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Tariq b. Ziyad

Biografía

Ṭāriq b. Ziyād. Norte de África, s. m. s. VII – ?, p. m. s. VIII. General bereber que inició la conquista de Hispania.

Oscuro personaje de breve y decisivo protagonismo en la invasión de Hispania, desapareciendo después. Hay quien lo daba como persa, otros como árabe, pero todos los autores norteafricanos se enorgullecen de que fuera bereber. Ṭāriq b. Ziyād b. Abd Allāh b. Rafhū (o Walgū/Wanmū) b. Warfaŷŷūm b. Yanzagāsin (o Narbagāsin/Yanzimāsin) b. Walhāṣ b.Yaððūfat b. Nafzaw, por tanto perteneciente a esta tribu, entonces asentada en Tripolitania. Su genealogía tiene bastantes visos de no ser auténtica, sino ‘reconstruida’ a posteriori [tres-cuatro siglos después, cuando los amazigs sienten el prurito de emular los linajes arabo-andalusíes]. Sería nieto de un neo-musulmán, cuya conversión se remontaría a las campañas de Ibn Abī Sarḥ (27/647) o mejor a las de Uqba b. Nāfi (post 50/670); inclusive hay quien quiere hacerle tābi. Pero ello choca con un dato básico, unánimemente aceptado: Ṭāriq era un mawlà de Mūsà b. Nuṣayr, por tanto, un ex-cautivo manumitido (tal como afirma Ibn Iḏārī) o un converso por mediación suya. En cualquier caso, un neo-musulmán de creencias no demasiado seguras como apuntaba la afirmación del taimado Mugīṯ ante el califa Sulaymān. “Si ordena a sus gentes orar de cara a cualquier qibla que se le antoje, le seguirán sin advertir que [con ello caen] en la infidelidad…”.

Ningún autor recoge su nacimiento. Sólo consta que, en 85-6/704-5, “Mūsà lo puso al frente de la vanguardia de su ejército”. Mando que supone merecía cierta confianza y quizás también alguna ‘representatividad’ bereber. Implica también que Ṭāriq ya no era ningún crío y debía rondar los 30-40 años. Tampoco parece nada excepcional puesto que otro bereber, Zura b. Abī Mudrik, mandaba un ala del ejército y fue el encargado de someter a los Maṣmūda.

El hecho relevante se produce en 88/707. Mūsà ha dado por terminadas sus campañas magribíes y tropezado con la resistencia de Julián en Ceuta. “Cuando Zura b. Abī Mudrik le trajo a los rehenes Maṣmūda, Mūsà los juntó con aquellos que había cogido en Ifrīqiya y el Magrib. Los acuarteló en Tánger, bajo el mando de su liberto Ṭāriq al que dejó con 12-19.000 jinetes beréberes con armas y pertrechos. También le dejó 12 árabes para enseñarles el Qur’ān y las normas [islámicas]”; mientras él regresaba a la capital de su provincia con las tropas árabes. Se había recurrido a la colaboración [obligada] de rehenes/auxiliares beréberes para una acción militar concreta. Terminada la conquista del Magrib se disuelve y concentra cada etnia en un lugar distinto: Qayrawān para los árabes, Tánger para los beréberes.

āriq ha quedado en Tánger como ‘sub-gobernador’ bereber y con el encargo de hostigar Ceuta. Julián, no recibiendo ayuda visigoda, inicia una maniobra de diversión que haga cesar la presión que le asfixia. Las causas son político-militares (y no hay porque recurrir a legendarias venganzas de la honra de su hija (que presentan insalvables dificultades cronológicas). En 89-90/708-9, se somete (conservando vida, bienes, posición) y, simultáneamente, propone su colaboración activa para campañas en Hispania. Absolutamente todas las fuentes coinciden e insisten sobre este punto. Según las árabes es Julián quien “se entrevista”, “escribe”, “incita”, “ofrece”, “promete”, “hace desear”, “estimula”, “invita”; y la Crónica del 754 remacha “consilio nobilissimi viri Urbani Africane regionis”. El trato es inequívoco. Ṭāriq se desinteresa de Ceuta (que queda como ciudad autónoma) a cambio de algo mucho más goloso: correrías por Hispania. Una operación en la que una inversión reducidísima (el cese de un asedio largo, aburrido y poco enriquecedor) ofrece grandes beneficios a corto y medio plazo (los medios necesarios para lanzar pingues y enardecedoras algaras, cabalgadas de saqueo por ricas tierras). (En este caso concreto, la descomposición interna visigoda añadirá una increíble prima: los 8 siglos de al-Andalus…).

