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José Benlliure Gil

Biografía

Benlliure Gil, José. Cañamelar (Valencia), 30.IX.1855 – Valencia, 3.I.1937. Pintor.

Hijo de Juan Antonio Benlliure y de Ángela Gil, nació Benlliure en el seno de una modesta familia del poblado marinero de Cañamelar, cercano a Valencia.

Desde niño manifestó dotes artísticas, ayudando económicamente a su familia a través de exvotos o pequeñas tablas al óleo que vendía a los convecinos, o retratando a marineros y labradores del lugar. Al cumplir los doce años recibió su primera y decisiva formación al entrar en el estudio de Francisco Domingo, pintor admirado por los jóvenes creadores valencianos y del que aprendería su técnica rigurosa junto al uso de una paleta rica en valores cromáticos; luego se matriculó en la escuela de Bellas Artes de Valencia.

En 1869 se trasladó a Madrid para ampliar sus estudios y no tardó en llamar la atención por el talento pictórico que, pese a su edad, ya mostraba. Presentado al rey Amadeo I de Saboya por unos diputados valencianos en 1871, realizó en palacio las efigies de sus hijos, Manuel Filiberto, duque de Aosta, y Víctor Manuel, conde de Turín. El monarca quedó muy complacido del trabajo realizado, y tuvo siempre al pintor en gran estima.

En 1872 presentó El cardenal Adriano recibiendo a los jefes de las Germanías de Valencia a las oposiciones para pensionados en Roma convocadas por la diputación valenciana. No consiguió la beca, aunque, al quedar el óleo en la terna final, recibió un premio de setecientas cincuenta pesetas para estudiar en el extranjero, obteniendo la misma cantidad tras vender el cuadro a la Sociedad Valenciana de Amigos del País.

Viajó, en efecto, a París y visitó con interés los principales museos de la ciudad. No obstante, el clima frío de la ciudad le hizo temer por su salud y no tardó en regresar a Madrid.

Tras realizar en 1873 diversos retratos para el Centro republicano instructivo de Madrid, se presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1876 con Aquelarre de brujas, lienzo protagonizado por los diabólicos conjuros de un viejo alquimista, y El descanso en la marcha, escena militar captada con animado realismo que fue premiada con la tercera medalla y adquirida, a continuación, por el gobierno.

Pintó posteriormente Cuento de brujas y lo expuso en el Ateneo de Valencia en 1878, presentó en la Nacional de Bellas Artes de ese mismo año Escena del Gólgota, tela honrada con otra tercera medalla y también comprada por el Estado al precio de tres mil pesetas. Gracias a esta venta pudo trasladarse a Roma en 1879, desde donde al poco tiempo llamó a sus hermanos, Mariano y Juan Antonio, para brindarles su protección en el inicio de sus respectivas carreras artísticas.

Ese mismo año firmó Carnaval en Roma: batalla de flores, cuadro de minuciosa y brillante pincelada, no exenta de un toque vibrante heredado de su maestro Domingo.

Ante esta y otras anecdóticas tablitas llenas de luz, pronto llamó la atención de un conocido marchante inglés de origen italiano, Martin Colnaghi, quien en 1880 se comprometió a comprarle unos cien cuadros de tema libre a realizar en dos años, ofreciéndole a cambio más de ciento cincuenta mil francos. En noviembre regresó a Valencia para contraer matrimonio con María Ortiz Fullana; ambos volvieron a Roma sin dilación. Con su facilidad de ejecución y su habilidad para captar con espontaneidad el más intrascendente asunto, cumplió su compromiso en el tiempo previsto, apreciándose mucho sus temas de género en el mercado inglés.

No tardó, por otro lado, en abrir un amplio estudio en el número 33 de via Margutta, enviando, simultáneamente sus obras a los diversos certámenes organizados en los salones Bosch y Hernández durante la primavera madrileña de 1882. Dos años después, momento en que nació su hijo Peppino, participó en la Exposición de pintura española celebrada, con éxito, en el Palacio de la via Nazionale de Roma.

Combinando lo costumbrista con lo religioso, vendió a continuación en Londres La Misa mayor en un pueblo de Valencia y Un sermón por importantes cantidades, tratándose en ambos casos de interiores de templos plasmados, tanto en sus elementos decorativos como en las diversas vestimentas de los asistentes al culto, en sus más mínimos detalles. Benlliure se convierte, así, en uno de los mejores continuadores de esa pintura preciosista puesta de moda, años atrás, por Fortuny desde su estudio romano, mientras de su variada paleta salen, desde escenas con mosqueteros en mesones, como En el patio de la venta o En la taberna, a temas de corte popular ambientados en España, como La posada del sol, La cata de vino, Corrida de toros en un pueblo de Valencia o Entre prenderos, algunos de ellos adquiridos por importantes coleccionistas neoyorquinos. Tampoco faltaron las diversas versiones de su Cardenal en la biblioteca, o temas protagonizados por monaguillos, como La limosna o Ratones de Sacristía.

