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Berenguela Berenguer

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Biografía

Berenguela Berenguer. ?, c. 1108 – Palencia, II.1149. Reina de León y Castilla, mujer del emperador Alfonso VII.

Berenguela Berenguer fue hija del conde catalán Ramón Berenguer III y de Dulce de Provenza. Su trayectoria personal y política estuvo marcada por su matrimonio con el monarca castellano-leonés Alfonso VII, que supuso una firme alianza política entre León y las autoridades del este de la Península, en concreto con los condes de Barcelona, durante la primera mitad del siglo xii.

Por entonces, la fama y el prestigio del conde catalán Ramón Berenguer III eran bien conocidos fuera y dentro de la Península, y en particular en el ámbito castellano-leonés, a través precisamente de los muchos peregrinos que circulaban por el Camino de Santiago.

De Cataluña se hablaba ya por todo el mundo: un diácono llamado Lorenzo Vernés fue uno de los primeros en utilizar ese nombre, y lo hizo al escribir sus poemas; con los que, por otra parte, intentaba ensalzar las gestas de los habitantes de aquella región en el Mediterráneo. Además, como a todo gran señor, no le faltaban al conde de Barcelona amigos y vasallos, especialmente entre los titulares de otros condados pirenaicos. Por eso, quizá, Ramón Berenguer III fue conocido como el Grande, pues su espíritu amable y generoso, muy amigo de la paz, no le impidió contribuir, con sus éxitos políticos y militares, a poner los fundamentos de la unidad catalana.

Gracias a esto, y a personas bien informadas, no le faltaron tampoco noticias al rey Alfonso VII de León sobre la prosperidad de Cataluña y, en especial, sobre la corte de Barcelona. Pero su posible interés político acabó siendo afectivo, cuando uno de los principales condes pirenaicos, Armengol de Urgel, le recomendó su enlace con una de las hijas del conde Ramón Berenguer.

Armengol conocía bien a la familia del conde de Barcelona, aunque su padre se había casado con una castellana, hija a su vez del conde Ansúrez, el fundador de Valladolid, y él mismo fue criado en Castilla por su abuelo y se convirtió en un buen vasallo del rey de León, no abandonó nunca su estrecha relación con Cataluña.

Así las cosas, no sólo triunfó la candidatura de Berenguela como futura reina de León, sino que se decidió celebrar cuanto antes las bodas. Alfonso VII se había coronado como rey en marzo de 1126, y sus esponsales se programaron para finales del año siguiente, en el viejo monasterio de Saldaña; entre tanto, la novia hubo de apresurarse y trasladarse hasta León.

El viaje de Berenguela, desde Barcelona hasta la corte de su futuro marido, no dejó de ser complicado; la hija del conde Ramón Berenguer III tenía que atravesar los estados del rey de Aragón, quien estaba en disputa con el de Castilla por cuestiones territoriales y fronterizas. El paso estaba libre, desde luego, a través de los grandes caminos que llevaban a los peregrinos precisamente hasta Santiago; pero ni éstos eran excesivamente seguros para una comitiva como la suya ni tampoco se podía contar con la simpatía o la protección especial del monarca aragonés, quien era poco amigo de aquella alianza entre castellanos y catalanes, a través de un matrimonio que le dejaba en medio, si no a merced, de sus poderosos vecinos.

Lo más probable es que, en la medida en que era entonces posible, la comitiva que trasladó a Berenguela hasta el reino de León se dirigiese a su destino por mar. Es decir, atravesando las tierras del sur de Francia, hasta llegar al golfo de Vizcaya y buscar desde allí, en una de aquellas barcazas anchas y lentas, que tenían velas y remos, como las antiguas vikingas, algún puerto seguro en las costas cántabras o asturianas. No se sabe si en el propio Santander, o en Castro Urdiales, o en San Vicente de la Barquera o en Laredo, pero la futura reina consiguió su propósito al desembarcar, más allá de los dominios del rey de Aragón.

Entre los servidores y acompañantes, que se trasladaron con la reina Berenguela desde Cataluña hasta León, se encontraba Ponce o Poncio de Cabrera, futuro conde y personaje importante de la corte de Alfonso VII. Ponce debió de llegar muy joven a la corte leonesa, pues su momento de madurez coincidió con la ofensiva salmantina en tierras extremeñas, a principios de la década de 1140. A partir de entonces, es fácil hallar su presencia en muchas de las empresas militares del emperador: no faltó al cerco y conquista de Oreja en 1139, que consolidó las posiciones cristianas en torno a Toledo. Después vino su nombramiento como alcaide de Zamora, donde realizó una magnífica labor, hasta convertirse, algunos años después, en mayordomo del propio Alfonso VII, a quien sobrevivió.