Llegamos a una cuestión de cierta relevancia histórica: ¿Quién tomó la decisión de atacar Hispania? Autores hay que afirman fue “por orden de Mūsà”, mientras otros aseguran fue “a iniciativa de Ṭāriq”. Antes de entrar a valorar testimonios, es imprescindible analizar los hechos. Circa 88/704, Ṭāriq había quedado como ‘sub-gobernador’ bereber de Tánger [con autonomía local para cuanto no sea ‘importante’], al frente de 12-18.000 h. Muchos son Maṣmūda pero otros proceden de diversas tribus norteafricanas (Ŷarāwa, Hawwāra, Zanāta, Kutāma) (grupos amigos o enemigos mutuos) y conviene tenerles ocupados para evitar se activen viejos antagonismos. Habiendo finalizado el cerco de Ceuta es necesario buscarles otros exutorios. Desde el Estrecho, estando ya todo el Magrib bajo dominio musulmán, lo obvio era la costa frontera. Para respaldar la credibilidad de su convenio con Ṭāriq, Julián realiza un pequeño saqueo, a finales del 90/709, de la costa algecireña. Animado “Ṭarīf, liberto bereber de Mūsà, pasa con 400 h. y 100 jinetes en 4 barcos de Julián. Atracan en Tarifa (que toma su nombre de aquel desembarco) y corren (la tierra de) Algeciras, apresando cautivas de una belleza tal como nunca vieran Mūsà ni sus compañeros, cuantiosos bienes y enseres. Esto fue durante el mes de ramaḍān 91/julio 710. Cuando las gentes (del Magrib) vieron aquel botín, se apresuraron para entrar (en Hispania)”.

Efectivamente, al poco tiempo, es seguido por la incursión (también fructífera) de otro bereber, Zura, al frente de mil hombres, por la costa frontera. Naturalmente, no se ha consultado a la lejana superioridad (Mūsà) para estas pequeñas acciones. Estamos ante iniciativas ‘privadas’, similares a las futuras de Hernán Cortes o Pizarro. Pero el rico y fácil saqueo ha despertado codicias, provocando una ‘fiebre del oro’ donde ninguno quiere quedarse atrás. No sabemos si Ṭāriq se ha contagiado y encabeza la estampida o se ve arrastrado por sus hombres. Lo cierto es que el 5 raŷab 92/28 abril 71, inicia su desembarco en el Peñón que recibirá su nombre: Ŷabal Ṭāriq/ Gibraltar.

El caso es que, con las prisas, se han olvidado no ya de consultar o pedir autorización sino inclusive de informar a la superioridad. Al-Raqīq es taxativo “Ṭāriq decidió invadir al-Andalus, enrolando para ello a los beréberes… Mientras Mūsà estaba en [su residencia de] Ifrīqiya y ni siquiera se enteró…”. Nunca hubo permiso, encargo ni orden alguna de Mūsà, ni mucho menos consulta de éste al Califa. Cuantas fuentes aluden a ello, lo hacen —en palabras de Ibn Iḏārī— “a título de atribuir al ordenante los hechos del mandado”. En ello también aflora su puntito de etnocentrismo por cuanto la autoría —y gloria— de tan prodigiosa conquista tenía por fuerza que ser árabe y no podía deberse a un oscuro bereber… Ṭāriq se ha tomado unas atribuciones que no le habían sido nunca conferidas; ha desobedecido las órdenes recibidas. Hecho que, cuando tuvo conocimiento de lo ocurrido, molestó y preocupó a su patrono y superior, por obvias razones de disciplina y mando, que reaccionó airadamente.

