Ayuda

Francisco Patiño de Lara y Narváez

Biografía

Patiño de Lara y Narváez, Francisco. Cuenca (Ecuador), 1589 – Urkus, Cuzco (Perú), 30.VII.1660. Misionero jesuita (SI), orador.

Hijo de Gómez Patiño de Lara, mayorazgo de su casa en Jerez de la Frontera, que pasó a Cuenca y fue alcalde ordinario de ese Cabildo en 1587, y de Jacoba de Narváez y Mercado, descendientes de conquistadores en esa jurisdicción.

Por grave enfermedad de su madre fue bautizado en el vientre, nació enclenque y creció enfermizo, nunca adquirió una estatura normal. Dado el ambiente devoto que se vivía en su ciudad natal, decidió hacerse religioso y viajó a estudiar Artes, Latín y Filosofía en el Colegio de San Luis de Quito. A los quince años, pudiendo ingresar en cualquier Universidad de España, prefirió hacerse jesuita, Orden que por entonces comenzaba su andadura.

En vano se opusieron sus padres y un tío religioso, porque viajó al Colegio de la Compañía de Jesús en Lima, donde obtuvo los primeros votos y en el Colegio de San Pablo se ordenó, mientras su padre había viajado a España por negocios, dejando a su esposa en el Convento de las Conceptas de Cuenca. A él le sorprendió la muerte en la Península y ella se decidió por la vida de clausura.

Entonces Francisco Patiño visitó el obispado de Huamanga, en la sierra peruana, y logró tantos éxitos que el padre general de los jesuitas de Perú, Mucio Viteschi, le llevó de rector a Lima con cátedras y todo lo demás, honor grande dados sus cortos años, pero el cargo no le agradó y prefirió seguir misionando en Cuzco y La Paz, donde ocupó el rectorado de ese colegio.

Poseía una elocuencia arrolladora y una inteligencia tal, que no requería repasar los textos de sus discursos porque todo en él era espontáneo y con su sola palabra improvisaba y levantaba corazones.

Peregrino siempre, pasó por Potosí harapiento y enfervorizado, volvió a Cuzco y en todas partes alcanzaba éxitos con la voz y el ejemplo y eran tan copiosos los auditorios a sus sermones, que los lugares quedaban desiertos los días que predicaba, aunque fueran de trabajo y no de fiesta.

El doctor Juan Alonso Ocón, IX obispo de Cuzco, le solicitó en 1645 que lo acompañase a su primera visita pastoral, pues conocía su fama y el hecho de que en cierta ocasión administró la comunión desde la mañana hasta la tarde y fue preciso ponerle dos hombres a sus lados para que le sostuvieran los brazos a fin de continuar en su evangélico trabajo. Y así fue su vida, de trabajos, sacrificios y constantes viajes, pero tantas fatigas terminaron por debilitarle y en julio de 1660 fue llevado a Urkus, donde falleció el día 30, de setenta y un años de edad.

Sus restos fueron trasladados a Cuzco y mucha gente salía a los caminos para verle, incluso de noche, alumbrando con hachones. El cortejo marchaba entre lamentaciones o con las notas plañideras del oficio de difuntos. A la medianoche entraron en la ciudad y las calles resultaron estrechas, teniendo que intervenir la justicia para que los dolientes ingresasen ordenadamente a la iglesia. Allí le despojaron dos veces de sus ropas en afán de obtener reliquias y hasta profanaron el cuerpo dejándole sin pelo de barba o de cabello, pues le consideraban venerable.

Tuvo el don de lágrimas y revelaciones de las cosas ausentes o futuras y fue fama que también el de profecías. Sus sermones no fueron recogidos, pero se cree de su autoría un Tratado sobre la idolatría cuyos originales estaban en los fondos de la Biblioteca Nacional de Lima.

 

Bibl.: R. Pérez Pimentel, Diccionario Biográfico del Ecuador, t. XVIII, Guayaquil, Imprenta de la Universidad, 2002 (2.ª ed.).

 

Rodolfo Pérez Pimentel

Relación con otros personajes del DBE

Biografías que citan a este personaje

Personajes citados en esta biografía