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Pedro de Alcántara Téllez Girón y Alfonso-Pimentel

Biografía

Téllez Girón y Alfonso Pimentel, Pedro de Alcántara. Príncipe de Anglona, marqués de Jabalquinto (IX). Quiruelas de Vidriales (Zamora), 15.X.1786 – Madrid, 24.I.1851. Militar, político, teniente general, presidente del Senado.

Nació en el seno de la familia ducal de Osuna. Fue bautizado el mismo día 15 de octubre de 1786, en la iglesia parroquial de San Juan de los Caballeros, de Benavente (Zamora), por Agustín González Pisador, obispo de Oviedo. Era hijo de Pedro de Alcántara Téllez Girón y Pacheco, IX duque de Osuna, y de María Josefa Alfonso Pimentel, condesa-duquesa de Benavente y duquesa de Arcos, entre otros títulos.

Su infancia y parte de su juventud la pasó en el palacio que tenían los duques en la Cuesta de la Vega (Madrid), residencia ducal desde mayo de 1781. Su padre encomendó su educación al sacerdote y luego político liberal Diego Clemencín, que posteriormente fue diputado en las Cortes de Cádiz (1813), ministro de Ultramar y Gobernación (1822), y presidente de las Cortes (1823). Fue de las personas que más influyeron en la formación de su pensamiento y talante liberal.

A temprana edad, fue nombrado cadete de las Reales Guardias Españolas de Infantería Española, el 14 de enero de 1789, contando ya su antigüedad en el Ejército. Al margen de sus condiciones innatas para la carrera castrense, ésta fue una opción que diseñó su propio padre como “segundón” de la Casa ducal.

La cual sin duda se dilató por sus escasas posibilidades a heredar los principales títulos y mayorazgos de la misma.

Al poco tiempo, contando sólo con ocho años, fue nombrado capitán agregado del Regimiento de Infantería de América, en concreto el 23 de enero de 1793.

Dicho nombramiento fue una gracia real por los servicios militares y diplomáticos prestados por su padre a Carlos IV, quien, además, ostentaba la coronelía de dicho regimiento.

Su progresión era continua, obtuvo el grado de teniente coronel ad honorem, el 13 de mayo de 1795.

Y por Real Cédula fechada en San Ildefonso, el 14 de agosto de 1796, fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. También llegaría a ser caballero de la Orden de San Juan.

Contaba tan sólo con doce años, cuando su padre, fue nombrado, a finales de 1798, embajador español en Viena, con objeto de sustituir al conde del Campo de Alange. La familia Téllez Girón al completo, incluidos sus hijos menores, partió desde Madrid el 26 de enero de 1799, y llegó a París el 15 de marzo de 1799, instalándose en el palacio de los duques del Infantado.

Las circunstancias políticas del momento motivaron que el ministro austríaco de Asuntos Exteriores, se negara a recibirlo como nuevo embajador en la Corte vienesa, y se prolongara la estancia en la capital francesa. En esos momentos Francia pasaba por su Revolución, los “Osuna” serían testigos de la agonía del “Directorio” (1795-1799) y el golpe de estado del 18 de Brumario, que daría paso al Consulado (1799- 1804); su casa fue frecuentada por personajes importantes del momento, como Talleyrand o Sieyés. La familia se mantuvo en París gran parte del año 1799, pues hasta el 4 de diciembre no iniciarían el regreso, llegando a Madrid el 7 de enero de 1800.

El joven Anglona fue nombrado capitán agregado de Dragones de la Reina, el 10 de marzo de 1804, nombramiento con el cual realmente iniciaba su carrera militar.

Formó parte de las tropas españolas que acompañaron a la infanta española María Luisa en su toma de posesión del Trono del nuevo Reino de Etruria (Toscana), las cuales tuvieron orden de marchar el 5 de diciembre de 1805, bajo el mando de Gonzalo O’Farrill. Él iba en calidad de su ayudante de campo.