El cruce de las tropas (un primer cuerpo de 1.700 hombres seguidos por otros hasta llegar a 10-12.000 —ahí estarían los ayān/alām al-qabā’il recogidos por al-Rāzī—) que acompañaron a Ṭāriq, hubo de efectuarse en los cuatro barcos de cabotaje suministrados por Julián. Procuraron pasar desapercibidos, estableciendo una cabeza de puente de fácil defensa en Gibraltar. Requisito obligado pues la escasa capacidad de transporte obligó a múltiples viajes que duraron cerca de dos meses. Dueños de Carteya/Torre de Cartagena, lanzaron pequeñas algaras de forrajeo y saqueo. Sin más reacción que la de los directamente afectados pues Rodrigo estaba sitiando Pamplona y luchando contra los Vascones. Informado, acude a Córdoba donde concentra cuantas tropas puede. Un ejército numeroso pero de escaso entusiasmo. Sus mejores hombres (y partidarios) están cansados por la campaña norteña y la larguísima marcha que han tenido que soportar. Los recién incorporados (y opositores) son la facción familiar witizana y se confiará el mando de las alas derecha e izquierda a Sisberto y Oppa, hermanos del rey anterior. Quienes tramaron “Este malnacido (que no es de estirpe real y antaño no pasaba de ser uno de nuestros seguidores) se ha hecho con un poder que no le correspondía y su acción nos ha perjudicado mucho. Esas gentes que nos han invadido no pretenden afincarse en nuestra tierra pues su único afán es llenarse las manos de botín antes de marcharse. Desbandémonos cuando nos enfrentemos a estos invasores, ellos derrotarán a este malnacido y, cuando se retiren, entronizaremos a quien merezca el cargo”. Efectivamente cuando, a orillas del Guadalete o del Barbate, Rodrigo atacó las alas se dieron a la fuga. La vigorosa contraofensiva de Ṭāriq aplasta al ejército contrario, desapareciendo el monarca.

“Amontonadas las presas ante Ṭāriq, las repartió entre los combatientes. [Tan pronto como] los Magribíes oyeron de su victoria en al-Andalus y lo cuantioso del botín cobrado, acudieron de todas partes, cruzando el mar en cuantos barcos y botes pudieron hallar para unírsele…hambrientos de despojos y ansiosos por enfrentarse [a los enemigos]. Con ellos iba Julián —aquel que les pidiera seguridad— con sus hombres y la gente de su provincia, señalándoles los puntos vulnerables y suministrando información”. Reforzado con estos numerosos voluntarios Ṭāriq, partiendo de la bahía de Algeciras, remonta el Guadarranque, Hozgarganta y, por Jimena de la Frontera y Ronda, llega a Écija donde desbarata los restos del ejército visigodo. “Cuando los Godos oyeron de aquella doble derrota, Dios llenó sus corazones de pavor. Comprobando cómo Ṭāriq se adentraba por el país —cuando habían creído que no pasaría de hacer una pequeña incursión, semejante a la de Ṭarīf, buscando botín antes de retirarse— se asustaron. Y abandonando los llanos se dispersaron por las alturas”. Ya no habrá resistencia organizada. “(Ṭāriq) et su gente entraron por España, et comenzaron de fazer quanto querian, sin ningunt embargo”. Tres destacamentos van a Córdoba, Málaga y Granada, mientras el grueso de las tropas sube a Toledo.