En la Nacional de 1887 presentó La Visión del Coliseo, cuadro de enormes dimensiones que ya venía precedido de cierta fama tras exhibirlo en su estudio de Roma y provocar los elogiosos comentarios de Domenico Morelli, acreditado pintor italiano. La obra muestra a san Telémaco, último mártir del circo de Roma, arengando con crispado gesto, durante una noche de Difuntos, a toda una multitud de mártires y santos que se agitan a su alrededor en contorsionadas poses, mientras sus rostros despiden una especie de mística energía. Con esta tela lograría una de las medallas de 1.ª clase concedidas en el certamen, llamando, además, la atención de un público impresionado por tan fantástico asunto.

En 1888 viajó por las costas del norte de África, de donde trajo numerosos apuntes que a veces convertirá en cuadros llenos de autenticidad, como Un café árabe, El armero itinerante o Árabes en el zoco. Pasó a continuación largas temporadas en Asís para plasmar diversos rincones de la basílica inferior, con sus bóvedas cubiertas de pinturas de Giotto y otros maestros de la época, o reflejar diversas vistas del exterior del templo o de las calles y plazas de la población con esbozado trazo. Incluso, no será raro que utilice como fondo para sus lienzos los frescos del propio templo, como los de Simone Martini en La lección de catecismo o en La ofrenda.

Desde esta época, y durante toda la década de los noventa, remitió cuadros a Viena y a las más importantes ciudades alemanas, como Stuttgart, Dresde y, sobre todo, Múnich y Berlín, donde gustaban sus detallados interiores de templos en días de gran ceremonia.

Así, telas como El mes de María en Valencia, La fiesta de la Virgen o Interior de iglesia en la fiesta del Corpus tuvieron gran acogida de crítica y público y le proporcionaron todo tipo de galardones, siendo adquiridos, en alto precio, tanto por organismos oficiales como por particulares.

En compañía de su hijo Peppino, realizó en 1897 su segundo viaje al norte de África, concretamente a Marruecos, donde recoge abundantes estudios de la ciudad de Tánger o de diversos tipos sacados de la vida real. Sin olvidar el mercado español, acudió a las muestras del Círculo de Bellas Artes con cuadros ambientados en el XVII, como Soldados y mercaderes, de casi microscópicas dimensiones y delicada factura, o piezas como El alquimista, similar a su conocido Aquelarre.

Durante 1902 trabajó en un amplio y alegórico lienzo para decorar el techo del cuarto de música de la reina María Cristina, mientras exhibía un Cristo yacente, ya presentado el año anterior en Viena, en la Exposición de Arte Moderno celebrada en Roma. En 1903 fue designado director de la Academia Española en Roma en sustitución de su hermano Mariano. En esta faceta, uno de sus principales méritos será el de dar nueva vida a las exposiciones celebradas anualmente con los trabajos de los pensionados, muestras que constituirán todo un acontecimiento en la vida artística de la ciudad. Casi todas contaron en su inauguración con la presencia de Margarita, la reina madre, o de los propios reyes de Italia, quienes en ocasiones visitarán su estudio para contemplar sus últimas producciones.

Al tiempo, acudía a los sucesivos certámenes de pintura española que José Artal venía organizando en Buenos Aires desde finales del siglo anterior, remitiendo obras como Dos brujas, Una vara de castigo, Afueras de Tetuán o Mercado de Tánger. En 1907 volvió a participar en los eventos del Círculo de Bellas Artes con Cripta romana y la acuarela Una aragonesa, bien valorada ésta por la crítica, obteniendo dos años después medalla de oro en la Exposición Regional de Valencia con El cardenal y la lección de catecismo.

Mientras sus cuadros viajan en 1910 por Buenos Aires, México, Bruselas o Madrid, el maestro participaba en la Bienal de Venecia con siete cuadros, la mayoría con tipos de su tierra, dominando la misma temática. En la Exposición Internacional de Arte Moderno de Roma, inaugurada un año después, Benlliure contó con sala propia y exhibió en ella sus últimas producciones, tal que El tío Andreu de Rocafort, Carretero valenciano, Florista valenciana o El ex alcalde de Rocafort, obras donde plasma al personaje con verismo, sin apenas concesiones a la anécdota. En esta muestra también ofreció telas orientalistas de nuevo cuño, a través de figuras de factura suelta y vigoroso volumen. El propio rey de Italia, Víctor Manuel de Saboya, adquirió su Cementerio moro, mientras Margarita, la reina madre, compró Zoco de Tánger.

Ese mismo año regresó a Valencia a causa de su mala salud y, tras un año de trabajo en Rocafort, renunció al cargo romano a finales de 1912. Instalado en su casa valenciana de la calle Blanquerías, dos años después participó en la Exposición del Círculo de Bellas Artes local con Un cazador de la huerta. a continuación envió a la Bienal de Venecia Viejos amigos y Mujeres en la iglesia, uno de sus sentidos cuadros de temática devocional realizados por esta época.