Entraron en territorio francés por La Junquera, el 3 de enero de 1806, llegando a finales del mes de febrero a la Toscana, donde permanecerían hasta abril de 1807. Le deslumbraría Italia por su pasado histórico y artístico. Durante su estancia visitó Venecia y Roma, asistiendo a los estudios de dos artistas de primera fila de la época, Canova y Camucini.

Fue nombrado teniente coronel de Dragones del Rey, el 9 de marzo de 1807, y con la disolución en abril de 1807 de la “División de Etruria”, regresó a Madrid. Poco tiempo le duró el nombramiento, ya que inmediatamente pasó a ser teniente coronel del Regimiento de Pavía, desde el 4 de abril de 1807, a las órdenes del coronel Jáuregui. Con dicho regimiento marchó, a inicios de 1808, hasta El Puerto de Santa María, llevando el mando completo del mismo por comisión de dicho coronel.

En Cádiz se sintieron también los ecos de los sucesos madrileños del 2 de mayo de 1808. En la capital gaditana la sublevación popular tuvo como objetivo los restos de los buques franceses atracados en la bahía desde la batalla de Trafalgar. El gobernador de la ciudad, el general Solano, intentó oponerse al levantamiento.

Anglona se ofreció para calmar el orden público, y le propuso entrar en la ciudad con su regimiento y cargar contra los amotinados en las calles.

Sin embargo no actuó. El motín popular terminó por estallar al recibirse la noticia del alzamiento de Sevilla, Solano fue asesinado en uno de los disturbios del día 29 de mayo de 1808.

El joven militar pasó a integrar el Ejército que formaba el general Castaños, y estando en la villa de Utrera, donde se concentraba el reclutamiento, obtuvo en propiedad la coronelía del Regimiento de Pavía, el 10 de julio de 1808. Dicho regimiento estaba compuesto por cuatrocientos cuarenta caballos espléndidos y muy bien equipados, y además tenía una brillante oficialidad. Esta razón explica que fuera destinado a la vanguardia del Ejército de Andalucía, emprendiendo su marcha hasta Andújar.

Estuvo en la toma de los Visos de Andújar, y en la batalla de Bailén (19 de julio de 1808). Intervino en las capitulaciones pactadas con el general francés Dupont, y recibió la comisión especial de formar la escolta de dicho general; la cual llevaría a cabo uno de los escuadrones de su regimiento, al parecer por petición expresa del mismo Dupont.

El Ejército siguió avanzado a lo largo del resto de año, desde tierras giennenses hacia el norte, ocupando La Mancha, y posteriormente Madrid. Entró al frente de la vanguardia del Ejército que recuperaba la capital.

Continuando con el avance, su Regimiento estuvo en las alarmas de Armedillo, Tudelilla y la Barra de San Adrián, en la línea del río Ebro. Al tomar los franceses Calahorra (La Rioja), el frente se desplazó hasta Navarra. La contraofensiva de los generales de Bonaparte estaba en marcha, y sería continua y constante; estaría presente en las batallas de Tudela y Cascante (23 de noviembre de 1808), donde se produjo una desordenada retirada del Ejército hispano.

La ofensiva lanzada por el mariscal Víctor provocó el repliegue de las tropas españolas hasta Uclés (Cuenca), donde se desarrolló una nueva batalla (13 de enero de 1809). Durante la misma, Anglona ayudó a evitar la completa dispersión durante la retirada, y con su defensa logró salvar parte de infantería que presentaba un gran desorden durante su huída.

Recibiría un balazo que le causó una herida de poca consideración.

Posteriormente formó parte del Ejército del Centro, pasando a La Mancha, bajo el mando del duque de Alburquerque; el cual con la mitad de dichos efectivos inició una expedición por la provincia de Toledo, con el objetivo de distraer a los franceses, ante la operación que estaban proyectando sobre Extremadura.

En este contexto destaca el combate de Mora (18 de febrero de 1809), durante el cual los Regimientos de España y Pavía lograron expulsar a seiscientos Dragones franceses dirigidos por el general Dijon; causándoles numerosas bajas, y tomando ochenta prisioneros.

Se destacó en las acciones de Mora y Consuegra (Toledo), los días 18 y 22 de febrero de 1809.

