[Aquellos], obligados a participar en las campañas militares, están exentos del pago del diezmo, ya que no perciben más que un tanto de [la tributación devengada] por los bienes de los Rum. En cambio, los árabes [baladíes] están sujetos a la entrega del diezmo, al igual que el resto de las gentes del país”. Observación de al-Rāzī que subraya la desemejanza básica entre quienes, teniendo campos de cultivo, han de tributar el azaque correspondiente, y los sirios que, careciendo de tierras, se sustentan de la asignación de parte de la tributación territorial de los indígenas que les ha sido asignada. Las fuentes árabes coinciden en resaltar como el nuevo gobernador “fue reconocido por los diversos sectores de la población, acallándose los antagonismos […] todo al-Andalus estuvo unido”. Según Crónica del 754 “[…] omnia supra fata sedat scandala. Tunc Abulcathar […] solicite sibi commissam curat gerere patriam”.

Pero, tras dos años de un gobierno que parecía inmejorable, los andalusíes “audientes Alulit / al-Walīd b. Yazīd occisum…cogitare omnes incipiunt ut eum [Abū l-Jaṭṭār] regno deiciant... communiter machinant”. Son tiempos revueltos, durante los cuales, aprovechando la debilidad de la declinante dinastía omeya, partido Qaysí y Kalbí se están enfrentando por hacerse con el poder. Las fuentes árabes achacan el levantamiento a un caso de parcialidad por Yamaníes en contra de Muḍaríes. Abū l-Jaṭṭār habría favorecido a un primo suyo en detrimento de un Kinānī. Al-Ṣumayl, erigiéndose en su defensor, fue a protestar airadamente ante el gobernador. Éste hizo zarandear a al-Ṣumayl, que salió con el turbante desarreglado y recaba el apoyo de sus contríbulos para vengar su agravio. Se trata del episodio más cargado de espíritu tribal y de solidaridad clánica de toda la historia andalusí. Episodio encubridor de una intriga, montada para desbancar al gobernador (y a los Yamaníes) a favor de una línea qaysí. Así lo evidencia toda la actuación posterior de al-umayl (Zimael en las fuentes latinas). Engañado, Abū l-Jaṭṭār sale en su persecución, es abandonado por parte de sus tropas, derrotado y apresado a orillas del Guadalete, en raŷab 127 / mayo 745. Ṯuwāba [s.v.] penetra en el alcázar y recaba el envío de “un nombramiento formal por parte de ‘Abd al-Raḥmān b. Ḥabīb, gobernador de Ifrīqiya [...] pero todo el poder pertenecía a al-umayl”.

Con ello termina el gobierno de Abū l-Jaṭṭār que habría durado dos años (Ibn Ḥabīb, Albeldense, Fatḥ, Bayān, Nafḥ), dos años y ocho meses (Ḏikr y A‘mal), Imāma le asigna tres años y Fatḥ cuatro años y seis meses, mientras que la versión rotense de Crónica Albeldense lo reduce a un mes. Liberado por sus partidarios, Abū l-Jaṭṭār reúne un ejército en el Algarbe, dirigiéndose a Córdoba para intentar recuperar el poder, pero no llega producirse un enfrentamiento y se establece una tregua de facto. La muerte de Ṯuwāba y, sobre todo, las intrigas e incumplimientos maliciosos de al-umayl provocan el alzamiento de los Yamaníes. El combate de Secunda fue durísimo y, tras apuradísima victoria, seguido de múltiples ejecuciones, siendo Abū l-Jaṭṭār uno de los muertos, en 130/747.

 

Bibl.: P. de Gayangos (ed.), Crónica del Moro Rasis, Madrid, Real Academia de la Historia, 1852; E. Lafuente Alcántara (ed. y trad.), Ajbār maŷmū‘a, Madrid, M. Rivadeneyra, 1867; Ibn al-Aṯīr, Al-Kāmil fī l-tārīj, Leiden, E. Brill, 1871; Al-Ḍabbī, Bugyat al-multamis, ed. de F. Codera y J. Ribera, Madrid, Josefo de Rojas, 1885; Ibn Qutayba, Al-Imāma wa-l-siyāsa, El Cairo, Matba‘at al-Nīl, 1904; Ibn ‘Abd Al-Ḥakam, Futūḥ Miṣr, New Haven, Yale Oriental Research Series, 1922; Ibn Al-Qūṭiyya, Tārīj iftitāḥ, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, 1926; Al-Maqqarī, Nafḥ al-ṭīb, El Cairo, Ed. M. Hajji, 1949 (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1950); Ibn ‘Iḏārī, Al-Bayān al-mugrib, Leiden, E. Brill, 1950; Al-Marrākušī, Mu‘ŷib, El Cairo, 1950 (Tetuán, Editora Marroquí, 1955); Al-Ḥumaydī, Ŷaḏwat al-muqtabis, El Cairo, Maktab Nasr al-Taqafa al-Islamiyya, 1952; Ibn Al-Jaṭīb, A‘māl al-a‘lām, ed. de E. Lévi Provençal, Beirut, Dār al-Ṣādir, 1956; Ibn Al-Abbār, Ḥulla, El Cairo, Al-Sarika al-‘arabiyya, 1963; Ibn Ḥazm, Ŷamharat ansāb al-‘arab, El Cairo, 1971; R. Jiménez de Rada, Historia Arabum, ed. de J. Lozano Sánchez, Sevilla, Universidad, 1974; Ibn al-Jaṭīb, al-Iḥāṭa fī ajbār Garnāṭa, El Cairo, Maktabat al-Janyi, 1975; P. Chalmeta, “Concesiones territoriales en al-Andalus”, en Hispania, vol. VI (1975); J. E. López Pereira (ed.), Crónica del 754, Zaragoza, Anúbar, 1980; L. Molina (ed. y trad.), Ḏikr bilād al-Andalus, Madrid, CSIC, 1983; Anónimo, Crónica Albeldense, Oviedo, Universidad, 1985; Ibn Jaldūn, Kitāb al-‘Ibar, Beirut, Dar al-kutub al-‘ilmiyya, 1988; R. Jiménez de Rada, Opera (De rebus hispaniae), Zaragoza, Anúbar, 1988; Ibn Ḥabīb, Tārīj, Madrid, Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe, 1991; Anónimo, Fatḥ al-Andalus, ed. de L. Molina, Madrid, CSIC, 1994; P. Chalmeta, Invasión e islamización, Jaén, Universidad, 2003.

 

Pedro Chalmeta Gendrón

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