Tampoco aquí hubo resistencia pues “no habían quedado más que unas pocas gentes, por haber huido su señor con sus compañeros, refugiándose en una ciudad tras los montes”. “Sinderedo, obispo metropolitano de la capital, por temor a la invasión árabe, actuando más como mercenario que como pastor, abandona las ovejas de Cristo y marcha a Roma”. “Intestino furore confligeretur”, seguimos en un contexto de guerra civil entre ‘rodriguistas’ y ‘witizanos’. Donde Oppas hace que se ejecute al “senatus, nonnullos seniores nobiles viros”. Pero lo importante, para los invasores, no era lo político sino lo material: el tesoro real, y el eclesiástico, que los toledanos se llevaron en su retirada hacia Alcalá de Henares/ Guadalajara. Allí fue donde se cobraron “muchas joyas y oro a profusión” así como la fabulosa Mesa de Salomón. “…mesa engarzada con perlas, jacintos y esmeraldas. La gente pretendía que era la mesa de Sulaymān b. Dāwūd, pero no es así. Antes bien, los cristianos piadosos legaban sus bienes a las iglesias cuando les llegaba su hora, bienes con los que se hacían atriles, donde colocaban los tomos del Evangelio en las fiestas. Aquella mesa era uno de estos atriles que los reyes se habían esmerado en adornar”. Los últimos ‘rodriguistas’ se han retirado (llevándose cuantos objetos de valor pudieron) hacia el Norte. Pero serán alcanzados en “Amaya, ciudad más allá de la sierra, donde se habían fortificado [los Godos], allí se cobraron joyas y riquezas”. Después Ṭāriq regresó a Toledo.

La invasión bereber había sido motivada por la fama de la riqueza hispana. Las fuentes árabes insisten todas sobre lo fabuloso del botín, la cantidad inconmensurable del oro y joyas conseguido. Cifras legendarias que van creciendo de boca en boca, despertando egoísmos y codicias. Se ha creado un mito movilizador, semejante al del Dorado, de los auríferos placeres de California y del Klondike. Toda riqueza rápida conlleva violencias, incumplimiento de las normas, irregularidades. La invasión bereber no fue ninguna excepción y muchos ocultaron presas para no tener que repartirlas. “Cuando la conquista de al-Andalus, todos incurrieron en el pecado de disimulo y apropiación de botín/gulūl”. En justo castigo, durante el regreso a sus lares, Allāh levantó un viento huracanado que hizo se anegasen con sus riquezas.

En 93/712, estando en Toledo, “quando (Ṭāriq) supo que Mūsà venia, saliol a recebir bien allend de Talavera al rio que dizen Tietar”. Aunque Ṭāriq se apeó humildemente, su desobediencia hizo que “Mūsà ordene arrestarlo y aherrojar, pensando incluso en ejecutarlo”. Salvado por la intervención de Mugīṯ, hubo de “entregar cuanto botín tuviese, así como los tesoros de los reyes, y apresurarse en presentar la Mesa”. Todas las tropas pasan bajo las órdenes de Mūsà. Ṭāriq, relevado del mando de los beréberes, irá en vanguardia, al frente de un pequeño destacamento. Las aguas han regresado a su cauce y el liberto a disposición de su señor. Así, hasta llegar a Zaragoza por el valle del Jalón, “Ṭāriq iba delante (de Mūsà) y no atravesaban lugar que no conquistasen y sin que Dios los enriqueciera…Nadie les salía al paso como no fuera para pedir la paz”. Ocupada, al parecer sin resistencia, la capital del Ebro, el retorno de Mugīṯ como enviado califal, es sincrónico del levantamiento de arresto a Ṭāriq. Éste, habiendo recobrado el mando de parte de los beréberes llegara hasta Tarragona, donde “mató las gentes et destruyo las obras [muy viejas et maravillosas]; mas non pudo todas, tanto las fizieron de firmes”.

āriq acompañó a Mūsà en su regreso a Oriente. Estaba entre los asistentes cuando, en 96/715, su señor presentó el quinto del botín andalusí al califa al-Walīd. Y aprovechó para reivindicar públicamente su protagonismo (silenciado por Mūsà) en la conquista de al-Andalus. Descontento con el “no ha lugar” califal, reiteró sus denuncias (acusándole de desfalco) ante Sulaymān, que las aprovecharía para justificar su malquerencia personal e incoar expediente a Mūsà. Con posterioridad a 97/716 no se vuelve a mencionar a Ṭāriq, que posiblemente regresaría al Norte de África.

 

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Pedro Chalmeta Gendrón

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