A inicios de marzo, el 2 de marzo de 1809 obtuvo el grado de brigadier y se le confirió el mando de la IV División de la Caballería del Ejército del Centro, ordenándole Alburquerque atacar por el camino de Yébenes hasta Mora, teniendo un encuentro con la Caballería francesa a la altura de Manzaneque, a la cual puso en retirada.

Sin embargo, el avance francés era continuo. Al mando de su División estuvo del 25 al 28 de marzo de 1809, defendiendo a las villas de Malagón, Ciudad Real y Visillo, de las instigaciones francesas.

En el último ataque, comenzó la Caballería española, que se hallaba en Santa Cruz de Mudela, una desordenada retirada ante la persecución francesa.

Anglona logró mediante un contraofensiva parar el avance de los galos, logrando liberar la artillería ya abandonada y que la infantería y Cuartel General que se hallaba en el Viso se retirara hasta el Puerto del Rey (Toledo).

A mitad del mes de abril de 1809 fue trasladado al Ejército de Extremadura, encargándosele el mando interino de la División de Caballería bajo las órdenes nuevamente del duque de Alburquerque. Tomaría el mando de dicha División, de forma interina, en dos ocasiones que separó su superior, la primera por tiempo de un mes.

Las tropas inglesas, al mando de sir Arthur Wellesley (futuro lord Wellington) se unieron a las españolas, en los llanos situados entre Oropesa y Talavera, de cara a un nuevo combate. El duque de Alburquerque se encargó de nuevo de su División, y a Anglona se le entregó la Brigada Ligera de Caballería, con la cual y como coronel de Pavía, formó parte de la II División de Caballería a las órdenes de dicho duque, que tomó parte en la batalla de Talavera, los días 27 y 28 de julio de 1809.

A los pocos días, el 8 de agosto, Anglona tuvo que defender el puente del Arzobispo sobre el Tajo, de los ataques del mariscal Soult, estando expuesta su brigada al fuego de la artillería francesa, causándole muchas pérdidas. Ante la nueva ausencia de Alburquerque, tomó por segunda vez el mando de la División de Caballería.

Logró un nuevo ascenso, pasando a ser mariscal de campo, el 12 de agosto de 1809. Al mes siguiente, el 13 de septiembre se le ordenó conducir al Ejército de Castilla mil doscientos caballos, con el fin de reforzar dicho ejército. Tuvo que ocultar su marcha a los franceses que estaban posicionados en los pasos de la sierra de Gata, debido a lo cual marcharía hasta Portugal, atravesando su territorio durante siete días. Finalmente pudo agregarse en Fuenteguinaldo (Salamanca), al Ejército de la Izquierda al mando del duque del Parque.

Sin tener destino dentro de este Ejército, a instancias del duque del Parque, mandó la caballería durante la batalla de Tamames (Salamanca), el 18 de octubre de 1809, formando parte del ala izquierda de la formación, contra las tropas francesas bajo el mando del general Marchand.

A los pocos días fue nombrado comandante general de la Caballería del Ejército de Cataluña, cargo que no pudo desempeñar debido a los acontecimientos.

Siguió de forma transitoria bajo las órdenes del duque del Parque, y así intervino en la desafortunada batalla de Alba de Tormes, de 28 de noviembre de 1809.

Era el eco de la derrota de Ocaña (19 de noviembre de 1809), que le abría las puertas de Andalucía al ejército francés, que llegaría hasta las puertas de Cádiz.

Marchó hasta Cádiz con la idea de embarcarse hacia Cataluña para tomar posesión de su nuevo destino, cuando el general Castaños suspendió su marcha, ante el peligro en que se hallaba la plaza gaditana.

El duque de Alburquerque también marchó con su ejército a Cádiz para evitar la entrada francesa en la ciudad. Con la entrada de dicho cuerpo en la ciudad de San Fernando, el 10 de enero de 1810, Anglona fue de nuevo destinado a él y se le entregó el mando de la II División. Su misión fue supervisar la defensa del arsenal de la Carraca.

Con la llegada de tropas inglesas a la capital gaditana se formó una expedición que desembarcó en Tarifa, al mando del teniente general Manuel de la Peña.