Por tanto, el matrimonio de Berenguela y Alfonso VII, además de una alianza firme entre los dos ámbitos de la Península, supuso nuevas formas de colaboración en la empresa reconquistadora, que con el tiempo llegarán incluso a facilitar el desarrollo de campañas conjuntas. El momento y las circunstancias no pudieron ser más oportunos: el contencioso sobre Castilla frente a Aragón entraba en una fase enormemente crítica. La alianza y el posterior vasallaje de los herederos de Ramón Berenguer III, padre de la novia, con respecto al monarca leonés, supusieron un elemento desestabilizador importante a favor de este último, en la retaguardia de su principal enemigo. No en vano, a partir de entonces, pudo Alfonso VII comenzar a desarrollar una política peninsular de largo alcance, que habría de desembocar en su segunda coronación, en este caso imperial, en León en 1135.

Los esponsales del “Emperador de España” —como acostumbró a titularse desde muy pronto el nieto de Alfonso V— con la infanta barcelonesa se celebraron en los últimos días de diciembre de 1127 o primeros de enero de 1128. Poco después, comenzaron los nuevos esposos a actuar de consuno: “Ego Adefonsus Dei gratia Hyspanie imperator una cum coniuge mea regina domna Berengaria”, reza el documento de confirmación de una carta que la reina Urraca había dado en 1122 a favor de la catedral de León y de su obispo Diego; y lo mismo ocurría en la que los soberanos hicieron a favor de Urraca Vermúdez, una de las hermanas del conde Suario.

Además, a partir de su enlace con Alfonso VII, Berenguela, que visitó con frecuencia la ciudad de Santiago, a quien siempre tuvo especial devoción desde su llegada, residió sin embargo habitualmente en Léon. No en vano se trataba de la capital política del reino y de la verdadera ciudad regia, a la que acabó estando fuertemente ligada y en la que encontró a muchos de sus nuevos servidores: es el caso de Pedro Leonis su alfaeto, a quien recompensó sus servicios algunos años después; como también lo hizo, junto a su marido, a su criada María Afonsi. La hija del conde de Barcelona se adaptó con rapidez a su nuevo papel de reina de León, y de su popularidad y buen hacer es prueba el hecho de que, en más de una ocasión, se le considerase como la auténtica gobernadora de la ciudad regia. Algunos años después de su boda, en 1140, el entonces tenente de las torres, Rodrigo Vermúdez, declaraba que las tenía “sub manu regine dona Berengariae”.

También fuera de León la actuación de la reina Berenguela tuvo momentos muy destacados. Durante las maniobras militares realizadas por los ejércitos cristianos en 1139 contra el castillo de Oreja ocurrió, según cuenta la Crónica del Emperador, una de las anécdotas más significativas relacionadas con la reina: cuando una parte del ejército almorávide atacó Toledo, como forma de obligar al rey de León a desistir del asedio que había puesto al castillo citado, la ciudad imperial estaba defendida por un buen grupo de caballeros, ballesteros y peones que habían quedado de guarnición.

Durante el ataque estaba en Toledo la reina, que vio cómo los musulmanes asaltaban San Servando y destruían una pequeña fortaleza o torre que había cerca.

Indignada ante la situación creada envió mensajeros a los moabitas para decirles que les deshonraba luchar contra una mujer, que si querían hacerlo que se fueran a Oreja a luchar con el emperador y sus fuerzas, apareciendo además sentada sobre un trono real en una de las torres, rodeada de sus doncellas, que cantaban con tímpanos, cítaras, címbalos y salterios; lo que hizo avergonzarse a los jefes almorávides, que efectivamente se retiraron.

No se sabe qué hay de cierto en este episodio que transmite la Crónica Adefonsi Imperatoris y que no deja de ser entrañable y caballeresco, pero lo cierto es que el cerco a Oreja continuó durante todo el verano: destruido el primer castillo, que los cristianos habían levantado para atender al cerco, el rey mandó construir uno nuevo; en julio ya se había concluido frente a la fortaleza musulmana y el emperador en persona continuaba dirigiendo las operaciones de asedio, que al fin llegaron a buen término.

Además de un misterioso infante Raimundo, del que apenas se tienen noticias, Alfonso VII tuvo con Berenguela dos hijos varones, Sancho y Fernando, que acabaron por ser sus herederos. Sancho, al que se puede considerar primogénito, nació hacia 1133, y estaba destinado a ser el futuro rey de Castilla, y Fernando que lo hizo en 1137, terminó reinando en León.

Alfonso VII y Berenguela también tuvieron dos hijas, Constancia y Sancha, que casaron con los reyes de Francia y Navarra, respectivamente. Las bodas se celebraron entre 1152 y 1153, cuando ya había muerto la reina, y cuando las previsiones sucesorias y política matrimonial ocupaban la atención preferente del monarca leonés.

La muerte de Berenguela acaeció a mediados de febrero de 1149, poniendo fin a veinte años de matrimonio, gracias al cual el rey de León había logrado, entre otras cosas, una firme alianza con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón.