La muerte de su hijo Peppino, también notable pintor, en 1916 lo conmocionó profundamente, así como la de su esposa, producida dos años después.

En 1917 regaló su Autorretrato al Museo de Arte Moderno de Madrid y posteriormente otro a los Uffizi de Florencia, ya que dicha pinacoteca quería completar su colección de autorretratos antiguos con los de los pintores contemporáneos más importantes. En 1919 pintó El tío José de Villar del Arzobispo, y a continuación se organizó una exposición antológica de sus obras en el Teatro Real de Madrid.

En 1922 fue nombrado director del Museo de Bellas Artes de Valencia, entonces situado en el convento del Carmen, prosiguiendo la adaptación del edificio, iniciada años antes, con la creación de una amplia galería central con luz cenital, lo que permitía ver mejor los cuadros. Desde 1924 a 1926 trabajó en sesenta y seis acuarelas sobre la vida de san Francisco de Asís, encargo de la orden franciscana a fin de ilustrar la ambiciosa obra del padre Torró sobre el citado santo. El libro fue entregado a Pío XI en Roma, conservándose en un convento de Valencia las obras originales.

En 1929 colaboró, asimismo, en una edición monumental de La Barraca, de Blasco Ibáñez, para la que realizó treinta y seis dibujos de vigoroso realismo en los que interpreta en imágenes el texto del ya desaparecido novelista, amigo suyo desde sus lejanas estancias en Asís.

Nombrado en 1930 presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, en 1935 recibió un gran homenaje en Valencia con motivo de su ochenta aniversario. falleció en 1937 atendido por sus hijas, Angelita y María, compañeras del maestro durante sus últimos años.

 

Obras de ~: El cardenal Adriano recibiendo a los jefes de las Germanías de Valencia, 1872; Aquelarre de brujas, 1876; Escena del Gólgota, 1878; La Misa mayor en un pueblo de Valencia, c. 1883; La visión del Coliseo, 1886; Un café árabe, c. 1889; Esperando la limosna, c. 1895; Cristo yacente, c. 1900; Retrato de María de Benlliure, c. 1905; Florista valenciana, c. 1910; Viejos amigos, c. 1912; Autorretrato, 1917; El Tío José de Villar del Arzobispo, 1919.

 

Bibl.: M. Ossorio y Bernard, Galería biográfica de artistas españoles del siglo xix, Madrid, Moreno y Rojas, 1883-1884 (reed. 1975), pág. 82; V. Blasco Ibáñez, En el país del Arte: la dinastía de los Benlliure, Valencia, 1896; B. de Pantorba, Historia y crítica de la Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en España, Madrid, Alcor, 1948, págs. 104 ss.; F. Almela i Vives, Vida y pintura de don José Benlliure, Valencia, Semana Gráfica, 1955; J. M. Bayarri, “El pintor José Benlliure Gil (1855-1955) I Centenario de su muerte”, en Archivo de Arte Valenciano, Valencia (enero-diciembre 1955), págs. 85-91; V. Aguilera Cerni, “Las obras y los días: El primer centenario de José Benlliure”, en Archivo de Arte Valenciano, Valencia (1956), págs. 128-130; V. Vidal Corella, Los Benlliure y su época, Valencia, Prometeo, 1977; M. A. Català Gorgues, Catálogo-Guía de la Casa-Museo Benlliure, Valencia, Ayuntamiento, 1984; C. González y M. Martì, Pintores españoles en Roma (1850-1900), Barcelona, Tusquets Editores, 1987, págs. 64-67; C. Reyero Hermosilla, Imagen histórica de España (1850-1900), Madrid, Espasa Calpe, 1987, págs. 24, 288, 341; V. Aguilera Cerni (ed.), Historia del Arte Valenciano, t. V, Valencia, Ajuntament de Valencia, 1987, pág. 17, ss.; VV. AA., Cien años de pintura en España y Portugal (1830-1930), t. I, Madrid, Antiquaria, 1988, págs. 308-311; VV. AA., Otros emigrantes. Pintura española del Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, Madrid, Caja de Madrid, 1994, págs. 120-121, 205; F. de Santa Ana, Los Salones Artal. Pintura española en los inicios del s. xx, Madrid, Fundación Central-Hispano, 1995, págs. 74-77, 190; J. Gállego y J. L. Díez, Retratos de pintores y escultores del siglo xix en el Museo del Prado, Madrid, Ministerio de Educación y Cultura, 1997, págs. 184-185; J. B. Pascual Agulló, San Francisco de Asís en la obra de José Benlliure, Valencia, Universidad Politécnica de Valencia, 2000; V. E. Bonet Solves, José Benlliure Gil, el oficio de pintor, Valencia, Ayuntamiento, 2005; VV. AA., Enciclopedia del Museo del Prado, vol. II, Madrid, Fundación Amigos del Museo del Prado, 2006, pág. 487; VV. AA., Exposición Antológica de José Benlliure (1885-1937), Valencia, Centro del Carmen, 2008.

 

Ángel Castro Martín

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