Se libró la batalla de Chiclana o La Barrosa, el 5 de marzo de 1811, estando el cuerpo central de la formación bajo el mando de Anglona. A continuación se le nombró comandante general de la Caballería, pero se suspendió su nombramiento y la orden de marcha de la misma, volviendo al mando de la II División.

Durante esta estancia en Cádiz, contrajo matrimonio en dicha ciudad el 7 de octubre de 1811, con María del Rosario Fernández de Santillán y Valdivia (1795-1857). Era hija de Ignacio Fernández de Santillán y de Ignacia Valdivia, marqueses de la Motilla y condes de Casa Alegre. De dicho matrimonio le sobrevivirían tres hijos: Pedro de Alcántara (XIII duque de Osuna), Manuel y Tirso.

Después de la batalla de Chiclana, fue destinado bajo el mando del general Ballesteros, a las Divisiones del Campo de Gibraltar, otorgándosele el mando de la III (conocida luego como “División Asturiana”), con la cual pasó a operar al condado de Niebla. En su cometido de vigilancia de la sierra de Ronda y parte de la provincia de Málaga, llevó a cabo la toma del pueblo de Álora (14 de abril de 1812), y el desalojo del pueblo del Campillo (25 de abril de 1812), durante el cual fue herido su amigo Santiago Méndez Vigo.

Ante la iniciativa del mariscal Soult de fortificar Bornos como plaza importante de la línea del Guadalete, Ballesteros intentó dificultar los trabajos del enemigo, y salió con un contingente militar desde Gibraltar, vadeando el río Guadalete. La batalla de Guadalete o Bornos se produjo el 1 de junio de 1812.

Ballesteros ordenó desplegar la primera brigada de la División de Anglona, en frente de la línea atrincherada de los franceses, debido a lo cual sufriría el peso del fuego. El mismo Ballesteros tuvo que rectificar y mandó retirarla, pero las pérdidas fueron de las mayores que tuvo que contemplar Anglona de todas las unidades que estuvieron bajo su mando. De los tres mil hombres que componían dicha División, se contabilizaron más de mil entre muertos y heridos; de ellos cinco jefes, más de cincuenta oficiales, su caballo sufrió dos balazos, fue herido su ayudante de campo y dos de sus ordenanzas.

Dejaría el mando de la III División, y tomó el mando de la I División, quedando de nuevo encargado de la vigilancia del Campo de Gibraltar y parte de la Serranía de Ronda. Tuvo que defender la plaza de Tarifa ante una incursión francesa en el Campo de Gibraltar. Unido al grueso del Ejército comenzó la persecución de las tropas francesas, que iniciaron su retirada hacia Granada. Así tomaría parte activa en la expedición hacia Osuna, plaza que era tomada el 2 de septiembre de 1812. Al día siguiente, 3 de septiembre, atacó a los franceses en Antequera, y en días posteriores en las inmediaciones de Granada, y en la misma capital.

De nuevo regresó a Cádiz, donde fue destinado al Tercer Ejército, del cual, a inicios del 1813, obtuvo el mando de su I División y de la Caballería. Pasó a La Mancha, donde estuvo observando la ocupación de los franceses de la primera línea del Tajo. Con el inicio de la campaña en mayo de 1813, el Ejército salió de sus cuarteles de Jaén, al mando del general Ballesteros. Con su avance llegó hasta las provincias valencianas, a la localidad de Castalla y a la línea del río Júcar, y el 13 de junio a Carcagente, entrando el Ejército en Valencia el día 7 de julio de 1813.

Siguió hacia el norte, hasta Cataluña, siendo su División destinada al bloqueo de la plaza de Tarragona, donde se acantonaron tropas francesas al perder la región aragonesa. En dicho empeño estuvo un mes, pero ante la aproximación de un gran contingente francés, pasó al Ejército del Ebro. Tras verificar la orografía de los montes de Tivisa y la más cercana a Mora de Ebro, aseguró la llegada del Ejército hasta Tortosa. En su bloqueo estuvo veinte días.