Por sí mismo, la desaparición de la reina resultó ser un acontecimiento particularmente triste, que no dejó de influir en el ánimo y en los planteamientos del propio Alfonso VII. Por lo pronto, al recibir la que tenía entre manos; incluida una posible intervención, junto a su aliado musulmán Aben Mardanix, en al-Andalus, precisamente para intentar frenar el avance almohade.

Quizá entonces se perdió un tiempo precioso a este respecto; pero también demuestra hasta qué punto la figura y la personalidad de Berenguela habían tenido peso e influencia no sólo en el ánimo real, sino también en la propia estabilidad política del reino.

Dos días después de recibir la noticia, a mediados de febrero de 1149, Alfonso VII se trasladó desde Madrid hasta Palencia, donde había muerto la reina, para organizar las exequias. En los primeros días de marzo llegaba la comitiva fúnebre a León, y el cuerpo de la emperatriz era entregado al arzobispo Pedro de Compostela para que le diese sepultura en su iglesia.

En concreto, esto ocurrió el día 8 de marzo, cuando Alfonso VII dictó una sentencia acerca de los términos de la villa de Arquilinos, que se disputaban el concejo de Castrotorafe y el cabildo de Santiago, y en el que se especifica que “ipso die dedit defunctam iniperaticem Berengariam uxorem suam domno Petro archiepiscopo Compostellano”.

Pedro Elías, el arzobispo compostelano, había acudido efectivamente a León para asistir a la consagración de la iglesia colegial de San Isidoro, además de hacerse cargo del cuerpo de Berenguela, cuya devoción por la iglesia de Santiago era de sobra conocida.

Alfonso VII encargó, además, a algunos de los magnates más importantes de su corte, escoltar a la soberana difunta hasta la ciudad del Apóstol; donde se celebraron las exequias, tres días de oficios fúnebres y misas, y se le dio cristiana sepultura en un sarcófago de granito sobre cuya losa se grabó una estatua yacente, ubicada en una de las capillas de la catedral.

La muerte de la hija del conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, y de Dulce de Provenza dejó huella en los documentos reales, que siguieron recordando durante bastantes semanas su desaparición: “sexta septimania post mortem Birengariae”, se afirma en los que fueron elaborados en León, a favor de Miguel Peláez, y en Carrión, a favor de Penansalbas, escanciano del monarca, entre el 10 y el 15 de marzo de 1149.

Sancha, la hermana de Alfonso VII, visitó la tumba de su cuñada a finales de aquel mismo año, con ocasión de su propia peregrinación a Santiago, pudiendo comprobar probablemente la belleza de la estatua yacente que acababa de esculpirse sobre la losa de su sepulcro, y que el padre Flórez, varios siglos después, calificó de “muy bonita; de suerte que en aquella tierra, cuando quieren ponderar à la que se prende con esmero para parecer bien, es adagio el decir que está hecha una Berenguela”.

 

Bibl.: A. López Ferreiro, Historia de la Iglesia de Santiago, IV, Santiago de Compostela, Seminario Conciliar Central, 1898; P. Rassow, Die Urkunden Kaiser Alfons’VII von Spanien. Eine peleographisch-diplomatische Untersuchung, Archiv für Urkundenfors chung, Bd XI, 1, Berlin, Verlag von Walter de Gruyter &.ª Co., 1929; L. García Calles, Doña Sancha hermana del emperador, León-Barcelona, Anuario de Estudios Medievales, 1972; M. Recuero, “Donaciones de Alfonso VII a sus fieles y servidores”, en En la España Medieval (Madrid), vol. V (1986); J. M. Fernández Catón, Colección documental de la Catedral de León, V (1109-1187), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1989, n.º 1370; M. Lucas Álvarez, El Reino de León en la Alta Edad Media, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1993; El Reino de León en la Alta Edad Media: cancillerías reales asturleonesas (718-1072), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidro, 1995; M. Pérez González, “El Reino de León en la Alta Edad Media. IV. La Monarquía (1109-1230)”, en Crónica del Emperador Alfonso VII, León, Universidad de León, 1997; B. F. Reilly, The Kingdom of León-Castilla under King Alfonso VII (1126-1157), Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1998; M. Recuero Astray, M. González Vázquez y P. Romero Portilla, Documentos Medievales del Reino de Galicia: Alfonso VII (1116-1157), La Coruña, Xunta de Galicia, 1998; M. Flórez, Memorias de las Reinas Católicas de España, ed. de J. Campos y Fernández de Sevilla, I, Valladolid, Consejería de Educación y Cultura, 2002; M. Recuero Astray, Alfonso VII (1126-1157), Burgos, La Olmeda, 2003 (col. Reyes de León y Castilla).

 

Manuel Recuero Astray