De ahí pasó al sitio de Pamplona, con la División de su mando, donde estuvo otros veinte días. En octubre de 1813 tuvo orden de tomar el mando en jefe del Tercer Ejército, ante la retirada del general duque del Parque, ya fatigado y enfermo. Terminado el sitio de Pamplona, se mantuvo con sus tropas en dicha ciudad durante todo el invierno. En el inicio de la campaña de 1814, desde Irún pasó el Bidasoa en abril de 1814, pasando la frontera y entrando en Francia para auxiliar las tropas aliadas sitiadas en Bayona. El 12 de abril su guarnición salió de dicha plaza, logrando repeler los últimos ataques franceses, lo cual permitió que afianzaran su posición las tropas inglesas. Allí el 18 de abril se firmó un armisticio entre los mariscales Soult, Suchet y lord Wellington, como preámbulo de la futura paz. Tras este episodio volvió hasta la frontera, mandando el Tercer Ejército hasta su disolución el 14 de julio de 1814, siendo destinado a cuarteles de Castilla-La Mancha, con residencia en Madrid.

Su larga trayectoria durante la Guerra de Independencia española se tradujo en la obtención de numerosas condecoraciones, como las Cruces de distinción de la Batalla de Bailén, de Tamames, de Talavera, de Chiclana, y del Tercer Ejército. El lema de esta última refleja su trayectoria militar a lo largo de toda la Península Ibérica: “Vencedor desde el Estrecho al Pirineo”.

Con el Imperio de los Cien Días, de nuevo recobró protagonismo al ser nombrado el 30 de abril de 1815, 2.° general en jefe del Ejército de la Izquierda, y entró con él en Francia de nuevo, cargo que mantuvo hasta septiembre de 1815, pasando a Madrid.

Con la llegada de Fernando VII al Trono, inició una etapa de ostracismo, al no compartir las ideas absolutistas.

Durante estos años recibió una importante confirmación para su hacienda. El 3 de enero de 1818 el Consejo de Castilla dictó una Real Carta Ejecutoria que le otorgaba la sucesión en el marquesado de Jabalquinto, con la condición de la manutención vitalicia de su madre.

Con la llegada de los liberales al Gobierno durante el Trienio Liberal (1820-1823), pasó a tener una destacada actuación política y militar. Fue designado coronel del Primer Regimiento de Reales Guardias de infantería, el 22 de marzo de 1820, cargo que dejó al ser nombrado consejero de Estado, el 1 de mayo de 1820, formando parte de él como Grande de España, concedida a título personal ese mismo año.

El 21 de mayo de 1820, falleció su hermano Francisco, XI duque de Osuna. Sin embargo Anglona no tuvo opción a sucederlo en el ducado, al precederle en la sucesión sus herederos: sus sobrinos Pedro (futuro XII duque) y Mariano (futuro XIII duque). Sin embargo, su hijo Pedro Téllez Girón y Fernández Santillán sería quien continuara la línea sucesoria, siendo XIII duque de Osuna, tras el fallecimiento de su primo en 1882.

Con la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis, y el restablecimiento de Fernando VII como monarca absolutista, tuvo que exiliarse en 1823, sin poder regresar a España hasta el año 1831. Fernando VII siempre sintió un intenso odio hacia Anglona, por causa de su adhesión a los principios de la Constitución de 1812. Marcharía a Italia, donde estuvo varios años dedicado al estudio de las artes y la historia.

La mediación de su esposa y de su madre ante Fernando VII logró que pudiera regresar, fijándole el Monarca la residencia en Vitoria. El 25 de noviembre de 1833 fue nombrado capitán general de Granada.

Tuvo que contener a los partidarios carlistas. Su adhesión a la causa isabelina frente al pretendiente carlista, motivó que la regente María Cristina le restableciera en dicha Grandeza, el 28 de enero de 1834.

El 6 de abril de 1834 pasó a ser capitán general de Andalucía. A los pocos días, el 1 de mayo de 1834, se publicó en la ciudad de Sevilla, sede de la Capitanía, el Estatuto Real. Durante los meses posterioreslas divisiones en el seno de los liberales fueron intensas, adquiriendo gran protagonismo la Milicia urbana.

Tuvo que desplegar una constante lucha contra las partidas armadas y el bandolerismo en el ámbito rural.

En función del Estatuto Real, fue nombrado, el 18 de junio, miembro del Estamento de Próceres. Se dio apertura a las Cortes formadas por el Estamento de Próceres y Procuradores, el 24 de julio. Sin embargo, a causa del desempeño de su cargo de capitán general de Andalucía, no pudo asistir a la sesión inaugural ni a las siguientes sesiones. Aunque realizó juramento en Sevilla, de lo cual remitió certificación, no se le dio validez y tuvo que jurar en su primera presencia en la sesión de 30 de diciembre de 1834.

Un problema que tuvo que afrontar fue la falta de efectivos militares, ante el traspaso de tropas desde el sur hacia el Ejército del Norte, con motivo de la Guerra Carlista. El día 30 de agosto de 1835, la Milicia urbana acuartelada y armada, le solicitaría la reunión de Cortes Constituyentes y el restablecimiento de la Constitución de 1812. Ante su amenaza de ser considerada su acción de rebeldía, el levantamiento se reactivó y fue secundado por personalidades de la ciudad. Se formó una Junta de gobierno de notables, liderada por José Musso (gobernador civil), y por el marqués de la Concordia.

Una diputación de dicha Junta se entrevistó con él, la noche del 1 de septiembre, y lo obligó a dimitir; acordando que Sevilla se anexionaría al movimiento de demanda de la constitución de 1812 y entregaría la capitanía general al marqués de la Concordia.

Tuvo que salir de la ciudad disfrazado, temiendo por su vida. Volvería a Madrid, siendo aceptada su dimisión el 19 de septiembre de 1835, ocupando su asiento en el Estamento de Próceres.

Su madre fallecería el 5 de octubre de 1834, obteniendo la definitiva posesión civil y natural del marquesado de Jabalquinto y sus agregados, entre ellos una casa palacio en la calle Segovia, de Madrid.

Los sucesos de La Granja (1836) le afectaron y momentáneamente marchó a Francia. Tras la calma, pasó a ser gobernador de Cuba, desde el 7 de septiembre de 1839. Se embarcó de regreso el 5 de mayo de 1841, pero no volvió a España, sino que recaló en Francia, por tercera vez, residiendo en París. Durante su estancia realizó disposición testamentaria en la embajada española, el 2 de abril de 1843, en forma de declaratoria militar, modalidad que le permitía la legislación en base a su grado de teniente general.

En cuanto a su pensamiento político tuvo que ir virando desde posturas liberales más progresistas hasta otras más moderadas, llegando a ser un convencido liberal moderado, partidario de la Monarquía constitucional, de la “regularidad” y del “orden”. Esto quizás explique que regresara a finales del año 1843, agonizando ya la Regencia de Espartero, y que a partir del triunfo de los liberales moderados liderados por el general Narváez, en las elecciones de mayo de 1844, volviera a tener cargos políticos de relevancia, fue nombrado senador del Reino, como Grande de España que era, por Real Decreto de 15 de agosto, cargo que juró el 17 de diciembre de 1845.

Por Decreto fechado el 7 de marzo de 1846, le fue concedida la Gran Cruz de Carlos III, y nombrado caballero de la Orden de Carlos III, el 6 de mayo de 1846. El monarca francés le otorgó, durante su estancia en París, la Gran Cruz de la Legión de Honor.

Fue vicepresidente del Senado, durante cuatro legislaturas seguidas: 1847-1848, 1848-1849, 1849-1850 y 1850-1851. Durante las cuales fue siempre presidente su amigo y biógrafo, Manuel Pardo y Fernández- Pinedo, marqués de Miraflores.

En su carrera como senador fue miembro de numerosas comisiones, algunas de las cuales presidió. En la legislatura de 1835-1836, fue presidente de la comisión de reconocimiento de títulos y documentos de los próceres; en 1848 fue presidente de la comisión del Canal de San Fernando, y de la comisión de aprobación de un empréstito forzoso de 100 millones de reales.

Su dedicación a las artes le llevó a ser el segundo director del Museo del Prado, y al fallecer era el primer director de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, y miembro honorario y de número de la Real Academia de la Historia. Falleció el 24 de enero de 1851 en su palacio de la calle Segovia (Madrid).

 

Obras de ~: Bando dirigido a los soldados del Tercer Ejército por Anglona con las instrucciones que han de cumplir en campaña: Cuartel General de Irún, 8 de abril de 1814, 1 hoja, s. l., 1814 (ms. en Biblioteca Nacional de España, Sala Cervantes R/60016 - 45); Discurso que en la solemne apertura de la Audiencia Pretorial de La Habana en el año de 1841, pronunció su presidente el Excmo. Sr. Príncipe de Anglona, Marqués de Javalquinto [...] gobernador general de la isla de Cuba, La Habana, Imprenta del Gobierno y Real Auditoria Pretorial, 1841, 8 págs. (ms. en Biblioteca Nacional de España, Salón General, sign. HA/24993 y VC/2801/9).

 

Bibl.: D. Clemencin, Proyecto para la educación del Excmo. Sr. Marqués de Peñafiel y del Sr. Príncipe de Anglona. Dirigido a sus padres, los Excmos. Señores Duques de Osuna, Condes-Duques de Benavente, c. 1790 (ms. en Biblioteca central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Archivo de Francisco Rodríguez Marín, caja 78, doc. 11); C. Lebrun, Retratos políticos de la Revolución de España, Filadelfia, 1826; M. Pardo Fernández de Pinedo Macea y Dávila, marqués de Miraflores, Biografía del [...] Sr. D. Pedro Téllez Girón, príncipe de Anglona, marqués de Javalquinto [...] Escrita después de su muerte por su antiguo amigo el marqués de Miraflores, Madrid, Imprenta por José Rodríguez, 1851; J. Ezquerra del Bayo, Retratos de la familia Téllez Girón, novenos Duques de Osuna, Madrid, Blass, 1934, págs. 38, 42 y 51-52; C. Muñoz de Roca Tallada, condesa de Yebes, La Condesa-Duquesa de Benavente: una vida en unas cartas, Madrid, Espasa Calpe, 1955, págs. 32, 205, 229, 246-247, 250 y 273-275; E. de la Vega Viguera, La Capitanía General de Sevilla. Historia de una institución, Sevilla, Edita Capitanía General de la II Región Militar, 1984, pág. 137; V. Tovar Martín, “El palacio de Anglona: un testimonio monumental de los siglos xvi y xvii”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 27 (1989), págs. 47-76; A. Matilla Tascón, “Dos testamentos y unas capitulaciones de nobles zamoranos”, en Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, 1991, págs. 903-917; J. Velázquez y Sánchez, Anales de Sevilla de 1800 a 1850, Sevilla, Ayuntamiento, 1994 (Col. Clásicos Sevillanos, n.° 7), págs. 415, 421, 436 y 440-441; P. J. Fernández, Quién es quién en la pintura de Goya, Madrid, Celeste Ediciones, 1996, págs. 68-69; F. L. Díaz Torrejón, “La Casa Ducal de Osuna durante la Guerra de la Independencia (1808-1814)”, en Apuntes 2 (Osuna), n.º 2 (abril de 1998), págs. 61-91; F. Andújar Castillo, “La Corte y los militares en el siglo xviii”, en Estudis. Revista de Historia Moderna, 27 (2001), págs. 91- 120; F. J. Gutiérrez Núñez, “El IX Duque de Osuna: Político, militar y mecenas (1755-1807)”, en VV. AA., Actas XI Jornadas Nacionales de Historia Militar (Sevilla, 11-15 de noviembre de 2002). Milicia y Sociedad Ilustrada en España y América (1750-1800), t. I, Madrid, Cátedra General Castaños R. M. Sur, Editorial Deimos, 2003, pág. 108; B. Pellistrandi, Un discours national?: la Real Academia de la Historia entre science et politique (1847-1897), Madrid, Casa de Velázquez, 2004, págs. 421-422.

 

Francisco Javier Gutiérrez Núñez

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